jueves, 29 de abril de 2010

ORACIÓN Y RENUNCIA

ORACIÓN Y RENUNCIA
Fortalézcanse con el ayuno, sumérjanse en la oración, vivan en intercesión; la oración intercesora conmueve las esferas celestiales porque conlleva renuncia. Que el Pan nuestro de cada día sea Cristo, Él es el pan vivo que descendió del cielo. Coman a Cristo, Él es la Palabra que se hizo carne para habitar entre nosotros y en nosotros, para que podamos contemplar Su gloria. La intercesión es muerte, morimos a nuestros deseos y a nuestra vanagloria para dejar al Espíritu Santo que guíe nuestra oración, Él sabe cómo hacerlo, quizá no use palabras inteligibles, sino gemidos indecibles de clamor. ¿Qué pide? No lo sabemos, pero Él lo sabe, tan sólo esperamos en Él y nos dejamos usar por Él.

Es más fácil y cómodo trabajar para Dios que estar con Dios. Estar con Dios significa renuncia y muerte, es dejar de ser para que Cristo sea y qué te digo de tus derechos, ¿acaso los tienes? ¿Puede un muerto reclamar sus derechos o un esclavo exigir los suyos? Pasión por Cristo es “pasión”. ¿Cuánto lo sufres? Negarse y morir es el precio de seguir a Jesucristo. El apóstol Pablo lo entendió, por eso dijo que él estaba crucificado con Cristo y lo que vivía lo vivía en función a Cristo. La oración en el Espíritu nos saca de lo efímero y nos traslada a lo eterno, a lo celestial, donde se puede ver a Dios en todo Su esplendor. La oración nos saca de las butacas de las congregaciones porque no podemos estar cómodos y perezosos en medio de un mundo que perece. ¡Dios! Que arda Tu fuego en mi ser.

La oración y adoración derrumba nuestros ídolos, porque no podemos acercarnos a un Dios Santo, Santo, Santo llevando “mis derechos” a Su Trono; si Su Reino y justicia no son primeros ¿qué derechos reclamamos? Pide el Reino de Dios en tu vida diciendo, “venga tu Reino a mi vida para que Tu voluntad sea hecha en mí”; busca el Reino de Dios para tu vida y lo hallarás; llama al Reino de Dios a Tu vida y vendrá a ti, el Reino de Dios es Cristo; luego, deléitate en Dios y Él te concederá los anhelos de tu corazón. “Haya en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús: Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2: 5-8 RVA). La humildad no reclama sus derechos, los cede. Cristo se humilló haciéndose siervo obediente y fue exaltado, porque Dios exalta a los humildes y aplasta a los soberbios. Si has entregado tu vida al Señor, entonces ella ya no te pertenece, pero todo te pertenece en Cristo; la humildad y la mansedumbre forman parte del Cristo en ti. Todo lo tienes en Él, todo lo puedes en Él, tan sólo sumérgete en Sus aguas, ellas te purificarán y te despojarán de tu EGO.

Jesucristo se despojó de toda Su gloria y vino en humildad a esta tierra y dependió de la oración, de esa comunión íntima con Su Padre para poder traer el Reino de Dios a esta tierra. Todo le pertenecía, pero no reclamó nada para sí, lo dio todo por amor. Mientras no nos despojemos de nuestro “EGO”, de nuestro “YO” hasta hacerlo morir, nuestras oraciones no tendrán el efecto deseado. “YO y mis derechos” tienen que morir para que reine Cristo y Sus derechos en mí. “En cuanto a mí, de nada quiero gloriarme sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Pues por medio de la cruz de Cristo, el mundo ha muerto para mí y yo he muerto para el mundo” (Gálatas 6: 14 DHH) Si lo dejas todo por Cristo, lo tendrás todo en Cristo.
“Os aseguro por la gloria que de vosotros tengo en Cristo Jesús Señor nuestro, que cada día muero.” (1ª Corintios 15: 31 RVG-R). La verdadera oración exige muerte, porque sólo así podemos estar libres del temor y del orgullo. Humildad fue la palabra hecha vida en Pablo y el amor por Dios y por las almas era el motor que lo impulsaba a morir cada día. “Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios.” (Colosenses 3: 2,3 NVI) La paradoja de la vida cristiana es morir para vivir. El incienso agradable a Dios es el que brota del altar donde nuestra carnalidad con todas sus grosuras es quemada, ahí nuestro EGO queda hecho cenizas y nuestros ojos espirituales se abren para ver a Dios. Cuando dejamos de ser y nos fundimos en Cristo, brota la adoración en espíritu y verdad, porque el alma queda sujeta a nuestro espíritu, ya no reclama nada, sólo se somete y calla siguiendo mansamente a donde el espíritu la guíe. Fundirnos en Dios es desaparecer, desvanecernos en el único que tiene el derecho de Ser y el único que Es; entonces reinaremos con Cristo porque Él reina en nuestra vida, gobernaremos con Cristo, porque Él gobierna nuestra vida. Entonces nuestra oración será el perfume que emana de Dios y se derrama sobre nuestro espíritu para elevarse otra vez a Él, porque Su voluntad es hecha en nosotros. Que lo temporal y efímero no apague lo eterno y sublime de Dios en mí, que mi YO mengüe hasta desaparecer para que Cristo crezca en mí. Escóndeme en Ti Señor para que sólo Tu Gloria sea vista. Quiero tan sólo complacer tu corazón porque soy tuya, Amado mío, en pos de Ti correré y en tus amores me deleitaré. Beberé de Tu fuente la delicia de amarte y me derretiré en tus aguas; beberé de tu vino y me embriagaré con tus amores, porque yo soy de mi Amado y sólo a Él le entrego mi corazón.

viernes, 23 de abril de 2010

SÓLO LOS VALIENTES PERDONAN DE VERDAD

SÓLO LOS VALIENTES PERDONAN DE VERDAD
“Jesús decía: -Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen-. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.”
(Lucas 23: 34 RV95)

No es fácil perdonar a quienes nos han hecho daño, ya sea físico o psicológico, se requiere una fortaleza de carácter para optar por el perdón y no por la venganza. La salida más fácil es vengarnos de alguna manera para resarcir el daño en contra nuestra. Es más fácil dar rienda suelta a los bajos sentimientos de ira y venganza que mantener la cordura y apaciguar nuestro espíritu, aplacando el tormento de nuestra alma, porque es allí donde se fragua la hoguera para quemar al agresor o se templa el carácter forjándolo para el perdón. Porque si cual acero templas tu carácter en las brasas del altar del sacrificio para decidirte por el perdón, habrás vencido el más vil de los sentimientos, la venganza, que lleva cautivo a los cobardes, que se envalentonan con la bajeza de la represalia.

Jesucristo vino a enseñarnos cómo se vive en el Reino de Dios, Él empezó su ministerio diciendo: "Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca." (Mateo 4: 17 NVI)Arrepentirse, quiere decir cambiar la forma de pensar. Jesús les estaba diciendo esto a los judíos, que supuestamente estaban regidos por la Ley de Dios, sin embargo, Cristo, estaba trayendo otra forma de gobierno, el gobierno del Reino de Dios, donde Él es tanto Rey como Reino. Ellos no podían adoptar la nueva forma de gobierno si seguían pensando de acuerdo a las estructuras religiosas impuestas por los maestros de la Ley. Ahora, el verdadero dador de la Ley de Dios estaba entre ellos mostrándoles cómo vivir de acuerdo a la voluntad de Dios y así lo demostró, como hemos visto en Lucas 23: 34; y ya no vivir conforme a tradiciones hechas por humanos. Jesús empezó su discurso sobre la vida del reino así: "Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece.” (Mateo 5: 3 NVI). Aquí no está hablando de una pobreza material, sino espiritual, o dependencia total de Dios, reconociendo que como humanos no somos capaces de llenar el vacío existente de Dios, porque sólo Él puede hacerlo. El ser humano necesita a Dios, cada fibra de nuestro ser grita por volver a Él, porque reconoce quién nos creó y ese vacío sólo Dios puede llenarlo, no una religión, sino una relación con nuestro Creador a través de la persona del Espíritu Santo. Necesitamos depender de Dios y no de nuestras propias fuerzas.

Jesucristo continúa más a delante su discurso diciendo: “Habéis oído que se dijo: "AMARAS A TU PROJIMO y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis más que otros? ¿No hacen también lo mismo los gentiles? Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.” (Mateo 5: 43-48 LBLA). En la vida del Reino de Dios no hay cabida para el odio, sólo para el amor, ya que el amor es el eje del Reino de Dios, porque “Dios es amor” (1ª Juan 4: 8). Donde no hay odio, no hay deseos de venganza, ni siquiera con un pequeño gesto. El odio se incuba en corazones cobardes donde el perdón no halla acogida; el amor es de los valientes que son capaces de amar y perdonar inclusive a quienes los dañan.

En Romanos 12, Pablo empieza con un ruego, “les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.” Él dice “sacrificio vivo”, no muerto, porque si nos suicidamos por un supuesto credo, estamos destruyendo el templo de Dios, que somos nosotros y no estamos venciendo con el amor las bajezas del carácter, porque es más fácil poner fin a la vida que optar por el perdón y seguir viviendo, pero ya no guiados por nuestros impulsos malévolos. Pablo continúa mostrándonos que no es bueno que paguemos mal por mal, ni que nos venguemos de las personas, sino que hagamos el bien aun a nuestros enemigos y concluye este capítulo diciendo: “No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.” El mal es impulsivo y nos empuja con vehemencia a realizar actos contrarios al amor; por eso el malvado retiene la ofensa y exige castigo al ofensor. Es más fácil optar por la ira y la venganza, que por el perdón, se requiere ser valiente para poder perdonar. “Aquel que controla su carácter es mejor que el héroe de guerra, aquel que gobierna su temperamento es mejor que el que captura una ciudad.” (Proverbios 16: 32 TKIM-DE). Si podemos conquistar nuestro carácter, las demás batallas ya estarán ganadas. Se dice del niño rebelde que tiene “carácter fuerte”, no hay nada más opuesto a la verdad, porque el carácter fuerte o valiente es de aquel que domina sus impulsos de ira, venganza y otras bajas pasiones del alma. Los valientes no se dejan vencer por el mal, porque no van tras la corriente de este sistema, sino que viven de acuerdo al Reino de Dios, puesto que perdonar es aceptar las consecuencias de los pecados ajenos, como Jesús hizo con los nuestros. Si decides ser valiente, opta por el perdón y no sigas viviendo en la esclavitud del resentimiento y la amargura; no busques tu propia justicia, porque la verdadera justicia está en la Cruz de Cristo que hace del perdón la única vía legal y moral para vivir en libertad.

lunes, 19 de abril de 2010

¿POR QUÉ DEBEMOS PERDONAR?


¿POR QUÉ DEBEMOS PERDONAR?
1. Porque Dios nos perdonó a nosotros en Cristo, no tomando en cuenta nuestros pecados. “Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.” (Efesios 4: 32 NVI)
“No se enojen unos con otros, más bien, perdónense unos a otros. Cuando alguien haga algo malo, perdónenlo, así como también el Señor los perdonó a ustedes.” (Colosenses 3: 13: PDT)

2. Porque Dios es quien tomará venganza por nosotros si es que optamos por el perdón en lugar de devolver el mal. “No defendiéndoos a vosotros mismos, amados; antes dad lugar a la ira [de Dios], porque escrito está: Mía es la venganza; yo pagaré, dice el Señor.” (Romanos 12: 19 RV2000).

3. Porque si perdonamos, podemos llegar ante Dios para pedirle que Él también nos perdone. “Perdona el mal que hemos hecho, como nosotros perdonamos a los que nos han hecho mal.” (Mateo 6: 12 TKIM-DE).

4. Porque debemos seguir el ejemplo de Dios, pues él es un Dios perdonador.Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.” (1ª Juan 1: 9 NVI).

5. Porque debemos ser consecuentes con lo que Dios nos mandó a predicar. Si predicamos del perdón de Dios, nosotros/as debemos ser los/as primeros/as en perdonar. De esta forma retiramos la ofensa escrita en el cielo en nuestra contra. “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.” (Lucas 24: 46, 47 RV60).

6. Porque si perdonamos a quienes nos ofenden, entonces Dios también perdonará nuestras ofensas. “Y cuando se levanten para orar, si tienen algo contra alguien, perdónenle, para que su Padre en el cielo perdone sus ofensas." (Marcos 11: 25 NVI)

7. Para que el diablo no gane ventaja y se aproveche de nosotros. “A quien ustedes perdonen, yo también lo perdono. De hecho, si había algo que perdonar, lo he perdonado por consideración a ustedes en presencia de Cristo, para que Satanás no se aproveche de nosotros, pues no ignoramos sus artimañas.” (2ª Corintios 2: 10, 11 NVI)

8. Porque si seguimos el ejemplo de Cristo, entonces vamos a perdonar aun antes que nos lo pidan. “Jesús decía: -Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen-. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.” (Lucas 23: 34 RV95)

9. Porque no podemos pagar por nuestros pecados para que sean borrados, sólo Jesucristo ha podido hacerlo. Él nos perdonó lo imperdonable, por eso debemos perdonar y así librarnos del tormento de los verdugos (demonios) que nos torturarán con resentimientos, amargura, sentimientos de culpa, etc.
"Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al comenzar a hacerlo, se le presentó uno que le debía miles y miles de monedas de oro. Como él no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos, y todo lo que tenía, para así saldar la deuda. El siervo se postró delante de él. 'Tenga paciencia conmigo --le rogó--, y se lo pagaré todo.' El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad. "Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y comenzó a estrangularlo. '¡Págame lo que me debes!', le exigió. Su compañero se postró delante de él. 'Ten paciencia conmigo --le rogó--, y te lo pagaré.' Pero él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido. Entonces el señor mandó llamar al siervo. '¡Siervo malvado! --le increpó--. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?' Y enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía. "Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano. (Mateo 18: 23- 35 NVI)

lunes, 12 de abril de 2010

24 HORAS DE ADORACIÓN

24 HORAS DE ADORACIÓN
“Cada uno de ellos tenía seis alas y estaba cubierto de ojos, por arriba y por debajo de las alas. Y día y noche repetían sin cesar: "Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir." Cada vez que estos seres vivientes daban gloria, honra y acción de gracias al que estaba sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postraban ante él y adoraban al que vive por los siglos de los siglos. Y rendían sus coronas delante del trono exclamando: "Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas." (
Apocalipsis 4: 9- 11)
En el cielo la adoración es constante, se vive para adorar a Dios, es que no se puede hacer otra cosa frente al único que es digno de toda honra y gloria. La adoración trae el cielo a la tierra y cuando esto sucede, toda estructura religiosa se rompe, el velo que ciega a las personas es quitado para que vean a Dios; los demonios huyen porque no soportan el fuego de la Presencia gloriosa de nuestro Señor Jesucristo. Cuando la Iglesia, el Cuerpo de Cristo adore constantemente, echará fuera a las huestes infernales que se han fortalecido debido a prácticas abominables que los adoradores de Satanás realizan y no sólo ellos, sino muchas prácticas que son contrarias a Dios, como inciensos o libación a la “Madre Tierra” o “Pachamama” o a cualquier otra entidad, no es más que adoración a demonios y son comunes de los pueblos. La adoración y la alabanza harán que se cumpla la sentencia contra los espíritus malignos que han tomado nuestra familia y nuestra nación. “Que alaben su nombre con danzas; que le canten salmos al son de la lira y el pandero. Porque el Señor se complace en su pueblo; a los humildes concede el honor de la victoria. Que se alegren los fieles por su triunfo; que aun en sus camas griten de júbilo. Que broten de su garganta alabanzas a Dios, y haya en sus manos una espada de dos filos para que tomen venganza de las naciones y castiguen a los pueblos; para que sujeten a sus reyes con cadenas, a sus nobles con grilletes de hierro; para que se cumpla en ellos la sentencia escrita. ¡Ésta será la gloria de todos sus fieles! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!” (Salmo 149: 3- 9)

David, el varón conforme al corazón de Dios, descubrió el secreto para traer el cielo a la tierra y obtener la victoria. Él tenía muchos enemigos fuera de su nación y también dentro de ella, sin embargo, David se fortalecía en Dios por medio de la adoración y la alabanza, reconociendo que su lucha no era contra personas, sino que detrás de ellas había espíritus malignos que los inducían a hacer el mal. David no miraba cuán fuerte era su enemigo, ponía su mirada en el poder de Dios y ¿cómo lo hacía? Reconociendo por medio de la adoración quién era Su Dios. David no se cansaba de declarar a viva voz el poderío de Dios y quiso que todo el pueblo de Israel lo supiera, por eso construyó el tabernáculo de adoración a Dios para que día y noche se glorifique y adore al Dios excelso. 24 horas al día el tabernáculo de David retumbaba en adoración. Él copió el modelo del cielo, porque allí retumba la adoración, esa misma adoración es la que debe retumbar en tu espíritu y tu alma las 24 horas al día, debes llegar a ser adorador, que tu estilo de vida sea adoración. Simón nos ha expuesto cómo Dios desde el principio tuvo a bien escoger de entre los gentiles un pueblo para honra de su nombre. Con esto concuerdan las palabras de los profetas, tal como está escrito: 'Después de esto volveré y reedificaré la casa derrumbada de David. Sus ruinas reedificaré, y la restauraré, para que busque a Señor el resto de la humanidad, todas las naciones que llevan mi nombre. Así dice el Señor, que hace estas cosas' conocidas desde tiempos antiguos.” (Hechos 15: 14-18). Esta es la época para que el tabernáculo caído de David sea restaurado en cada persona, no esperes que haya una congregación que abra sus puertas las 24 horas al día, empieza tú, porque tú eres el tabernáculo o templo de Dios; alinea tu espíritu al Espíritu Santo diciéndole que se sujete al Espíritu de Dios y que ocupe el lugar que le corresponde; declara que tu espíritu está despierto y puede ver a Dios para hacer y hablar lo que ve y oye del Padre; ordena a tu alma que se alinee a tu espíritu, mandándole que se aquiete y repose para que alabe al Señor y a tu cuerpo le dices que se alinee a tu alma, de tal manera que todo tu ser, espíritu, alma y cuerpo alaben al Señor en todo momento, tanto cuando estés despierto/a o dormido/a, porque si bien tu cuerpo duerme, pero tu alma y tu espíritu siguen en actividad. Haciendo esto, vas a traer el cielo a la tierra, entonces toda religiosidad, tradición y toda clase de ataduras se rompen e irrumpe el cielo a tu tierra primeramente, luego a los demás.
Declara como David en el Salmo 108: Te alabaré con todo mi corazón; delante de los dioses te cantaré salmos. Me postraré hacia tu santo templo, y alabaré tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad; Porque has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas. El día que clamé, me respondiste; Me fortaleciste con vigor en mi alma. Te alabarán, oh Jehová, todos los reyes de la tierra, Porque han oído los dichos de tu boca. Y cantarán de los caminos de Jehová, Porque la gloria de Jehová es grande. Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos. Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás; contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, y me salvará tu diestra. Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; no desampares la obra de tus manos. (Salmo 108: 1-6, 12-13). Haz de tu vida un estilo de adoración, así harás huir a los demonios, te fortalecerás en Dios y vivirás en victoria.

viernes, 9 de abril de 2010

¡QUÉ BOCOTA!

¡QUÉ BOCOTA!
“La muerte y la vida están en poder de la lengua; cual sea el uso que de ella hagas, tal será el fruto.”
(Proverbios 18: 21 N-C)
Hay poder en tus palabras, poder de vida o de muerte; por medio de tus palabras puedes atraer el cielo o el infierno a tu vida y también a quienes reciban tus dichos. Nuestras palabras recorren el espacio y el tiempo una vez que son soltadas, y como todo lo que sembramos vamos a cosechar, entonces vamos a recibir el fruto de nuestra siembra tarde o temprano. No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. (Gálatas 6: 7 NVI). ¿Qué es lo que sale de nuestra boca? De nuestra boca sale lo que creemos para bien o para mal. Lo que creemos está en nuestro corazón y cuando algo creemos en nuestro corazón, entonces se produce la fe que expresada en palabra va a producir algo. Nuestras palabras revelan lo que hay dentro de nuestro corazón (ser interior) “El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca.” (Lucas 6: 45). ¿Qué hay en nuestro corazón? Es importante que revisemos qué llevamos dentro de nosotros. “El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos.” (Proverbios 17: 9 NVI). Si somos capaces de perdonar las ofensas hechas en nuestra contra, estaremos cultivando el amor y entonces vamos a cosechar amor, pero si constantemente recordamos la ofensa vamos a ser causa de división entre amigos y en esa división puede que nos quedemos sin amigos. Cuánta gente vive en soledad por no olvidar el agravio. El olvido empieza con el perdón, no que estos sean sinónimos, sino que al perdonar al ofensor nos liberamos del peso de la ofensa y poco a poco vamos a olvidar lo sucedido y si alguna vez vuelve a la memoria, no hará ningún efecto negativo en nosotras/os.

“Hay quienes hablan como dando estocadas de espada; mas la lengua de los sabios es medicina.” (Proverbios 12: 18). ¿Cómo salen las palabras de tu boca? Si eres sabio, tus palabras van a ser medicina al alma y también al cuerpo, pero si usas la ironía al hablar con palabras que son como estocadas de espada que duelen más que los golpes físicos que pasado un tiempo se curan y se olvida el dolor; pero las palabras hirientes permanecen en un lugar de la memoria y cada vez que se las recuerda retumban en los oídos y se vuelve a vivir el momento, pero amplificado, de tal forma que la persona no sólo recuerda la mordacidad de las palabras, sino que las revive con mayor intensidad como si se las estaría diciendo en el tiempo presente. Es importante que cuidemos nuestra forma de hablar, no sólo porque ellas revelan lo que hay en nuestro corazón, sino que podemos estar dando muerte a algo en la persona a quien las lanzamos; podemos matar sus sentimientos o emociones, su entusiasmo, su sensibilidad, su afecto, su credibilidad, su habilidad, etc. Panal de miel son las palabras amables: endulzan la vida y dan salud al cuerpo.” (Proverbios 16: 24 NVI). Cuán importante es poner atención a la Palabra de Dios, cuánto mal evitaríamos a los seres humanos, cuánto daño mermaríamos al alma de nuestros amados. Los niños aceptan cada palabra que decimos como si fuera verdad y no sólo ellos, también nosotros los adultos, es que hemos sido creados para recibir lo verdadero; nuestro diseño no se conforma con lo falso y lo perverso, esas cosas no hallan cabida en nuestro diseño original. Cuando se introdujo el pecado en el ser humano, recién lo falso y perverso fue impuesto en el alma. La Biblia dice que “el amor todo lo cree” (1ª Corintios 13: 7). Ese amor puro y perfecto, ese amor que está en el alma de un niño, todo lo cree porque todavía sus sentimientos no están falseados (adulterados). Jesús dijo que debemos ser como niños para entrar en el Reino de Dios, debemos tener sentimientos puros, amor perfecto donde no hay cabida para la malicia, entonces nuestras palabras serán medicina al oyente.

“La lengua que brinda consuelo es árbol de vida; la lengua insidiosa (con mala intención) deprime el espíritu." (Proverbios 15: 4 NVI). Si nuestras palabras brindan consuelo vamos a ser como el árbol de vida del huerto del Edén porque sus hojas sirven para sanidad, pero si hablamos mal intencionadamente vamos a ser como la lengua venenosa de la serpiente que engañó a Eva. Escucha bien lo que te dice el Señor: "La palabra está muy cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón, para que la obedezcas. Hoy te doy a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal….Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes.” (Deuteronomio 30: 11-15, 19 NVI). Las palabras que estás leyendo ya han entrado a tu corazón, ya forman parte de ti, ahora tú decides escucharlas y hacerlas o rechazarlas, nadie puede tomar la decisión por ti, porque sólo tú decides pensar lo que quieras, puedes pensar vida y hablar vida o puedes pensar muerte y hablar muerte; pero yo te digo, lo que Dios te dice: Elige la vida por tu bien y el de tus descendientes. Habla palabras de vida, habla palabras de bendición. Habla lo que Dios quiere para ti y para los demás, porque Dios siempre tiene palabras de bien para todos.

domingo, 4 de abril de 2010

HABLEMOS DE PROSPERIDAD

HABLEMOS DE PROSPERIDAD
"Solamente esfuérzate, y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella ni a derecha ni a izquierda, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendieres. Este libro de la ley nunca se apartará de tu boca, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien." (Josué 1: 7- 8 RVG-R)
Dios le dio a Josué la clave para el éxito. La misión que estaba emprendiendo no era sencilla porque él y el pueblo de Dios estaban entrando en un territorio ocupado por gente guerrera, pero el pueblo de Israel no sabía nada de guerra, lo único que hicieron durante cuarenta años fue recoger maná cada día; sin embargo tenían que poseer su herencia, herencia que Dios les dio, aunque el camino no estaba expedito, ellos lo sabían muy bien. Su líder Josué tenía la clave para que la tarea fuera exitosa, si él cumplía con lo que Dios le dijo, entonces tendría la victoria, pero si no, sería derrotado; no había cómo equivocarse. Es sus manos estaba no sólo un pueblo, sino una Promesa de Redención y Restitución para las generaciones siguientes, por tanto él debía mantenerse obediente a la Palabra dada por Dios. Mi querido amigo y mi querida amiga, en tus manos también está un pueblo y una promesa de redención y restitución para tus descendientes y lo que debes hacer es lo mismo que Josué hizo, obedecer sin apartarte ni a derecha, ni a izquierda de lo ordenado por Dios.

Al final de sus días, Josué da su último discurso amonestando al pueblo que permanezcan fieles a Dios y a Su Palabra no rindiendo culto a imágenes, ni siguiendo las prácticas de esos pueblos a los cuales ellos tenían que eliminar, y casi al concluir su discurso, él deja bien clara su postura diciendo: “Pero si a ustedes les parece mal servir al Señor, elijan ustedes mismos a quiénes van a servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor.” (Josué 24: 15 NVI). El líder y sacerdote del pueblo de Israel había guiado a la nación hasta la tierra que Dios les dio, ahora ellos debían decidir a quién seguir, pero Josué cumpliría su misión de guiar a su familia por los caminos de Dios. Si eres sacerdote y cabeza de tu hogar enseña a tus hijos y nietos a servir a Dios. Que vean en ti un ejemplo de amor al Señor, que te recuerden leyendo la Palabra de Dios, orando e intercediendo en clamor por los tuyos. Que vean que tu prioridad es Cristo y que sigan tu ejemplo de amor y devoción al Señor. Dios te dice lo mismo que le dijo a Josué: "Sé fuerte y valiente, porque tú harás que este pueblo herede la tierra que les prometí a sus antepasados." Tú, cabeza de tu hogar, harás que tus generaciones hereden las promesas y tengan éxito. Tú debes pelear gran parte de las batallas y allanar el camino para que ellos lleguen más lejos de lo que tú llegaste. Josué no llegó a conquistar la fortaleza de Sión, pero avanzó un buen trecho y allanó el camino para que cuatrocientos años después, David, el varón conforme al corazón de Dios, tomara esa fortaleza y conquistara ese lugar para Dios.

La mayor prosperidad es tomar posesión de lo que Cristo ya ganó para nosotros por Su victoria en la cruz donde derrotó al diablo. Si nos mantenemos atentos a la Palabra de Dios y no nos dejamos envolver por entretenimientos que son “pasatiempos” que adormecen nuestros sentidos espirituales, vamos a poseer nuestra herencia la cual pasaremos a nuestras generaciones siguientes hasta que, juntamente con ellos extendamos el Reino de Dios hasta los confines de la tierra, derrotando a las huestes enemigas y rescatando las almas cautivas por el diablo. Dios te dice: “Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas." (Josué 1: 9 NVI). ¿Acaso no son las mismas palabras que leemos en Mateo 28: 18 al 20? “Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: -Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.” La orden ya está dada - vayan y hagan discípulos de todas las naciones - la promesa está establecida - Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo -. El que ahora tiene toda la autoridad nos ha delegado esta comisión para reconquistar el mundo para Cristo, para enseñarles a vivir en el Reino de Dios en obediencia a Su Palabra. El Reino de Dios no es religión, es un nuevo sistema de gobierno cuyo único Rey es Cristo y a Quien nos debemos porque Él nos compró con Su preciosa sangre sacándonos de las tinieblas y trasladándonos a Su luz admirable, a Su Reino.

Prosperidad es, buscar primeramente el Reino de Dios y Su justicia porque de las demás cosas se encargará Él. Si nuestra prioridad es Cristo, todos nuestros asuntos estarán en Sus manos, porque Él tiene todos los recursos para darnos. Todo lo que es de Su Reino está a nuestra disposición, solamente nos pide que seamos obedientes a Su Palabra, que indaguemos en Ella para conocerle más y más y que busquemos con ahínco ser cada día más como Cristo, que mengüe nuestro “YO”, para que Cristo sea visible en nosotroas/os.