sábado, 30 de enero de 2010

LA DINAMICA DEL APRENDIZAJE

LA DINAMICA DEL APRENDIZAJE
Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina. Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. (Mateo 7: 24-29)
El Maestro de los maestros, Jesucristo, estaba terminando el denominado “Sermón del monte” o la enseñanza de cómo vivir en el Reino de Dios y concluye con lo que yo denomino “la dinámica del aprendizaje” que consiste simple y llanamente en hacer aquello que vamos aprendiendo; porque el aprendizaje es un proceso dinámico, es esfuerzo o energía que se desprende de nuestro interior (espíritu) para hacer aquello que estamos oyendo, porque sólo el conocimiento que se pone en práctica es aquel que permanece y la práctica tiene que ser constante, sin dejar de olvidar los principios o bases de nuestro aprendizaje por más que nos parezca demasiado obvio o sencillo. Los Asistentes de vuelo y Pilotos hacen cada año un curso teórico práctico de “recurrent” o refrescamiento, que consiste en recordarles todo lo aprendido desde las bases hasta lo más avanzado, aunque sean expertos y experimentados en el tema.
El apóstol Pedro nos dice: “Por eso siempre les recordaré estas cosas, por más que las sepan y estén afianzados en la verdad que ahora tienen.” (2ª Pedro 1: 12) El recordar constantemente lo que hemos aprendido nos fortalece para permanecer firmes y afianzados en la verdad; y la mejor forma de recordatorio es haciendo lo que ya se supone que sabemos. No basta con saber hacer lo que es correcto o debido, sino que debemos ponerlo en práctica. Mi nieto de 7 años le pidió algo a su mamá y ella le dijo que tenía que decir “por favor”, a lo que él respondió: -Eso mismo, esa es la palabra -. Pero él no la repitió, entonces mi hija no le dio lo que pedía hasta que dijo “por favor”. Son siete años que se le enseña a usar la palabra “por favor”, pero aún hay que estar recordándole y haciendo que él aprenda a usarla. Nuestra mente tiene tal capacidad de olvido para algunas cosas que es imprescindible estar recordándole todo el tiempo lo que hemos aprendido. Yo no siempre recuerdo todo lo que escribo y cuando reviso mis notas, muchas veces me asombro de lo que veo y digo: -Oh, Oh, yo no estoy cumpliendo con lo que expongo aquí-; y entonces me alineo con lo que he dicho.

El apóstol Santiago dijo: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” (Santiago 1. 22 RV 60). La Nueva Versión Internacional lo expresa así. “No se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica.” Cuando no ponemos en práctica lo que sabemos nos estamos engañando y si no nos gusta que otros nos engañen, ¿por qué consentimos engañarnos nosotros mismos? Hacer lo que sabemos es la dinámica del aprendizaje. No importa cuánta información recibamos, si no la ponemos en práctica de nada nos va a servir, porque llegado el momento decisivo no vamos a saber cómo proceder aunque la teoría esté en nuestra mente; en cambio haciendo o practicando lo que sabemos vamos a estar diestros o avezados, que podríamos decir que hasta lo haríamos inclusive con los ojos cerrados. Lo importante en cuanto a lo que vamos aprendiendo de la Palabra de Dios es ponerla en práctica y caminar a la luz de lo que vamos aprendiendo, guiados por Aquel que es luz, sabiendo que: “Así que comete pecado todo el que sabe hacer el bien y no lo hace.” (Santiago 4: 17). No hacer el bien o lo bueno que sabemos es injusticia y la injusticia es pecado.

Cristo dijo que busquemos en primer lugar el Reino de Dios y Su justicia: El Reino de Dios es Cristo. Este Reino ha entrado en nosotros sus hijos para que Su justicia sea manifiesta a través de nuestra vida. No se trata sólo de ser buenas personas, sino de vivir de acuerdo a los diseños del Reino. ¿Y cómo es posible esto? Dejando que Cristo haga Su obra en nosotros, permitiéndole amar por y/ a través de nosotros, como también perdonar, etc. Necesitamos vivir naturalmente sobrenatural, porque si es a través de nuestras fuerzas, entonces nuestra vida se volverá artificial o religiosa. La práctica constante de la vida en el espíritu, es decir, guiados y dirigidos por nuestro espíritu, que a la vez está conectado al Espíritu de Dios, hará que Cristo actúe por intermedio nuestro. La vida en el Reino de Dios nos permite unir cielo y tierra porque no se vive por lo que se ve, sino que se sujeta a aquello que la vista humana no puede percibir, pero que los sentidos espirituales sí lo perciben. Vivir en el Espíritu no es cuestión de dogmas, es relación con la persona más hermosa que vive dentro de nosotros, con el Espíritu de Dios. Vivir en la luz de Dios o hacer lo que hemos aprendido de Él, o lo que llamamos “la dinámica del aprendizaje”, sólo será posible si lo dejamos a Cristo actuar en y a través de nosotros. Ningún esfuerzo humano nos hará vivir la vida de Dios, porque sólo Él puede vivir Su vida. Deja que sea Cristo quien actúe dentro de ti. Dile: Jesucristo, llena mi vida de Ti, Tú que lo llenas todo en todos, no dejes en mí ni un espacio vacío. Vive Tu vida a través de mí. Que la atmósfera de Tu Reino invada todo mi ser. Que tu voluntad se haga en mi vida, así como Tu voluntad es hecha en los cielos. Amén.

jueves, 21 de enero de 2010

CÓMO ORARAR POR NUESTROS HIJOS



CÓMO ORARAR POR NUESTROS HIJOS Y AMADOS
Todas las promesas que ha hecho Dios son "sí" en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos "amén" para la gloria de Dios. Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón, como garantía de sus promesas.
(2ª Corintios 1: 20 – 22)
Gracias Señor porque Tus promesas ya son sí en Ti, lo que Tú dices ya está hecho y nosotros sólo respondemos “que así sea, sea hecho conforme a Tu voluntad”. Tú nos has sellado como Tu propiedad y nos diste Tu Espíritu que es la garantía de Tus promesas, por eso sabemos que lo que dices se cumple.

Pero así dice el Señor: "Sí, al guerrero se le arrebatará el cautivo, y del tirano se rescatará el botín; contenderé con los que contiendan contigo, y yo mismo salvaré a tus hijos. (Isaías 49: 25)
Gracias Señor porque Tú peleas mis batallas y salvas a mis hijos y los rescatas de manos del enemigo.

El Señor mismo instruirá a todos tus hijos, y grande será su bienestar. (Isaías 54: 13)
Gracias Señor porque Tu Palabra es fiel y verdadera y lo que Tú dices lo cumples. Gracias por encargarte de la instrucción de mis hijos, porque tu salvación es completa. Conforme a Tu Palabra sea hecho.

En cuanto a mí dice el Señor, éste es mi pacto con ellos: Mi Espíritu que está sobre ti, y mis palabras que he puesto en tus labios, no se apartarán más de ti, ni de tus hijos ni de sus descendientes, desde ahora y para siempre dice el Señor.
(Isaías 59: 21)
Oh Señor, gracias porque Tu pacto es eterno, Tú no cambias, Tú eres fiel. Gracias por Tu Espíritu que has puesto sobre mí y por Tus palabras que están en mi boca y también en la boca de mis hijos y mis descendientes desde ahora y para siempre. Mis hijos te honran, te alaban, te adoran y te aman con pasión.

El Señor marchará como guerrero; como hombre de guerra despertará su celo. Con gritos y alaridos se lanzará al combate, y triunfará sobre sus enemigos. (Isaías 42: 13)
Tú eres poderoso Señor y hoy te levantas como el guerrero que eres y triunfas sobre tus enemigos, nadie puede hacerte frente y hoy se caen los grilletes que el enemigo puso sobre mis hijos.

Has visto bien dijo el Señor, porque yo estoy alerta para que se cumpla mi palabra. (Jeremías 1: 12)
Gracias Señor porque Tú cumples tu Palabra y te apresuras para ejecutarla.

Así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos.
(Isaías 55: 11)
Señor, lo que Tú has establecido para cada uno de mis hijos eso será, porque Tú estás alerta para que Tu Palabra sea cumplida fielmente.

El Señor cumplirá en mí su propósito. Tu gran amor, Señor, perdura para siempre; ¡no abandones la obra de tus manos! (Salmo 138: 8)
Gracias Señor porque Tu propósito es cumplido en mí y en mis hijos y porque nos amas con amor eterno.

Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús.
(Filipenses 1: 6)
Señor, gracias porque Tú no dejas tu obra a medias, sino que la completas y la semilla sembrada en mis hijos empieza a dar sus frutos. Yo sé que ellos se vuelven a Ti por tus promesas que son fieles y verdaderas.

Les daré un corazón que me conozca, porque yo soy el Señor. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón. (Jeremías 24: 7)
Gracias Señor porque Tú has puesto en mis hijos un corazón dispuesto a conocerte y ellos se vuelven a Ti.

Porque Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo. (2ª Corintios 4: 6)
Señor, gracias porque Tu luz brilla en mis hijos y ellos tienen conocimiento de tu gloria en Cristo Jesús.

Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido. (1ª Juan 5: 14, 15)
Señor, hemos orado conforme a Tu Palabra, por eso creemos que Tú nos oyes y concedes nuestra petición, y te agradecemos por contestarnos. En el nombre de Jesucristo, amén, amén, amén.

domingo, 17 de enero de 2010

UNO CON CRISTO

UNO CON CRISTO
"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí."
(Juan 17: 20-23)
Al unirnos a Cristo no anulamos nuestro “YO” sino que lo fortalecemos porque Cristo nos devuelve nuestra posición original, como era antes del pecado de Adán. En Cristo nuestros derechos son reivindicados, se nos restituye lo que perdimos a causa del pecado. Se nos restablece la autoridad, el dominio y el poder sobre todo lo creado. Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, y en las aves de los cielos, y en las bestias, y en toda la tierra, y en toda serpiente que [se] anda arrastrando sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó. Y los bendijo Dios; y les dijo Dios: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, y en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. (Génesis 1: 26-28 RV 2000). Adán y Eva tenían el dominio de todo aquí en la tierra porque el poder de Dios gobernaba sus vidas, eran uno con Dios. La vida de ellos estaba llena del Espíritu de Dios. Cuando permitimos que el Espíritu Santo gobierne nuestras vidas, nos unimos a Dios y nuestra voluntad carnal se somete conscientemente y por amor al Espíritu de Dios, entonces empezamos a vivir la vida abundante que Cristo ofrece. “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.” (Juan 10: 10). Satanás sólo quiere arruinarnos y nos hace creer que si vivimos independientes de Dios, vamos a gobernar y vamos a poder hacer nuestra voluntad y llegar a ser como Dios. Así que ingenuamente muchos hijos de Dios se someten al diablo viviendo de acuerdo a su vieja naturaleza.

“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él (Cristo), para que el cuerpo del pecado sea deshecho, a fin de que no sirvamos más al pecado. (Romanos 6: 6 RV 1865).
“Sabemos que nuestro viejo yo fue muerto en la estaca de ejecución con El, para que el cuerpo entero de nuestra propensión pecaminosa pudiera ser destruido, y a fin de no ser esclavizados más por el pecado.” (Romanos 6: 6 TKIM-D). Tenemos que saber y comprender que esa naturaleza voluntariosa, caprichosa, propensa a pecar ya ha sido clavada en la cruz para que nosotros ya no seamos más esclavos del pecado, sino que vivamos en la libertad con que Cristo nos hizo libres.

“De la misma manera considérense ustedes mismos muertos al pecado, pero vivos para YAHWEH por su unión con el Mashíaj Yahshúa” (Mesías Jesús). (Romanos 6: 11TKIM-D). Tenemos que creer de una vez por todas que ya hemos muerto al pecado. ¡Creámoslo! Es que no nos queda otra cosa que creer o creer para poder vivir libres de pecado y unidos a Cristo. En la cruz se destruyó el deseo de pecar, porque nuestro viejo YO, lo que éramos antes de venir a Cristo, ya fue muerto en la cruz; ahora entendiendo esto, vivamos la nueva vida en Cristo sin dejar que el pecado vuelva a formar cuerpo en nosotros. “Por lo tanto, no dejen que el pecado reine en sus cuerpos mortales, y los siga obligando a obedecer sus deseos; y no ofrezcan ningún miembro de sus cuerpos al pecado como instrumento de perversidad. Por el contrario, ofrezcan sus cuerpos a YAHWEH como personas que estaban muertas y han vuelto a vivir, y entreguen sus cuerpos como instrumentos para justificación ante El.” (Romanos 6: 12 -13). Ahora nuestro cuerpo pertenece a Cristo quien nos rescató del pecado, así que ya no hagamos caso a las demandas de pecar de la carne o vieja naturaleza. “Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" (Romanos 8: 12-15 NVI)

Tenemos que saber que ya no somos pecadores, es decir que ya no vivimos pecando voluntariamente, aunque no estamos exentos de pecar alguna vez; repito: "alguna vez"; pero si así sucede, inmediatamente acudimos a Dios con arrepentimiento de corazón y pedimos perdón, para no volver a cometer la misma falta, porque no podemos burlarnos de Dios pretendiendo hacerle creer que nos hemos arrepentido, sin embargo, volvemos a lo mismo, porque todavía la vieja naturaleza nos impele a hacerlo y además porque nos gusta pecar. “Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo.” (1ª Juan 2: 1) “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.” (1ª Juan 1: 9). Nuestra confesión con arrepentimiento nos vuelve a la unión con Cristo otra vez, porque el pecado nos separa de Dios. Unidos a Cristo, ya no vamos a tener que esforzarnos por pretender vivir conforme a la voluntad de Dios, sino que sin esfuerzo alguno nos dejaremos guiar por nuestro espíritu que está unido al Espíritu de Dios. Siempre debemos mantener nuestra alma en sujeción a nuestro espíritu que está sujeto al Espíritu de Dios y así ya no andaremos satisfaciendo los deseos de la carne, sino que andaremos y viviremos en el Espíritu, unidos con Cristo. Declara cada día: Mi “YO” con todos sus deseos mengua para que Cristo crezca y se fortalezca en mí.

domingo, 3 de enero de 2010

BUSQUEMOS EL REINO DE DIOS


BUSQUEMOS EL REINO DE DIOS
Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.
(Mateo 6: 33)
Juan el Bautista empezó su ministerio con estas palabras: "Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca." (Mateo 3: 2). De la misma manera, Jesús comenzó a predicar diciendo: "Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca." (Mateo 4: 17). ¿Qué era lo que hacía acercarse al Reino de los cielos a la tierra en una época de confusión religiosa? La presencia de la Persona de Jesucristo, porque Él es tanto Reino y Rey de Su gobierno. Jesús estaba trayendo el Reino de los cielos a la tierra, estaba uniendo cielo y tierra para que se establezca la voluntad de Dios. Jesús estaba físicamente en la tierra, pero espiritualmente unido al Padre. “El Padre y yo somos uno.” (Juan 10: 30). Desde que Jesús vino a la tierra trajo los diseños del cielo para que sus hijos entren en el Reino y caminen conforme la voluntad de Dios. Al introducirnos en Cristo (Reino) nos fundimos en Él, para que Él se desarrolle mientras nosotros menguamos, dejamos de ser, para que Cristo sea en nosotros, eso es negarse y morir; pero lo maravilloso de esta negación y muerte es que empezamos a afirmarnos y a vivir, porque la vida empieza cuando estamos en Él. Físicamente seguimos siendo iguales, pero espiritualmente empieza una transformación que va a llegar a cambiar nuestra forma de ser y pensar; y lo que determina lo que somos es nuestro pensamiento. “No comas pan de hombre de mal ojo, ni codicies sus manjares; porque cual es su pensamiento en su alma, tal es él. Come y bebe, te dirá; mas su corazón no está contigo.” (Proverbios 23: 7 SSE). Los pensamientos forman nuestro carácter para bien o para mal y atraemos aquello que pensamos aunque hablemos otra cosa. Si nuestros pensamientos son los de Filipenses 4: 8 que dice: “Para concluir, hermanos, enfoquen sus pensamientos hacia todo lo que es verdad, noble, justo, puro, amable, admirable en alguna virtud o en algo digno de alabar.” (TKIM-D); entonces nuestro carácter será sincero, noble, justo, etc., porque nuestros pensamientos determinan nuestro carácter. Los pensamientos van formando estructuras en nuestro ser que pueden llegar a ser inquebrantables si no cambiamos nuestra forma de pensar. El único combo que quebranta la fortaleza de nuestra mente es el pensamiento correcto. Las fortalezas bloquean nuestra mente porque se forman por pensamientos incorrectos, ya sea de envidia, resentimientos, celos, temores y otros; pero cuando cambiamos nuestra forma de pensar hacia aquello que el apóstol Pablo nos aconseja en Filipenses, entonces esas fortalezas se derrumban y nuestra mente se despeja para poder pensar lo correcto. Nosotros decidimos qué pensar, nadie puede pensar por nosotros.

El Reino de Dios es espiritual y eterno, se gesta en el espíritu regenerado, pero a medida que se desarrolla va produciendo una transformación en nuestra alma también y por ende en nuestros pensamientos, entonces empezamos a desarrollar los pensamientos de Cristo porque nos dejamos guiar por el Espíritu Santo y así empezamos a unir cielo y tierra. Recuerden que Jesús era “Hombre”, así como era también Dios. Como Hombre necesitaba estar sujeto al Espíritu de Dios, porque así y sólo así iba a poder traer los diseños del cielo a esta tierra, y eso fue lo que hizo. Toda transformación, para que sea efectiva, debe empezar en el espíritu, no se trata de un esfuerzo mental, que puede ser efectivo, pero limitado, porque si el espíritu no es transformado, entonces la transformación no es completa; en cambio si empieza en el espíritu, de allí se expande a todo nuestro ser, porque somos en esencia espíritu, tenemos un alma y vivimos en un cuerpo. “El espíritu humano es la lámpara del Señor, pues escudriña lo más recóndito del ser.” (Proverbios 20: 27 NVI). Por eso Jesucristo le dijo a Nicodemo, en San Juan capítulo 3, que debía nacer de nuevo, debía nacer del espíritu y no del alma, porque es el espíritu regenerado que provee luz al alma donde están nuestros pensamientos. Cuando nuestro espíritu se une al espíritu de Dios a través del nuevo nacimiento, nos volvemos en la luz del mundo porque empezamos a irradiar amor, el amor de Dios. Empezamos a traer y mostrar el Reino de Dios a las personas, empezamos a ser transformadores, o como se dijo de los primeros cristianos, “trastornadores”. “Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá; a los cuales Jasón ha recibido; y todos éstos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús.” (Hechos 17: 6,7).

El Reino de Dios es espiritual y lo espiritual gobierna sobre lo natural. Las leyes están primeramente instituidas en el mundo espiritual y luego se dan en el plano material. En esencia, el Reino de Dios es gobierno. Quienes entramos al Reino de Dios, entramos a ser gobernados por Su Rey, Jesucristo, para poder gobernar sobre las situaciones o circunstancias; para poder ser “trastornadores” , para cambiar la historia. Jesucristo cambió la historia de este mundo, a tal punto que a partir de Él se mide el tiempo de forma diferente, se dice: Antes de Cristo o después de Cristo, Él es el parámetro para medir el tiempo. Él es nuestra medida de crecimiento también. “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” EL Reino de Dios se rige por el amor hacia Dios y hacia el prójimo y este amor tiene que saturar nuestros pensamientos para que la atmósfera que nos envuelve y transmitimos sea amor. “Dios es amor”; la atmósfera del Reino de Dios es amor y lo menos que puede fluir de Sus súbditos es amor. Este año 2010, Dios quiere que manifestemos Su carácter al mundo para que Su gloria sea vista, que nos volvamos a Sus diseños que fueron trazados por amor desde antes de la fundación del mundo y concluyó Su obra con la manifestación más grandiosa de Su amor: la Cruz. Recuerda que el amor es el gozne que mueve el Reino de Dios y también a cada súbdito de Su Reino.