viernes, 30 de enero de 2009

¿POR QUÉ RUMBO VAS?

¿POR QUÉ RUMBO VAS?
"Por eso es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído, no sea que perdamos el rumbo. Porque si el mensaje anunciado por los ángeles tuvo validez, y toda transgresión y desobediencia recibió su justo castigo, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación fue anunciada primeramente por el Señor, y los que la oyeron nos la confirmaron. A la vez, Dios ratificó su testimonio acerca de ella con señales, prodigios, diversos milagros y dones distribuidos por el Espíritu Santo según su voluntad."
(Hebreos 2: 1-3 NBI)

Jesucristo es el único camino que nos conduce al Padre (Juan 14: 6). Él es el faro que nos ilumina para seguir la senda hacia el Padre. Si desviamos nuestra mirada de Jesús podemos perder el rumbo e ir tras lo efímero. Si nuestra confianza está puesta en nuestra profesión, capacidad, dinero, fuerza, etc. y no en Jesús, nuestro rumbo hacia el Padre va a ser desviado. Podemos ser profesionales de éxito, tener capacidad para realizar algún oficio, poseer mucho dinero o tener tanta fuerza que nos valemos por nosotros mismos, pero si descuidamos esta salvación tan grande que hemos recibido de parte de Dios por gracia; entonces estamos menospreciando el sacrifico de Jesús en la cruz.

Prestar atención, poniendo en práctica lo que hemos oído acerca de Jesús hasta ahora, nos va a mantener en el rumbo correcto. La vida de la fe consiste en obedecer a Dios en cualquier circunstancia y mantener nuestros ojos puestos solamente en Jesús para no confiar en nuestras propias fuerzas o capacidades. Dios le dijo a Josué : "Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito en él, porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas". (Josué 1: 8,9) “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley”, fue la expresión usada por Dios, para decirle a Josué el secreto de mantenerse en el rumbo correcto que prosperaría su caminar por la vida y lo haría poseer lo que Dios ya le había otorgado, la Tierra Prometida. Lo mismo que Dios le dijo a Josué, nos dice a nosotros. Dios dice: _ “Que mis Palabras estén siempre en tu boca” _ ¿Dónde? _En la boca. ¿Qué significa esto? Que hablemos sólo la Palabra de Dios. _Esto quiere decir, ¿Biblia y Biblia, todo el tiempo? _Pues sí. Porque: “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto (apto), equipado para toda buena obra.” (2ª Timoteo 2:16 NBLH))

Jesús es la Palabra de Dios, entonces, el que tiene a Jesús en su vida, tiene la Palabra de Vida. Cuando Jesús habló en la sinagoga de los judíos acerca de que si ellos no comían Su Carne, ni bebían Su Sangre no tendrían vida eterna; ellos se escandalizaron porque no estaban entendiendo que quien les hablaba era la Palabra de Dios hecha carne y lo que ellos tenían que comer era Esa Palabra (Juan 6: 54). Jesús quería que ellos entendieran que Esa Palabra hecha carne era la que los iba a salvar, pero ellos rechazaron La Palabra.
Dios le ordenó a Ezequiel que comiera “el rollo” (Ezequiel 3), para que se alimentara y el resultado fue que él se llenó del Espíritu De Dios. En Ezequiel 3: 10 (DHH) leemos: "Luego me dijo: Escucha atentamente todo lo que te voy a decir, y grábatelo en la memoria." Está comprobado que cuando las palabras son grabadas en la memoria, cada vez que las recordamos (traemos a la memoria nuevamente) es como si realmente las estuviéramos oyendo y retumban en nuestros oídos. Por eso es que las palabras ofensivas que lanzamos, cada vez que la persona que las recibió se acuerda, empiezan a retumbar en sus oídos y todo su ser revive el momento; lo mismo pasa cuando recordamos la Palabra de Dios, todo nuestro ser revive el momento y el Espíritu de Dios empieza a darnos nueva revelación.

"Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el rollo. Él me dijo: "Tómalo y cómetelo. Te amargará las entrañas, pero en la boca te sabrá dulce como la miel." Lo tomé de la mano del ángel y me lo comí. Me supo dulce como la miel, pero al comérmelo se me amargaron las entrañas. Entonces se me ordenó: "Tienes que volver a profetizar acerca de muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes." (Apocalipsis 10: 9-11 NBI) Dios le dijo al apóstol Juan que tenía que comer el rollo (La Palabra). ¿Con qué finalidad? Para poder profetizar, hablar lo que Dios le estaba ordenando. La DRAE define comer como: “Masticar y desmenuzar el alimento en la boca y pasarlo al estómago.” Exactamente es lo que debemos hacer al comer la Palabra de Dios: Primero debemos “masticar” bien, pero muy bien para extraer los nutrientes. Tiene que ser un proceso constante, que es equivalente a “rumiar” o “meditar” constantemente sobre La Palabra. Segundo proceso es “desmenuzar”, que sería deshacer en pequeñas partes, o examinar en detalle pidiendo a Dios revelación sobre la Palabra leída. Todo esto sucede mientras el alimento está en la boca, porque no somos pavos o avestruces para tragar todo sin masticar. El Tercer y último proceso hace que ese alimento masticado y desmenuzado pase al vientre y allí se extraen todas las sustancias nutritivas que nos dan vida. Cuando leemos la Palabra de Dios, necesitamos un proceso mental, (no meditación mental) donde vamos pensando y repensando La Palabra una y otra vez y luego la Vida de La Palabra se une a la nuestra y lo que después brotará de nuestros labios será Vida de Dios. Sólo así nos mantendremos en el rumbo preciso, exacto.
Que Dios te dé sabiduría para mantenerte en el rumbo que Él ha trazado para ti.

lunes, 26 de enero de 2009

¿TODAVÍA TE OFENDES?


¿TODAVÍA TE OFENDES?
"Porque si soltareis a los hombres sus ofensas, os soltará también a vosotros vuestro Padre celestial. Mas si no soltareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os soltará vuestras ofensas."
(Mat. 6: 14, 15 RV2000)
"Porque si ustedes perdonan a los hombres sus transgresiones (faltas, delitos), también su Padre celestial les perdonará a ustedes. "Pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus transgresiones (faltas, delitos). (NBLH)

Ofensa es entre otras acepciones: “Sentirse humillado o herido en el amor propio o la dignidad” El amor propio es nuestro "YO", lo más profundo de nuestro ser; éste se ofende porque cree que no merece el trato que se le ha dado. En este caso el "YO" está vivo y activo en la persona ofendida. Por otra parte, la ofensa se retiene o se suelta a voluntad. Retener una ofensa es no perdonar al ofensor; es aceptar el agravio. Cuando sucede esto estamos permitiendo que la ofensa nos hiera y a medida que la retenemos se ahonda más, causando gran dolor y predisponiendo nuestro corazón a la extremada sensibilidad a causa de la herida; por otro lado nos volvemos insensibles ante el dolor ajeno, endureciendo nuestro corazón. La persona que retiene la ofensa está pecando. No me pregunten y qué del ofensor. De él se encargará Dios. No siempre el supuesto ofensor nos hiere porque quiere hacerlo, sino que nosotros permitimos ser heridos, porque abrimos nuestro corazón a la ofensa. El diablo ha puesto sensibilidad hacia nosotros en esa área de la ofensa, de modo que al aceptar el agravio, le estamos haciendo caso al enemigo y le estamos entregando parte de nuestra alma, dándole derecho legal para angustiarnos. El ofendido vive angustiado, está temeroso de ser herido, no quiere ser lastimado y trata de defenderse ante cualquier aparente agravio.

La forma efectiva para no ofendernos es no recibir la ofensa y si la hemos recibido, debemos soltarla inmediatamente como si fuera la peor plaga que se nos quiere colocar. El perdón es el antídoto contra la ofensa. En la parábola de los dos deudores, Jesús muestra cómo Él tiene compasión de un hombre que le debía mucho y lo perdona; sin embargo éste no fue capaz, después de ser liberado, de perdonar a un consiervo que le debía una miseria. Al enterarse de esto el amo, hace llamar al que había sido perdonado: Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! —le increpó—. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” Y enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía. Así también mi Padre celestial os tratará, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano." (Mateo 18: 32-35) Dios quiere que vivamos en libertad y la única forma de hacerlo es perdonando, porque de lo contrario vamos a ser atormentados.

Recordemos que pecamos cuando nos ofendemos y nosotros no queremos pecar, ¿verdad?, por eso debemos decidir no aceptar ni una ofensa, venga de quien venga. A medida que rechazamos las ofensas, nuestro corazón se vuelve más blando y puede ser amoldado por Dios. "Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas." (Eclesiastés 10: 4). La mansedumbre es la cualidad de ser dócil. Una persona mansa, puede perdonar; pero una persona cargada de orgullo no puede perdonar, porque siente en su fuero interno (conciencia) que no era merecedora de un trato tal, porque le faltaron el respeto y su EGO no soporta eso. La persona mansa ha renunciado a sus derechos, porque sabe que ya fue crucificada con Cristo y que toda ofensa contra su persona, la están haciendo al mismo Cristo y es Él quien va a asumir la defensa. En cambio, la persona orgullosa cree que debe hacer valer sus derechos y acepta las ofensas, sin darse cuenta que está siendo presa de los verdugos que van a oprimir su alma. Cuanto más almacenemos ofensa, más duros vamos a ser, más insensibles, sin misericordia; sin embargo cuanto más perdonemos, más semejante a Cristo vamos a ser, llenos de misericordia y bondad.

"El buen juicio de un hombre aplaca su ira, y su gloria es pasar por alto una ofensa." (Proverbios 9: 11 BPD) La persona prudente, sabia, no se deja gobernar por la ira y no toma en cuenta las ofensas, porque sabe que no le hacen bien. No trata de demostrar su disgusto frente al agresor/a para hacerle notar cuán grave fue la ofensa, más bien, trata a la persona con amor, hablándole con respeto y cariño y no mostrándole su disgusto, ya sea dejándole de hbalar o gritándole, etc. Si queremos vivir bien, empecemos a perdonar olvidando el agravio. Pidamos al Espíritu Santo que nos muestre qué ofensas tenemos guardadas y expongámoslas a la luz de Dios y echemos fuera toda ofensa, perdonando, porque es la única forma de hacerlo.

¿Cómo debemos perdonar? "Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo." (Efesios 4: 31: 32) Dios nos perdonó lo imperdonable, sabiendo que estábamos destinados a morir, porque nacimos con la herencia de pecado, pero la gracia y el amor de Dios superaron toda ofensa contra Él y perdonó todos nuestros pecados, otorgándonos libre entrada en Su reino y dándonos el privilegio de ser hijos de Dios, con todos los derechos que tiene un hijo. "Pero Dios es muy compasivo, y su amor por nosotros es inmenso. Por eso, aunque estábamos muertos por culpa de nuestros pecados, él nos dio vida cuando resucitó a Cristo. Nos hemos salvado gracias al amor de Dios, aunque no lo merecíamos. Dios, al resucitar a Jesucristo, nos resucitó y nos dio un lugar en el cielo, junto a él. Hizo esto para mostrar en el futuro la bondad y el gran amor con que nos amó por medio de Jesucristo. Ustedes han sido salvados porque aceptaron el amor de Dios. Ninguno de ustedes se ganó la salvación, sino que Dios se la regaló. La salvación de ustedes no es el resultado de sus propios esfuerzos. Por eso nadie puede sentirse orgulloso." (Efesios 2: 4-9 BLS). Ninguna persona merecía la salvación, el perdón de Dios, pero aun así Él nos perdonó y borró todos nuestros pecados, los echó al olvido. Lo único que nos queda por hacer, es lo mismo que Dios hizo por nosotros. Él perdonó todas nuestras ofensas, por lo tanto, nosotros también debemos perdonar sin chistar todas las ofensas del prójimo y vivir en la libertad con que Cristo nos hizo libres. SÉ FELIZ.

lunes, 19 de enero de 2009

SACA EL MAYOR PROVECHO

SACA EL MAYOR PROVECHO DE LO QUE DIOS TE DIO

“Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado”. (Romanos 12: 3)
Para vencer las pruebas no necesitamos más fe de la que Dios ya depositó en nosotros; sólo tenemos que echar mano de lo que tenemos poniendo nuestra confianza en el autor y consumador o perfeccionador de nuestra fe. Al hacer esto, permitimos que nuestra fe crezca y se fortalezca. Al poner nuestra confianza en Dios, le vamos a buscar para oír de Él respecto a la situación por la que estamos pasando, porque la fe viene por oír el mensaje de Dios (Romanos 10:17). Es igual que la salvación, si hemos sido salvos, no necesitamos más salvación para salvarnos, sino crecer en nuestra salvación día a día, apoderándonos de todo lo que Cristo ya logró en la cruz por nosotros, desarrollando más nuestro acercamiento a nuestro Salvador Jesucristo, de modo que empecemos a conocerlo y a amarlo más cada día.
Con la medida de fe que Dios ya nos dio podemos entregarnos completamente a Él con todas nuestras cargas, temores, fracasos, triunfos, etc., sabiendo que tenemos que negociar o sacar el mayor provecho de lo que tenemos. En la parábola de los talentos (Mateo 25: 14-30), el que no sacó provecho de lo que recibió, sino que tuvo miedo y no usó su talento, Dios lo llama "siervo malo y negligente" y es arrojado de Su presencia. Aquí viene algo muy importante que es establecido en el Reino y es de sacar el mayor provecho de lo que Dios nos dio, eso es saber hacer negocios, pues nos conviene, como dijo Jesús, estar en los negocios de nuestro Padre. Los negocios de Dios están dentro de Su Reino, por eso Jesús nos dijo que lo primero que debemos hacer es buscar Su Reino y hacer Su justicia (Mateo 6: 33), caminar sobre sus promesas en todo lo que vayamos aprendiendo; entonces Él se encargará de añadirnos lo que nos falta y que es motivo de preocupación para quienes no confían en Dios.
“Pero teniendo un mismo espíritu de fe que David, quien según está escrito decía: Creí, por eso hablé con confianza, nosotros también creemos, y por eso hablamos, estando ciertos de que quien resucitó a Jesús, nos resucitará también a nosotros con Jesús, y nos colocará con vosotros en su gloria.” (2ª Corintios 4:13 TA). Cuando vinimos a Cristo Él nos dio un mismo espíritu de fe que a David, Pablo, etc. La diferencia radica en que ellos supieron usarla, supieron sacarle el mayor provecho. ¿Cómo? Confiando plenamente en Dios sin importar la circunstancia. Tanto David como Pablo pasaron por circunstancias muy difíciles, pero ellos se entregaron completamente a Dios y descansaron en Él. Hablaron con confianza porque le creyeron a Dios. Es creyendo y hablando y actuando sobre lo que Dios ya nos dio lo que hace que las cosas pasen. Es creyendo y hablando y actuando lo que hace que nuestra fe crezca. Al hablar las Palabras de Dios, éstas llegan a nuestros oídos y nuestra fe se fortalece y empezamos a movernos (actuamos) sobre esa Palabra. Nuestras palabras deben estar respaldadas por la fe en el Dador de las Palabras, para que sean palabras de fe, de fe en Dios; es decir que sean palabras que tengan la misma fe de Dios. No puede haber fe si existe la mínima desconfianza. Lo que realmente creemos es lo que decimos cuando estamos en la prueba. Si queremos saber si estamos actuando en fe o no, escuchemos lo que decimos en la privacidad de nuestra propia alma, porque aunque parezca que todo está herméticamente cerrado y nadie nos escucha, Dios sí está oyendo nuestros pensamientos. Lo que decimos en secreto, cuenta para Dios, y vamos a comer del fruto de nuestra boca, porque lo que estamos pensando lo vamos a dejar salir por la boca.
Malaquías 3:13-15 nos dice que Dios estaba escuchando cuando su pueblo dijo: "... ¿qué hemos hablado contra ti? Habéis dicho: por demás es servir a Dios. Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos. Decimos pues ahora: bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no solo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon". Dios los confrontó en sus murmuraciones. Él dijo: "vuestras palabras han sido duras contra mí". No nos quejemos. La queja es un lenguaje duro para Dios, porque le estamos diciendo que Él es un mal Padre. Creámosle a Dios, dejemos salir la fe de Dios en nuestras palabras y demos a Dios elementos con los que Él pueda trabajar a nuestro favor. Él quiere hacer muchas cosas por nosotros si le permitimos, actuando en fe, creyéndole, hablando Sus Palabras.
En Lucas 17: 5, los discípulos le piden a Jesús que les aumente la fe para poder perdonar, Él les responde en el versículo 6: Si ustedes tuvieran una fe tan pequeña como un grano de mostaza --les respondió el Señor--, podrían decirle a este árbol: 'Desarráigate y plántate en el mar', y les obedecería.” Les estaba diciendo que no necesitaban una fe muy grande, sino que sacaran el mayor provecho de lo que tenían, que tuvieran confianza en el poder de Dios, en ese poder que actúa también en nosotros los hijos de Dios. Sabiendo esto: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, por la potencia que obra en nosotros, [a él] sea gloria en la Iglesia por el Cristo Jesús, por todas las generaciones de los siglos de [los] siglos. Amén.” (Efesios 3: 20, 21). Nuestra confianza debe estar en Dios solamente y no en la cantidad de fe que tenemos, porque hay un poder infinitamente grande dentro de nosotros, ese poder es el de la Persona del Espíritu Santo de Dios. Está en los hijos de Dios; está en ti y está en mí. Déjalo actuar y saca el mayor provecho de lo que Dios ya te dio.

viernes, 16 de enero de 2009

ADMIRA Y ADORA A DIOS

ADMIRA Y ADORA A DIOS

“Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra. Cantad la gloria de su nombre; Poned gloria en su alabanza. Decid a Dios: ¡Cuán asombrosas son tus obras! Por la grandeza de tu poder se someterán a ti tus enemigos. Toda la tierra te adorará, Y cantará a ti; Cantarán a tu nombre.” (Salmo 66: 1-4 RV60)
Nadie jamás ha podido, ni podrá hacer lo que Dios hizo y sigue haciendo; si bien en este siglo XXI admiramos el avance tecnológico y el progreso de la ciencia, nada se asemeja a la obra portentosa del Dios Todopoderoso. Sin embargo, todo este progreso nos ha desviado de mirar las obras de Dios, empezando por nosotros mismos, que somos una creación perfecta. Cuando empecemos a admirar la creación de Dios, vamos a admirar al Creador, entonces todo nuestro ser se inclinará reverente y adorará al Único y Poderoso Dios. La adoración y la alabanza brotan de un corazón que admira y reverencia al Creador de todo. No podemos adorar a Dios, si no admiramos y nos asombramos de todas Sus portentosas obras.

Cuando reconocemos la grandeza de Su poder, el temor huye de nosotros, porque no puede permanecer dentro de una persona que sabe quién es Su Dios y Padre, entonces vamos a exclamar: “Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta.” (Salmo 23: 4 NVI). ¡Qué tremenda confianza tenía el pastorcito y rey David! Cuánto más nosotros, en esta época de la gracia, porque nuestro Dios y Padre está habitando en nosotros; es Su vida la que se ha introducido en la nuestra a través de Su Espíritu, somos Su Tabernáculo. “¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios.” (1ª Corintios 6: 19, 20 NVI) Es todo nuestro ser que debe involucrarse en la alabanza y adoración porque somos templos de Dios. El templo no debe ser adorado, porque sólo es un objeto que guarda la Presencia de Dios y es a Dios a quien adoramos guardando nuestro templo en santidad y pureza. Por eso, el apóstol Pablo nos declara: “Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser -espíritu, alma y cuerpo- irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” (1ª Tesalonicenses 5: 23). “Irreprochable”, quiere decir que no tenga ni una tacha que merezca reproche. Nuestro templo tiene que estar impecable; por eso es de suma importancia guardar nuestros pensamientos centrados en Cristo Jesús, para no pecar y ensuciar el santuario de Dios.

Nosotros admiramos los suntuosos templos que han sido construidos con esmero y son cuidados en la misma forma, porque fueron edificados para albergar al objeto de adoración. El templo donde habita el único y verdadero Dios debe ser cuidado con mucha mayor escrupulosidad tanto por fuera como por dentro. Nuestro templo tiene que ser digno de Aquel a quien alberga; tiene que estar recubierto por dentro y por fuera del amor de Dios, del amor por Dios y para Dios. Todo nuestro ser debe amar por sobre todas las cosas a nuestro Padre Dios. “El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él.” (Juan 14: 23 NVI). El amor embellece nuestro templo y nos lleva a la adoración, porque sólo podemos adorar en espíritu y verdad a quien amamos. El verdadero amor complace el corazón de Dios y Él se deleita en morar en nuestro ser, porque el amor a Dios nos lleva a la obediencia a Su Palabra. El amor a Dios nos lleva a amar a nuestros semejantes y a no juzgarlos. Por el amor a Dios somos capaces de soportar todo; de esperar con paciencia y fe, de creer y de ver en los demás lo que Dios, por amor a nosotros, ve.

En el salmo 148, el salmista exhorta a la creación de los que están en los cielos, como en la tierra y el mar a alabarle y también dice: “Los reyes de la tierra y todos los pueblos, Los príncipes y todos los jueces de la tierra; Los jóvenes y también las doncellas, Los ancianos y los niños. Alaben el nombre de Jehová, Porque sólo su nombre es enaltecido. Su gloria es sobre tierra y cielos.” (Salmo 148: 1-4). Todo ser creado, por el solo hecho de haber sido creado, debe adorar y alabar a Dios. Cuánto más nosotros, los seres humanos, que hemos sido creados a Su imagen y semejanza y además, hemos sido comprados al precio impagable de la sangre de Jesucristo, porque ningún humano, por muy bueno que sea, puede comprar su salvación , es sólo la preciosa sangre del Hijo de Dios, que nos concede salvación por gracia, para que ninguno se pierda, porque nuestro Padre quiere tenernos a todos a Su lado por la eternidad; es por eso que no escatimó ni a Su propio Hijo Jesucristo, sino que lo dio en rescate por cada uno de nosotros y juntamente con Él, nos dio también todas las cosas. “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?” (Romanos 8: 32). Que todos los redimidos por Jesucristo, a quienes Él ha redimido con Su sangre no cesen de alabar y glorificar Su Santo Nombre y dar honra al único digno de toda honra. Que todo nuestro ser adore a Dios, que aclamemos con júbilo a Jesucristo por nuestra salvación y que anhelemos Su presencia todo el tiempo. Admira y adora a Dios con todo tu ser porque nadie ha podido, ni podrá hacer lo que Él hizo por ti y por mí.

lunes, 12 de enero de 2009

VIVE UNA VIDA DE ADORACIÓN

VIVE UNA VIDA DE ADORACIÓN

"En cuanto le contaron al rey David que por causa del arca el Señor había bendecido a la familia de Obed Edom y toda su hacienda, David fue a la casa de Obed Edom y, en medio de gran algarabía, trasladó el arca de Dios a la Ciudad de David… Así que entre vítores y al son de cuernos de carnero, David y todo el pueblo de Israel llevaban el arca del Señor." (2ª Samuel 6: 12, 15 NVI)
¿Por qué el rey David y la gente estaban tan felices de llevar el Arca del Señor al lugar que el rey le había preparado? Porque el Arca simbolizaba la presencia de Dios entre ellos y esta presencia traía gran bendición, porque donde Dios está la bendición sobreabunda. El rey, líder del pueblo de Dios, se regocijó sobremanera cuando llevaba el Arca del Señor y juntamente con él, todo el pueblo. Este regocijo les abrió camino para una adoración extrema, porque llevaban la presencia de Dios a su cuidad. El Arca era un objeto donde Dios se manifestaba, Él mandó construirlo con ese fin, siempre y cuando el pueblo Le obedeciera y buscara de corazón Su presencia. “Después me harán un santuario, para que yo habite entre ustedes. El santuario y todo su mobiliario deberán ser una réplica exacta del modelo que yo te mostraré.” (Éxodo 25: 8,9). El deseo de Dios era habitar entre Su pueblo y que éste contemplara Su presencia diariamente y su extraordinario poder. Por eso, cuando David fue nombrado rey de Israel, Él tomó la decisión de tener el Arca del Señor en su ciudad, porque quería la presencia de Dios muy cerca de él.

David era un hombre que amaba la presencia de Dios y se deleitaba en caminar conforme a la voluntad del Señor. “Tras destituir a Saúl, les puso por rey a David, de quien dio este testimonio: 'He encontrado en David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón; él realizará todo lo que yo quiero.'” (Hechos 13: 22 NVI) Si Dios dijo que encontró, es porque estaba buscando a un varón que gobernara según los diseños de Dios. Todavía Dios está buscando a mujeres y hombres que empiecen a gobernar según los diseños del Omnipotente y que Le consulten acerca de todo lo que tengan que hacer. Si buscamos en adoración la presencia de Dios constantemente, vamos a sentir placer en hacer Su voluntad y dejar de hacer lo que nuestro vano criterio nos diga. David no fue un hombre perfecto en todo, cometió pecados, tuvo debilidades, pero ¿qué lo hizo “un varón conforme al corazón de Dios”? El solo hecho de estar apasionado por la presencia de Dios. David capturaba el corazón de Dios cuando Le buscaba, porque reconocía quién era Dios y Le daba toda la gloria a Su Nombre.

"Después de esto volveré, y restauraré el tabernáculo de David que estaba caído; y reedificaré sus ruinas, y le volveré a levantar; Para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los Gentiles sobre los cuales es llamado mi nombre, dice el Señor, que hace todas estas cosas." (Hechos 15: 16, 17 RV1865). Dios quiere restaurar en cada hijo suyo, donde Él ha hecho su habitación, esa pasión de David por Dios. Si este varón se llenó de alegría y algarabía al trasladar el Arca a su ciudad, cuánto más cada uno de los hijos de Dios, debemos llenarnos de mayor gozo porque ahora, Le ha placido a Dios trasladar su morada a nuestro corazón. ¿Acaso no es como para vivir en adoración constante? En el tabernáculo de David la adoración era de 24 horas. "David dejó el arca del pacto del Señor al cuidado de Asaf y sus hermanos, para que sirvieran continuamente delante de ella, de acuerdo con el ritual diario." (1º Crónicas 16.37).

Dios está moviendo a Su Iglesia hacia una adoración intensa, hacia una vida de adoración. La Iglesia de este siglo ha de contemplar el mayor avivamiento jamás visto en su historia, porque la adoración trae la presencia de Dios y donde Él está nada queda igual, hay transformación. Este mover de Dios ya empieza a verse en distintos lugares del mundo y es como géiseres que brotan con fuerza y emanan su calor, pero no se consumirán, ni volverán de donde han salido, sino que se irán extendiendo y uniendo hasta cubrir toda la tierra. “Porque así como las aguas cubren los mares, así también se llenará la tierra del conocimiento de la gloria del Señor.” (Habacuc 2: 14). En medio de los ayes que el profeta estaba diciendo contra los injustos, brota este versículo como un géiser que se levanta para no volver a caer, porque así, de la misma forma, como vemos que la maldad va acrecentándose, así, de pronto, brotará la gloria de Dios y se verá en todo lugar, para que los que no conocen a Dios, vengan a su conocimiento.

"Después, el profeta ora a Dios y dice: “Oh SEÑOR, he oído tu palabra, y temí. Oh SEÑOR, aviva tu obra en medio de los tiempos, En medio de los tiempos hazla conocer; En la ira acuérdate de la misericordia. Dios vendrá de Temán, y el Santo desde el monte de Parán, (Selah.) Su gloria cubrió los cielos, y la tierra se llenó de su alabanza." (Habacuc 3. 2,3 RV2000). Aviva Tu obra Señor en este tiempo, que el mundo conozca Tu poder, que se levanten adoradores por doquier, que Tu gloria sea vista en todos los confines de la tierra y aunque todo parezca desvanecerse a nuestro alrededor, con todo, te vamos a adorar y nos vamos a regocijar en Ti, porque Tú eres nuestra fuerza y nuestra confianza está puesta solamente en Ti. Tú eres nuestro Libertador, nos estableces y nos levantas para que caminemos en las alturas que Tú ya has establecido para nosotros.

martes, 6 de enero de 2009

CORAZÓN ENTENDIDO

CORAZÓN ENTENDIDO

"Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande? (1º Reyes 3: 9 RV 60)
"Yo te ruego que le des a tu siervo discernimiento para gobernar a tu pueblo y para distinguir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién podrá gobernar a este gran pueblo tuyo?" (1º Reyes 3: 9 NVI)
"Da pues a tu siervo corazón dócil para juzgar a tu pueblo, para que pueda juzgar entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar éste tu pueblo tan grande?" (1º Reyes 3: 9 RV 2000)
"Y darás a tu siervo corazón de escuchar y juzgar a tu pueblo en justicia y para entender entre lo bueno y lo malo; pues ¿quién podrá juzgar a tu pueblo, el pesado éste?» (1º Reyes 3: 9 Septuaginta)

Estos mismos versículos expuestos en diversas versiones nos aclaran lo que es un corazón entendido, corazón que todo hijo de Dios debe anhelar. Quien anhela un corazón entendido busca a Dios de todo corazón.

En Apocalipsis 1: 5 y 5: 10, nos dice que ya hemos sido hechos reyes y sacerdotes, entonces nuestro clamor al Señor debe ser el mismo de Salomón: Dame un corazón entendido, capaz de discernir entre lo bueno y lo malo, que sea dócil a tu Palabra, que sepa escuchar tu voz para hacer tu voluntad”. El corazón entendido se da cuenta del momento de Dios y actúa conforme Dios se va moviendo, no pierde oportunidad. Dios se agrada con el corazón que entiende, que despierta al conocimiento de Él. Ese es un corazón que busca a Dios, que busca la intimidad con Él, que se deleita en Su Palabra. El corazón entendido se sumerge en la adoración porque sabe que es allí que verá el rostro de Su Amado. Es allí donde deja sus razonamientos, sus ideas o suposiciones y se deleita en escuchar la voz de Dios para ponerla por obra. No vamos a poder reinar si no cumplimos la función sacerdotal, sino somos alabadores y adoradores en todo tiempo. La autoridad y poder para reinar sólo la vamos a tener si llevamos en alto la adoración, porque esto nos permite entrar en la esfera celestial sobre todo principado, poder y autoridad. El adorador es un intercesor por excelencia; está cubriendo vidas y librando de las ataduras del diablo; es un guerrero en potencia y el enemigo le teme.

"Dichosos los que saben aclamarte, Señor, y caminan a la luz de tu presencia; los que todo el día se alegran en tu nombre y se regocijan en tu justicia." (Salmo 89. 15-16) El corazón entendido sabe alabar a Dios, sabe gozarse en Su presencia y mantener ese gozo, entendiendo que el gozo lo fortalece y mantiene al enemigo alejado. El cristiano debe estar siempre lleno de gozo. Pablo dijo que nos regocijáramos siempre en el Señor; eso quiere decir, “constantemente”, a pesar de las circunstancias. Las situaciones por las que pasaba Pablo no eran las mejores, estaba encarcelado, pero gozoso, porque el gozo le daba libertad a su alma. Las barras que mantenían su cuerpo prisionero, eran de hierro; pero no podían apresar su alma ni su espíritu si él no se los permitía. Pablo no permitió eso. Ni siquiera se sintió prisionero de Roma, sino de Jesucristo, ante quien se hizo siervo por amor. Este varón gozoso alentaba el corazón de quienes estaban aparentemente libres. Felices o dichosos es sinónimo de próspero. La prosperidad del alma nos lleva a una vida real y verdadera capaz de cumplir los propósitos de Dios en nuestra vida.

"El corazón entendido va tras el conocimiento (sabiduría); la boca de los necios se nutre de tonterías." (Proverbios 15: 14). El corazón entendido busca adorar a Dios porque es allí donde adquiere conocimiento de Él, allí es donde puede contemplar a Dios y deleitarse en Él. El cielo está saturado de adoración, toda la atmósfera celestial vibra con adoración y cuando entramos es esa atmósfera ya no buscamos nuestras propias experiencias, porque allá no cuentan; lo buscamos a Él, pues sólo Dios es el que llena todo, no hay ni un solo vacío que no sea llenado por Él. Nuestros ojos son atraídos por Su hermosura, nuestros oídos están atentos a Su sabiduría y nuestra boca sólo exclama Santo, Santo, Santo uniendo nuestras voces al coro celestial.

"Es sólo de Dios que proceden la sabiduría y la justicia, porque Él gobierna con justicia y de Sus labios brota la sabiduría. El corazón del entendido adquiere sabiduría; y el oído de los sabios busca la ciencia." (Proverbios 18: 15) La capacidad de entender proviene de Dios, Él nos ha dado esa capacidad, pero en nuestras manos está el adquirir entendimiento. A medida que buscamos a Dios con todo el corazón, Él añadirá en nosotros más entendimiento. El rey Uzías en el tiempo que buscó a Dios, fue prosperado. "Uzías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su padre Amasías y, mientras vivió Zacarías, quien lo instruyó en el temor de Dios, se empeñó en buscar al Señor. Mientras Uzías buscó a Dios, Dios le dio prosperidad." (2º Crónicas 26:4, 5). Dios está buscando corazones entendidos que lo busquen en adoración, porque Él quiere derramar sus bendiciones sobre quienes lo busquen. El que busca a Dios es entendido en las intenciones de Dios, porque es cerca de Su corazón que nosotros vamos a escuchar Sus secretos, es en la intimidad que Dios nos va a declarar lo que hay en Su corazón.

"Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón (entendimiento) para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales, muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no sólo en este mundo sino también en el venidero." (Efesios 1: 17 -21)

lunes, 5 de enero de 2009

BENEFICIOS DE LA ADORACIÓN

EL ENTENDIMIENTO DE DIOS DEBE LLEVARNOS A LA ADORACIÓN
La mujer Le dijo: "Señor, me parece que Tú eres profeta. "Nuestros padres adoraron en este monte, y ustedes dicen que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar." Jesús le dijo: "Mujer, cree lo que te digo: la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. "Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los Judíos. "Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que Lo adoren. "Dios es Espíritu, y los que Lo adoran deben adorar en espíritu y en verdad." La mujer Le dijo: "Sé que el Mesías viene (el que es llamado Cristo); cuando El venga nos declarará todo." Jesús le dijo: "Yo soy, el que habla contigo."
(Juan 4: 19-26 NBHL).
Una mujer con mucha religión, pero ansiosa de conocer al verdadero Dios, recibe una revelación de suma importancia para la vida de todo el que se precie de cristiano. Nadie puede adorar a alguien que no conoce, a alguien de quien no entiende nada. Esta mujer había escuchado del Mesías y quizá estaba preparando muchas preguntas para cuando Él se presentara. En su búsqueda desesperada cometió también actos desesperados que la estigmatizaron a tal punto que ella debía ir a buscar agua para calmar su sed y limpiar su cuerpo en la peor hora del día, cuando el sol calentaba con mayor intensidad, cuando las demás mujeres estaban reposadas en sus casas. Pero en medio de ese sol ardiente ella encontró la verdadera fuente de vida, la verdadera agua que saciaría su sed del alma. Ella encontró a Jesús, y nadie tuvo una revelación tan abierta de quién era Jesús como esta mujer. De pronto ella se encontró frente al verdadero Mesías y no hubo preguntas, ella entendió quién era Él y quién era ella frente a Él. Al conocer a Jesús, ella fue confrontada con su realidad y recién pudo ver el vacío que llevaba dentro que no pudo ser llenado por nadie. Se dio cuenta quién era y qué era lo que estaba añorando por tanto tiempo, pero ahora que sus ojos se abrieron a la realidad, ella no pudo estar callada, ni se guardó el secreto, que bien podía haberlo hecho, sino que fue y se lo dijo a quienes la iban a escuchar, a los hombres de la ciudad. Cuando nuestros ojos se abren y entendemos a Cristo, tenemos una revelación de quién es el Cristo, no podemos permanecer callados, queremos que otros vengan a Él a rendirle adoración.

“Ustedes adoran lo que no conocen” (no entienden). Si no conocemos al verdadero Dios, vamos a estar buscando lugares, forma, estrategias humanas para alcanzar a Dios y eso no funciona. La revelación o entendimiento de Dios viene de un corazón dispuesto a buscarlo. Esta mujer tenía un corazón que anhelaba de Dios. No lo había encontrado en sus cinco maridos, estaba insatisfecha, porque el corazón sin Dios no puede encontrar satisfacción en nada, siempre se va a sentir el vacío, aunque se lo intente llenar con otras cosas; porque el corazón (espíritu) sólo puede ser llenado por Dios. Jesús le mostró el secreto de llenar su corazón y también el nuestro, es a través de la adoración a Dios en espíritu y verdad. Cuando reconocemos que Dios existe y es, y que todas las cosas sólo son y existen por Su voluntad, inclusive nosotros, nuestro corazón no puede callar y empieza a adorar. La adoración va dirigida a Dios, por quién es Él; pero el beneficio viene a nosotros, por quién es Dios. Nada de lo que hagamos para Dios va a quedar sin recompensa. El tiempo que disponemos para adoración redundará en nuestro beneficio con creces, porque Dios no da con medida, siempre lo hace sobreabundantemente.

“Yo soy el Señor; ¡ése es mi nombre! No entrego a otros mi gloria, ni mi alabanza a los ídolos. (Isaías 42: 8).
"Así que, si me adoras, todo será tuyo. Jesús le contestó: Escrito está: Adorarás al Señor tu Dios, y a él sólo servirás." (Lucas 4: 7-8) En estos textos Jesús deja claro que sólo Él es merecedor de la adoración. El diablo quería ese honor, porque él sabe el poder de la adoración, qué efecto causa la adoración y cómo es posible remover cualquier obstáculo por medio de ella. Cuando el pueblo adora, Satanás tiene que darse a la retirada, porque Dios habita en medio de la alabanza de su pueblo. La adoración nos lleva al mismo trono de Dios. En el cielo se adora constantemente. Los cuatro seres vivientes, cada uno de ellos con seis alas, están llenos de ojos alrededor y por dentro, para no perder de vista al único digno de adoración; y día y noche no cesan de decir: "SANTO, SANTO, SANTO, es EL SEÑOR DIOS, EL TODOPODEROSO, el que era, el que es y el que ha de venir." Y cada vez que los seres vivientes dan gloria, honor, y acción de gracias a Aquél que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante de Aquél que está sentado en el trono, y adoran a Aquél que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: "Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria y el honor y el poder, porque Tú creaste todas las cosas, y por Tu voluntad existen y fueron creadas." (Apocalipsis 4: 8-11).

Cuando adoramos nos acoplamos a la adoración celestial, unimos nuestra voluntad a la voluntad de Dios, haciendo que se cumpla en nosotros el propósito de Dios. La adoración sale del espíritu directamente al Trono de Dios, porque sólo se adora en la presencia de Dios. “Dios es Espíritu” y alcanzamos a Dios en el espíritu porque el alma no puede llegar al ámbito espiritual. El espíritu es transparente, el alma muchas veces divaga y puede tener áreas oscuras. Las bendiciones son espirituales y están en los lugares celestiales, en Cristo. "Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo." (Efesios 1:3 NVI). Alcanzamos estas bendiciones con la adoración, por eso el diablo no quiere que el cristiano adore.
  • Cuando adoramos nos deleitamos en Dios y entonces Él nos concede los deseos de nuestro corazón sin que se lo pidamos. (Salmo 37: 4). Dios se encarga de realizar en nosotros aquello que nuestro corazón desea.

  • Cuando adoramos nos acoplamos a la adoración celestial.

  • Cuando adoramos unimos nuestra voluntad a la voluntad de Dios, haciendo que se cumpla en nosotros el propósito de Dios.

  • La adoración hace trabajar a los ángeles a favor nuestro.

  • La adoración trae la gloria de Dios a la tierra y hace que se cumpla la palabra que la tierra será llena de Su gloria.

  • La adoración desbarata el plan del enemigo en nuestra contra.

  • Por medio de la adoración se nos revela secretos del enemigo en contra nuestra, porque Dios no nos va a ocultar nada cuando entramos en el lugar secreto de la intimidad con Él.

  • La adoración nos funde con Dios haciéndonos uno con Él, donde sólo importa el Mayor, Dios; porque en la adoración quitamos nuestra visión de nosotros mismos y la ponemos únicamente en Dios, exaltamos al único digno de ser exaltado y le damos la gloria, la honra, el honor y el poder, lo que le daremos por la eternidad. Al único y verdadero Dios, al Soberano Jesucristo, sea la gloria por siempre. Amén.

viernes, 2 de enero de 2009

SUEÑA LOS SUEÑOS DE DIOS

DIOS QUIERE QUE SUS SUEÑOS SE HAGAN REALIDAD EN TI

“Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse.” (Daniel 1:8) Este año, 2009, tú puedes hacer que los sueños de Dios se vuelvan realidad en tu vida. ¿Acaso depende de la persona? ¿No depende de Dios? Aunque Daniel nunca soñó estar en el palacio de Nabucodonosor, de pronto se vio allí. Ante él estaba una realidad nunca soñada, él vio de cerca las costumbres de los babilonios e hizo algo que cuando cualquier hijo de Dios lo hace, recibe el respaldo del Espíritu Santo. Lo que Daniel veía frente a él, era como una pesadilla, pero él propuso en su corazón no contaminarse. Esta decisión firme hizo que Dios le pusiera en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos y la pesadilla se transformó en una hermosa realidad. Daniel y sus compañeros fueron diez veces más sabios que los sabios de Babilonia, solamente porque él propuso hacer algo a favor de la justicia de Dios. Debido a esa osada decisión de Daniel, él pudo vencer a los leones y a fuerzas espirituales poderosas, porque unió cielo y tierra cuando decidió hacer la voluntad de Dios en el reino más pagano de la historia.

En el Padre Nuestro, Cristo nos muestra el secreto de hacer realidad Los sueños de Dios. “Hágase tu voluntad en la tierra, así como se hace en el cielo.” ¿Cuál es a voluntad de Dios? “Escuché entonces a todos los seres en el cielo, en la tierra, debajo de ella y en el mar, que decían: "¡Toda la alabanza, el honor, la gloria y el poder sean para el que está sentado en el trono y para el Cordero por siempre! "Las cuatro criaturas respondían: "¡Así sea!", y los ancianos se arrodillaban y adoraban.” (Apocalipsis 5:13, 14). (Puedes leer también Apocalipsis 4:8-11: 5:8-12). La adoración es lo que se hace en el cielo todo el tiempo, sin cesar, porque nadie puede estar delante de Él y no adorarle. Hemos sido creados para publicar las alabanzas de Dios. (Isaías 43: 21) La alabanza y la adoración unen el cielo y la tierra. Al hacer la voluntad de Dios unimos cielo y tierra, entonces los sueños de Dios entran a ser nuestros sueños. Notemos algo muy importante en el Padre Nuestro. Cristo glorifica al Padre primero y luego pide que Su Reino venga. Hemos visto que el Reino y el Rey son una Persona, Jesucristo. Cuando Cristo viene a nuestro corazón, el hacer la voluntad de Dios debe ser nuestra prioridad, entonces vamos a poder andar en acuerdo con el Rey Jesús. Él dijo que Él y Su Padre eran uno y Su deseo para nosotros es que seamos uno con Él, acomodando nuestros sueños a los de Dios, soñando los sueños de Dios.

“¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Amós 3:3) ¿Podemos andar en acuerdo con Dios si no hacemos Su voluntad? ¿Podemos ser uno con Él haciendo nuestra propia voluntad? ¿Podemos soñar Sus sueños si no amamos Su Presencia? “En total, Enoc vivió trescientos sesenta y cinco años, y como anduvo fielmente con Dios, un día desapareció porque Dios se lo llevó.” (Génesis 5: 21-22) Enoc vivió 365 años en fidelidad a Dios. No es una casualidad el número de años que vivió Enoc. 365 días tiene un año y Dios quiere que cada día del año vivamos haciendo Su voluntad, caminando junto a Él, entonces nos pasará lo que le pasó a Enoc, seremos arrebatados, porque aquí en la tierra hicimos la voluntad de Dios y Su sueño se hará realidad, estaremos siempre con Él.

¿Acaso no basta con recibir a Jesús en el corazón? Veamos qué dice el mismo Jesús. "No todo el que me dice: 'Señor, Señor', entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?' Entonces les diré claramente: 'Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!' "Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. (La Roca es Cristo) Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina." (Mateo 7: 21- 28). El hacer la voluntad de Dios nos hace ser reyes y sacerdotes de Dios. El rey tiene autoridad porque se sujeta a la autoridad del Rey de reyes. El sacerdote se conecta íntimamente con Dios, adora; entra al Santísimo todo el tiempo. Busca la Presencia de Dios. No se entretiene haciendo sólo obras. Hace obras y está en perfecta comunión con Dios. Es un adorador.

¿Hasta cuándo, ignorantes, seguirán amando la torpeza? ¿Hasta cuándo los burlones seguirán felices de hacer tonterías? ¿Hasta cuándo los brutos seguirán odiando el saber? Hagan caso a mi corrección, y yo derramaré mi espíritu sobre ustedes; les daré a conocer mis pensamientos. Yo los llamé, pero ustedes no me atendieron; les ofrecí mi mano, pero no me hicieron caso. Ustedes rechazaron mis consejos, se negaron a aceptar mi corrección. Por eso también yo me reiré de ustedes cuando les lleguen las dificultades; disfrutaré viéndolos todos atemorizados, cuando les llegue como una tormenta lo que tanto temen, y la desgracia los agarre como un torbellino. Entonces me llamarán, pero yo no responderé. Me buscarán al amanecer, pero no me encontrarán porque odiaron el conocimiento, se negaron a respetar al Señor. No quisieron escuchar mis consejos y no hicieron caso a mis correcciones, así que tendrán que comer del fruto de sus acciones y quedar hartos de sus propias maquinaciones. Los tontos mueren porque se niegan a seguir la sabiduría; los ricos son felices siguiendo su forma insensata de obrar, y eso los destruye. En cambio, el que me obedece vivirá tranquilo, seguro y sin temer ninguna desgracia. (Proverbios 1: 22 -33 PDT) No dejemos que pase más tiempo, decidamos cambiar, propongámonos hacer la voluntad de Dios, salvemos nuestra alma para que el Reino de Dios entre en nuestras vidas.
"Por lo cual, dejando toda inmundicia, y restos de malicia, recibid con mansedumbre la Palabra ingerida en vosotros, la cual puede hacer salvas vuestras almas." (Santiago 1: 21RV2000)

La Palabra de Dios es clara y no hay por dónde perderse. Por tanto no perdamos tiempo tratando de hacer las cosas conforme a nuestro criterio, sino sujetémonos a la voluntad de Dios para hacerla. Hagamos que los sueños de Dios se hagan realidad. Dios quiere soñar sus sueños en nosotros este 2009; quiere abrir los cielos para que Su voluntad sea hecha. Propongamos en nuestro corazón hacer la voluntad de Dios y digamos con David, lo que Él dijo respecto a Cristo: "Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí." En medio de la gran asamblea he dado conocer tu justicia. Tú bien sabes, Señor, que no he sellado mis labios. No escondo tu justicia en mi corazón, sino que proclamo tu fidelidad y tu salvación, tu gran amor y tu verdad." (Salmo 4o: 8-10) ¿Cuánto nos agrada estar haciendo la voluntad de Dios? ¿Nos deleitamos en Su presencia? Hagamos que este 2009 los sueños de Dios sean nuestros sueños y veremos satisfechos los anhelos de nuestro corazón y también los de Dios. Oremos: Señor, quitamos todo sello de nuestros labios y decidimos proclamar Tu justicia con nuestros labios, nos proponemos hacer Tu voluntad y amar Tu Presencia. Decidimos dar a conocer lo que llevamos de Ti en nosotros. Lo que Tú has puesto en nuestro corazón queremos darlo a conocer, que conozcan TU JUSTICIA; no guardaremos en secreto Tu verdad. Y a partir de ahora proclamaremos Tu salvación, Tu fidelidad, Tu amor y verdad con nuestros labios y con nuestras vidas. Decidimos buscar Tu presencia y conocerte cada día más. Nuestro deleite eres Tú, Amado Señor Jesucristo. Que se hagan realidad Tus sueños en nosotros y Tu voluntad sea hecha en nuestras vidas, para que Tu gloria sea vista este 2009.

jueves, 1 de enero de 2009

PREDESTINADOS PARA SER COMO CRISTO


ESTAMOS PREDESTINADOS PARA SER COMO CRISTO
Romanos 8: 28 “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.” ¿Tú crees que fuiste llamada/o de acuerdo con su propósito? Si es así, entonces sigue leyendo.

Romanos 8: 29 “Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” ¿Crees que Dios te conoció desde siempre? Si estuviste en la mente de Dios aun antes de que el universo fuera creado, es porque Dios ya te había conocido y ya te dio un propósito para lo cual has sido creada/o. Ese propósito es que tú seas transformada/o a la misma imagen de Su Hijo, para que te parecieras a Jesús el Cristo en todo, porque la gloria que Él recibió del Padre ya nos la dio, con el solo propósito de que seamos uno con Él, así como Jesucristo es UNO con el Padre. (Juan 17: 22). Si permanecemos unidos a Cristo, lo que se va a producir en nosotros es Su imagen, la única imagen que Dios reconoce.

El propósito y meta eternos de Dios es que lleguemos a ser como Su Hijo, por eso estamos aquí, y ese debería ser también nuestro único objetivo. El apóstol Pablo dijo lo siguiente en Filipenses 3: 9-16 (CAS) “Mi mayor anhelo es sentirme unido a él, no ya en virtud de una justicia mía, personal, resultado de mi estricta obediencia a la ley mosaica, sino solamente por la fe en él, en Cristo, porque Dios nos hace justos por la fe. Yo he renunciado a todo lo demás por llegar a conocer a Cristo y el poder de su resurrección, y por ser semejante a él mediante la participación en sus sufrimientos y en su muerte; es decir, por ver si de una o de otra manera puedo alcanzar la resurrección de los muertos. « Ciudadanos del cielo » No digo que haya logrado ya esa meta, ni que yo sea perfecto. Lo que pretendo es seguir adelante, tratando de ver si un día podré ser lo que Cristo, al salvarme, quiso que fuese. No, hermanos, todavía no soy como debo ser; pero, eso sí, olvidando las cosas que voy dejando atrás y mirando a lo que está delante, procuro alcanzar la meta y recibir el premio celestial al que Dios me ha llamado por medio de Cristo Jesús. Confío en que todos los que hemos llegado a la madurez en la fe estemos de acuerdo en estas cosas; y si en algo no lo estáis, espero que Dios os lo haga entender, para que podamos seguir caminando juntos, movidos por un mismo sentir.”

Romanos 8: 30 “A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.” Un día, en la eternidad, Dios te soñó, después te llamó y tú aceptaste Su llamado al recibir a Jesucristo como Señor y Salvador de tu vida y en ese momento Él te hizo justo, porque “al que no conoció pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios.” (2ª Corintios 5: 21).También Dios nos glorificó al introducirnos en Aquel que es digno de toda gloria, en Jesucristo el Señor. Hemos sido creados en Cristo por voluntad de Dios, “para alabanza de su gloriosa gracia, que nos concedió en el Amado.” (Efesios 1: 6). Estamos destinados a ser alabanza; y recuerda que la alabanza te posesiona y posiciona (afirma) en el lugar que Dios ya ha establecido para ti, en Cristo. Los adoradores en el cielo están constantemente dando gloria al único que es digno de adoración y lo siguen por todo lado en alabanza y adoración. Cuando tú Le alabas y adoras, no sólo Le tributas alabanza, sino que te vuelves "Alabanza”, todo tu ser se mueve en alabanza y haces vibrar cada cuerda dentro de ti en alabanza y adoración a Jesucristo.

En la eternidad un ser era todo alabanza, fue llamado Lucifer, porque la alabanza es luz, pero él se llenó de oscuridad al querer recibir la gloria y no darla al único merecedor de toda gloria, por eso fue sacado de la presencia de Dios y destinado a una eterna oscuridad. Ahora Dios nos ha otorgado el privilegio de ser alabanza para manifestar Su luz y gloria. Dejemos de lado todo aquello que no nos permite alabarle (resentimiento, temor, duda, angustia y toda obra de la carne) y mantengamos la alabanza como un estilo de vida en nosotros, porque eso es lo que haremos por la eternidad.

Romanos 8: 31 "¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?" ¡Qué diré frente a esto! Que nada ni nadie, me podrá arrebatar de los brazos amorosos de mi Señor Jesucristo, porque mi vida está escondida en Él, he sido engendrada en Cristo, Su naturaleza me da vida, el conocerle me fortalece, formo parte de Él, así como la rama de la vid que está sujeta al tronco, es parte de la misma vid, y no se puede decir que es otra cosa, porque tiene la misma naturaleza del tronco. No soy un parásito absorbiendo la sabia de la planta, pero sin producir fruto. La rama propia de la planta absorbe los nutrientes con un solo propósito, la de dar fruto, y ese fruto es la gloria del Padre, porque a través del fruto se conoce a la planta.

Romanos 8: 32 “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?” ¿Puedes creer esto? Dios quiere darnos todas las cosas que en su infinita sabiduría Él sabe que es lo mejor para nosotros; sin embargo nosotros estamos viendo solamente lo que nuestra limitada visión nos permite ver y nos aferramos a ello. Dile al Señor que te muestre qué tiene para ti y no lo pierdas de vista hasta conseguirlo. Haz como Jacob y dile: “No te soltaré hasta que me bendigas” (Génesis 32: 26b). ¿Por qué Jacob le dijo eso? Porque ya Dios le había dicho: “No te abandonaré hasta cumplir todo lo que te he prometido” (Génesis28: 15b). Dios cumple lo que ha prometido. Dios ya te ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. (Efesios 1: 3). Si puedes creerlo, ya tienes sus promesas cumplidas en ti, porque al que Le cree, todo le es posible.