jueves, 18 de febrero de 2010

DEJEMOS QUE NUESTRA LUZ BRILLE

DEJEMOS QUE NUESTRA LUZ BRILLE
“Mirad, pues, cómo andéis avisadamente; no como locos, sino como sabios; redimiendo (aprovechando) el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis imprudentes, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. Y no os embriaguéis de vino, en lo cual hay disolución; mas sed llenos de Espíritu; hablando entre vosotros con salmos, y con himnos, y canciones espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando gracias siempre de todo al Dios y Padre en el Nombre del Señor nuestro, Jesús, [el] Cristo; sujetados los unos a los otros en el temor de Dios.” (Efesios 5:15-21 RV2000)Debemos tener cuidado cómo nos conducimos, no sólo delante de Dios, sino también delante de los hombres. Debemos guardarnos en todo tiempo, eso es ser sabios. Nuestro tiempo debe ser bien aprovechado, haciendo la voluntad de Dios, trabajando para el Reino de Dios, haciendo del Reino y de Su Rey nuestra prioridad, especialmente en estos tiempos donde la maldad reina. Busquemos diligentemente y con toda paciencia hacer la voluntad de Dios. Llenémonos de Su Espíritu. Debemos vaciarnos de nosotros mismos, de nuestro ego y llenarnos del Espíritu Santo, ser controlados por Él, dejar de ser guiados por uno mismo, por el éxito personal, vanagloria, soberbia, etc. Es importante mantenernos en la luz de Dios para que la oscuridad no nos envuelva y podamos ver por dónde caminamos. ¿Cómo podemos mantenernos en la luz de Dios? “Animaos unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Cantad y alabad al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.”(Efesios 5: 19-20 BAD). Es una gran responsabilidad mantener encendida nuestra lámpara, pues nuestro espíritu es lámpara del Señor. "El espíritu humano es la lámpara del Señor, pues escudriña lo más recóndito del ser." (Proverbios 20: 27). Mantengamos un carácter gozoso y agradecido; cantemos al Señor, animemos al desanimado, levantemos al caído, consolemos al enfermo y oremos por él; y sobre todo amemos a las personas.
"De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales; sino como a carnales; [es a saber], como a niños en Cristo. Os di a beber leche, [y] no vianda; porque aún no podíais, ni aún podéis [ahora]; porque todavía sois carnales, pues habiendo entre vosotros celos, y contiendas, y divisiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?" (1ª Corintios 3: 1-3) ¿Cómo está nuestro espíritu?¿Está cansado, debilitado por no perdonar o por almacenar resentimiento? ¿Está alumbrando con toda su potencia? Recuerden que somos luz del mundo para manifestar la gloria del Señor. Debemos mantener nuestro espíritu lleno del aceite del Espíritu Santo para que permanezca encendido. Cuando se va apagando nuestra lámpara, puede ser porque quizá el espíritu está angustiado, o se tiene una herida en el alma a causa de algún dolor que no hemos curado con el perdón. Para el herido en el alma, lo mejor es el perdón para sanar la herida. El perdón nos enfrenta a la realidad. El resentimiento huye de la realidad por temor de sufrir, pero sin embargo sufre más. El temor no permite que se viva en amor, sino en sufrimiento. “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor.” (1ª Juan 4:18). El resentido es temeroso y se oculta bajo una falsa apariencia de extrema sensibilidad y ahonda más la herida permitiendo al enemigo tomar control de sus pensamientos. El resentido es de doble ánimo, un día está muy espiritual y el otro día decae hasta no querer vivir. De esa forma no va a recibir nada permanente del Señor, porque viene la duda en su mente. Lo que debemos hacer es que, ni bien hemos sido heridos, acudamos al perdón y tomemos la decisión de bendecir a quien nos ha ofendido, antes que la herida se profundice y atormente nuestra alma y apague el espíritu.

"Mirad que ninguno dé a otro mal por mal; antes seguid lo bueno siempre los unos para con los otros, y para con todos. Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo; porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis el Espíritu." (1ª Tesalonicenses 5: 15-19). La debilidad, la angustia, la inmadurez, la desidia espiritual, la falta de perdón no dejan brillar el espíritu, lo apagan porque taponan la lámpara, son basuras que no nos permiten brillar. La prueba viene para ver si la lámpara brilla, para ver si tiene suficiente aceite, ése es el propósito de la prueba; para ver si la lámpara permanece encendida durante la ofensa o la dificultad, cuando todo parece oscuro y sin solución. "Estamos viviendo tiempos muy importantes y ustedes han vivido como si estuvieran dormidos. ¡Ya es hora de que despierten! Ya está muy cerca el día en que Dios nos salvará; mucho más cerca que cuando empezamos a creer en Jesús. ¡Ya casi llega el momento! Así que dejemos de pecar, porque pecar es como vivir en la oscuridad. Hagamos el bien, que es como vivir en la luz. Controlemos nuestros deseos de hacer lo malo, y comportémonos correctamente, como si todo el tiempo anduviéramos a plena luz del día. No vayamos a fiestas donde haya desórdenes, ni nos emborrachemos, ni seamos vulgares, ni tengamos ninguna clase de vicios. No busquemos pelea ni seamos celosos. Más bien, dejemos que Jesucristo nos proteja." (Romanos 13: 11-14)

Vayamos al altar, a la cruz, allí ya ha sido crucificada nuestra vieja naturaleza y allí debemos acudir todos los días para entregar nuestro "YO". "Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta." (Romanos 12: 1-2). Ofrecernos a Dios es un acto voluntario. Nuestra mente decide nuestras acciones, por eso, Proverbios 23: 7 dice que somos lo que pensamos. Si somos hijos de Dios, Él ha cambiado nuestro espíritu y puso Su naturaleza dentro de nosotros, pero a nosotros nos toca cambiar nuestra forma de pensar. Si las personas sin Dios pueden hacerlo cuando se lo proponen, cuánto más nosotros que ya somos uno con el Señor, porque nuestro espíritu se ha unido al de Él. El sacrificio en el altar es para que crezcamos y lleguemos a la plenitud de Cristo. "De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo."(Efesios 4: 13). No vamos a poder alcanzar el lugar Santísimo sin sacrificio, no vamos a poder ver a Dios sin la santidad que se obtiene por medio del sacrificio. No vamos a atrapar a Cristo sin antes morir a nuestro “YO”. Las vírgenes insensatas no quisieron morir, disfrutaban de su tibieza espiritual y de su vida cómoda sin sacrificios; en cambio las prudentes fueron al altar, compraron con alto precio el aceite para que sus lámparas estuvieran siempre encendidas y la oscuridad no las ocultara del Maestro. Las prudentes conocieron íntimamente al Señor porque pasaron por el altar y buscaron la presencia de Dios, no se conformaron con un poco de aceite, se mantenían llenas del Espíritu de Dios y Jesús las conocía muy bien; en cambio a las insensatas Él no las conoció porque nunca las vio en el Lugar de Su presencia, en el Santísimo lugar. Allí no se entra con la vieja naturaleza, allí se entra con nuestro YO muerto, para que sólo sea vista la naturaleza de Dios, entonces se reflejará Su gloria y dejaremos brillar la luz de Dios no sólo en nuestros corazones, sino que reflejaremos a otros también.

lunes, 8 de febrero de 2010

¿QUIERES MANTENERTE JOVEN?

¿QUIERES MANTENERTE JOVEN?
Ama. No importa si no eres correspondido/a. Ama con el amor de Dios. El amor no envejece.
El amor no perjudica al prójimo. Así que el amor es el cumplimiento de la ley. (R0man0s 13: 10 NVI)
El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. (1ª Corintio 13: 8 NVI)

Perdona. El perdón rejuvenece porque te quita la pesada carga del rencor y la amargura.
Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. (Efesios 4: 32 NVI)

Sonríe. Las huellas que dejan una sonrisa siempre serán bellas y te mantendrán joven.
El corazón alegre se refleja en el rostro, el corazón dolido deprime el espíritu. (Pr0verbios 15: 13NVI)

Piensa lo bueno de los demás y Habla bien de ellos. Pensar bien de los demás atrae la eterna juventud.
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. (Filipenses 4: 8 RV 95)

Mira las virtudes en las personas. Esto te ennoblece y agranda tu mundo. Te reanima y te capacita para vivir siempre joven.
¿Por qué, pues, miras la paja en el ojo de tu hermano y no consideras la viga en tu propio ojo? (Mateo 7: 3 Sy Español)

Reconoce tus errores. Esto te hace vigoroso/a y fuerte como los años juveniles.
Iré a la casa de mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti. (Lucas 15: 18PDT)

Agradece. Ya sea por el día soleado o nublado; por el calor o el frío, porque Dios no es monotonía. La gratitud te renueva.
Dad gracias en todo momento y circunstancia, porque esto quiere Dios de quienes pertenecen a Cristo Jesús. (1ª Tesalonicenses 5: 18 CST-IBS)

sábado, 6 de febrero de 2010

PALABRAS

“Les aseguro que si alguno le dice a este monte: 'Quítate de ahí y tírate al mar', creyendo, sin abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá. Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán.” (Marcos 11: 23, 24 NVI).
Lo que hablamos sale de nuestro espíritu. Ahora bien, podemos hablar para bien o para mal; de todas maneras, nuestras palabras producirán algo, obtendrán el resultado para lo cual las hemos lanzado, así como sucede con las Palabras de Dios. “Así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos.” (Isaías.55:11NVI). Las palabras que salen de nuestra boca, salen de nuestro ser interior, espíritu o corazón (no el que bombea la sangre), es allí donde se van generando nuestras creencias, que pueden ser positivas o negativas. Cuando venimos a Cristo, lo primero que se gesta en nosotros es creer en Jesús, aun sin entenderlo, luego brotan las palabras de recibimiento a Jesucristo en nosotros. "Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón." Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo." (Romanos 10: 8b, 9, 10 NVI). Las palabras son el resultado de lo que hemos introducido en el corazón, allí se procesan para que salga la información por medio de palabras. De acuerdo a lo que introducimos como pensamientos, imaginaciones, saldrá procesado en palabras. Por eso debemos guardar bien nuestro corazón. “Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida.” (Prov. 4: 23) y no introducir basura en él, sino todo lo bueno y justo. “Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.” (Filipenses 4:8)

Dentro de nosotros estamos construyendo “creencias” respecto a algo o a alguien, aunque no nos conste como cierto o errado; pero eso que creemos va salir de nuestra boca y va a reproducirse en otros e incrementará lo que creemos. "Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo." (Romanos 10: 17 NVI). Jesús dijo: Cuando ustedes digan ‘sí', que sea realmente sí; y cuando digan 'no', que sea no. Cualquier cosa de más, proviene del maligno. (Mateo 5: 37 NVI) Hablemos lo que realmente es; y si no nos consta, pero lo suponemos por algunas evidencias o algunos comentarios, no lo pensemos siquiera y menos lo hablemos, porque no proviene de Dios. Pensemos siempre bien de los demás sin engañarnos respecto a la realidad, pero si la realidad evidencia (demuestra) algo incorrecto en otra persona, podemos decírselo a la persona, sin llegar al chisme, porque no vamos a hacerlo con la intención de hundir al prójimo, sino para levantarlo sin que pretendamos llegar a ser jueces. Si pensamos bien de los demás, vamos a contribuir para que que esa atmósfera que brota de nostros, llegue hacia las personas e influencie en ellas, a tal punto que pronto vamos a ver cambios buenos en las otras personas.

En Lucas 6: 37-45, Jesús nos habla respecto al juzgar o ver las fallas en los demás y nos amonesta a examinarnos y ver primero nuestras fallas, antes que las del prójimo para que vayamos purificando nuestro corazón y seamos como árboles buenos que producen frutos (palabras) para beneficio de las personas que nos oyen. "Si tienen un buen árbol, su fruto es bueno; si tienen un mal árbol, su fruto es malo. Al árbol se le reconoce por su fruto. Camada de víboras, ¿cómo pueden ustedes que son malos decir algo bueno? De la abundancia del corazón habla la boca. El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón saca el bien, pero el que es malo, de su maldad saca el mal. Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado. Porque por tus palabras se te absolverá, y por tus palabras se te condenará." (Mateo 12: 33-37 NVI) Jesús no pudo ser más claro frente a la evidencia de algunos fariseos, pero se los dijo de frente. Volviendo ahora a la formación de creencias en el corazón, éstas se convierten en palabras y son nuestras palabras las que van a determinar si vamos a ser absueltos o condenados, porque nuestras palabras brotan de lo que creemos en el corazón; son el fruto de lo que hemos almacenado y construido dentro de nosotros y ese fruto no es ajeno a lo que somos. Somos lo que nuestros pensamientos y palabras son.

Lo que creemos en el corazón va a producir palabras, esto está claro. La fe también se produce en el corazón de acuerdo a lo que creemos y entonces sale a través de nuestra boca y produce el efecto deseado si no se atraviesa la duda. "Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve." (Hebreos 11: 1 NVI). La fe nos garantiza aquello que estamos esperando. La esperanza está en el corazón y mira al futuro; sin embargo la fe trae esa esperanza al presente y lo que se gestó como una creencia para el futuro, se vuelve presente por medio de la fe que brota de nuestros labios, aunque no se evidencie todavía. Cuando tenemos fe, la fe de Dios, ésta es nuestra garantía de que será hecho aquello que hemos pedido a Dios o hemos hablado conforme Dios. La fe no necesita evidencia, porque la fe no admite duda. Mantengamos siempre pensamientos de fe porque esto nos llevará al éxito, no sólo en lo que emprendamos, sino también en nuestras relaciones interpersonales.

Jesucristo es la Palabra (Juan 1: 1) de Dios y lo que sale de Su boca es Sí y Verdad; esto nos conduce a llenarnos de Su Palabra para que hablemos Sí y Verdad solamente y no suposiciones de las cuales no tenemos evidencia exacta, no nos constan. Recuerden: “Todo lo que no procede de fe, es pecado” (Romanos 14: 23). Nuestras palabras tienen que salir con fe, pero con la fe de Dios para que Le agrademos y Él se complazca en nosotros y nos dé los deseos de nuestro corazón. Que Dios te dé sabiduría y entendimiento. Piensa siempre el bien y siempre piensa muy bien antes de hablar.