martes, 14 de diciembre de 2010



REVELACIÓN Y FE
"El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y también yo lo amaré y me manifestaré a él."(
Juan 14: 21 CAB)
Conocer lo que Dios quiere, pero no obedecer lo que nos pide, es una falta de amor a Dios, en otras palabras es rebeldía, es querer hacer aquello que a nosotros nos parece bueno, aunque a Dios, no. Para amar a Dios necesitamos tener una revelación de quién es Él y entonces la fe nace en nuestro corazón y brota el amor hacia el Todopoderoso. Ese amor que nace de la revelación de quien es Dios, hace que en nosotros se genere la fe para amar a Dios y reconocerlo como nuestro Señor, a quien le debemos todo; entonces ya no lo vamos a buscar solamente para que Él satisfaga nuestros deseos o inclusive nuestros caprichos, sino que lo buscaremos para rendirle adoración y estar en Su presencia admirando Su Grandeza y Esplendor. La esencia de Dios es amor, Él es Amor. Como seres humanos hemos sido creados para amar a Dios y a nuestros semejantes. Intrínsicamente llevamos la capacidad para amar, aunque esto ha sido distorsionado por el pecado que obnubiló esta virtud introduciendo el odio en los corazones de las personas.

Nuestra esencia es la misma de Dios, porque fuimos creados a Su imagen y semejanza y en Su esencia sólo existe amor. Veamos las características del amor: "El amor es paciente, el amor es benigno; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es grosero, ni busca su interés; no se irrita ni lleva cuenta del mal; no se alegra de la injusticia, sino que se goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca pasa." (1ª Corintios 13: 4-8ª CAB). El amor es el fruto del Espíritu de Dios que es sembrado en nuestro espíritu cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas." (Gálatas 5: 22,23 BAD) El amor de Dios en nuestras vidas produce alegría o gozo perpetuo a pesar que haya circunstancias adversas, porque ya no estamos gobernados por las circunstancias, sino por el Espíritu de Dios. También produce paz, inclusive en medio de la guerra que pueda levantarse contra nosotros. La paciencia es regida por el fruto del Espíritu de Dios, porque sólo el amor nos da la capacidad de ser pacientes. La amabilidad y la bondad son también productos del amor. La fidelidad sólo se consigue por amor. La humildad es una de las características del amor, porque el amor sabe que depende de Dios para todo, no hay cabida para el orgullo e independencia de Dios. El amor sabe tener dominio propio, controla con amor los impulsos del alma.

El amor no es un sentimiento, porque no nace en el alma, está en el espíritu; es inherente al Espíritu de Dios y también a nuestro espíritu regenerado, de tal forma que cuando queremos arrancar el amor y colocar algo contrario, nuestro ser se resiente en tal forma que no sólo nuestro espíritu se opaca, sino también nuestra alma y hasta nuestro cuerpo, que reacciona con algunas enfermedades características de sentimientos negativos. “En el amor no hay temor. El amor perfecto echa fuera el temor, pues hay temor donde hay castigo. Quien teme no conoce el amor perfecto.” (1ª Juan 4: 18 BL95) El temor es un sentimiento negativo, pero Jesucristo en nosotros, que es el perfecto amor, echa fuera todo temor.

"Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.” (Juan 13: 34,35). Dios nos dio un nuevo mandamiento que es la base para cumplir los demás y es que nos amemos unos a otros. El amor no admite rencor, ni desconfianza, etc., sencillamente ama. (1ª Corintios 13). El amar a los demás es un mandamiento, no un sentimiento. El amor eleva, transforma, da vida y da su vida también. ¿Acaso no has pasado noches de desvelo orando por otras personas? Ahí estás dando parte de tu vida. “Ámense unos a otros”, porque “el que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar. Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en ella vive, y no sabe a dónde va porque la oscuridad no lo deja ver.” (1ª Juan 2: 10,11). El que ama es transparente, nunca dirá o hará nada indebido a espaldas de la persona. Estamos teniendo revelación de esto, y pidamos que Dios nos dé más revelación al respecto. Cuánto necesitamos aprender a amar, estamos en el proceso. Oh Señor acelera este proceso, porque cuanto más amemos al prójimo, más también te estaremos amando a Ti.
Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un asesino, y sabéis que en ningún asesino permanece la vida eterna. En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos. Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad.” (1ª Juan 3: 14 – 18 BAD)

martes, 16 de noviembre de 2010

CRISTIANO ¿TODAVÍA PIENSAS?

CRISTIANO ¿TODAVÍA PIENSAS?

Si te digo que yo ya no pienso, ¿me creerías? Yo sé que resulta difícil creerlo, pero he decidido no pensar mis propios pensamientos, claro que alguna vez se me escapa uno que otro pensamiento mío, pero me acuerdo de Romanos 8: 6 y 7 que dice: “La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo.” Si me aferro a pensar mis propios pensamientos dejándome guiar por ellos, no estoy yendo por vía segura, pero si me dejo guiar por el Espíritu de Dios, entonces voy a pensar los pensamientos de Dios, porque “la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz”; ahora bien ¿cómo podemos lograr esto? En primer lugar, tenemos que nacer de nuevo, nacer del Espíritu recibiendo a Jesucristo como Señor y Salvador de nuestras vidas, reconociendo que somos pecadores y que sólo Su sacrificio en la cruz del Calvario nos da la salvación, porque Su sangre derramada nos limpia de todo pecado.

Al recibir a Jesucristo, estamos aceptando Su Sacrificio como el único remedio para nuestro irremediable mal, llamado pecado y nos sometemos a Su Señorío entregándole todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo, de tal modo que ya no tendríamos que pensar por cuenta propia, sino que, “ llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.” (2ª Corintios 10: 5b NVI). El apóstol Pablo en Romanos 12: 1 y 2 nos dice: “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.” Pablo nos dice que ofrezcamos nuestro cuerpo en sacrificio, no sólo nuestro cuerpo físico, sino también incluye nuestra mente, porque no es fácil dejar de pensar nuestros propios pensamientos, porque amamos lo que pensamos, es por eso que lo pensamos, de lo contrario haríamos cualquier cosa por sacarlo de nuestra mente. Es en adoración espiritual que ofrecemos nuestro cuerpo como sacrificio vivo agradable a Dios, de otra forma sería un remedo espiritual.

No tenemos que pensar como piensa el mundo actual. Este sistema está dirigido por el príncipe de este mundo, (así lo llamó Jesús en Juan 14 : 30), que está simbolizado (el sistema) por el árbol de la ciencia del bien y del mal en el huerto del Edén, que es un conocimiento contaminado e independiente de Dios; por eso vemos que a pesar que la ciencia con todo su “buen conocimiento” avanza vertiginosamente, el mal también se acelera más y más; y así como se descubren nuevos conocimientos para el bien, también hay nuevos conocimientos para el mal, como armamentos, drogas que dañan la salud mental y física de las personas, entretenimientos nocivos que inducen la mente a los más crueles crímenes, y eso están viendo muchos niños, inclusive hijos de cristianos, ¿por qué? Porque sus padres se deleitan en escenas de crímenes, vampiros, zombis, etc.

Porque, ¿quién es el hombre que conoce lo que hay en el interior del hombre sino el espíritu del hombre que está en él? Así también, nadie conoce lo que está en Dios sino el espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el espíritu que proviene de Dios, para que conozcamos los dones que nos fueron dados por Dios. De éstos también hablamos, con palabras enseñadas no por sabiduría humana, sino con la enseñanza del espíritu. Y los espirituales comparamos las cosas espirituales, porque el hombre que está en el alma no acepta las cosas espirituales porque le son locura, pues no es capaz de comprenderlas, porque han de discernirse por medio del espíritu. En cambio, el que es espiritual lo juzga todo, pero él no es juzgado por nadie, porque, ¿QUIÉN HA CONOCIDO LA MENTE DE YAHWEH PARA QUE LO INSTRUYA? Pero nosotros tenemos la manera de pensar del Cristo. (1ª Corintios 2: 11 -16 SyEspañol)

Nuestro espíritu sabe lo que llevamos oculto en nuestra mente inconsciente y sale a nuestro consciente a través de nuestros pensamientos, es por eso que pensamos lo que pensamos. ¿Cómo alimentamos nuestros pensamientos? Por lo que vemos y oímos. En el Edén, Eva oyó lo que dijo la serpiente: “Pero la serpiente le dijo a la mujer: ¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.” (Génesis 3: 4,5 NVI) También vio el fruto con avidez, con codicia, y todo su ser le decía: come, come, lo necesitas. “La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él comió.” (Génesis 3: 6 NVI).

Si queremos pensar los pensamientos de Cristo, necesitamos “codiciar” Sus pensamientos, para ello, debemos saturarnos de todo lo que es Cristo y qué mejor hacerlo mediante la fuente original, SU PALABRA, la Biblia. Empapémonos de Cristo y de Su Espíritu y dejémonos guiar por Él; para eso es necesario morir, morir a nuestra forma de pensar, a nuestros apetitos carnales como: el juzgar a las personas, criticar; el querer sobresalir frente a los demás, la vanagloria; y toda obra de la carne mencionada en Gálatas 5: 19-21, 16, 24 “Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. … Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa… Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos.”

jueves, 11 de noviembre de 2010

LLEGARÁS A LA OTRA ORILLA

LLEGARÁS A LA OTRA ORILLA
“Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.” (Romanos 8: 28 NVI)

Cómo ha amanecido tu día, ¿soleado o nublado? Quizá has tenido una mala noticia y lo que pensabas que ya se estaba solucionando, de pronto se trunca, entonces tiendes a preguntar: - ¿Por qué Dios, qué ha pasado? Sin embargo, el Señor Jesús te dice que todas las cosas Él las dispone para tu bien porque Él tiene el control de todo, así que descansa en Dios dándole gloria y alabanza, porque Él siempre tiene lo mejor para tu vida.

“Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias.” (Filipenses 4: 4-6) ¿Dónde se encontraba Pablo cuando escribió esta carta a los filipenses? Nada menos que en la cárcel, sin embargo su actitud era de consuelo para los que estaban libres físicamente. Por eso, no importa cuál sea tu situación, alégrate en el Señor, confía en Él y Él actuará a tu favor. No olvides que cuando tú dedicas el tiempo para el Señor involucrándote en Sus negocios, Él se encargará de los tuyos. “Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará.” (Salmo 37: 4, 5 NVI).

“Bendeciré al Señor en todo tiempo; mis labios siempre lo alabarán.” (Salmo 34: 1 NVI) En todo tiempo y a pesar de las circunstancias el salmista alababa al Señor y su vida no era color de rosa, tenía enemigos tanto dentro como fuera de su casa, sin embargo su actitud era de un triunfador, no se lamentaba de la situación, sino que daba gracias a Dios. Cuando confiamos en el Señor, nuestra actitud no es de fracaso, sino de triunfo porque en Cristo somos más que vencedores. “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.” (Romanos 8: 35 -39 NVI).

“Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.”
(Juan 16: 33 NVI) Esta es una de las promesas más maravillosas que el Señor nos da, efectivamente no nos está diciendo que todo va a ser hermoso en nuestro caminar con Cristo, porque ni siquiera Él mismo caminó sobre pétalos de rosa, pero como siempre, no nos deja con la incógnita: - Y ahora, qué vamos a hacer -. Sino que nos da la solución: “Anímense. Yo he vencido al mundo”. Es en Su victoria que tenemos la victoria. Si estamos EN Cristo, por supuesto que hay victoria, pero no bajo la "ley del mínimo esfuerzo", sino que tendremos aflicción; nuestro enemigo se encargará de hacernos difícil nuestra estadía aquí en la tierra, pero cuanto mayor sea su esfuerzo por atormentarnos, ya sea a través de nuestra propia carne, del mundo o de sus demonios, mayor debe ser nuestra confianza en el Señor Jesucristo, en Su victoria, en lo que logró por nosotros en la cruz del Calvario. En Cristo, sólo en Él tenemos la victoria, así que no miremos las adversas circunstancias, pues son pasajeras, así como vienen, se van. Miremos a Cristo y confiemos en Él, ya que todo lo que nos está pasando ahora, que nos parece malo, Él lo cambiará para bien. La tormenta que casi anegaba el barco donde iba Jesús con sus discípulos, no fue un obstáculo para que llegaran a la otra orilla, sino una ocasión para que Él sea glorificado. Jesús calmó la tormenta y también al atormentado gadareno que estaba en la otra orilla. (Lee Marcos 4: 36- 41 y 5: 1-17)

Nada va a poder detener tu marcha hacia el propósito de Dios si te aferras a Cristo. Llegarás a la otra orilla, porque la tempestad tiene que doblegarse ante el nombre de Jesucristo y tendrás la victoria, aun frente a los más violentos demonios. “Es cierto que ustedes viven en obediencia, lo que es bien conocido de todos y me alegra mucho; pero quiero que sean sagaces para el bien e inocentes para el mal. Muy pronto el Dios de paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes. Que la gracia de nuestro Señor Jesús sea con ustedes.” (Romanos 16: 19-20 NVI)

miércoles, 3 de noviembre de 2010

¿POR QUÉ DEBO ESTUDIAR LA BIBLIA?



¿POR QUÉ DEBO ESTUDIAR LA BIBLIA?


Porque…

  • "Toda la Escritura es un mensaje enviado por Dios, y es útil para enseñar, reprender, corregir y mostrar a la gente cómo vivir de la manera que Dios manda. Con las Escrituras, un siervo de Dios estará listo y completamente capacitado para toda buena obra. "(2ª Timoteo 3: 16, 17 PDT)
  • "Podemos confiar por completo en lo que dijeron los profetas y está muy bien que ustedes sigan cuidadosamente sus palabras. Sus profecías son como una lámpara que alumbra en la oscuridad hasta que llegue el amanecer en el que Cristo, como la estrella de la mañana, les traerá nueva luz al corazón. Sobre todo, deben entender que ninguna profecía de las Escrituras fue interpretada según la voluntad de los profetas. Ninguna profecía fue dicha por el impulso de algún hombre. Todo lo contrario, los profetas hablaron de parte de Dios, guiados por el Espíritu Santo." (2ª Pedro 1: 19, 20, 21 PDT)
  • "Ustedes estudian las Escrituras con mucho cuidado porque piensan que las Escrituras les darán vida eterna. Pues esas mismas Escrituras son las que hablan de mí." (Juan 5: 39 PDT)
  • "… Las Escrituras siempre dicen la verdad." (Juan 10: 35b PDT)
  • "Todo lo que se escribió en el pasado fue para dejarnos una enseñanza y para que tengamos esperanza. La esperanza viene por la paciencia y el ánimo que nos dan las Escrituras." (Romanos 15: 4 PDT)
  • "Las Escrituras decían lo que pasaría en el futuro: Dios aprobaría a los que no son judíos por causa de su fe y le dio a Abraham esta buena noticia: "Todas las naciones serán bendecidas por medio de ti". (Gálatas 3: 8 PDT)
  • “Toda palabra de Dios es digna de crédito; Dios protege a los que en él buscan refugio.” (Proverbios 30: 5)
  • " El cielo y la tierra no durarán para siempre, pero mis palabras sí." (Lucas 21: 33 PDT)

    La Escritura o Biblia es la Palabra de Dios, a través de Ella podemos conocer a Dios si nos acercamos a Él sabiendo que existe y que premia a los que lo buscan. (Lee Hebreos 11: 6). Para poder entender la Biblia, debemos leerla pidiendo a Dios que Su Espíritu nos dé entendimiento. El apóstol Pablo oraba a Dios con respecto a nosotros, de la siguiente manera:
    "Ruego que Dios, el Padre glorioso de nuestro Señor Jesucristo, les dé el Espíritu, fuente de sabiduría, para que entiendan los secretos de Dios y lleguen a conocerlo verdaderamente. Pido que Dios los ilumine con entendimiento para que vean su verdad y sepan lo que tiene preparado para sus escogidos. Entonces podrán participar de las ricas y abundantes bendiciones que él ha prometido a su pueblo santo. Verán también lo grande que es el poder que Dios da a los que creen en él. Es el mismo gran poder con el que Dios resucitó a Cristo de entre los muertos y le dio el derecho de sentarse a su lado en el cielo. Dios ha puesto a Cristo por encima de cualquier autoridad, poder, gobierno o dominio, tanto de este mundo como del que está por venir. Dios puso todo bajo el mando de Cristo y lo escogió como máxima autoridad de todo para bien de la iglesia. Cristo llena todo con su presencia, y en la iglesia se muestra todo lo que él es." (Efesios 1: 17 – 23 PDT).
    Cada hijo/a de Dios debe apropiarse de esta oración y pedir que Dios le conceda lo que hemos leído, porque esta oración ha sido inspirada por Dios y eso muestra que Su voluntad es darnos lo que ahí dice. "Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye.Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido." ( 1ª Juan 5: 14, 15) Podemos orar así:
    Ruego que Dios, el Padre glorioso de nuestro Señor Jesucristo, me dé el Espíritu, fuente de sabiduría, para que yo entienda los secretos de Dios y llegue a conocerlo verdaderamente. Pido que Dios me ilumine con entendimiento para que yo vea su verdad y sepa lo que tiene preparado para mí, su escogido/a. Entonces podré participar de las ricas y abundantes bendiciones que él ha prometido a su pueblo santo. Veré también lo grande que es el poder que Dios da a los que creen en él. Es el mismo gran poder con el que Dios resucitó a Cristo de entre los muertos y le dio el derecho de sentarse a su lado en el cielo. Dios ha puesto a Cristo por encima de cualquier autoridad, poder, gobierno o dominio, tanto de este mundo como del que está por venir. Dios puso todo bajo el mando de Cristo y lo escogió como máxima autoridad de todo para bien de la iglesia. Cristo llena todo con su presencia, y en la iglesia se muestra todo lo que él es.
    Cada día debemos pedirle a Dios en el Nombre de Jesucristo, que nos dé más de Su Espíritu, así que no dudes en hacer esta oración diariamente, pero no como una mera repetición, sino con un anhelo ferviente de recibir lo que pides. “Si ustedes permanecen en mí y son fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará. (Juan 15: 7 PDT).

    El alimento diario de los hijos de Dios es Su Palabra. “Pero Jesús le respondió: -En las Escrituras dice: 'No sólo de pan vive el hombre; sino de toda palabra que Dios dice'.Alimentarnos de la Palabra de Dios, es alimentarnos de Dios mismo, de Jesucristo, porque Él es la Palabra hecha carne. (Lee Juan 1: 1, 2, 3, 4, 10, 14). Así como alimentas tu cuerpo físico todos los días, de la misma forma tienes que alimentar tu espíritu todos los días. "El Padre que me envió vive, y yo vivo debido a él. Así mismo el que se alimenta de mí, vivirá debido a mí… No es el cuerpo el que le da vida a uno, sino el espíritu. Las palabras que les he dicho son espíritu y por lo tanto dan vida.” (San Juan 6: 57, 63 PDT)

viernes, 29 de octubre de 2010

FIESTA DE HALLOWEEN



FIESTA DE HALLOWEEN
¿Qué se celebra en esta fiesta de halloween? Basta ver los disfraces y toda clase de alimañas que se muestran en los escaparates y vitrinas de muchas tiendas y supermercados y en las ventas callejeras. La respuesta está a la vista de todos. Enlazada con esta fiesta que ensalza a Satanás está el “día de los muertos o difuntos”. ¿Será mera coincidencia? Muchos cristianos, si bien, no participan de halloween, están participando de la celebración de los difuntos, ya sea por costumbre o tradición, sin embargo, la Palabra de Dios nos advierte al respecto: “No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas…” (Deuteronomio 18:10-12)

Brujas y adivinos, como agoreros o sortílegos tienen estrecha relación en su acepción y también tienen estrecha relación con pactos satánicos. En la fiesta de halloween entre los principales personajes está la “inocente brujita”. ¿Por qué los cristianos no debemos participar en la fiesta de halloween y la celebración del día de difuntos? “Examinen qué es lo que agrada al Señor, y no participen en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien, desenmascárenlas” (repróchenlas).” (Efesios 5: 10, 11 NBLH). Al participar de las fiestas paganas, así sean denominadas cristianas, pero que la Palabra de Dios las reprueba, estamos formando parte de este embrollo satánico. No olvidemos que los hijos de Dios estamos en guerra contra las huestes satánicas y debemos mantenernos sobrios y despiertos para no dejarnos envolver con todo este cúmulo de distracciones que el diablo nos pone en frente, para que desviemos nuestra mirada de Jesucristo.
¿Entonces no debemos visitar las tumbas de nuestros muertos? Claro que podemos hacerlo, pero en cualquier época del año, sin que esto signifique que vamos a llenarlos de rezos y creer que ellos vuelven a visitarnos. "... está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio..." (Hebreos 9: 27 MVI) "Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada ni esperan nada, pues su memoria cae en el olvido. Sus amores, odios y pasiones llegan a su fin, y nunca más vuelven a tener parte en nada de lo que se hace en esta vida." (Eclesiastés 9: 5, 6NVI)

Debemos estar vigilantes, porque el enemigo se ha lanzado furioso a esta tierra y contra los hijos de Dios “¡Ay de la tierra y del mar!, porque el diablo ha descendido a ustedes con gran furor, sabiendo que tiene poco tiempo." (Apocalipsis 12: 12 NBLH). Sin embargo, Dios nos da la clave para la victoria antes de dar la advertencia que hemos leído y la encontramos justamente en el versículo anterior. “Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio; no valoraron tanto su vida como para evitar la muerte.” (Apocalipsis 12: 11 NVI). La Sangre de Cristo, que es luz, vence a Satanás por siempre y el testimonio que debe salir de nuestra boca, es justamente esta victoria. Podemos decir con fe y certeza:La sangre de Cristo tiene poder. La sangre de Cristo me limpia, perdona justifica, santifica, me da paz con Dios y acceso a Su Presencia; por tanto no tengo temor ni a la misma muerte, porque la Vida de Dios, que es Su Sangre está en mí”

“Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.”
(2Corintios 11:14) Satanás se disfraza porque él quiere engañar; sin embargo los hijos de Dios nos vestimos de luz para manifestar a Jesucristo. “La noche está muy avanzada, y el día está cerca. Por tanto, desechemos las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz. Andemos decentemente, como de día, no en orgías y borracheras, no en promiscuidad sexual y lujurias, no en pleitos y envidias; antes bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no penséis en proveer para las lujurias de la carne.” (Romanos 13: 12-14 LBLA). Los hijos de Dios no nos ocultamos tras un disfraz, pero los incautos lo hacen, sin saber que están imitando al engañador y siguiendo sus mentiras y falsedades.

“Por tanto, no seáis partícipes con ellos; porque antes erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de la luz (porque el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad), examinando qué es lo que agrada al Señor. Y no participéis en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien, desenmascaradlas; porque es vergonzoso aun hablar de las cosas que ellos hacen en secreto. Pero todas las cosas se hacen visibles cuando son expuestas por la luz, pues todo lo que se hace visible es luz. Por esta razón dice: Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo. Por tanto, tened cuidado cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Así pues, no seáis necios, sino entended cuál es la voluntad del Señor.” (Efesios 5: 7-17 LBLA. Mantengámonos en guardia y andemos siempre en la luz de Dios, estudiando Su Palabra para no ser confundidos. Busquemos más Su Presencia y dejemos los entretenimientos que nos restan tiempo con Cristo. Aprovechemos bien el tiempo, aun más en este tiempo, porque estamos viendo que los días son muy malos. Que Dios nos dé entendimiento y sabiduría para permanecer en Su luz y verdad.

lunes, 25 de octubre de 2010

RECONCÍLIATE CON TU HERMANO

RECONCÍLIATE CON TU HERMANO
"Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: "No matarás", y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo." (Mateo 5: 20-26 BPD)
Nuestra justicia tiene que ser mayor que la de los escribas y fariseos, tiene que ser de hechos y en verdad. Nadie está libre de haber dicho alguna palabra o haber actuado en forma tal que ha dañado la vulnerabilidad de un hermano/a y éste/a se siente herido, y la relación entre ambos ya no es la misma; si tú eres consciente de este hecho, aunque estés seguro que no has querido ofender al hermano, pero sin embargo hay una queja contra ti, entonces, apresúrate a corregir el mal entendido, para que no se agrave la ofensa, porque recuerda: el ofendido va a ir ante el juez a exponer su causa y tú vas a estar en entredichos, hay una duda respecto a tu forma de comportarte.

Si te acercas ante el Señor de señores en adoración y levantas tus brazos como para alcanzarlo, pero tienes una deuda pendiente, porque tu hermano tiene una queja contra ti, detente ahí mismo y no digas: - Yo no tengo nada que ver con esto. Yo no le hice daño. Si se ofendió, ya es su problema y no mío-. Recuerda que esa queja legítima o no, está llegando ante el Juez; por tanto: Apresúrate y arregla esta controversia con tu hermano. Deja tu ofrenda en el altar del sacrificio. Deja tu “ego” y soberbia y humíllate ante Dios y corre pronto a encontrar a tu hermano para pedirle perdón por el mal entendido y enmienda la falta, recordando que Jesucristo asumió nuestros pecados como suyos sin haberlos cometido. No trates de justificarte ante el hermano, asume la falta; recuerda que tu ego y soberbia quedaron en el altar consumiéndose. Si tú eres espiritual, la humillación no te hace mella, no te quita nada; más bien, si por tu humillación, salvas a tu hermano y a ti mismo, esto tiene valor eterno.

Dirigiéndose a todos, (esto me incluye a mí y te incluye a ti) declaró: -Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará. (Lucas 9: 23, 24 NVI). Negación y renuncia de nuestro “YO” no es tarea fácil y más aún en esta época donde se habla mucho de “nuestros derechos”. La vida cristiana es una vida de renuncia, pues ya no somos nosotros los que vivimos, porque le hemos entregado nuestra vida a quien nos compró con Su Sangre, Jesucristo, nuestro Señor. Si no lo sabías, seguir a Cristo significa renuncia. ¿Tiene algún hermano/a alguna queja contra ti? Quizá no le gustó tu forma de hablarle o de actuar, ¿qué debes hacer? Arregla pronto, muy pronto esta situación, para que la herida en el hermano ofendido no empiece a supurar y muchos sean salpicados. Las ofensas que hacemos al hermano sin darnos cuenta, son como balas perdidas que llegan a alguien y lo dañan o hasta pueden matarlo. Nadie sabe de dónde vino la bala, sólo tú y el Juez del Universo; y cuando el perjudicado acude a Él (Juez), tú te verás en problemas.

Si después de haber dicho o hecho algo que ofendió al hermano/a, te das cuenta de ello, arréglalo inmediatamente, que no pase más tiempo. Humíllate, renuncia a tu defensa y asume la culpa. Ve y dile a tu hermano/a:-Perdóname por mis palabras o actitud. Arreglemos ahora esta situación, dime cómo puedo enmendar mi falta-. Si actúas así, habrás salvado a tu hermano de su herida y a ti mismo de ir a juicio. Debes actuar conforme al mandato de Dios y no conforme a lo que piensas que son tus derechos; porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará. Ahora tus derechos son de Cristo y sólo en Él debes actuar. Salva tu vida arreglando el malentendido, humíllate y Dios te exaltará en Su momento.

"Ustedes han oído que se dijo: 'OJO POR OJO Y DIENTE POR DIENTE.' "Pero Yo les digo: no resistan al que es malo; antes bien, a cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. "Al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa. "Y cualquiera que te obligue a ir un kilómetro, ve con él dos. "Al que te pida, dale; y al que desee pedirte prestado no le vuelvas la espalda. "Ustedes han oído que se dijo: 'AMARAS A TU PROJIMO y odiarás a tu enemigo.' "Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos; porque El hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos." (Mateo 5: 38-45 NBLH). El reino de los cielos es de aquellos que su justicia es mayor que la de los escribas y fariseos, es de aquellos que viven en la voluntad de Dios, que se dejan guiar por el Espíritu Santo viviendo en humildad de corazón, aun perdiendo su “ego” por salvar a otros. Las razones del espíritu no son compatibles con las razones del alma. Tu espíritu, guiado por el Espíritu de Dios, renuncia, da; tu alma exige sus derechos, pide para sí. “Digo, pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne.” (Gálatas 5: 16 NBHL) "Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu." (Gálatas 5: 24,25 NBHL) Nuestras pasiones y deseos están crucificadas con Cristo, pues si somos de Cristo, nuestra vida ya no nos pertenece, por tanto digamos como Pablo "Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." (Gálatas 2: 20 NBLH) Cristo renunció a todo por salvarnos a nosotros ¿acaso no podríamos renunciar un poquito a nuestro ego por salvar a otros, entre tanto nos salvamos también nosotros?

domingo, 24 de octubre de 2010

PORQUE TUYO ES EL REINO...

PORQUE TUYO ES EL REINO Y EL PODER Y LA GLORIA

"Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén." (Mateo 6: 13 LBLA)

La oración del “Padre Nuestro” que Jesús nos enseñó, concluye declarando que el Reino es del Señor y el poder y la gloria. Observa cómo empezó la oración: “Padre nuestro…” Si el Reino es de Papá, quiere decir que nosotros estamos inmersos en ese Reino, como ciudadanos del mismo. Y si el poder y la gloria también son de Papá, entonces nosotros también participamos de ese poder y de esa gloria, gracias a la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, que nos abrió el camino al Padre. No hay poder más grande que el poder de Jesucristo quien nos ha hecho partícipes de ese poder, pero sólo la gloria es para Él.

“Teníamos una deuda porque no cumplimos las leyes de Dios. La cuenta de cobro tenía todos los cargos contra nosotros, pero Dios nos perdonó la deuda y clavó la cuenta en la cruz. Dios venció a todos los poderes y fuerzas espirituales a través de la cruz, desarmándolos y obligándolos a desfilar derrotados ante el mundo.” (Colosenses 2: 14, 15 PDT) La autoridad que Jesús nos dio es superior al poder del diablo, porque Jesucristo es infinitamente más grande que el diablo con toda su pandilla de demonios. Jesús ya venció, y esto fue sabido en toda la creación, inclusive en el mismo infierno, porque Jesucristo bajó hasta allí para arrebatar las llaves del poder de la muerte y del infierno. “No tengas miedo. Yo soy el Primero y el Último, y el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del infierno. (Apocalipsis 1: 17b, 18)

“Entonces Jesús les dijo: -Vi a Satanás caer del cielo como un relámpago. Tengan la seguridad de que les he dado autoridad de aplastar escorpiones y serpientes, y autoridad sobre todo el poder del enemigo. Nada les hará daño.” (Lucas 10: 18, 19 PDT).

En Apocalipsis 5 vemos cómo en el cielo la adoración es para el Vencedor, Jesucristo, nuestro Señor.
En la mano derecha del que estaba sentado en el trono vi un rollo escrito por ambos lados y sellado con siete sellos. También vi a un ángel poderoso que proclamaba a gran voz: "¿Quién es digno de romper los sellos y de abrir el rollo?" Pero ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra, hubo nadie capaz de abrirlo ni de examinar su contenido. Y lloraba yo mucho porque no se había encontrado a nadie que fuera digno de abrir el rollo ni de examinar su contenido.
Uno de los ancianos me dijo: "¡Deja de llorar, que ya el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido! Él sí puede abrir el rollo y sus siete sellos." Entonces vi, en medio de los cuatro seres vivientes y del trono y los ancianos, a un Cordero que estaba de pie y parecía haber sido sacrificado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Se acercó y recibió el rollo de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Cuando lo tomó, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios. Y entonaban este nuevo cántico: "Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación. De ellos hiciste un reino; los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra." Luego miré, y oí la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. El número de ellos era millares de millares y millones de millones. Cantaban con todas sus fuerzas: "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" Y oí a cuanta criatura hay en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra y en el mar, a todos en la creación, que cantaban: "¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, sean la alabanza y la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos!" Los cuatro seres vivientes exclamaron: "¡Amén!", y los ancianos se postraron y adoraron. (Apocalipsis 5 NVI)

La adoración y la alabanza en el cielo es dada sólo a Jesucristo por los siglos de los siglos. Jesús nos enseñó en el Padre Nuestro cómo debemos glorificar al Único Dios, Él es Dios, nuestro único Dios.

Jesucristo es el único merecedor de toda gloria. Juan vio en visión cómo Jesucristo, el Cordero de Dios recibía toda la gloria por siempre.
“Cada uno de ellos tenía seis alas y estaba cubierto de ojos, por encima y por debajo de las alas. Y día y noche repetían sin cesar: «Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir.» Cada vez que estos seres vivientes daban gloria, honra y acción de gracias al que estaba sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postraban ante él y adoraban al que vive por los siglos de los siglos. Y rendían sus coronas delante del trono exclamando: «Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas.»
(Apocalipsis 4: 8-11)

Cada hijo de Dios debe acercarse a Él con alabanzas en sus labios, bendiciendo y adorando al Único que venció, a Jesucristo nuestro Señor; declarando que el reino le pertenece a Jesucristo, también el poder y la gloria por siempre. Entender esto es reconocer quién es Dios y quiénes somos nosotros frente a Él. ¿Por qué es que Dios ha hecho de nuestro cuerpo su Templo? Para que de allí brote la alabanza y adoración hacia Él. Así como en el Tabernáculo de David, la adoración hacia Dios retumbaba las 24 horas, de la misma manera, de nuestro tabernáculo debe retumbar la adoración hacia Dios las 24 horas, aun nuestros sueños, mientras dormimos, deben estar repletos de adoración.

¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, él mismo será destruido por Dios; porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo. (1ª Corintios 3: 16- 17 NVI)
¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios. (1ª Corintios 6: 19, 20 NVI)

“Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos, amén” Reconocer que el Reino pertenece a Jesucristo, es reconocer Su señorío sobre nosotros y Su poder para establecer Su reino sobre todo por siempre y para siempre; por tanto sólo Él es digno de alabanza, gloria y honra por la eternidad. Amén.

viernes, 15 de octubre de 2010

Y NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN


Y NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN
"Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” (Mateo 6: 13 LBLA)
“Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno” (Mateo 6: 13 NVI)

Cuando le pedimos a Dios que nos libre del maligno y que no permita que cedamos a la tentación, le estamos diciendo que como Él conoce nuestras debilidades, que coloque un cerco de protección alrededor de nuestra vida, para que el maligno no nos haga ceder a la tentación, porque el diablo también sabe cuáles son nuestras debilidades. Él va a buscar las áreas vulnerables de nuestro ser para hacernos caer; sin embargo, aun en aquellas áreas que pensamos que estamos fuertes, debemos pedir la protección de Dios, porque el diablo y sus secuaces nos están observando día y noche sin descanso para ver por dónde pueden ingresar; y si es que tenemos algo de donde ellos puedan agarrarse, entonces lo van a usar para destruirnos. “Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga. No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla”. (1ª Corintios 10: 12, 13 NBLH)

Mantengámonos siempre en guardia porque el diablo está al acecho, buscando el momento propicio para atacarnos. “Practicad el dominio propio y manteneos alerta. Vuestro enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidlo, manteniéndoos firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos en todo el mundo están soportando la misma clase de sufrimientos.” (1ª Pedro 5: 8, 9 BAD). Para hacerle frente al diablo, debemos estar firmes en la fe de Dios, no dudando en absoluto respecto a Su Palabra, debemos desechar todo temor y agarrarnos del Perfecto Amor, que es Cristo Jesús en nosotros a través de Su Santo Espíritu.

Pidamos a Dios que Su Espíritu nos examine, nos haga la “endoscopia espiritual", para ver cómo está nuestro corazón, para que sometiéndonos constantemente a este examen, podamos un día decir como Jesucristo: “El diablo no tiene ningún dominio sobre mi vida”. “Ya no hablaré más con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo. Él no tiene ningún dominio sobre mí.” (San Juan 14: 30 BAD)

La tentación es diferente a la prueba, sabemos que Dios no tienta a nadie a hacer lo malo. “Pero si alguien se siente tentado a hacer algo malo, no diga que es Dios quien le tienta, porque Dios no tienta a nadie, ni por nadie puede ser tentado.” (Santiago 1: 13 CST-IBS)

La prueba (sufrimiento) tiene como fin formar el carácter de Cristo en nosotros. No es que a Dios le complazca vernos sufrir, sino que es como un escultor que talla una piedra hasta darle la forma perfecta. “Hermanos en Cristo, ustedes deben sentirse muy felices cuando pasen por toda clase de dificultades. Así, cuando su confianza en Dios sea puesta a prueba, ustedes aprenderán a soportar con más fuerza las dificultades. Por lo tanto deben resistir la prueba hasta el final, para que sean mejores y capaces de obedecer lo que se les ordene.” (Santiago 1: 2-4 BLS)

Dios quiere que Su templo, el cual somos nosotros, sea digno de albergar la plenitud de la Deidad y para esto, debe estar totalmente cubierto por el mismo Espíritu de Dios, donde no se vea nada de nosotros. Lo que queda de nosotros son como aristas punzantes y Dios tiene que golpear y golpear hasta hacerlas desaparecer, para que podamos, como piedras vivas, encajar una al lado de la otra sin lastimarnos y así unidos formemos el Cuerpo de Cristo. “De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo.” (Efesios 4:13)

El carácter de Cristo es lo que Dios quiere en Su Cuerpo (Iglesia), “para que todos sean uno. “Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí.” (Juan 17: 21-23). La unidad, no la uniformidad, es lo que demuestra el carácter de Cristo, pero para llegar a eso necesitamos aprender a vivir unidos a pesar de las diferencias. No podemos pedir que el ojo actúe como la boca. Cada cual cumpla su función para agradar al Señor y desista de mirar lo que otros hacen o dejan de hacer, porque cada uno va a dar razón de sí mismo y no de otro.

“Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer; y consumada su perfección, llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen.” (Hebreos 5: 8, 9) No es fácil obedecer, nuestra naturaleza tiende a rebelarse; se requiere tomar la firme decisión de obedecer y pedirle a Dios que nos ayude, para que sea Cristo actuando en nosotros. Ese conflicto dentro de nosotros nos causa sufrimiento, porque por un momento queremos complacernos antes que complacer a aquel que nos llamó por soldado y esa renuncia a nuestro placer nos causa sufrimiento, pero es necesario para que Cristo crezca en nosotros y podamos decir como el apóstol Pablo: “Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y esta vida verdadera que ahora vivo es el resultado de mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a muerte por mí.” (Gálatas 2: 20 CAS)

domingo, 10 de octubre de 2010

PERDONA NUESTROS PECADOS

PERDONA NUESTROS PECADOS

“… y perdona nuestros pecados, porque nosotros también perdonamos a todos los que nos han hecho mal.” (Lucas 11: 4 PDT)

Es importante, que al orar, solicitando el perdón de Dios, Le pidamos primero que el Espíritu Santo escudriñe nuestro corazón para ver qué cosas ocultamos en lo más profundo de nuestro ser, quizá todavía haya un antiguo resentimiento contra alguien, o algún otro pecado que debemos confesar, luego nos ponemos de acuerdo con Dios, nos arrepentimos y confesamos nuestro pecado, entonces Dios nos va a perdonar. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1ª Juan 1: 9 RV 60)

Sólo vamos a poder solicitar al Padre que nos perdone si nosotros también perdonamos, de lo contrario, con qué cara podríamos estar pidiéndole algo que nosotros no somos capaces de hacerlo. Cuando perdonamos las ofensas tenemos autoridad para frenar el daño y solicitar la protección divina. Perdonar no significa permitir que abusen de nosotros, tampoco nos da vía libre para juzgar al ofensor. Perdonar es no dejar que los gérmenes de la ofensa incuben en nuestro corazón. Con el perdón cuidamos nuestro pellejo, más que el ajeno. Perdonar también es un acto de amor, no sólo hacia el ofensor, sino también hacia nosotros mismos.

Cuando Jesús pendía de la cruz sin vida, un soldado romano quiso verificar si ya estaba muerto y le clavó su lanza en el corazón, en ese instante brotó agua y sangre de Su corazón abierto. La vida de Dios se manifestaba con Su muerte. La semilla que el Padre plantó yacía sin vida, para recibir una cosecha abundante de vidas salvadas por Su perdón liberado en la cruz. “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen." (Lucas 23: 34ª). Cuando Jesús desató el perdón, todas las cadenas de opresión fueron rotas, para que todo aquel que acuda a Él obtenga perdón gratuito.

Cuando Jesús exclamó: “Padre, perdónalos…”, el infierno tembló, porque se rompía el poder del opresor que por miles de años mantuvo cautiva a la humanidad. La liberación de perdón de Jesús abrió las puertas del cielo a todo pecador que arrepentido se acogiera a la Gracia perdonadora de Dios, porque “por gracia somos salvos, por medio de la fe y esto no procede de nosotros, sino que es un regalo de Dios a toda la humanidad y no es por obra para que nadie tenga de qué gloriarse” (Efesios 2:8,9).

El Reino de los cielos es un Reino de perdón. El perdón da reposo a nuestro corazón y nos permite llegar a Dios en adoración y gozar de la intimidad con Él. Hay un tremendo poder en el perdón, es un milagro de vida, porque todo se vuelve estéril por la falta de perdón, en cambio cuando se libera a las personas perdonándolas, la vida de Dios fluye como un manantial que refresca no sólo nuestro corazón reseco y resquebrajado, sino el corazón y la vida de quienes nos han ofendido; porque no podemos pretender vivir sin perdonar, ya que no puede haber vida sin perdón.

“Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.” (1ª Juan 3: 15). Cuando estamos aborreciendo o detestando a alguien, lo estamos matando; y si permanecemos en esa actitud ¿Cuál va a ser nuestro fin? La muerte. ¿Qué clase de muerte? “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre Celestial” (Mateo 6: 14) ¿Habrá algo que nos garantice la vida eterna sin el perdón de Dios? Recuerda que el homicida no tiene vida eterna permanente en él. ¿Quién otorga la vida eterna? Aquél que perdonó todos nuestros pecados. No podemos decir que amamos a Dios si aborrecemos al hermano, porque entonces estamos mintiendo. “Si alguien afirma: "Yo amo a Dios", pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto.” (1ª Juan 4:20). Si no amamos a Dios, no vamos a poder estar eternamente con Él.

La vida de Dios está en Su Hijo y el que tiene al Hijo no puede ser portador de muerte. Así que amados, permitamos que el Espíritu Santo revise nuestro corazón y perdonemos a quienes nos han ofendido, y en lugar de guardar ofensas, almacenemos perdón para el momento en que necesitemos liberarlo. El perdón y el amor se unen para dar vida. “Porque Cristo, cuando aún estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, nos dio vida juntamente con Él, perdonándonos todos los pecados y anuló el documento que el diablo tenía en nuestra contra, se lo quitó y lo clavó en la cruz triunfando sobre todo principado y potestad, exhibiéndolos públicamente, para que nunca más tuviesen potestad sobre nosotros que hemos buscado la vida en Cristo y hemos recurrido a Su gratuito perdón.” (Colosenses2: 13-15).


Perdonar es un acto de fe que nos permite ver al ofensor transformado aun cuando siga ofendiéndonos. Entonces no perdonamos porque sentimos hacerlo o porque nuestra razón nos da razones para ello, sino porque le hemos creído a Jesús y estamos dispuestos a obedecerle para nuestro bien. Si somos inteligentes vamos a perdonar, porque nadie va a querer dañar su cuerpo, alma y espíritu almacenado resentimiento. Entonces de nuestro espíritu hacemos brotar fe para el perdón.

Cuando seamos capaces de amarnos como para no permitir que algo nos dañe, vamos a poder amar al prójimo como nos amamos a nosotros mismos, y estaremos tan resueltos a perdonar, que aun antes que llegue la ofensa, ya hemos vertido el bálsamo del perdón sobre el ofensor y lo hemos derramado también sobre nuestro corazón; entonces nuestra alma no se llenará de heridas y vamos a estar sanos, satisfechos, felices, en paz, rebosando de gozo y amando aun cuando no seamos amados. El perdón es uno de los dones más maravillosos de Dios y que está al alcance de toda persona que quiera recibirlo. Decide creerle al Espíritu Santo de Dios y recibe este don. Perdona y serás inmensamente feliz.

Dios no puede ir en contra de nuestra voluntad, pero, desde que hemos elegido la vida, el perdón de Dios debe fluir a través de nosotros. Hay vida en ti y el diablo no puede robar lo que tú no le permitas. Agárrate de la vida de Dios y “ocúpate de tu salvación con temor y temblor, porque Dios es el que produce en ti, así el querer como el hacer, por su buena voluntad” y lo que “Él ha empezado en ti lo completará hasta el día de Jesucristo.” (Filipenses 2: 12,13; 1:6).

lunes, 27 de septiembre de 2010

EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA

EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA
“Danos hoy nuestro pan cotidiano.”
(Mateo 6: 11)
En la oración del Padre nuestro, primeramente Jesús nos enseñó a reconocer que Dios es nuestro Padre, esto produce en nosotros seguridad y confianza, porque empezamos a reconocer que de verdad tenemos un Padre Amoroso a quien podemos acudir en cualquier momento y sentimos que nos volvemos como niños buscando a Papá para saltar a Sus brazos. Luego nos lleva a reconocer que Su Nombre tiene que estar separado de los demás nombres para ser adorado en espíritu y en verdad, porque al reconocer la Santidad de Su Nombre, reconocemos Su Señorío sobre nuestras vidas y empezamos a tomar conciencia que Nuestro Señor se encargará de nosotros. Nos muestra además que podemos por medio de nuestra sincera adoración traer los diseños de Dios a esta tierra, cuando dijo, “venga tu reino y hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra”. Ahora nos lleva a reconocer que dependemos de Dios para nuestro sustento diario, sin importar cuánto dinero tengamos, pues nuestro Padre va a suplir todas nuestras necesidades. “Danos hoy nuestro pan cotidiano.En esta frase, Jesucristo nos lleva a reconocer nuestra dependencia total de Dios.

Cuando dependemos de Dios, descansamos en Dios. Jesús después de enseñarles a sus discípulos cómo orar continúa en Mateo 6, explicando lo concerniente a esta oración y a medida que lo va haciendo, según narra el autor de este libro, Jesús habla sobre dos señores o amos: uno es Dios y otro es el dinero, aquí Él está colocando el dinero en la misma categoría de “señor”, porque el ser humano se ha vuelto dependiente del dinero para satisfacer sus necesidades y se ha olvidado que es Dios quien nos provee todo aquello que nos hace falta. No podemos pretender depender de Dios y al mismo tiempo querer depender de nuestras finazas. ¿En dónde pues está nuestra confianza? Si nuestra confianza está en el dinero, Dios deja de ser nuestro Señor y por ende deja de ser nuestro Proveedor, por nuestra propia elección y Dios respeta nuestra decisión; entonces empezamos a fatigarnos por conseguir el sustento diario y la carga es dura. Por supuesto que el dinero es necesario, vivimos en este mundo donde todo se mueve por dinero, pero si recordamos que ya no pertenecemos al sistema de este mundo, sino al sistema del Reino de Dios, entonces, nuestra confianza debe estar en Dios, quien se encarga de suplir todas y cada una de nuestras necesidades; por eso es nuestro Señor y Rey. ¿Es que ya no vamos a trabajar para ganar dinero? Por supuesto que vamos a seguir trabajando, pero no dependiendo del dinero. Ya no vamos a angustiarnos pensando si nos alcanzará el dinero para suplir las cosas más básicas, sino que viviremos confiados sabiendo que Él es nuestro Pastor y nada, absolutamente nada nos falta.

"Por eso les digo: no se preocupen por la comida ni por la bebida ni tampoco por la ropa que se van a poner. Ciertamente la vida es más que la comida y el cuerpo más que la ropa. Miren a las aves, ellas no cultivan ni cosechan ni tampoco guardan nada en graneros. Sin embargo, su Padre que está en el cielo les da alimento. ¿No son ustedes más importantes que ellas? (Mateo 6: 25, 26 PDT) Cuando le pedimos al Padre que nos dé el alimento o sustento para cada día, sabemos que Él lo hará y no nos afanamos, sino que confiamos en Dios y descansamos en Él. “Así que, si Dios viste a todo lo que crece en el campo, que hoy tiene vida pero que mañana será quemado en un horno, con mucha más razón cuidará de ustedes. ¡No sean gente de poca fe! Así que no se preocupen ni digan: '¿Qué vamos a comer?' o '¿Qué vamos a beber?' o '¿Qué ropa vamos a usar?' La gente que no conoce a Dios trata de conseguir esas cosas, pero ustedes tienen a su Padre en el cielo que sabe que necesitan todo esto. Así que, primero busquen el reino de Dios y el bien que Dios quiere que hagan, y se les dará todo lo que necesitan. No se preocupen por el día de mañana, porque el mañana traerá sus propias preocupaciones. Cada día tiene sus propios problemas.” (Mateo 6: 30 -34 PDT).

Danos hoy el pan nuestro de cada día”, parafraseando, diríamos: “Danos el sustento que corresponde para este día.” ¿Por qué no pedimos para el mes? ¿No es acaso mejor por quintal que por kilo? Dios quiere que aprendamos a depender de Él cada día y esto demuestra confianza y fe. Ahora bien, quiero que entiendas que no estoy diciendo que no compres por cantidad, si así lo haces, es bueno, pero lo que quiero que sepas es que no debe estar tu confianza en lo que almacenas en tu alacena o depósito, sino en Dios; así que si tienes para compartir con los necesitados, hazlo, sin pensar que tal vez llegue el fin de mes y no vas a tener qué comer, porque es Dios quien te suple y no tu dinero. El mamá era una provisión diaria y nadie podía guardar para el día siguiente porque se pudría y agusanaba, ¿porqué hizo eso Dios? Para enseñar al pueblo a que confiara en el Dios que suple, el Shadai o Más que Suficiente. Dios no iba a hacerles faltar el maná, inclusive aunque se portaran mal, de igual forma, Dios nunca nos va a hacer faltar el sustento diario si realmente lo recibimos como nuestro Señor, nuestro Dueño y Padre, a pesar que nos portemos mal, pues Él no nos va a castigar dejándonos sin comer, ¿Acaso mueren de hambre las aves a pesar de la devastación hecha por nosotros? Dios les da el sustento y ¿cómo no lo va a hacer con nosotros por quienes Él dio Su propia vida?

jueves, 23 de septiembre de 2010

RECONOCIENDO LA SANTIDAD DE DIOS

RECONOCIENDO LA SANTIDAD DE DIOS
"Ustedes, pues, oren de esta manera: 'Padre nuestro que estás en los cielos, Santificado sea Tu nombre.” Mateo 6. 9 NBLH)
En la oración del Padre Nuestro, Jesucristo enseñó que el nombre de Dios debe ser santificado, esto quiere decir, puesto aparte para ser adorado, alabado y honrado, para que nuestra oración suba como aroma agradable ante Dios. Santificar significa apartar, poner aparte, con el fin de no mezclar con otros nombres. Dios ya es santificado, Él es Santo, sin embargo, debemos entender que nosotros no podemos honrar el Nombre de Dios juntamente con otras deidades u otros nombres, si hacemos esa mezcla en los rezos u oraciones, no estamos santificando el Nombre de Dios, sino al contrario, lo estamos degradando y profanando. Nuestra honra a Dios debe ser de corazón, debe salir de lo más profundo de nuestro ser. Jesucristo es Dios y Su Nombre está sobre todo nombre, “para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2: 10 ,11 NVI). El Nombre de Jesucristo debe se santificado por nosotros Sus hijos: “… santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros.” (1ª Pedro 3: 15 RV 95)

Somos hijos de Dios, adoptados en la familia de Dios por la preciosa Sangre de nuestro Señor Jesucristo, es por esa Sangre que tenemos entrada al Trono de la Gracia de Dios, es por esa Sangre que Dios nos ve justificados y santos y así nos considera. Jesucristo es la plenitud de Dios. “Nadie puede ver a Dios, pero Jesús es Dios en forma visible y supremo Señor de toda la creación. Con su poder creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, todo lo que se ve y lo que no se ve, ya sean ellos seres espirituales, poderes, autoridades o gobernantes. Todo ha sido creado por él y para él. Cristo existió antes que todas las cosas, y todo el universo sigue su curso gracias a él. Cristo es la cabeza de la iglesia, que es su cuerpo. Él dio comienzo a todo y fue el primero en resucitar de la muerte. Entonces él es el más importante en todo sentido. A Dios le agradó que todo lo que él es habitara plenamente en Cristo. Y con gusto decidió reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en el cielo, como las que están en la tierra. Dios hizo las paces con nosotros a través de la sangre que Cristo derramó en la cruz.” (Colosenses 1: 15-20 PDT) Sólo a través de Jesucristo podemos tener paz con Dios. El pecado nos hizo enemigos de Dios, pero por la Sangre de Jesucristo fuimos lavados para ser presentados ante Dios como santos. Jesucristo es Dios y es Santo, Su Nombre debe ser santificado y debe haber un celo santo en nosotros para no permitir que denigren el Nombre maravilloso de nuestro Amado Jesucristo. Dios se hizo humano para que pudiéramos alcanzarlo, pero como humano nunca pecó a pesar de haber sido tentado en todo, sino que nos dio ejemplo de firmeza y fe para permanecer en Él. “En Jesús, el hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha entrado al cielo. Así que sigamos firmes en la fe que tenemos. Él fue tentado tal como somos tentados nosotros, con la única diferencia de que él nunca cometió pecado. Entonces, acerquémonos con confianza al trono de Dios que es generoso. Allí recibiremos su compasión y su bondad para ayudarnos cuando lo necesitemos.” (Hebreos 4: 14-16 PDT) Antes de la muerte de Jesucristo, nadie podía tener acceso al lugar Santísimo, a la Presencia de Dios, excepto el Sumo Sacerdote, que lo hacía sólo una vez al año; pero con Su muerte y resurrección, Jesucristo, nos abrió el camino al Padre para que podamos acercarnos a Él y recibir Su gracia y misericordia.

Santificamos el Nombre de Dios reconociendo quién es Él y qué hizo por nosotros, porque nuestro destino era la muerte eterna, pero gracias al maravilloso Nombre de Jesucristo, podemos ser salvos. “¡Sólo en Jesús hay salvación! No hay otro nombre en este mundo por el cual los seres humanos podamos ser salvos.” (Hechos 4: 12 PDT). Reconocer esto debe llenar nuestra boca de alabanza al único merecedor de toda alabanza, honra, gloria, poder y majestad, Jesucristo el Señor. Es por Jesucristo que podemos llamar “Padre” a Dios y gozar del grandioso privilegio de tener como Hermano Mayor a Jesucristo. “Dios hizo todo lo que existe para su propia honra y quería compartir su grandeza con muchos hijos. Así que era conveniente perfeccionar a Jesús por medio del sufrimiento, porque él es quien los lleva a la salvación. Tanto los que son purificados como Jesús quien los purifica, tienen el mismo Padre. Por eso Jesús no se avergüenza de llamarlos sus hermanos” (Hebreos 2: 10, 11 PDT).

En Jesucristo están contenidos todos los Nombres de Dios. Jesucristo es nuestra Justicia, nuestra Paz, nuestra Bandera, nuestro Pastor, nuestro Sanador, nuestro Proveedor, etc., Él es el Todo en todos. “Todo lo que Dios es, vive en Cristo, en su cuerpo humano. En Cristo, ustedes están completos y no necesitan nada más pues él está por encima de todos los gobernantes y poderes.” (Colosenses 2: 9, 10 PDT) Así como en Cristo está contenido todo lo que Dios es, en Él también nosotros estamos completos y no necesitamos nada más. Cómo no vamos a santificar Su Nombre declarando que Él es Santo, Santo, Santo y dándole honor y gloria al que vive por los siglos de los siglos, amén.

domingo, 19 de septiembre de 2010

VENGA TU REINO

VENGA TU REINO
“Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo.” (Mateo 6: 10 PDT)

En la oración del Padre Nuestro, Jesús mostró cómo podemos traer a la tierra los diseños de Dios que están en los cielos. Muchos repiten esta oración sin que haga eco en el cielo, porque no la dicen creyendo que es posible que Dios pueda traer Su gobierno o reino a la tierra para que haya transformación a todo nivel, tanto personal, social, económico y que la tierra empiece a producir en abundancia. El gobierno de Dios sólo puede establecerse si lo pedimos con fe, creyendo que Dios va a transformar nuestras vidas, las vidas de nuestros amados, nuestra sociedad y nuestro país para que Su justicia sea hecha; podemos empezar a declarar por ejemplo: Que venga tu Reino sobre mi matrimonio, porque así como en los cielos el divorcio no es legal, tampoco sea legal en mi matrimonio, para que tu voluntad prevalezca; o también, que venga tu reino sobre mis hijos, para que Tu voluntad sea hecha en ellos y lo que Tú has determinado para ellos, se cumpla. Puedes declarar: Señor, que venga Tu Reino sobre mi nación para que tu justicia sea hecha, para que la corrupción que no es procedente en los cielos, tampoco lo sea en mi nación. O también declara: Señor que venga tu reino sobre mis finanzas, para que Tú manejes mi economía para la extensión de tu Reino y sea manifiesta tu justicia mientras doy a los necesitados; que mi mirada no esté puesta en el dinero que es corruptible, sino en tu Reino, que es incorruptible. Dios nos ha dado autoridad y nos enseñó cómo ejercerla: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo.” Hay un profundo contenido en estas palabras y son la llave para bajar los diseños de Dios a esta tierra. ¿Quieres salud divina? Declara: Padre Eterno, que venga Tu Reino sobre mi cuerpo para que viva en salud divina y tu voluntad sea manifiesta en mi vida. En tu Reino no hay enfermedad, por lo tanto no acepto la enfermedad en mi vida, porque lo que no es procedente en Tu Reino, tampoco es procedente en mi cuerpo. Enséñame a cambiar mis hábitos alimenticios para no seguir dañando mi cuerpo y a vivir como ciudadana de Tu Reino. En el nombre de Jesucristo, amén.

Luego Dios dijo: «Ahora hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Tendrá poder sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y en toda la tierra. Reinará sobre los animales terrestres, y sobre todos los animales que se arrastran por el suelo» Así que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza, creó al varón y a la mujer. Y los bendijo diciendo: «Tengan muchos hijos para así poblar el mundo y ejercer control sobre él: dominando a los peces del mar, a las aves del cielo y a todo ser vivo que existe en la tierra». (Génesis 1: 26-28) Dios le ha dado al ser humano poder y dominio sobre la creación para que ejecute la voluntad de Dios y esto se hizo antes de que Adán y Eva decidieran pecar; al ceder a la tentación y pecar, entregaron el derecho de poder y dominio a Satanás; sin embargo cuando Jesucristo venció al diablo en la Cruz del Calvario, le quitó el poder y dominio sobre las cosas y sobre las personas y en un voto de confianza le entregó ese poder y dominio a la Iglesia. Satanás sigue engañando a los hijos de Dios haciéndoles creer que él tiene en sus manos el señorío y usa a personas que están de su lado para tomar control y ejercer toda clase de maldad; sin embargo la Palabra de Dios dice: “Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales, muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no sólo en este mundo sino también en el venidero. Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia. Ésta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo.” (Efesios 1: 18-23 NVI).

Si estamos en Cristo, entonces gobernamos con Él, estamos aquí, en esta tierra para traer el gobierno de Dios y no permitir que Satanás siga haciendo de las suyas. ¿Y cómo vamos a lograrlo? Clamando día y noche para que el Reino de Dios venga a tu vida, tu esposo/a, hijos, familia, ciudad, etc., para que Su voluntad sea hecha. Jesucristo ha vencido y está por encima de todo y Dios le dio un Nombre que es sobre todo nombre “para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2: 10 ,11 NVI) Jesucristo tiene toda autoridad sobre todo y nos ha delegado esa autoridad a Sus hijos. “Toda autoridad me ha sido dada sobre los cielos y sobre la Tierra. Y tal como mi Padre me ha enviado, también yo los envío a ustedes.(Matero 28: 18 Sy Español). Todos somos enviados para realizar lo que Cristo realizó y para traer el Reino de Dios a la tierra. "Créanme que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí; y si no, crean por las obras mismas. "En verdad les digo: el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores que éstas hará, porque Yo voy al Padre. "Y todo lo que pidan en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. "Si Me piden algo en Mi nombre, Yo lo haré.” (Juan 14: 11-14 NBLH) Si Jesús lo dice, yo lo creo, entonces sólo me queda empezar a ejecutar su obra y declarar con fe y firmeza: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo.” Amén.

sábado, 4 de septiembre de 2010

TODO ES POSIBLE PARA EL QUE CREE

TODO ES POSIBLE PARA EL QUE CREE
“Por favor, si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos. Jesús le dijo: -No digas: 'Si puedes hacer algo', todo es posible para el que cree. Entonces, el padre del muchacho gritó muy fuerte: -¡Creo, ayúdame a creer aun más!” (Marcos 9: 22-24 PDT)
Muchas veces lo ha echado al fuego y al agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos. -¿Cómo que si puedo? Para el que cree, todo es posible.- ¡Sí creo! -exclamó de inmediato el padre del muchacho-. ¡Ayúdame en mi poca fe! (Marcos 9: 22-24 NVI)

La fe es personal y debe nacer en el corazón, no en la razón. Para que esto suceda, la Palabra de Dios debe ocupar el primer lugar en nuestra vida, reconociendo que es Dios mismo Quien nos habla y apropiarnos de aquello que Él dice, pero apropiarnos con el corazón, con el espíritu, porque la Palabra de Dios no es mera información para nuestro intelecto, sino que es vida para todo nuestro ser. La Palabra de Dios es la autoridad máxima y final frente a cualquier situación, aunque haya dos realidades evidentes pero contradictorias ante a una misma situación, lo que debe primar es la realidad espiritual, la Palabra de Dios. Por ejemplo: Si tu cuerpo tiene una enfermedad que es notoria por el dolor y las molestias de la misma y tú sientes que en realidad estás enfermo y por supuesto que estás; pero al mismo tiempo la Palabra de Dios dice que Jesús llevó nuestras enfermedades y dolores sobre Su cuerpo y por Sus llagas ya fuimos curados (1ª Pedro 2: 24), ¿a quién vas a dar el crédito? Por supuesto que a la Palabra de Dios. Si le creemos a Dios, y le creemos y le creemos, nuestra fe va a crecer. Jesús puede sanar cualquier enfermedad o dolencia, eso está en su sola potestad, pero requiere que la persona que solicita su ayuda, también crea que (él o ella) es capaz de recibir lo que Dios ya nos otorgó por medio de Jesucristo. No hay nada imposible para Dios y todo es posible para el que cree o Le cree a Dios.

"Cuán grande es tu bondad, que atesoras para los que te temen, y que a la vista de la gente derramas sobre los que en ti se refugian." (Salmo 31: 19 NVI) Dios nos ha dado, a sus hijos/as Su Espíritu que es Su poder para que a través de ese Poder al que nos hemos unido en espíritu, logremos un cambio de la mente para pensar como Cristo, pensamientos de fe, esa fe de Dios que produce resultados visibles. La fe en Dios nos aleja de las preocupaciones o ansiedades y da reposo a nuestra alma.

"Por eso les digo: no se preocupen por la comida ni por la bebida ni tampoco por la ropa que se van a poner. Ciertamente la vida es más que la comida y el cuerpo más que la ropa. Miren a las aves, ellas no cultivan ni cosechan ni tampoco guardan nada en graneros. Sin embargo, su Padre que está en el cielo les da alimento. ¿No son ustedes más importantes que ellas? Con sólo preocuparse no van a añadir más tiempo a su vida. "¿Y por qué se preocupan por la ropa? Fíjense cómo crecen las flores del campo. Ellas no trabajan para hacer su vestido. Sin embargo, les aseguro que ni siquiera el rey Salomón con toda su gloria se vistió como una de ellas. Así que, si Dios viste a todo lo que crece en el campo, que hoy tiene vida pero que mañana será quemado en un horno, con mucha más razón cuidará de ustedes. ¡No sean gente de poca fe! Así que no se preocupen ni digan: '¿Qué vamos a comer?' o '¿Qué vamos a beber?' o '¿Qué ropa vamos a usar?' La gente que no conoce a Dios trata de conseguir esas cosas, pero ustedes tienen a su Padre en el cielo que sabe que necesitan todo esto. Así que, primero busquen el reino de Dios y el bien que Dios quiere que hagan, y se les dará todo lo que necesitan. No se preocupen por el día de mañana, porque el mañana traerá sus propias preocupaciones. Cada día tiene sus propios problemas.” (Mateo 6: 25-34 PDT) En este pasaje Jesús nos está ordenando que no nos preocupemos por la comida, bebida, o la ropa, cosas cotidianas, pero que al llegar a ser preocupación en nosotros/as, nos alejan de Dios, pues no estamos creyendo que Él nos va a sustentar y además reduce las defensas de nuestro cuerpo, produciendo el famoso “estrés” y haciéndonos susceptibles a otras enfermedades acortando de este modo nuestra existencia, de tal forma que no podamos cumplir con lo que Dios nos asignó para esta vida y nuestra tarea quede inconclusa.

Creerle a Dios en todo y para todo, no tiene que ser la última opción, sino la primera y única. Cuando le creemos a Dios formamos un campo magnético a nuestro alrededor y atraemos aquello por lo que estamos creyéndole, eso es fe. “Ahora bien, tener fe es estar seguro de aquello que esperamos; es creer en algo que no vemos.” (Hebreos 11: 1 PDT Creer es sinónimo de estar seguro, no suponer algo que tal vez algún día reciba, sino más bien una absoluta seguridad que ya tenemos aquello que estamos esperando, aun sin verlo todavía. ¿Quieres ser sano? Aprópiate por fe de tu sanidad. Declara en fe lo que Dios ya te otorgó a través de Jesucristo. Que de tu boca sólo salgan las palabras de Dios para ti. Agárrate de lo que por derecho te pertenece. “BENDICE, alma mía á Jehová; Y bendigan todas mis entrañas su santo nombre. Bendice, alma mía, á Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca De modo que te rejuvenezcas como el águila.” (Salmo 103: 1-5 SRV). Haz lo que dice este salmo para que tu mente no empiece a dudar. Acuérdate de todo lo bueno que Dios hizo en tu vida, reconócelo, háblalo, repítelo y agradece a Dios por todas Sus bondades para contigo y empieza a alabar a Dios de todo corazón, creyendo que si Él lo dijo, Él cumplirá Su Palabra. TODO ES POSIBLE PARA EL QUE CREE.

sábado, 28 de agosto de 2010

PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS



PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS
¡Qué maravillosa oración! ¡Qué maravilloso significado! ¡Qué maravilloso don! Jesucristo vino a enseñarnos a orar, a comunicarnos con Su Padre y con nuestro Padre. ¿A quién se le llama padre, o papá, o papito? Al que nos engendró o nos adoptó como hijos/as. No andamos por ahí diciendo papá a todo el mundo, sino a aquel con quien sentimos que tenemos una conexión o vínculo casi sagrado, porque a la persona que vemos como “papá” es alguien grandioso y digno de respeto, o al menos debería ser así. Sentimos que su sangre que también es nuestra nos vuelve inseparables; entonces decimos: _Soy de mi papá y mi papá es mío-. ¿Por qué? Porque mi papá me da identidad, sé quién soy cuando sé quién es mi papá. Jesús nos llevó a reconocer a Dios como nuestro Padre, a identificarnos con Él para sentir seguridad y amor. Jesús quitó la orfandad del mundo al mostrarnos y llevarnos al Padre; quitó el abandono y el rechazo que siente el ser humano al no saber quién es su padre y nos unió a Él al introducirnos en Su familia juntamente con Su Padre que ahora es “Nuestro Padre”.

“Señor, enséñanos a Orar” (Lucas 11: 1). Los discípulos estaban maravillados de la forma como Jesús se comunicaba con Dios y alguien le pidió que les enseñara a orar, entonces el Amado Maestro les dijo: “Cuando oren digan: Padre Nuestro…..” (Lucas 1: 2) ¿Qué estaba anunciando Jesús al hacer esta tremenda declaración? Anunciaba que así como el vínculo que nos une a nuestro padre terrenal es la sangre, de igual forma, el único vínculo que nos une a nuestro Padre Celestial es la Sangre preciosa de Su Hijo que iba a ser derramada,para que unidos a Cristo, mediante nuestra decisión de recibirle como Señor y Salvador, reconociendo que somos pecadores, arrepintiéndonos de nuestros pecados y aceptando Su sacrificio, lleguemos a ser hijos/as de Dios y sólo por la Sangre de Jesucristo Su Hijo que nos une al Padre. Esa unión es indisoluble y perdura por la eternidad. “Mas a todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su Nombre; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Juan 1: 12, 13 SSE). Jesús dijo: “Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar. El Padre y yo somos uno.” (Juan 10: 28- 30 NVI)

Con la identidad de nuestro Padre Celestial, gracias a la Sangre de Jesucristo, desaparecen los traumas o complejos de inferioridad acaecidos por la falta de identidad al no saber quiénes somos. La seguridad que nos da ahora nuestro Padre no es natural, sino espiritual y permanente. Tu padre natural puede rechazarte y hasta abandonarte, pero tu padre Celestial, nunca te abandonará, ni te rechazará. Él te ama así como eres y a pesar de quien eres. Dios no mira tus fallas, ni tus defectos, sus ojos son tan puros y santos que no puede ver lo malo, es por eso te mira a través de Su Hijo Jesucristo, a través del filtro de esa Preciosa Sangre que nos ha unido al Él.“Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos.” (Salmo 27: 10 NVI) El amor de Dios es real y verdadero, es el único amor que perdura por siempre y nunca falla. La sangre de Jesucristo, ese vínculo sagrado, nos une a la familia de Dios y nos da el derecho de ser hijos/as de Dios y poder llamarle “Padre”; y el Espíritu que nos habita y nos adopta como hijos nos permite decirle familiar e íntimamente “Papito”o “Abba”. “Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" (Romanos 8: 15 NVI)

… que estás en los cielos… ¿Qué tan lejos está Dios? Tan lejos como está tu corazón de tu pecho. ¿Puedes sentir el palpitar de tu corazón? Así también puedes sentir y oír a Dios todo el tiempo. “Judas (no el Iscariote) le dijo:-¿Por qué, Señor, estás dispuesto a manifestarte a nosotros, y no al mundo? Le contestó Jesús:-El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él.” (Juan 14: 22, 23 NVI). El Padre ha hecho Su casa en Sus hijos/as, en aquellos que le aman y obedecen Su Palabra. La plenitud de Dios, todo lo que Él es en la Persona del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo vienen a vivir en el corazón rendido a Cristo y donde Dios habita se transforma en Su cielo. “El amor de Cristo es tan grande que supera todo conocimiento. Pero a pesar de eso, pido a Dios que lo puedan conocer, de manera que se llenen completamente de todo lo que Dios es.” (Efesios 3: 19 PDT). Llenos/as de todo lo que Dios es, no tenemos necesidad de nada más, porque Su Reino está en nosotros/as; la vida de Dios es nuestra vida, Su cielo es nuestro cielo. Es por la sangre de Cristo derramada en la Cruz del Calvario que Dios el Padre hace de nuestro espíritu un cielo donde Él viene a morar. La sangre de Jesucristo une cielo y tierra. “Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo; y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios.” (Hebreos 10: 19 – 21 NVI). En Cristo, el cielo viene a nosotros/as y entonces podemos hacer las obras que hizo Él estando en la tierra, podemos manifestar Su amor y reflejar Su luz. “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes. No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá más, pero ustedes sí me verán. Y porque yo vivo, también ustedes vivirán. En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí, y yo en ustedes.” (Juan 14: 15-20). Esta es la unión que conecta al cielo con la tierra; ésta es la seguridad que tenemos que Dios está en nosotros/as. Jesucristo en nosotros/as y nosotros/as, sus hijos/as en Él.