domingo, 28 de junio de 2009

SOMOS GUARDIANES DE NUESTRO HUERTO

SOMOS GUARDIANES DE NUESTRO HUERTO
"No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna."
(Gálatas 6: 7, 8 NVI)

Cada uno/a de nosotros/as somos un huerto que produce semilla y da semilla a los otros huertos. Estamos en un constante dar y recibir. Cada semilla que sembramos cae en nuestro campo y también en los otros campos según el viento que las impulse. El viento es aquella fuerza con que impulsamos cada palabra. Así que nuestra vida consiste en sembrar y sembrar. Sembramos palabras, actitudes, sentimientos, emociones, acción, etc. y cada semilla de nuestra siembra va a producir su cosecha. Nuestra alacena está llena de diversos frutos, producto de nuestra siembra y de ellos nos alimentamos y alimentamos a otros. Algunos de esos frutos son buenos para nuestro crecimiento, pero otros nos producen indigestión y hasta nos envenenan y lo mismo sucede con los otros huertos.

Ninguno/a es inmune a lo que pasa a su alrededor, por eso debemos convertirnos en celosos/as guardianes de nuestro terreno. Este terreno a la vez es un templo. Podemos hacer que nuestro templo esté bien resguardado, o podemos descuidarlo y permitir que toda clase de semilla ingrese en él y germine y se desarrolle. Nuestro templo tiene puertas por donde ingresan y salen las semillas y sólo nosotros tenemos las llaves para abrir o cerrar esas puertas. Si nos descuidamos y dejamos abierta alguna de esas puertas, entonces vamos a tener semillas indeseables en nuestro templo que se mezclan con las otras semillas y crecen juntas. Debemos filtrar cada semilla que quiera ingresar a nuestro templo, pero al mismo tiempo debemos seleccionar cada semilla que sale de él. "Cada uno se llena con lo que dice y se sacia con lo que habla." (Proverbios 18:20)

Como guardianes debemos empezar a limpiar nuestro templo (huerto) de toda aquella basura que hasta ahora hemos permitido entrar. ¿Cómo limpiamos nuestro templo?
1. Matando. "Por eso, den muerte a todos sus malos deseos; no tengan relaciones sexuales prohibidas, no sean indecentes, dominen sus malos deseos y no busquen amontonar dinero, pues es lo mismo que adorar a dioses falsos. Todo esto hace que Dios se enoje con los desobedientes. Ustedes mismos se comportaban así antes de conocer a Cristo." (Colosenses 3: 5-7 BLS) Debemos empezar a matar toda aquella semilla que contamina nuestro templo y que es contaminante a otros también y que está expresado en el versículo. Matar significa quitar la vida. Eso es lo que debemos hacer con toda semilla de deseos impuros y para ello, no debemos alimentarlas dándoles lugar en nuestros pensamientos. ¡Que mueran de inanición!
2. Dejando (abandonando) "Pero ahora tienen que dejar también todo esto: no se enojen, no busquen hacer el mal a otros, no ofendan a Dios ni insulten a sus semejantes, ni se mientan unos a otros, porque ustedes ya han dejado la vida de pecado y ahora viven de manera diferente. En realidad, ustedes son personas nuevas, que cada vez se parecen más a Dios su creador, y cada vez lo conocen mejor." (Colosenses 3: 8-10 BLS) Habiendo matado las semillas del mal, ahora nos toca abandonar otras cosas. El abandono hará que estas semillas no produzcan porque no las vamos a sembrar, ni las vamos a usar; las alejaremos de nuestra vista o pensamiento para no tener la tentación de agarrarlas.
Lo único que importa en esta vida es que “Cristo lo es todo y está en todos” (Colosenses 3: 11) Cristo debe llenar y desbordar nuestros pensamientos, porque Él es la pelnitud de Dios y quien todo lo llena.

Una vez que hemos limpiado nuestro templo, ¿qué debemos hacer para que no vuelva a ensuciarse?

1. Empecemos a vestirnos. "Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes." (Colosenses 3: 12, 13 NVI) Coloquémonos esas vestiduras para no estar desnudos, sin cobertura, sin gloria. El afecto entrañable tiene que estar muy cerca de las entrañas, en lo más íntimo, debe ser nuestra prenda íntima, que brote de nuestro fuero interno. Sobre ella vienen la humildad, luego la amabilidad y sobre la amabilidad nos colocamos la paciencia, esto nos hace tolerantes y no irritantes respecto a los demás. La humildad es la sencillez y la capacidad de depender del Espíritu Santo en todo y no confiar en nuestro buen criterio. La amabilidad es la cordialidad o el buen trato que damos a las demás personas; y la paciencia es la cualidad de soportar de buena gana a la otra persona hasta ver lo que estamos esperando que Dios realice en ella.
2. Coloquémonos la túnica. "Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto." (Col 3: 14 NVI). Necesitamos envolvernos con la túnica del amor de Dios, aquel que todo lo soporta, que no tiene envida, que no es vanaglorioso y que busca el bien de la otra persona, que confía en los demás, para no permitir que ingresen las semillas malas a nuestro templo.
3. El gobierno de nuestro templo debe ser la paz de Cristo, esto nos llevará a ser agradecidos. “Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos.” (3: 15). El reino de Dios debe morar en nosotros/as y nosotros/as en Él para que sea Cristo quien nos gobierne. Cristo es el reino de Dios y Él es el Rey de Su Reino.
4. La Palabra de Cristo debe ser la que habite en nuestro templo. Cristo y Su Palabra son una sola cosa. Él es la Palabra encarnada que viene a hacer morada en nuestros corazones. "Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón." (3: 16) Cuando la Palabra de Dios habita en nuestro templo podemos hacer lo que dice el versículo y brotará de nuestros labios palabra de vida, porque es la Vida de Dios la que está dentro de nosotros/as.
5. Hacer todo en el nombre del Señor con agradecimiento. "Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él." (3: 17). La gratitud es un aspecto importante en el Reino de Dios. Seamos agradecidos en todo y por todo. Cuando agradecemos a Dios estamos reconociendo que dependemos de Él, de Su gracia para con cada uno/a de nosotros/as.
Seamos por lo tanto fieles y celosos guardianes de nuestro templo, cuidémoslo y labrémoslo, no permitamos que agentes contaminantes ingresen en él.

lunes, 22 de junio de 2009

PÉTALOS PARA TI

PÉTALOS PARA TI


Hoy te dejo mi vida
Sembrada en cada página,
Regados mis pétalos
en cada amanecer.

Te dejo mis ilusiones
Que algún día recogerás.
He esparcido en cada onda
un pedazo de mi ser.

De cada pétalo que recojas
Brotarán mis palabras
Que se unirán a tus pensamientos,
Que me unirán a ti.

En cada hojita de mi vida
Te envío el sutil aroma,
De la esencia divina
De la vida de Dios.

Estaré dispersa en el orbe,
A la espera que recojas
El hálito de vida
Que emana de Dios.
María Elena Rengel

CÓMO HACER CRECER NUESTRA FE

CÓMO HACER CRECER NUESTRA FE
Mas vosotros, oh amados, edificaos a vosotros mismos sobre vuestra santísima fe, orando por [el] Espíritu Santo.
(Judas 1: 20 RV 2000)
A medida que nuestra comunión con el Espíritu Santo se hace cada vez más efectiva, a tal punto que nada hagamos sin consultarle, entonces nuestra fe va ir en aumento, esto es conforme vayamos adquiriendo el hábito de tener más y más intimidad con el Espíritu de Dios. Es el Espíritu Santo que nos lleva a crecer en fe, porque a través de nuestra relación con Él, nuestro espíritu se va empapando de Dios. A medida que nuestro espíritu se vaya llenando de Dios cada día, la pasión por nuestro Amado Señor Jesucristo va ir creciendo; porque nuestro amor por Cristo crece en proporción directa con nuestra comunión con el Espíritu Santo. En vano pedimos enamorarnos de Jesús si no estamos en comunión con el Espíritu Santo, porque Él es quien va a poner ese fuego de pasión en nosotros. Él es el más interesado en vernos enamoradísimos de Jesús. Es el amigo que se goza con el gozo del enamorado Esposo.

"Si me amáis, guardad mis mandamientos; y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que permanezca con vosotros para siempre: Al Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis; porque permanece con vosotros, y será en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros." (Juan 14: 15-18 RV 2000) Los hijos/as de Dios debemos recordar que el Espíritu Santo está contenido en nosotros/as, está en nuestro espíritu, y anhela tanto que nuestro amor y fe sean dirigidos a Jesucristo. Nuestra amistad con el Espíritu Santo debe ser continua e ir en aumento cada día, hasta llegar al punto que absolutamente todo lo hagamos con Su autorización, para que de esta manera vivamos guiados por Él. No pretendo decir que he alcanzado ese nivel; sin embargo, me dirijo hacia allá. Todo hijo/a de Dios debe aspirar cada día conocer más a Dios y más de Dios por medio del Espíritu de Santo, “porque Él todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1ª Corintios 2: 10).

“Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve.” (Hebreos 11: 3) ¿Dónde está nuestra fe que nos da entendimiento acerca de aquello que los grandes sabios del mundo, llamados científicos, se devanan los sesos tratando de entender? Nuestra fe está en nuestro espíritu, es la fe de Dios a través de Su Espíritu a nuestro espíritu la que nos da entendimiento. Tenemos la fe de Dios en nosotros que nos mantiene firme en lo invisible pero real. Invisible a los ojos naturales, pero visible a los ojos del espíritu, donde reside la fe. La fe es espiritual y alumbra los sentidos del espíritu, para que nuestro espíritu vea aquello que no es visible en esta atmósfera, para que oiga aquella voz que ya ha decretado lo que somos y seremos desde el principio, de modo que podamos alinearnos con la voluntad de Dios; para tocar aquello intangible y traerlo a lo visible. Para que podamos sentir con el corazón de Dios, amar con Su amor, perdonar con su perdón. La fe nos da descanso porque nos hace entender lo que nuestra razón no lo puede comprender, ella lo aclara a la luz de la verdad que vive en nosotros, porque el Espíritu Santo nos guía a toda la verdad y nos dará a conocer lo que vendrá. “Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta sino que dirá sólo lo que oiga y les anunciará las cosas por venir.” (Juan 14: 13). Ningún hijo/a de Dios que vive en el Espíritu, anda en tiniebla, porque la luz de Dios ilumina su vida. Esa luz es sustancia al igual que la fe, por lo tanto fe y luz son sinónimas. La fe nos hace ver más allá de lo natural, nos remonta a lo sobrenatural para tomar aquello que nuestros ojos naturales y nuestra razón no pueden percibir.

“El me glorificará porque tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes. Todo cuanto tiene el Padre es mío. Por eso les dije que el Espíritu tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes.” (Juan 16: 14-15). Cristo es glorificado cuando nosotros recibimos del Espíritu Santo aquello que Él toma de Cristo y nos lo da a conocer, nos lo revela. A mayor comunión con el Espíritu Santo, mayor revelación de la Palabra de Dios vamos a tener. A mayor revelación de la Palabra de Dios a Sus hijos, más gloria recibirá Cristo. Si queremos conocer más de Dios, debemos conocer más a Su Espíritu que vive en nosotros/as su hijos/as. La comunión íntima con el Espíritu Santo nos da entendimiento acerca de Dios y de nuestra realidad como hijos/as de Dios. Cuanto más conocimiento de Dios tengamos, más le vamos a creer y nuestra fe se acrecentará. Así como Cristo no dudaba de Dios y hacía Su voluntad porque sabía quién era Su Padre y quién era Él como Su Hijo, de igual forma nosotros/as no vamos a tener ni un ápice de duda en cuanto a la voluntad de Dios para nuestras vidas y vamos a desarrollar Su fe en nosotras/os, esa fe que es capaz de creerle a pesar que las circunstancias no concuerden con lo que Dios dice, porque la fe de Dios en nosotros/as nos va a guiar por la senda correcta para poder agradar a Dios en todo. Es eso lo que queremos ¿verdad?, entonces mantengamos una comunión y comunicación íntima con el Espíritu Santo, activemos nuestro espíritu, acallemos a nuestra alma y dejémonos guiar en todo momento por el Espíritu Santo de Dios.

martes, 16 de junio de 2009

CUÁNTO AMAMOS AL SEÑOR JESUCRISTO

CÓMO SABER CUÁNTO AMAMOS AL SEÑOR JESUCRISTO
"El que me obedece y hace lo que yo mando, demuestra que me ama de verdad. Al que me ame así, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y le mostraré cómo soy en realidad. (Juan 14: 21 BLS). "Les doy un mandamiento nuevo: Ámense unos a otros. "Ustedes deben amarse de la misma manera que yo los amo. Si se aman de verdad, entonces todos sabrán que ustedes son mis seguidores. (Juan 13: 34, 35 BLS)
Dios no llama a los calificados, califica a los llamados.” (Anónimo)
Hay principios en el Reino de Dios que no pueden ser pasados por alto, la obediencia por amor es uno de ellos. Cuántas veces estamos dispuestos a obedecer al hombre para demostrar nuestra sujeción a una autoridad o para que vean los demás cuán buenos somos, pero Dios está viendo la intencionalidad del corazón, nuestra actitud interna. La obediencia al Señor Jesucristo es la clave para recibir la revelación de quién es Él de primera mano. El mismo Señor va a manifestarnos sus propósitos y va a mostrarnos lo que Él quiere de nosotros. La obediencia al Señor tiene que ser inmediata, completa y de muy buena gana (con buena actitud). No podemos decirle al Señor que espere hasta que nosotros nos sintamos listos para servirle. El éxito en toda empresa consiste en atrapar las oportunidades y no dejarlas pasar. Nunca preguntes cómo, tan sólo obedece y Él te dará el cómo, sólo obedece por fe y por amor. Si piensas que te falta habilidad, inteligencia, capacidad, etc., Él te va a dar todos los implementos necesarios para que cumplas sus propósitos. No podemos hacer la obra de Dios a medias, tiene que ser completa, para que al final podamos decir como Jesús: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.” (Juan 17: 4). La actitud del corazón es lo que cuenta en la obra del Señor. Lo que hacemos, ¿lo hacemos realmente por amor? Si amamos al Señor Jesucristo le vamos a obedecer por amor.

La salvación no nos cuesta nada, servirle al Señor nos cuesta todo. Dios nunca ocupará un segundo lugar. Si nuestro servicio a Él no es primero, entonces no sirve para nada, sino para cansarnos y agotarnos. "Si alguno de ustedes quiere ser mi discípulo, tendrá que amarme más que a su padre o a su madre, más que a su esposa o a sus hijos, y más que a sus hermanos o a sus hermanas. Ustedes no pueden seguirme, a menos que me amen más que a su propia vida. Si ustedes no están dispuestos a morir en una cruz y a hacer lo que yo les diga, no pueden ser mis discípulos. Por eso, piénsenlo bien. Si quieren ser mis discípulos, tendrán que abandonar todo lo que tienen." (Lucas 14: 26, 27, 33 BLS) Dios dio por entero a Su Hijo Jesucristo por amor a nosotros, dio todo Su Ser, Él estaba y era en la persona de Jesús. “Aquel que es la Palabra habitó entre nosotros y fue como uno de nosotros. Vimos el poder que le pertenece como Hijo único de Dios, pues nos ha mostrado todo el amor y toda la verdad.” (Juan 1: 14 BLS) Si Él lo dio todo por nosotros, ¿por qué no hacemos lo mismo por Él?

Podemos servir al Señor donde estemos, ya sea en la casa, en la oficina, en la calle, en el hospital, etc., tan sólo demos amor, esto no significa que vamos a estar de a besitos con todos, basta una mirada tierna, una sonrisa amable, una palabra de ánimo, etc., pero cuando veamos que Dios nos abre una puerta para servirle, no dudemos en entrar por ella, aunque nos parezca demasiado estrecha; justamente es estrecha para que quepamos sólo nosotros y no llevemos ni una carga más. Abraham obedeció inmediatamente a Dios y salio de su ciudad al lugar que Dios le mostraría, sin embargo se llevó a Lot y Dios no le dijo que saliera con Lot, pero Abraham se sentía responsable de su sobrino y no podía dejarlo. Fue después que se separó de Lot que Dios se reveló nuevamente a Abraham e hizo un pacto con él que le daría esa tierra donde habitaban los ceneos, ferezeos, etc. (Génesis 15: 18-20). Dios los iba a desalojar porque ellos servían a otros dioses, eran paganos. Este mismo pacto se cumple en nosotros cuando le obedecemos por fe y amor. En lo espiritual vamos a dominar a todos aquellos espíritus que están en la tierra que puede ser nuestro ministerio o propósito, que Dios nos dio, pero primero debemos soltar a Lot que significa un apego hacia algo o alguien.

Sólo cuando nos amemos de verdad entre hermanos a tal punto que seamos capaces de cubrir por amor sus faltas y levantar al caído, recién el mundo conocerá que somos seguidores de Jesucristo. “Porque toda la ley de Dios se resume en un solo mandamiento: "Ama a los demás como te amas a ti mismo.Les advierto que, si se pelean y se hacen daño, terminarán por destruirse unos a otros.” (Gálatas 5: 14, 15) Hoy más que nunca el Cuerpo de Cristo (Iglesia) debe tomar la decisión de obedecer a Dios, para que cuando vengan los tiempos difíciles no nos cueste amar a los que nos dañen, pero si no podemos amarnos entre hermanos, ¿seremos capaces de amar al que no es nuestro hermano? "Cuando tengan dificultades, ayúdense unos a otros. Esa es la manera de obedecer la ley de Cristo. Si alguien se cree importante, cuando en realidad no lo es, se está engañando a sí mismo. Cada uno debe examinar su propia conducta. Si es buena, podrá sentirse satisfecho de sus acciones, pero no debe compararse con los demás. Cada uno es responsable ante Dios de su propia conducta." (Gálatas 6: 2-5). Tú y yo somos responsables de nuestros propios actos, no de los ajenos; por tanto mira bien por dónde andas, qué oyes, qué ves y qué haces y deja de mirar lo que hace tu compañero. Que Dios te dé sabiduría y seas hacedor/a (obediente) de Su Palabra por amor “al que no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que lo dio en rescate por todos, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?” (Romanos 8: 32). Ese es nuestro Dios. ¡Ámalo!

jueves, 11 de junio de 2009

DOS REALIDADES EVIDENTES

¿QUÉ HACER FRENTE A DOS REALIDADES EVIDENTES?
Si en tu vida te encuentras frente a dos situaciones reales que se oponen y tienes que tomar una decisión, tú te decidirías por la situación correcta o verdadera, aunque la otra realidad también sientes que es verdadera, a pesar de contradecir la verdad. Si tú actúas en base a lo eterno, entonces lo efímero aunque parezca real, no lo es, por lo tanto lo descartas. Esa sería una forma correcta de actuar; sin embargo no siempre es así. Como hijos de Dios, nuestra fe está basada en lo que Su Palabra dice y nos movemos dentro de ese contexto. Por fe creemos que somos salvos al arrepentirnos de nuestros pecados y recibir a Jesucristo como Señor y Salvador y desde ese momento sabemos que somos hijos/as de Dios; no nos queda ninguna duda al respecto, porque el Espíritu de Dios que ahora vive en nosotros da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16). Sabiendo en nuestro espíritu que somos hijos/as de Dios, entonces entendemos que tenemos derecho a lo que Cristo logró en la cruz del Calvario para nosotros/as, por el precio que Él pagó que fue inefablemente alto, porque fue Su propia Vida la que entregó a cambio de la nuestra.

Ahora bien, ¿Qué pasó en la cruz a nuestro favor? Isaías 53 lo describe con exactitud mucho antes que Cristo viniera al mundo, porque Él fue dado en sacrificio aun antes de la fundación del mundo. (1ª Pedro 1: 20).
Isaías 53 (NVI)
¿Quién ha creído a nuestro mensaje y a quién se le ha revelado el poder del Señor? Creció en su presencia como vástago tierno, como raíz de tierra seca. No había en él belleza ni majestad alguna; su aspecto no era atractivo y nada en su apariencia lo hacía deseable. Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, hecho para el sufrimiento. Todos evitaban mirarlo; fue despreciado, y no lo estimamos. (a) Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado. (b)Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y (c) molido por nuestras iniquidades; (d) sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y (e) gracias a sus heridas fuimos sanados. Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino, pero el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros. Maltratado y humillado, ni siquiera abrió su boca; como cordero, fue llevado al matadero; como oveja, enmudeció ante su trasquilador; y ni siquiera abrió su boca. Después de aprehenderlo y juzgarlo, le dieron muerte; nadie se preocupó de su descendencia. Fue arrancado de la tierra de los vivientes, y golpeado por la transgresión de mi pueblo. Se le asignó un sepulcro con los malvados, y murió entre los malhechores, aunque nunca cometió violencia alguna, ni hubo engaño en su boca. Pero el Señor quiso quebrantarlo y hacerlo sufrir, y como él ofreció su vida en expiación, verá su descendencia y prolongará sus días, y llevará a cabo la voluntad del Señor. Después de su sufrimiento, verá la luz y quedará satisfecho; por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos, y (f) cargará con las iniquidades de ellos. Por lo tanto, le daré un puesto entre los grandes, y repartirá el botín con los fuertes, porque derramó su vida hasta la muerte, y fue contado entre los transgresores. Cargó con el pecado de muchos, e intercedió por los pecadores.
En la cruz, lo primero (tomaremos sólo ese aspecto) que Jesús cargó fueron nuestras enfermedades y dolores (a); y gracias a sus heridas fuimos sanados (e). En 1ª Pedro 2: 24 dice: “Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados.” Este versículo confirma lo dicho por Isaías, de modo que no debe haber duda respecto a nuestra sanidad.
Ahora volvemos a la pregunta: ¿Qué hacer frente a dos realidades evidentes?
Quizá en este momento te encuentres enfermo/a, puede ser un simple resfrío, o un cáncer terminal, o cualquier otra enfermedad. La realidad es que estás enfermo/a y eres hijo/a de Dios. Estás sintiendo los síntomas de la enfermedad en carne propia, no lo puedes negar porque es real y es verdadera, pero tienes otra realidad en la Palabra de Dios que te dice: “Por sus heridas ustedes han sido sanados.” A quién vas a creer: ¿Al diagnóstico del médico o a lo que te dice la Palabra infalible de Dios? Recuerda que somos eternos y las cosas las tenemos que ver desde el ámbito de lo eterno, allí donde está la fe de Dios. Si miras la efímera realidad, entonces estás enfermo/a; pero si miras la verdad eterna de Dios, entonces estás sano/a, a pesar de los síntomas evidentes. Si le creemos a Dios nos mantendremos aferrados a lo que Su Palabra dice, porque “vivimos por fe, no por vista” (2ª Corintios 5: 7). ¿Qué hacer entonces con la realidad de la enfermedad? ¡Rechazarla! Y no vivir en función a ella, sino en función de lo Cristo pagó por nosotros/as en la cruz del Calvario. Fue un precio altísimo como para desperdiciarlo aceptando la enfermedad y rechazando lo que Jesús sufrió para darnos la sanidad. Los latigazos en Su espalda no los sufrió para hacerse el héroe, sino para darnos sanidad y librarnos de las enfermedades y dolores. Vislumbrando esa escena cuando los soldados masacraban sin piedad Su espalda, ¿serías capaz de rechazar tu sanidad ahora? Si aceptas Su Palabra, aférrate a ella declarándola con fe y agradecimiento por lo que Jesús hizo por ti. Declara y sigue declarando aun cuando todavía sientas la enfermedad: ¡Por sus heridas ya he sido sanado/a! Mantente en fe, resiste al diablo aferrándote a la Palabra de Dios y pronto lo verás huir. No te concentres en la enfermedad, concéntrate en lo que Dios dice respecto a tu sanidad, concéntrate en lo que Jesús logró por ti en la cruz.

sábado, 6 de junio de 2009

HABLA SÓLO PALABRAS DE VIDA

HABLA SÓLO PALABRAS DE VIDA
"Los fariseos se fueron entonces y se pusieron a consultar entre sí el modo de enredar a Jesús en sus propias palabras, y de hacerle decir algo que lo comprometiera." (Mateo 22: 15 CAS)

Las palabras que decimos nos comprometen, no sólo en el ámbito natural, sino también, y con mayor fuerza en el ámbito espiritual. Todo lo que decimos queda registrado, Cristo dijo: “Esto os digo: en el día del juicio, los hombres tendrán que rendir cuentas de cualquier palabra inútil que hayan pronunciado.” (Mateo 12: 36) Las palabras inútiles, vanas u ociosas son palabras que lanzamos para herir a otros, o que tienen la intención de dañar y por lo tanto no pueden producir buenos resultados. En este contexto, Jesús se está refiriendo a los fariseos que lo acusaban de estar inspirado por Satanás, pero también engloba a todos los seres humanos. Nuestras palabras tienen que ser dichas con sabiduría, por eso es urgente que pidamos a Dios todos los días que nos dé espíritu de sabiduría, para no apresurarnos en hablar, porque los emisarios de Satanás están esperando que salgan las palabras de nuestra boca para tomarlas –si son palabras que provienen del infierno interno que podamos tener- y luego ejecutarlas en nuestra contra. De igual forma, si pronunciamos las palabras que provienen de Dios, éstas vuelven a Dios y son ejecutadas a nuestro favor. Jesús hablaba sólo las Palabras de Dios, no lo que Su humanidad le dictaba, porque Él se dejaba gobernar por el Espíritu de Dios, fue por eso que los sabuesos fariseos no pudieron hacerle caer en la trampa de las palabras.

“El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua.” (Proverbios 10: 19) La persona sabia sabe controlar su lengua y cuando habla lo hace acertadamente sin pretender que tiene la última palabra; acepta otras sugerencias, sopesa cada razonamiento y separa lo que está bien de lo que está mal. Los fariseos quisieron tenderle una trampa a Jesús y le dijeron: “Danos tu opinión: ¿Está permitido pagar impuestos al césar o no? Conociendo sus malas intenciones, Jesús replicó: --¡Hipócritas! ¿Por qué me tienden trampas? Muéstrenme la moneda para el impuesto. Y se la enseñaron. --¿De quién son esta imagen y esta inscripción? --les preguntó. –Del césar –respondieron. –Entonces denle al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios. Al oír esto, se quedaron asombrados. Así que lo dejaron y se fueron.” En nuestro diario vivir nos vamos a encontrar con personas que van a querer nuestra opinión, no con el ánimo sincero, sino que en algunos casos para justificar alguna conducta incorrecta y si no somos sabios para responder, puede que caigamos en sus trampas. Si no tenemos una respuesta dirigida por el Espíritu de Dios en ese momento, es preferible no responder y ser sinceros diciéndoles que llevaremos el caso delante de Dios para que nos dé entendimiento y que nos revele cuál es Su respuesta; o decirles que ellos busquen directamente a Dios con corazón sincero.

“Yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió me ordenó qué decir y cómo decirlo. Y sé muy bien que su mandato es vida eterna. Así que todo lo que digo es lo que el Padre me ha ordenado decir.” (Juan 12: 49, 50 NVI) Si Jesús no hablaba lo que le venía en ganas, cuánto más nosotros debemos hablar sólo lo que Dios ponga en nuestra boca, para ello es importante saturarnos de la Palabra de Dios. Cristo dijo que comiéramos Su carne y bebiéramos Su sangre para tener vida eterna (Juan 6: 51), porque Él es la Palabra hecha carne. Su vida viene a nosotros por medio de Su Palabra y sólo así vamos a poder hablar vida. No debemos distraernos en lo que nos pasó, o nos pasa, sino más bien, introduzcámonos en la Palabra, Ella se encargará de limpiar y curar nuestra alma, pero ésta debe alinearse con nuestro espíritu para conocer más de Dios y de Jesucristo.

“Las palabras que decimos con nuestra lengua son como el fuego. Nuestra lengua tiene mucho poder para hacer el mal. Puede echar a perder toda nuestra vida, y hacer que nos quememos en el infierno.” (Santiago 3: 6). Cuando le permitimos al Espíritu Santo gobernar nuestros pensamientos y decidimos obedecer a la Palabra de Dios, nuestra lengua va a poder ser refrenada y usada para ser de bendición para nosotros y para otros. Recordemos que nuestras palabras nos van a absolver o condenar. Entonces es un caso de vida o muerte y como somos sabios, elegiremos la vida, hablando sólo palabras de vida que provienen del Verbo hecho carne. Si permanecemos unidos a Cristo, lo que brotará de nuestros labios será bendición para nosotros y quienes nos escuchen. Consagremos nuestros pensamientos y nuestra boca al Señor Jesucristo.

“Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón.” (Colosenses 3: 16) Sigamos este consejo y hagamos que la Palabra de Dios entre en nosotros para quedarse, para que se haga nuestra vida, de tal forma que todo nuestro ser sea Palabra de Dios, porque así era Jesús, el Verbo encarnado. Él era lo que Sus Palabras decían, no podía ser otra cosa porque era la Palabra hecha carne y esa Palabra ya está en nosotros Sus hijos/as como una semilla, sólo debemos desarrollarla alimentándonos de Palabra y Palabra de Dios todo el tiempo. El pueblo de Israel en el desierto tenía como único alimento el maná, no sólo porque no había otra cosa, porque Dios podía darles otra clase de comida y en efecto les dio cuando insistieron, sino porque en el maná estaban los nutrientes que los mantendrían saludables y fortalecidos en el desierto; así es la Palabra de Dios, es la única que nos va a mantener con vida y vida eterna, fortalecidos en Cristo para resistir cualquier ataque del diablo.

martes, 2 de junio de 2009

EL TESORO MÁS VALIOSO

EL TESORO MÁS VALIOSO
Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.
(Efesios 5: 15-17).
Dios no se rige por el tiempo porque Él es el Eterno Presente. Dios ve el pasado y el futuro como si estuvieran en el presente; sin embargo nos ha regalado a nosotros los humanos el tiempo para que lo administremos adecuadamente. Tenemos un tiempo determinado aquí en la tierra, que es el tiempo exacto para cumplir lo que Dios dispuso de antemano para cada persona. El tiempo es el tesoro más valioso que Dios ha puesto en nuestras manos, pero también es algo que si lo perdemos, no lo podemos recuperar, ahí radica su valor. Si perdemos nuestros bienes, podemos recuperarlos, la salud en muchos casos también y cuando ya no la recuperamos y morimos es porque se nos ha acabado el tiempo.

El tiempo que dedicas a algo o a alguien demuestra cuán valioso es para ti ese algo o ese alguien. El tiempo es vida, transcurre con la vida y deja de existir para la persona cuando ésta también deja de existir. Cada minuto de tu tiempo es restado a tu vida; así que, en lo que inviertes tu tiempo, estás invirtiendo tu vida. “Time is money”, es una forma limitada de ver el tiempo, porque “la vida del hombre no consiste en los bienes que posee”. “Y les dijo: --Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.” (Lucas 12:15). El tiempo es vida, todo esfuerzo que hacemos por lograr algo en este tiempo determinado de nuestra vida, es inversión de vida, vamos dejando parte de nosotros en cada acto o pensamiento que dedicamos a algo o alguien. Los padres de Jesús fueron a la fiesta en Jerusalén y terminada la fiesta emprendieron el regreso a casa junto con las demás personas, pero cuando se dieron cuenta que Jesús no estaba en la compañía, regresaron a Jerusalén y después de buscarlo por unos tres días, lo encontraron en el Templo oyendo atentamente las enseñanzas de la Palabra de Dios. Cuando su madre le preguntó porqué les había hecho esto, Él le contestó: ¿No sabíais que en los negocios que son de mi Padre me conviene estar? (Lucas 2: 49). Jesús estaba invirtiendo Su tiempo en lo único que era productivo, los negocios del Padre.

El amor no perjudica al prójimo. Así que el amor es el cumplimiento de la ley. Hagan todo esto estando conscientes del tiempo en que vivimos. Ya es hora de que despierten del sueño, pues nuestra salvación está ahora más cerca que cuando inicialmente creímos. La noche está muy avanzada y ya se acerca el día. Por eso, dejemos a un lado las obras de la oscuridad y pongámonos la armadura de la luz. (Romanos 13: 11-12) ¿En qué estás gastando tu tiempo? ¿Y sabes qué tiempo es este en el que vivimos ahora? Este es el tiempo de buscar a Dios y cuanto más difícil se pongan las cosas, más debemos buscar a Dios, porque sólo Él nos dará alivio y sosiego a pesar de lo que esté pasando en el mundo. “Así que no se preocupen diciendo: '¿Qué comeremos?' o '¿Qué beberemos?' o '¿Con qué nos vestiremos?' Porque los paganos andan tras todas estas cosas, y el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas.” (Mateo 6: 31-34NVI). Nuestro tiempo debemos ocuparlo en buscar el reino de Dios y hacer Su justicia. El Reino de Dios es Jesucristo. Busquemos conocerle a través del Espíritu Santo. “Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta sino que dirá sólo lo que oiga y les anunciará las cosas por venir. Él me glorificará porque tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes.” (Juan 16 13-14NVI)

“También me dijo: "No guardes en secreto las palabras del mensaje profético de este libro, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca.” (Apocalipsis 22:10) Hace 2000 años fue dicha esta palabra y ahora el tiempo de que esto suceda está cada vez más cerca. El mundo en el que vivimos está convulsionado. Los valores absolutos se volvieron relativos y la verdad también se la vive por conveniencia, lo que quiere decir que no hay verdad en este sistema sujeto al maligno. El tiempo es absorbido por entretenimientos inventados por el hombre sin Dios. Bebés, niños, jóvenes y adultos se ven atrapados por estos pasatiempos, de donde el día resulta corto y para Dios ya no hay tiempo. El tiempo pasa y no se lo puede recuperar. Ahora que todavía tienes tiempo aprovéchalo bien porque es el tesoro más valioso. “Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios, porque dice: "En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido". Ahora es el tiempo aceptable; ahora es el día de salvación.” (2ª Corintios 6: 1-2)
Busquen al Señor mientras se deje encontrar, llámenlo mientras esté cercano. Que abandone el malvado su camino, y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar, y de él recibirá misericordia. (Isaías 55: 6-7) Este es el tiempo de buscar a Dios, ya no esperes más, pues Dios te está esperando ahora.