LA BIBLIA A COLORES
¿Has visto alguna vez la Biblia a todo
color (full color)?
Generalmente tenemos la idea de la Biblia
como el libro con tapa negra y letras casi ilegibles e incomprensibles. No hay
ni una sola figura para que nos llame la atención y nos parezca más interesante.
Así hemos estado estudiando la Biblia, si es que lo hemos hecho, toda ella en
blanco y negro y nos parecía tan tedioso, que sólo pensar en hojearla nos
empezaba a dar mucho sueño. Esa fue la forma que quizá conocimos la Biblia y
fue también la forma como la absorbimos,
de tal manera que comenzamos a impartirla en blanco y negro, aburrida y sin
sentido y nos preguntamos por qué el “cristiano” ha perdido el sentido del buen
humor y se ha refugiado en un búnker de seriedad infranqueable. Es que todavía
no hemos conocido la técnica del colorido bíblico.
Hay mucho color en cada letra de la
Biblia, en cada palabra o frase. Si empezamos a hojear la Biblia desde Génesis
1: 1,2 y nos ponemos a ver que a partir de un desorden sin sentido ni color, Dios
fue matizando Su creación, empezando por la luz, que fue considerada como “buena”
por el que sabe hacer las cosas bien, para que a partir de la luz, las
tinieblas se separen, porque tinieblas y luz no son compatibles. Dios quiso que
primero exista la luz, Su luz para disipar las tinieblas y para que podamos ver
todos los matices de su gran amor centrado
en la persona de Su hijo Jesucristo. Ese amor tan grande no escatimó a Su Hijo,
sino que lo dio en rescate por todos nosotros, para que todo el que en Él cree
no se pierda, sino que tenga vida eterna.
“El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él,
todas las cosas?”
(Romanos 8: 32 NVI)
"Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se
pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para salvarlo
por medio de él. El que cree en él no es
condenado, pero el que no cree ya está
condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. Ésta es la causa de la condenación: que la
luz vino al mundo, pero la humanidad
prefirió las tinieblas a la luz, porque
sus hechos eran perversos. Pues todo el
que hace lo malo aborrece la luz, y no
se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto. En cambio,
el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus
obras en obediencia a Dios.
(Juan 3: 16-21 NVI)
Dios es luz, Su gloriosa luz apareció al
principio de la creación para que las tinieblas huyeran; a partir de ahí, Dios
continuó Su creación hasta llegar a formar al hombre a Su imagen y semejanza,
pero éste prefirió refugiarse en las tinieblas y desprenderse de la gloriosa
luz de Dios, fue así que a partir de ese momento, el caos empezó a gobernar y
cuando Dios, en Su misericordia y amor envió a Su Hijo para rescatar a la
humanidad, ellos prefirieron a las
tinieblas antes que la luz. Pero, todo
aquel que quiere refugiarse en la Luz, que es Jesucristo, se aparta de lo malo
y pecaminoso y se vuelve a Dios por medio de Su Hijo, porque sólo en Él podemos
ser salvos, porque es por Su Sangre que
somos limpiados y purificados de todo mal. “De hecho, en ningún
otro hay salvación, porque no hay bajo
el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos.”
(Hechos 4: 12 NVI) Sólo acudiendo a Jesucristo obtendremos salvación y vida
eterna. Acude a Él mientras todavía tengas vida, porque después de la muerte,
nada se puede hacer.
Si has acudido a Cristo, habiéndote
arrepentido de tus pecados y habiéndolo recibido en tu corazón, Su Sangre te
cubre y el enemigo no te puede tocar; sin embargo, cada vez que cedemos a la
tentación, abrimos una brecha para que el enemigo nos atormente, pero la buena
noticia es que no estamos desamparados, tenemos un Gran Abogado que intercede
por nosotros todo el tiempo ante el Padre: “Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis.
Pero si alguno ha pecado, tenemos un abogado ante el Padre: Jesucristo el
justo, que se ofreció en sacrificio por nuestros pecados, y no solo por los
nuestros sino también por los de todo el mundo.” (1ª Juan 2: 1-2 CAS) Así
que, mis amados, “si confesamos a Dios nuestros pecados,
podemos estar seguros de que él, que es absolutamente fiel y justo, nos los
perdonará y nos limpiará de toda maldad.” (1ª Juan 1: 9 CAS) Podemos
dar un grito de júbilo porque la sangre de
Cristo sigue limpiando nuestras faltas si nosotros confesamos con
arrepentimiento de corazón nuestros pecados y decidimos vivir en la Luz de Dios.