martes, 14 de diciembre de 2010



REVELACIÓN Y FE
"El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y también yo lo amaré y me manifestaré a él."(
Juan 14: 21 CAB)
Conocer lo que Dios quiere, pero no obedecer lo que nos pide, es una falta de amor a Dios, en otras palabras es rebeldía, es querer hacer aquello que a nosotros nos parece bueno, aunque a Dios, no. Para amar a Dios necesitamos tener una revelación de quién es Él y entonces la fe nace en nuestro corazón y brota el amor hacia el Todopoderoso. Ese amor que nace de la revelación de quien es Dios, hace que en nosotros se genere la fe para amar a Dios y reconocerlo como nuestro Señor, a quien le debemos todo; entonces ya no lo vamos a buscar solamente para que Él satisfaga nuestros deseos o inclusive nuestros caprichos, sino que lo buscaremos para rendirle adoración y estar en Su presencia admirando Su Grandeza y Esplendor. La esencia de Dios es amor, Él es Amor. Como seres humanos hemos sido creados para amar a Dios y a nuestros semejantes. Intrínsicamente llevamos la capacidad para amar, aunque esto ha sido distorsionado por el pecado que obnubiló esta virtud introduciendo el odio en los corazones de las personas.

Nuestra esencia es la misma de Dios, porque fuimos creados a Su imagen y semejanza y en Su esencia sólo existe amor. Veamos las características del amor: "El amor es paciente, el amor es benigno; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es grosero, ni busca su interés; no se irrita ni lleva cuenta del mal; no se alegra de la injusticia, sino que se goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca pasa." (1ª Corintios 13: 4-8ª CAB). El amor es el fruto del Espíritu de Dios que es sembrado en nuestro espíritu cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas." (Gálatas 5: 22,23 BAD) El amor de Dios en nuestras vidas produce alegría o gozo perpetuo a pesar que haya circunstancias adversas, porque ya no estamos gobernados por las circunstancias, sino por el Espíritu de Dios. También produce paz, inclusive en medio de la guerra que pueda levantarse contra nosotros. La paciencia es regida por el fruto del Espíritu de Dios, porque sólo el amor nos da la capacidad de ser pacientes. La amabilidad y la bondad son también productos del amor. La fidelidad sólo se consigue por amor. La humildad es una de las características del amor, porque el amor sabe que depende de Dios para todo, no hay cabida para el orgullo e independencia de Dios. El amor sabe tener dominio propio, controla con amor los impulsos del alma.

El amor no es un sentimiento, porque no nace en el alma, está en el espíritu; es inherente al Espíritu de Dios y también a nuestro espíritu regenerado, de tal forma que cuando queremos arrancar el amor y colocar algo contrario, nuestro ser se resiente en tal forma que no sólo nuestro espíritu se opaca, sino también nuestra alma y hasta nuestro cuerpo, que reacciona con algunas enfermedades características de sentimientos negativos. “En el amor no hay temor. El amor perfecto echa fuera el temor, pues hay temor donde hay castigo. Quien teme no conoce el amor perfecto.” (1ª Juan 4: 18 BL95) El temor es un sentimiento negativo, pero Jesucristo en nosotros, que es el perfecto amor, echa fuera todo temor.

"Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.” (Juan 13: 34,35). Dios nos dio un nuevo mandamiento que es la base para cumplir los demás y es que nos amemos unos a otros. El amor no admite rencor, ni desconfianza, etc., sencillamente ama. (1ª Corintios 13). El amar a los demás es un mandamiento, no un sentimiento. El amor eleva, transforma, da vida y da su vida también. ¿Acaso no has pasado noches de desvelo orando por otras personas? Ahí estás dando parte de tu vida. “Ámense unos a otros”, porque “el que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar. Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en ella vive, y no sabe a dónde va porque la oscuridad no lo deja ver.” (1ª Juan 2: 10,11). El que ama es transparente, nunca dirá o hará nada indebido a espaldas de la persona. Estamos teniendo revelación de esto, y pidamos que Dios nos dé más revelación al respecto. Cuánto necesitamos aprender a amar, estamos en el proceso. Oh Señor acelera este proceso, porque cuanto más amemos al prójimo, más también te estaremos amando a Ti.
Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un asesino, y sabéis que en ningún asesino permanece la vida eterna. En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos. Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad.” (1ª Juan 3: 14 – 18 BAD)