sábado, 28 de agosto de 2010

PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS



PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS
¡Qué maravillosa oración! ¡Qué maravilloso significado! ¡Qué maravilloso don! Jesucristo vino a enseñarnos a orar, a comunicarnos con Su Padre y con nuestro Padre. ¿A quién se le llama padre, o papá, o papito? Al que nos engendró o nos adoptó como hijos/as. No andamos por ahí diciendo papá a todo el mundo, sino a aquel con quien sentimos que tenemos una conexión o vínculo casi sagrado, porque a la persona que vemos como “papá” es alguien grandioso y digno de respeto, o al menos debería ser así. Sentimos que su sangre que también es nuestra nos vuelve inseparables; entonces decimos: _Soy de mi papá y mi papá es mío-. ¿Por qué? Porque mi papá me da identidad, sé quién soy cuando sé quién es mi papá. Jesús nos llevó a reconocer a Dios como nuestro Padre, a identificarnos con Él para sentir seguridad y amor. Jesús quitó la orfandad del mundo al mostrarnos y llevarnos al Padre; quitó el abandono y el rechazo que siente el ser humano al no saber quién es su padre y nos unió a Él al introducirnos en Su familia juntamente con Su Padre que ahora es “Nuestro Padre”.

“Señor, enséñanos a Orar” (Lucas 11: 1). Los discípulos estaban maravillados de la forma como Jesús se comunicaba con Dios y alguien le pidió que les enseñara a orar, entonces el Amado Maestro les dijo: “Cuando oren digan: Padre Nuestro…..” (Lucas 1: 2) ¿Qué estaba anunciando Jesús al hacer esta tremenda declaración? Anunciaba que así como el vínculo que nos une a nuestro padre terrenal es la sangre, de igual forma, el único vínculo que nos une a nuestro Padre Celestial es la Sangre preciosa de Su Hijo que iba a ser derramada,para que unidos a Cristo, mediante nuestra decisión de recibirle como Señor y Salvador, reconociendo que somos pecadores, arrepintiéndonos de nuestros pecados y aceptando Su sacrificio, lleguemos a ser hijos/as de Dios y sólo por la Sangre de Jesucristo Su Hijo que nos une al Padre. Esa unión es indisoluble y perdura por la eternidad. “Mas a todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su Nombre; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Juan 1: 12, 13 SSE). Jesús dijo: “Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar. El Padre y yo somos uno.” (Juan 10: 28- 30 NVI)

Con la identidad de nuestro Padre Celestial, gracias a la Sangre de Jesucristo, desaparecen los traumas o complejos de inferioridad acaecidos por la falta de identidad al no saber quiénes somos. La seguridad que nos da ahora nuestro Padre no es natural, sino espiritual y permanente. Tu padre natural puede rechazarte y hasta abandonarte, pero tu padre Celestial, nunca te abandonará, ni te rechazará. Él te ama así como eres y a pesar de quien eres. Dios no mira tus fallas, ni tus defectos, sus ojos son tan puros y santos que no puede ver lo malo, es por eso te mira a través de Su Hijo Jesucristo, a través del filtro de esa Preciosa Sangre que nos ha unido al Él.“Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos.” (Salmo 27: 10 NVI) El amor de Dios es real y verdadero, es el único amor que perdura por siempre y nunca falla. La sangre de Jesucristo, ese vínculo sagrado, nos une a la familia de Dios y nos da el derecho de ser hijos/as de Dios y poder llamarle “Padre”; y el Espíritu que nos habita y nos adopta como hijos nos permite decirle familiar e íntimamente “Papito”o “Abba”. “Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" (Romanos 8: 15 NVI)

… que estás en los cielos… ¿Qué tan lejos está Dios? Tan lejos como está tu corazón de tu pecho. ¿Puedes sentir el palpitar de tu corazón? Así también puedes sentir y oír a Dios todo el tiempo. “Judas (no el Iscariote) le dijo:-¿Por qué, Señor, estás dispuesto a manifestarte a nosotros, y no al mundo? Le contestó Jesús:-El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él.” (Juan 14: 22, 23 NVI). El Padre ha hecho Su casa en Sus hijos/as, en aquellos que le aman y obedecen Su Palabra. La plenitud de Dios, todo lo que Él es en la Persona del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo vienen a vivir en el corazón rendido a Cristo y donde Dios habita se transforma en Su cielo. “El amor de Cristo es tan grande que supera todo conocimiento. Pero a pesar de eso, pido a Dios que lo puedan conocer, de manera que se llenen completamente de todo lo que Dios es.” (Efesios 3: 19 PDT). Llenos/as de todo lo que Dios es, no tenemos necesidad de nada más, porque Su Reino está en nosotros/as; la vida de Dios es nuestra vida, Su cielo es nuestro cielo. Es por la sangre de Cristo derramada en la Cruz del Calvario que Dios el Padre hace de nuestro espíritu un cielo donde Él viene a morar. La sangre de Jesucristo une cielo y tierra. “Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo; y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios.” (Hebreos 10: 19 – 21 NVI). En Cristo, el cielo viene a nosotros/as y entonces podemos hacer las obras que hizo Él estando en la tierra, podemos manifestar Su amor y reflejar Su luz. “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes. No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá más, pero ustedes sí me verán. Y porque yo vivo, también ustedes vivirán. En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí, y yo en ustedes.” (Juan 14: 15-20). Esta es la unión que conecta al cielo con la tierra; ésta es la seguridad que tenemos que Dios está en nosotros/as. Jesucristo en nosotros/as y nosotros/as, sus hijos/as en Él.

domingo, 22 de agosto de 2010

LA VIDA DEL SER HUMANO DEPENDE DE LO QUE PIENSA

LA VIDA DEL SER HUMANO DEPENDE DE LO QUE PIENSA
“No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto.”
(Romanos 12: 2 DHH)
Nadie puede pensar nuestros propios pensamientos, yo no puedo pensar tus pensamientos, ni tú puedes pensar mis pensamientos, porque cada persona decide qué pensar, de otra manera, el apóstol Pablo no nos diría que cambiemos nuestra manera de pensar. En la mente humana se pueden incubar buenos y malos pensamientos y eso lo establece solamente cada persona. Nuestros pensamientos determinan cómo es nuestra vida. Mi vida presente depende de lo que he estado pensando ayer y mi vida futura dependerá de lo que esté pensando ahora. Como hijos de Dios debemos usar Sus armas para nuestra lucha espiritual, donde se incluye también nuestra forma de pensar, pero gracias a Dios, Él ya nos equipó para esta guerra. “Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.” (2ª Corintios 10: 4,5 NVI) Los hijos /as de Dios podemos atrapar nuestros pensamientos y someterlos a Cristo, para que sea Él quien dirija cada uno de nuestros pensamientos. Alguien dijo: “No puedo evitar que las aves vuelen sobre mi cabeza, pero sí puedo evitar que aniden en ella”. Tú no puedes evitar que te sobrevenga un mal pensamiento dado que vives en un mundo lleno de maldad, pero sí puedes evitar que se incube en ti y puedes arrojarlo de tu mente sometiéndolo al Señorío de Cristo. Si permites que ese pensamiento malo se quede en ti, ya es tu decisión. Revisa tu mente, quizá te guste lo malo, pero como lo malo no te llevará a hacer actos buenos, entonces usa las armas que Dios te dio y somete todo pensamiento a la obediencia a Cristo derribando toda palabra vana que haya entrado en ti y que te impide conocer a Dios.

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. (Filipenses 4: 8 DHH)

1.Piensa lo que es verdadero. Enfócate en la verdad porque “la verdad nos hará libres” (Juan 8: 32) La verdad es el fundamento de todo pensamiento sólido. Para centrarnos en lo que es verdadero, debemos deshacernos de todo prejuicio respecto de algo, o de alguien. Nuestros sentimientos nos traicionan, no confiemos en ellos, busquemos a Cristo, quien es la Verdad. Tus pensamientos pueden controlar tus sentimientos y emociones para bien o para mal. Aprisiona tus pensamientos para que obedezcan a Cristo, no los dejes sueltos, ellos te pueden llevar a cometer actos de los cuales te arrepentirás después.
2. Piensa lo noble u honesto, aquello que es decoroso, recto, honroso; aquello que no te va a llevar a hablar algo indebido de alguna persona, porque tus pensamientos se convierten en palabras y en acciones.
3. Piensa lo justo. Piensa justicia respecto a ti y a las otras personas. Busca con tus pensamientos la justicia de Dios para poder pensarla, el hacer la voluntad de Dios en todo momento.
4. Piensa lo puro. Desecha la mezcla, piensa únicamente lo que Dios quiere que pienses. Para ello haz lo que te recomienda la Palabra de Dios. “No se dejen engañar. "Las malas compañías corrompen el buen carácter." (1ª Corintios 15: 33 TKIM-DE) “Aléjate de los que hablan tonterías, porque esa manera de hablar sólo resulta en que haya cada vez menos respeto hacia Dios. Su enseñanza se propagará como un cáncer.” (2ª Timoteo 2: 16 y 17ª PDT)
5. Piensa lo amable, lo que sea benévolo, agradable respecto a ti y a otras personas para que así también puedas expresarte. “Su conversación debe ser siempre agradable y de buen gusto, y deben saber también cómo contestar a cada uno.” (Colosenses 4: 6 DHH)
6. Piensa todo lo que es de buen nombre, no de mal nombre, sino que dé una buena reputación o fama respecto a la persona que piensas, inclusive de ti misma.
7. Piensa en algo que sea virtuoso o de excelente moral, sé íntegro/a en tus pensamientos, no los mezcles con inmoralidad o malicia.
8. Piensa en algo que sea digno de alabanza, que merezca elogio. Piensa lo mejor de las demás personas. “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos.” (Filipenses 2: 3NVI)

Los pensamientos son el cimiento de nuestra vida. Con ellos construimos hábitos buenos o malos; ellos conducen nuestro destino, bueno o malo; ellos nos abren camino por la vida, bueno o malo; pero recuerda: los pensamientos están a tu servicio y tú decides dónde ponerlos a trabajar. Que tus pensamientos brillen como la aurora boreal, dando luminosidad y belleza a la fría y oscura noche polar; y así tus emanaciones de luz irradien por el universo sideral, dando al mundo que en su frialdad todavía vive en tinieblas y maldad, el brillo y la hermosura del Cristo que vive en ti.

miércoles, 18 de agosto de 2010

VIVIENDO LA VIDA DE LA FE DE DIOS

VIVIENDO LA VIDA DE LA FE DE DIOS
La fe es un don o regalo de Dios y como todo regalo, podemos usarlo o archivarlo, es nuestra decisión. No vamos a tener más fe por reclamarle a Dios, ni menos fe, porque: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.” (Romanos 12: 3 RV60); Nuestra medida de fe debe ir desarrollándose día a día, para eso necesita ser alimentada, y ¿cómo se alimenta la fe? “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo.” (Romanos 10: 17 NVI) La fe se alimenta por oír la Palabra de Cristo, Él es la fuente de la fe de Dios. Cuando Jesús estuvo en la tierra, sus oídos naturales escuchaban muchas voces, voces lejanas o voces cercanas; sin embargo Él sabía distinguir la voz que provenía de la fe de Dios. Un día Jesús les empezó a decir a Sus discípulos sobre lo que habría de sufrir y luego morir, pero que al tercer día iba a resucitar, Pedro, el buen Pedro, lo llamó aparte y empezó a reprenderlo por su forma de hablar, quizá Pedro con un lenguaje moderno le diría: _ No hables palabras negativas sobre Ti. Yo cancelo tus palabras-. Sin embargo Jesús sabía de dónde salían esas palabras de Pedro y le respondió: “Pero volviéndose El, dijo a Pedro: "¡Quítate de delante de Mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres." (Mateo 16: 23 NBLH) Jesús no permitió que las palabras que no provenían de Dios, sino del diablo, penetraran en su interior y tuvo que ser duro con el canal que estaba transmitiendo las insinuaciones de Satanás. Los oídos de Jesús estaban enseñados a escuchar sólo la voz de Dios, porque Él se había familiarizado con Dios estando aquí en la tierra a través de la comunión con Su Padre.

Cuando nos especializamos en la voz de Dios, vamos a distinguir inmediatamente las voces que no provienen de Él. Si una persona quiere saber cómo detectar con la yema de sus dedos un billete (dinero) falso, no va a buscar los billetes falsos para reconocerlos, sino que se familiarizará primeramente con los verdaderos por un tiempo prudencial, a tal extremo que cuando aparezca el billete falso a hurtadillas entre los verdaderos, las yemas de sus dedos detectarán lo erróneo y se descubrirá el engaño. Con la fe es lo mismo. Si queremos conocer la voz de Dios para que nuestra fe crezca, debemos familiarizarnos con Su voz, o sea: oír y oír y oír la voz de Dios por medio de Su Palabra, que es Cristo, el Ungido de Dios.

Cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, recibimos Su Palabra en nuestros corazones y necesitamos desarrollarla por medio de la Palabra de Dios en nuestras vidas. La Palabra de Dios activa nuestra fe, porque es Su fe la que estamos introduciendo en nuestro ser interior. Por eso dice Pablo: “Pero como tenemos el mismo espíritu de fe que alentó las palabras de la Escritura: "Creí, y por tanto hablé", también nosotros creemos, y por tanto hablamos.” (2ª Corintios 4: 13 CST- IBS). El mismo espíritu de fe que dio aliento o alentó a las Escrituras, es el que tenemos también nosotros/as y eso nos impulsa a creer y a hablar las Palabras de Dios y someter a juicio todo lo que no proviene de Dios para que la intenciones ocultas sean descubiertas; estas intenciones pueden ser de nuestro propio interior o inducidas por agentes externos como del mismo diablo o a través de personas con “buenas intenciones” aparentemente.

La nueva vida en Cristo, es la vida de la fe de Dios en nosotros y sólo la vamos a poder vivir por fe, es que no hay otra forma. “Pero no es posible agradar a Dios sin tener fe, porque para acercarse a Dios, uno tiene que creer que existe y que recompensa a los que lo buscan.” (Hebreos 11: 6 DHH) El apóstol Pablo nos dice: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y así jamás satisfaréis los malos deseos de la carne… Ahora que vivimos en el Espíritu, andemos en el Espíritu.” (Gálatas 5: 16 y 25 RVA) Andar en el Espíritu significa creerle a Dios en todo momento, es decir que decidimos creerle a Dios a pesar de no ver todavía las evidencias y aún más a pesar que las evidencias sean adversas y pareciera que no condicen con la Palabra de Dios, pero deliberadamente decidimos mantenernos firmes en creerle a Dios. Abraham le creyó a Dios aunque tuvo que llevar al sacrificio al hijo de todas las promesas por parte de Dios. Las circunstancias, a la vista humana parecían como que Dios ya no quería darle las promesas a Abraham, sin embargo, él se mantuvo firme en obediencia a Dios, creyéndole sin dudar, sabiendo que “Dios llama a las cosas que no son como si fueran”. Por fe hemos venido a Cristo y le hemos recibido y por fe hemos creído que somos ahora Sus hijos/as y es por fe que debemos recibir todas las demás promesas que Dios tiene para cada uno/a de nosotros/as. Si nuestro andar es en fe, creyéndole a Dios en todo momento, entonces provocaremos que el cielo baje a la tierra, así como Cristo provocó eso estando en esta tierra. Nuestra fe debe ser siempre la fe de Dios porque es ésta la que realiza los milagros y recibe las promesas para que el mérito sea sólo para Dios. La fe no se basa en sentimientos, o emociones, sino que es un acto de nuestra voluntad de creerle a Dios para que Su FE actúe en y por medio de nosotros/as. La nueva vida en Jesucristo, es una vida de fe, libre de los prejuicios sentimentales o emocionales. Es simplemente creerle a Dios.

jueves, 12 de agosto de 2010

LA ECONOMÍA DE DIOS

LA ECONOMÍA DE DIOS
"Den a otros, y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes."
(Lucas 6: 38 DHH)
¿Cómo funciona el sistema de este mundo respecto al dar? Generalmente se espera tener algo para así poder dar, o se da lo que ya no le sirve a la persona, o no le gusta y por eso lo regala “generosamente”; ¿acaso no ha recibido un regalo de alguna “amiga” que es algo que a ella no le gusta y se lo ha pasado? Por supuesto que usted lo recibe con gusto y luego lo archiva, porque al igual que su amiga, tampoco le gusta. Este sistema funciona así; sin embargo, la economía de Dios nos dice: “Den primero para recibir”, pero ¿cómo vamos a dar? Observa lo que dice Isaías 58: 6 y 7 N-C. “¿Sabéis qué ayuno quiero yo? dice el Señor Yahvé: Romper las ataduras de iniquidad, deshacer los haces (cadenas) opresores dejar libres a los oprimidos y quebrantar todo yugo;" partir tu pan con el hambriento, albergar al pobre sin abrigo, vestir al desnudo y no volver tu rostro ante tu hermano.” Comparte lo que tienes con el hambriento, lo que tú comerías, da también a tu hermano, divide tu ración aunque esto signifique que no satisfagas completamente tu estómago. ¿Qué hacían en la Iglesia Primitiva? “Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno.” (Hechos 2: 44, 45 NVI) Ellos no acumulaban para sí mismos, sino que compartían con los necesitados. Si Dios nos ha dado bienes es para que lo compartamos con los hermanos necesitados y les ayudemos a conseguir un trabajo digno, que les enseñemos que en el Reino de Dios no hay escasez y que ellos pueden tomar de las promesas que Dios tiene para Sus hijos; eso es “romper las ataduras de iniquidad”. Aunque sobre todo deben ansiar desesperadamente a Dios, la presencia del Dios Altísimo en sus vidas, para poder dar de Dios a otros. Si hay algo en sus vidas que está impidiendo que reciban los beneficios del Reino, les ayudamos a quebrar el yugo. “Y acontecerá en aquel tiempo, que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo será destruido por causa de la unción.” (Isaías 10: 27 RVG-R). Todo yugo se rompe por causa de la unción. Llevemos a la persona a confiar en Dios y reconocer que todo lo puede en Él, porque ningún yugo permanecerá intacto ante la unción del Santo que vive en los hijos de Dios. Pero siempre es importante saber cuál es la voluntad de Dios para nosotros en determinada circunstancia. La paciencia juega un papel muy importante en nuestras vidas. ¡Practícala!

"Echa tu pan al agua; después de algún tiempo lo encontrarás. Comparte lo que tienes lo más que puedas, pues no sabes el mal que puede venir sobre el país." (Eclesiastés 11: 1, 2 DHH) La ley de dar no ha cambiado y: “El generoso prosperará; el que ayuda será ayudado.” (Proverbios 11: 25 PDT). Dios da generosamente al generoso, no así al tacaño, pues conforme demos, vamos a recibir. El que confía en sus riquezas se marchita, pero el justo se renueva como el follaje.” (Proverbios 11: 28 NVI) Las riquezas de este mundo son efímeras, por eso Jesús dijo: “No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón.” (Mateo 6: 19-21 BPD). Tu corazón es atraído hacia donde está tu tesoro, porque deseas guardar tu fortuna y si ésta es terrenal, tu corazón será atraído a lo terrenal, pero si es celestial, tu corazón mirará y cuidará lo celestial que es eterno. Si tienes el hábito de dar constantemente, también estarás recibiendo continuamente de la fuente celestial para que sigas dando. “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra abundantemente, abundantemente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón; no con tristeza, o por necesidad; porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia; a fin de que, teniendo siempre toda suficiencia en todas las cosas, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Derramó, dio a los pobres: Su justicia permanece para siempre. Y el que da semilla al que siembra, también dará pan para comer, y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia; para que enriquecidos en todo abundéis en toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros agradecimiento a Dios.” (2ª Corintios 9: 6-11 RVG-R)

La economía de Dios funciona al revés de la economía de este sistema, por eso estamos recibiendo lo que hemos sembrado o dado. Si la cosecha está siendo mala, podemos revertirla a partir de ahora: Empecemos a dar a los necesitados. Hay mucho para dar, como ser: amor, misericordia, perdón, confianza, compasión, credibilidad, comprensión y los frutos del Espíritu que están en el corazón de cada hijo/a de Dios; además de las cosas materiales y todos los dones y ministerios con que nos ha equipado Dios. Recuerda, Dios es un dador por excelencia, inclusive dio lo más preciado que tenía, Su propio Hijo y de ese modo recibió y sigue recibiendo más hijos en Su Reino. "Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no me envió al mundo para condenar a la gente, sino para salvar a todos.” (Juan 3: 16, 17 BLS). Al dar estamos desprendiéndonos del egoísmo y la codicia; en realidad estamos liberándonos del apego a las cosas de este mundo y empezamos a depender de Dios, porque para ser dador se necesita fe, y esta fe produce el gozo de dar. No hay opresión en los dadores porque ellos se han liberado del yugo opresor al dar de corazón y con gozo. Practica la dadivosidad y vuélvete en generador de la economía de Dios, llenando las arcas del cielo.

lunes, 2 de agosto de 2010

SOMOS EL COFRE DEL TESORO DE DIOS

SOMOS EL COFRE DEL TESORO DE DIOS
Somos un cofre repleto de preciosas gemas, pero si no nos atrevemos a abrirlo, moriremos con nuestro tesoro intacto; y un día, ante el gran juez del universo vamos a rendir cuentas de cada gema que no hemos entregado para el bien de la humanidad. La humanidad necesita nuestros talentos y habilidades, pero sólo una buena actitud pone en marcha las habilidades. No importa cuán hábil sea la persona, si frente a la vida no tiene la mejor actitud, va rumbo al fracaso. Buena actitud o actitud positiva y habilidad te llevarán a sacar lo que llevas dentro de ti. La aurora boreal brilla en la oscuridad de la noche y a temperaturas muy bajas, sin embargo su luminiscencia transforma la oscuridad en un espectáculo sorprendente. No importa cuán oscuro esté todo a tu alrededor y cuán álgido sea el ambiente que te rodea, empieza a irradiar el resplandor de tus gemas para que otros se inspiren en ellas; no tengas temor a que roben tus talentos o los superen, porque siempre habrá aurora boreal en los polos cuando la temperatura baje a muchos grados bajo cero en medio del silencio y la oscuridad de la noche, y siempre tendrás tus propios talentos y creatividad aun cuando todo parezca oscuro a tu alrededor. Tus gemas emanan una gama de colores que sólo tú puedes difuminarlas si dejas que te opaque la crítica, o las circunstancias adversas; o por el contrario, puedes difundirlas en las más variadas formas y colores, que serán siempre únicas, si las dejas resplandecer y las esparces a pesar de la crítica o la adversidad. “Los hombres sabios, los que guiaron a muchos por el camino recto, brillarán como la bóveda celeste; ¡brillarán por siempre, como las estrellas!” (Daniel 12: 3 DHH)

La actitud que tomes frente a las circunstancias abrirá o cerrará tu cofre. Si tu actitud es buena, la llave girará para abrir, pero si tu actitud es mala, entonces se trabará; y no importa cuanto empeño le pongas, no se abrirá hasta que cambies tu actitud. Sólo tú decides cómo dirigir tu destino, y no interesa que hayas tenido circunstancias dolorosas en el trayecto que te impidieron sacar lo bueno de ti para darlo a los demás; siempre puede haber un nuevo comienzo, olvidando lo que queda atrás y viendo en tu interior cuánto tesoro todavía hay para ofrecer a otros. Los diamantes que están en el interior de la tierra sin ser extraídos, no sirven para nada y nunca nadie los podrá exhibir. Dios te ha creado con muchos dones y talentos para que cumplas tu propósito en esta vida, ha invertido en ti para recibir los dividendos, porque Él te ha creado para ser útil justo ahí donde te encuentras.
"El reino de los cielos es como un hombre que, yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. El que recibió cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que recibió dos, ganó también otros dos. Pero el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. "Después de mucho tiempo regresó el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y trajo otros cinco talentos, diciendo: "Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos". Su señor le dijo: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor". Se acercó también el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos". Su señor le dijo: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor". Pero acercándose también el que había recibido un talento, dijo: "Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo". Respondiendo su señor, le dijo: "Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros y, al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento y dadlo al que tiene diez talentos, porque al que tiene, le será dado y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.” (Mateo 25: 19-29 RV 95).

Dios te ha creado único/a, con habilidades y talentos que sólo tú puedes tener, aunque otros posean lo mismo que tú, sólo tú puedes darle el toque de exclusividad con la gracia que Dios te dio. Muchos escriben mejor o peor que yo, pero nadie escribe como yo, esa gracia me la dio Dios; y tú tienes una gracia especial en lo que haces de acuerdo a tus habilidades y talentos, no trates de imitar a otros porque arruinarías tu estilo. Dios no nos ha creado en serie, es por eso que nuestra identidad es única y con un propósito determinado. Cada ser humano debe encontrar su propósito aquí en la tierra y desarrollarlo; para eso están los dones, talentos y habilidades que Dios nos dio, ya estamos equipados para la tarea que debemos emprender. Empieza a promover una actitud positiva frente a las circunstancias, y si todavía no sabes cuál es tu propósito en esta vida, pídele al Espíritu Santo que te muestre y decide realizar aquello para lo cual fuiste creado. El Mayor Tesoro que Dios ha puesto en los/as hijos/as de Dios es la Persona del Espíritu Santo, somos el cofre del tesoro maravilloso de Dios; exhíbelo dejándote guiar por Él todos los días de tu vida y Él te mostrará lo que debes hacer, cómo y cuándo. Te ayudará a sacar tus habilidades, talentos y dones y te enseñará cómo desarrollarlos. “El Señor dice: "Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti.” (Salmo 32: 8 NVI)