sábado, 7 de julio de 2012

LA BIBLIA A COLORES


LA BIBLIA A COLORES
¿Has visto alguna vez la Biblia a todo color (full color)?
Generalmente tenemos la idea de la Biblia como el libro con tapa negra y letras casi ilegibles e incomprensibles. No hay ni una sola figura para que nos llame la atención y nos parezca más interesante. Así hemos estado estudiando la Biblia, si es que lo hemos hecho, toda ella en blanco y negro y nos parecía tan tedioso, que sólo pensar en hojearla nos empezaba a dar mucho sueño. Esa fue la forma que quizá conocimos la Biblia y fue  también la forma como la absorbimos, de tal manera que comenzamos a impartirla en blanco y negro, aburrida y sin sentido y nos preguntamos por qué el “cristiano” ha perdido el sentido del buen humor y se ha refugiado en un búnker de seriedad infranqueable. Es que todavía no hemos conocido la técnica del colorido bíblico.

Hay mucho color en cada letra de la Biblia, en cada palabra o frase. Si empezamos a hojear la Biblia desde Génesis 1: 1,2 y nos ponemos a ver que a partir de un desorden sin sentido ni color, Dios fue matizando Su creación, empezando por la luz, que fue considerada como “buena” por el que sabe hacer las cosas bien, para que a partir de la luz, las tinieblas se separen, porque tinieblas y luz no son compatibles. Dios quiso que primero exista la luz, Su luz para disipar las tinieblas y para que podamos ver  todos los matices de su gran amor centrado en la persona de Su hijo Jesucristo. Ese amor tan grande no escatimó a Su Hijo, sino que lo dio en rescate por todos nosotros, para que todo el que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.
“El que no escatimó ni a su propio Hijo,  sino que lo entregó por todos nosotros,  ¿cómo no habrá de darnos generosamente,  junto con él,  todas las cosas?” (Romanos 8: 32 NVI)
"Porque tanto amó Dios al mundo,  que dio a su Hijo unigénito,  para que todo el que cree en él no se pierda,  sino que tenga vida eterna.  Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo,  sino para salvarlo por medio de él.  El que cree en él no es condenado,  pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios.  Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo,  pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz,  porque sus hechos eran perversos.  Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz,  y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto.  En cambio,  el que practica la verdad se acerca a la luz,  para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios. (Juan 3: 16-21 NVI)

Dios es luz, Su gloriosa luz apareció al principio de la creación para que las tinieblas huyeran; a partir de ahí, Dios continuó Su creación hasta llegar a formar al hombre a Su imagen y semejanza, pero éste prefirió refugiarse en las tinieblas y desprenderse de la gloriosa luz de Dios, fue así que a partir de ese momento, el caos empezó a gobernar y cuando Dios, en Su misericordia y amor envió a Su Hijo para rescatar a la humanidad, ellos prefirieron  a las tinieblas antes que  la luz. Pero, todo aquel que quiere refugiarse en la Luz, que es Jesucristo, se aparta de lo malo y pecaminoso y se vuelve a Dios por medio de Su Hijo, porque sólo en Él podemos ser salvos, porque  es por Su Sangre que somos limpiados y purificados de todo mal. “De hecho,  en ningún otro hay salvación,  porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos.” (Hechos 4: 12 NVI) Sólo acudiendo a Jesucristo obtendremos salvación y vida eterna. Acude a Él mientras todavía tengas vida, porque después de la muerte, nada se puede hacer.
Si has acudido a Cristo, habiéndote arrepentido de tus pecados y habiéndolo recibido en tu corazón, Su Sangre te cubre y el enemigo no te puede tocar; sin embargo, cada vez que cedemos a la tentación, abrimos una brecha para que el enemigo nos atormente, pero la buena noticia es que no estamos desamparados, tenemos un Gran Abogado que intercede por nosotros todo el tiempo ante el Padre: “Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, tenemos un abogado ante el Padre: Jesucristo el justo, que se ofreció en sacrificio por nuestros pecados, y no solo por los nuestros sino también por los de todo el mundo.” (1ª Juan 2: 1-2 CAS) Así que, mis amados,  “si confesamos a Dios nuestros pecados, podemos estar seguros de que él, que es absolutamente fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.” (1ª Juan 1: 9 CAS) Podemos dar un grito de júbilo porque la sangre de  Cristo sigue limpiando nuestras faltas si nosotros confesamos con arrepentimiento de corazón nuestros pecados  y decidimos vivir en la Luz de Dios.






martes, 26 de junio de 2012


UNIDOS A DIOS
El ser humano fue diseñado para vivir unido a Dios, esto lo podemos comprobar revisando la historia de nuestros primeros padres, Adán y Eva; ellos fueron creados a imagen y semejanza de Dios y la gloria de Dios cubría todo su ser. Mientras ellos permanecieron sujetos a Dios no necesitaron ninguna otra vestidura, sin embargo, cuando desobedecieron, es decir, se rebelaron a los designios de Dios, la gloria del Altísimo se separó de ellos y recién se dieron cuenta que estaban desnudos, descubiertos, sin protección, a expensas del diablo, quien los indujo a pecar. No hemos sido creados para vivir separados de Dios, por eso Jesús dijo: Yo soy la vid y ustedes son las ramas.  El que permanece en mí,  como yo en él,  dará mucho fruto;  separados de mí no pueden ustedes hacer nada.” (Juan 15: 5 NVI) Nada podemos sin Cristo y sólo en Él todo lo podemos, porque hemos sido creados para ser dependientes de Dios, no podemos vivir de otra manera. Nuestra naturaleza está en Dios, nuestro hábitat es Dios, nosotros sólo somos ramas que no podemos vivir separados del tronco de la Vid que es Cristo, Él es nuestra fuente de vida, de Él recibimos todos los nutrientes para nuestra vida, no sólo espiritual, sino también anímica y física.

“Hijo mío,  atiende a mis consejos;  escucha atentamente lo que digo.  No pierdas de vista mis palabras;  guárdalas muy dentro de tu corazón.  Ellas dan vida a quienes las hallan;  son la salud del cuerpo.”  (Proverbios 4: 20-22 NVI) La Palabra de Dios es nuestra vida y salud; cuando comemos Su Palabra, nuestra vida tanto física, anímica y espiritual se renueva y si hay enfermedad, ya sea del alma o del cuerpo, en ella hay sanidad. Jesucristo es la Palabra de Dios que se hizo carne para que nosotros pudiéramos acceder a Él y hecho semejante a nosotros nos enseñó cómo depender de Dios y no de nuestras propias fuerzas o criterios. “Entonces Jesús afirmó: —Ciertamente os aseguro que el hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su padre hace, porque cualquier cosa que hace el padre, la hace también el hijo.” (Juan 5: 19 BAD) Jesús solamente hacía la voluntad de Dios, porque todo su ser estaba ligado a Dios. Cuando Satanás lo tentó en el desierto y le dijo que convirtiera  las piedras en pan para comer y saciar su hambre, Jesús no hizo alarde de Su poder, sino que le respondió que no sólo del pan físico vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios, porque Jesús sólo obedecía la voz de Dios y no del diablo. Nuestra vida debe estar tan ligada a Dios que nada de lo que sugiera el enemigo nos haga desprendernos de Él.

Jesús dijo: “El Padre y yo somos uno solo.” (Juan 10: 30 DHH) A pesar que Cristo estaba en la tierra siendo tan humano como nosotros, Él era uno solo con el Padre. “Por eso te pido que los cuides, y que uses el poder que me diste para que se mantengan unidos como tú y yo lo estamos.” (Juan 17: 11 BLS) Cristo pidió al Padre que como hijos suyos nos mantengamos unidos así como Él estaba unido al Padre, y no sólo eso, sino que pidió algo más: “No pido sólo por ellos, sino también por los que creerán en mí cuando escuchen su mensaje. Te pido que se mantengan unidos entre ellos, y que así como tú y yo estamos unidos, también ellos se mantengan unidos a nosotros. Así la gente de este mundo creerá que tú me enviaste.” (Juan 17: 21: BLS) También en Su petición nos incluyó a ti y a mí para que nos mantengamos unidos entre nosotros y también unidos a Jesucristo y al Padre, porque esa es Su voluntad, porque ese fue siempre Su deseo al crearnos.

“En cambio, quien se une con el Señor se hace un solo cuerpo espiritual con él. No tengan relaciones sexuales prohibidas. Ese pecado le hace más daño al cuerpo que cualquier otro pecado. El cuerpo de ustedes es como un templo, y en ese templo vive el Espíritu Santo que Dios les ha dado. Ustedes no son sus propios dueños. Cuando Dios los salvó, en realidad los compró, y el precio que pagó por ustedes fue muy alto. Por eso deben dedicar su cuerpo a honrar y agradar a Dios.” (1ª Corintios 6: 17- 20 BLS) Ahora que somos de Cristo, ya no nos pertenecemos, sino que pertenecemos al que nos compró con Su sangre, por tanto todo lo que hagamos debemos hacerlo de conformidad a Él. “Pues aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo. Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.” (2ª Corintios 10: 4-5 BAD) Ahora que somos de Cristo y que Su Espíritu nos habita tenemos las armas súper poderosas para echar por tierra todo aquello que nos quiere separar de Dios e inclusive sometemos nuestros pensamientos para que se adecúen al pensamiento de Dios; tenemos el poder de Dios que nos habita, “porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo.” (1ª Juan 4: 4b NVI) No hay fuerza que pueda derribar el poder de Dios que está en nosotros para separarnos de Él, salvo que nosotros decidamos hacerlo por cuenta propia.

Por tanto es importantísimo que nuestra prioridad sea Cristo, que vivamos dependiendo totalmente de Él tanto en las pequeñas como en las grandes cosas. Dios nos ha creado para vivir unidos a Él, por eso estableció que Cristo sea nuestra cabeza y nosotros seamos Su Cuerpo.
“Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo,  el Padre glorioso,  les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación,  para que lo conozcan mejor.  Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado,  cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos,  y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos.  Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz  que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales,  muy por encima de todo gobierno y autoridad,  poder y dominio,  y de cualquier otro nombre que se invoque,  no sólo en este mundo sino también en el venidero.  Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia.  Ésta,  que es su cuerpo,  es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo.” (Efesios 1: 17-23 NVI)










miércoles, 9 de mayo de 2012

ORANDO POR LA PAZ

ORANDO POR LA PAZ DE NUESTRA CIUDAD Y NACIÓN


Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz. (Jeremías 29: 7 RV 60)


Hemos sido transportados al lugar donde nos encontramos, ya sea desde que hemos nacido o posteriormente, pero estamos en el lugar que estamos con un propósito, rogar a Dios por esta ciudad, para que haya paz en medio de ella, porque Dios nos ha llamado a ser sembradores de paz, a procurar la paz donde quiera que estemos. "Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.” (Mateo 5: 9 NBLH) En medio del caos y la convulsión social, cada hijo de Dios debe clamar por la paz de su ciudad y nación y esto nos confirmará como “hijos de Dios”. “Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.” (Santiago 3: 18 RV60)


“Así que recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador, pues Él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad.” (1ª Timoteo 2: 1-4 NVI) Una forma de despejar las barreras de maldad que circundan una ciudad es orando por la paz, la paz verdadera que sólo viene de Dios, para que se rompa el cerco de maldad y penetre el evangelio de paz en nuestra ciudad o nación, salvando a mucha gente. No necesitamos alzar nuestra voz en las calles, sino que en lo más secreto de nuestra morada empecemos a orar por la paz de nuestra nación. Declaremos paz, aunque veamos lo contrario, porque el Dios de paz oirá nuestro clamor.


Por tanto, quiero que los varones oren en todo lugar, alzando manos puras, sin ira ni maquinaciones. (1ª 2:8 SyEspañol) Donde quiera que nos encontremos debemos orar a Dios para que haya paz en nuestra ciudad, que nuestras manos no estén impuras o contaminadas con robo, fraude, negligencia o asesinato directo o indirecto; que nuestro corazón no esté cargado de ira y resentimiento contra quienes nos gobiernan o contra aquellos quienes quieren destruir la paz, que no confabulemos contra nuestras autoridades o contra aquellas personas que viven alrededor nuestro, que busquemos la paz donde quiera que estemos.


Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. (Isaías 9:6 NVI) Uno de los nombres de Jesucristo es “Príncipe de paz” porque sólo Él puede dar y traer paz individual y colectiva, sólo conociendo al Soberano de la paz, nosotros vamos a poder impartir paz, la paz que este mundo necesita y que nadie la puede dar mientras no tenga al Príncipe de paz en su corazón, porque nadie da de lo que no tiene. He aquí la importancia de nosotros, quienes ya tenemos al Príncipe de paz en nuestros corazones, de rogar para que esta paz, la paz de Dios, invada nuestra nación.


“Hermanos, también les rogamos que amonesten a los holgazanes, estimulen a los desanimados, ayuden a los débiles y sean pacientes con todos. Asegúrense de que nadie pague mal por mal; más bien, esfuércense siempre por hacer el bien, no sólo entre ustedes sino a todos. Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.” (1ª Tesalonicenses 5: 14-18 NVI) El apóstol Pablo nos está exhortando cómo debemos actuar con aquellas personas que están flojeando o se sienten desanimadas, o están débiles y que seamos pacientes con ellas y nos remarca que nos aseguremos de no pagar mal por mal, sino que debemos esforzarnos en hacer el bien, es decir poner todo de nuestra parte para hacer el bien a todos; que nos mantengamos con un corazón alegre, no quejumbroso, ni airado, sino que oremos siempre dando gracias a Dios por cada situación, porque en cada situación adversa o no, tenemos la oportunidad de orar por la paz de nuestra nación. Oremos constantemente por la paz de nuestra nación, porque en su paz, nosotros tendremos paz.


“En conclusión, sean todos de un mismo sentir (tengan todos armonía), compasivos, fraternales, misericordiosos, y de espíritu humilde; no devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fueron llamados con el propósito de heredar bendición. Porque, "EL QUE DESEA LA VIDA, AMAR Y VER DÍAS BUENOS, REFRENE SU LENGUA DEL MAL Y SUS LABIOS NO HABLEN ENGAÑO. APÁRTESE DEL MAL Y HAGA EL BIEN; BUSQUE LA PAZ Y SÍGALA. PORQUE LOS OJOS DEL SEÑOR ESTÁN SOBRE LOS JUSTOS, Y SUS OÍDOS ATENTOS A SUS ORACIONES; PERO EL ROSTRO DEL SEÑOR ESTÁ CONTRA LOS QUE HACEN EL MAL."” (1ª Pedro 3-8-12 NBLH).

ORANDO POR LA PAZ DE NUESTRA CIUDAD Y NACIÓN
Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar,  y rogad por ella a Jehová;  porque en su paz tendréis vosotros paz. (Jeremías 29: 7 RV 60)
Hemos sido transportados al lugar donde nos encontramos, ya sea desde que hemos nacido o posteriormente, pero estamos en el lugar que estamos con un propósito, rogar a Dios por esta ciudad, para que haya paz en medio de ella, porque Dios nos ha llamado a ser sembradores de paz, a procurar la paz donde quiera que estemos. "Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.” (Mateo 5: 9 NBLH) En medio del caos y la convulsión social, cada hijo de Dios debe clamar por la paz de su ciudad y nación y esto nos confirmará como “hijos de Dios”. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.” (Santiago 3: 18 RV60)
Así que recomiendo,  ante todo,  que se hagan plegarias,  oraciones,  súplicas y acciones de gracias por todos,  especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades,  para que tengamos paz y tranquilidad,  y llevemos una vida piadosa y digna.  Esto es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador,  pues Él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad.” (1ª Timoteo 2: 1-4 NVI) Una forma de despejar las barreras de maldad que circundan una ciudad es orando por la paz, la paz verdadera que sólo viene de Dios, para que se rompa el cerco de maldad y penetre el evangelio de paz en nuestra ciudad o nación, salvando a mucha gente. No necesitamos alzar nuestra voz en las calles, sino que en lo más secreto de nuestra morada empecemos a orar por la paz de nuestra nación. Declaremos paz, aunque veamos lo contrario, porque el Dios de paz oirá nuestro clamor.
Por tanto, quiero que los varones oren en todo lugar, alzando manos puras, sin ira ni maquinaciones. (1ª 2:8 SyEspañol) Donde quiera que nos encontremos debemos orar a Dios para que haya paz en nuestra ciudad, que nuestras manos no estén impuras o contaminadas con robo, fraude, negligencia o asesinato directo o indirecto; que nuestro corazón no esté cargado de ira y resentimiento contra quienes nos gobiernan o contra aquellos quienes quieren destruir la paz, que no confabulemos contra nuestras autoridades o contra aquellas personas que viven alrededor nuestro, que busquemos la paz donde quiera que estemos.
Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo;  la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. (Isaías 9:6 NVI) Uno de los nombres de Jesucristo es “Príncipe de paz” porque sólo Él puede dar y traer paz individual y colectiva, sólo conociendo al Soberano de la paz, nosotros vamos a poder impartir paz, la paz que este mundo necesita y que nadie la puede dar mientras no tenga al Príncipe de paz en su corazón, porque nadie da de lo que no tiene. He aquí la importancia de nosotros, quienes ya tenemos al Príncipe de paz en nuestros corazones, de rogar para que esta paz, la paz de Dios, invada nuestra nación.
“Hermanos,  también les rogamos que amonesten a los holgazanes,  estimulen a los desanimados,  ayuden a los débiles y sean pacientes con todos. Asegúrense de que nadie pague mal por mal;  más bien,  esfuércense siempre por hacer el bien,  no sólo entre ustedes sino a todos.  Estén siempre alegres,  oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación,  porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.” (1ª Tesalonicenses 5: 14-18 NVI) El apóstol Pablo nos está exhortando cómo debemos actuar con aquellas personas que están flojeando o se sienten desanimadas, o están débiles y que seamos pacientes con ellas y nos remarca que nos aseguremos de no pagar mal por mal, sino que debemos esforzarnos en hacer el bien, es decir poner todo de nuestra parte para hacer el bien a todos; que nos mantengamos con un corazón alegre, no quejumbroso, ni airado, sino que oremos siempre dando gracias a Dios por cada situación, porque en cada situación adversa o no, tenemos la oportunidad de orar por la paz de nuestra nación. Oremos constantemente por la paz de nuestra nación, porque en su paz, nosotros tendremos paz.
En conclusión, sean todos de un mismo sentir (tengan todos armonía), compasivos, fraternales, misericordiosos, y de espíritu humilde;   no devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fueron llamados con el propósito de heredar bendición.   Porque, "EL QUE DESEA LA VIDA, AMAR Y VER DÍAS BUENOS, REFRENE SU LENGUA DEL MAL Y SUS LABIOS NO HABLEN ENGAÑO.   APÁRTESE DEL MAL Y HAGA EL BIEN; BUSQUE LA PAZ Y SÍGALA.   PORQUE LOS OJOS DEL SEÑOR ESTÁN SOBRE LOS JUSTOS, Y SUS OÍDOS ATENTOS A SUS ORACIONES; PERO EL ROSTRO DEL SEÑOR ESTÁ CONTRA LOS QUE HACEN EL MAL."”  (1ª Pedro 3-8-12 NBLH).

martes, 13 de marzo de 2012

EFECTOS DE LA ADORACIÓN



EFECTOS DE LA ADORACIÓN
LA ADORACIÓN DERROTA EJÉRCITOS
(2º Crónicas 20: 21, 22)
Y habido consejo con el pueblo, puso a algunos que cantasen y alabasen a Jehová, vestidos de ornamentos sagrados, mientras salía la gente armada, y que dijesen: Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre. Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de Amón, de Moab, y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros:
Cuando Josafat, rey de Judá se enteró que una gran multitud venía contra él y el pueblo de Dios, tuvo miedo, entonces acudió a Dios con humildad de corazón, reconociendo que no sabían qué hacer y que no había fuerza en ellos, por eso buscaban socorro en Dios. La respuesta de Dios fue inmediata:
Y estaba allí Jahaziel hijo de Zacarías, hijo de Benaía, hijo de Jeiel, hijo de Matanías, levita de los hijos de Asaf, sobre el cual vino el espíritu de Jehová en medio de la reunión; y dijo: Oid, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande; porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá para qué peleéis vosotros en este caso: paraos, estad quedos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, que Jehová estará con vosotros. Entonces Josafat se inclinó rostro a tierra, y asimismo todo Judá y los moradores de Jerusalén se postraron delante de Jehová, y adoraron a Jehová. Y se levantaron los levitas de los hijos de Coat y de los hijos de Coré, para alabar a Jehová el Dios de Israel con fuerte y alta voz. Y cuando se levantaron por la mañana, salieron por el desierto de Tecoa. Y mientras ellos salían, Josafat estando en pie, dijo: Oidme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados. (Versículos 14-20)

Estos versículos hablan por sí solos. En esa época era una lucha física, inducida por el enemigo de Dios para destruir a Su pueblo; ahora también tenemos lucha no contra sangre y carne sino contra ejércitos de maldad que vienen para destruirnos con angustia, temor, enfermedades, depresión, incluso levanta personas para hacernos maldad, etc., y nos hallamos sin fuerzas como Josafat y su pueblo, pero en ese momento debemos elevar nuestro espíritu en adoración y nuestro Dios se encargará de nuestros angustiadores y nos prepara mesa con todos los deleites que tiene para sus hijos, un gran banquete de gozo, paz, felicidad, victoria porque estamos en Su presencia en adoración. Nuestra vida debe ser de adoración constante; somos el templo ambulante de Dios, donde quiera que vayamos mantengamos nuestro estilo de adoradores, ese estilo que no se consigue con ceremonias o ritos, sino sólo en Su Presencia. Tenemos la Presencia de Dios en nosotros, así que no se puede esperar menos de nosotros, pues hemos sido hechos “para alabanza de la gloria de Su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1: 5)

LA ADORACIÓN ESTREMECE LOS CIMIENTOS Y ROMPE CADENAS (Hechos 16: 23-26)
Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.
Cuando a pesar de las circunstancias adversas nos proponemos a adorar a Dios en vez de quejarnos o lamentarnos por nuestra situación, entonces “de repente” los cimientos que nos tenían atados se estremecen y ceden; las cadenas de opresión que nos aprisionaban y que parecían imposibles de romper, se rompen. Los cimentos de nuestra vida son estructuras con las que hemos sido amoldados que han distorsionado la imagen de Dios en nuestras vidas, provocando baja autoestima, temores, heridas en el alma, también forman parte de los cimientos las tradiciones con rituales abominables a Dios como sacrificios de animales, incienso y libación a la tierra para recibir sus beneficios; tales cosas no son más que adoración a los demonios y nos mantienen atados en el calabozo de más adentro de nuestra alma, difícil de salir por nuestras fuerzas; esto no sólo nos ata individualmente, sino también como nación; y la forma de romper estas cadenas de opresión, no es con críticas, quejas, bloqueos, etc., sino con alabanza y adoración de tal modo de traer el Reino de Dios no sólo a nuestras vidas, sino también a nuestra nación.

LA ADORACIÓN NOS PERMITE CONTEMPLAR LA HERMOSURA DE DIOS
Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad; temed delante de él, toda la tierra. (Salmo 96: 9)
Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo. (Salmo 27: 4)
La adoración nos lleva a la presencia de Dios. Los adoradores buscan el rostro de Dios y se deleitan en Su Presencia, ataren la Presencia de Dios y se convierten en agentes de cambio, no sólo de su entorno inmediato, sino también mediato, porque ser adorador es estar en intimidad o estrecha relación con Dios. Cuanto más tiempo pasemos en Su presencia, más semejantes a Él seremos, más de Su gloria manifestaremos, más del amor de Dios expresaremos, más de Su vida absorberemos para ser más semejantes a Su Hijo, entonces, nuestro tabernáculo, será levantado desde nuestro interior hacia el trono de Dios en adoración perpetua y será restaurado, se quitará los escombros, resabios de viejas estructuras de opresión que aún quieren estorbar nuestra comunión íntima con Dios hasta que todos lleguemos a alcanzar la medida de la estatura de la plenitud de Cristo conformados a Su imagen y Semejanza como fue en un principio y como será en la eternidad.

Si no llegamos a la Presencia de Dios en adoración no podemos adorar, porque sólo se adora en la presencia de la persona que adoramos, no podemos adorar a alguien que está ausente; por eso la adoración nos funde con Dios, atrayendo el cielo a la tierra y cumplimos de esta manera la enseñanza de Cristo: “Venga tu Reino, hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra”. El Reino de Dios debe gobernar nuestras vidas. La atmósfera del Reino es adoración. “Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.” (Apocalipsis 5: 13) Un estruendo de adoración continua hay en el cielo y un estruendo de adoración continua debe haber en nuestro espíritu que es el templo del Dios Viviente, para que de nuestro espíritu fluya esa atmósfera al exterior, de tal forma que en medio de toda la maldad que podamos percibir, “la tierra sea llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar”. (Habacuc 2: 14)

Estruendo de voces de adoración hay en el cielo, si abrimos nuestros oídos espirituales vamos a poder oír esas voces y vamos a unirnos a ellos en adoración.
Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 5: 11-14)

SALMO 150

¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
Alaben a Dios en su santuario,
alábenlo en su poderoso firmamento.
Alábenlo por sus proezas,
alábenlo por su inmensa grandeza.
Alábenlo con sonido de trompeta,
alábenlo con el arpa y la lira.
Alábenlo con panderos y danzas,
alábenlo con cuerdas y flautas.
Alábenlo con címbalos sonoros,
alábenlo con címbalos resonantes.
¡Que todo lo que respira alabe al Señor!
¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!


¿Respiras? Alaba a Dios, la alabanza es el camino a la presencia de Dios. “Entren por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de alabanza; denle gracias, alaben su nombre.” (Salmo 100:4).
La adoración te permite contemplar el rostro de Dios en Su misma Presencia. “Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.” (Salmo 29: 2) Él es santo, la atmósfera que le rodea es santidad y es hermosa porque Él es hermoso. “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre.” (Salmo 45: 2)