jueves, 27 de mayo de 2010

LA LENGUA ES COMO UN TIMÓN

LA LENGUA ES COMO UN TIMÓN
“Fíjense también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto. Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!”
(Santiago 3: 4,5)
En estos versículos, el apóstol Pablo compara la lengua con el timón de un barco, que es pequeño comparado con la nave, sin embargo se encarga de dirigir el curso de ella por la ruta correcta o equivocada, según el piloto la gobierne. Cada persona es el piloto de su embarcación y la lengua es el timón, el conductor moverá el timón a la dirección que le plazca, si conduce bien, llegará a destino y si conduce mal, se atendrá a las consecuencias, que puede ser un fatal naufragio. Cada persona (piloto) decide qué pensar y qué decir, de esa forma va dirigiendo su embarcación a un puerto seguro o irá a la deriva sin un rumbo fijo.

“El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua.” (Proverbios 10: 19 NVI). El hombre prudente o sabio sabrá frenar su lengua para que no hable demasiado, porque en medio de esas palabras puede haber algunas que salen y son veneno porque contamina a los oyentes; éstas pueden ser palabras negativas o perversas de las cuales vamos a tener que lamentar después de haberlas dicho y ustedes saben que “palabra suelta, no tiene vuelta”. Cuando la palabra es soltada cumple su objetivo, si es soltada para bendición, eso hará, pero si es soltada para maldición, también cumplirá su cometido; pero no todo está perdido, podemos aplicar un antídoto contra el veneno y es arrepentirnos de lo que hemos dicho para maldición, pedir perdón a Dios y en algunos casos a la persona y luego empezar a derramar cataratas de bendiciones para anular el efecto nocivo. Si al contrario, fueron otras personas quienes lanzaron palabras de maldición o negativas sobre nuestras vidas, debemos perdonarlas y pedirle a Dios que las perdone, de este modo quitamos la ofensa del cielo porque el perdón libera, o suelta, o desata tanto al ofensor como al ofendido; luego rechazamos esas palabras y declaramos que quedan sin efecto y desatamos bendición sobre nosotros y también sobre la otra persona; recuerda que deben ser cataratas de bendiciones.

No toda palabra de maldición ha sido dicha con ese propósito, pero ha sido dicha lamentablemente en despropósito, sin que se haya detenido a pensar antes de hablar. Muchas maldiciones vienen de los padres, cónyuges, profesores, pastores, líderes y amigos, no porque realmente ellos quieran maldecirnos, sino porque no han medido sus palabras o no saben hablar el lenguaje del Reino de Dios que son palabras de vida que provienen de un corazón lleno de la fe de Dios. Algunas palabras de maldición son dicha por la misma persona para su persona. Entre ellas pueden ser por ejemplo: “No creo que puedas realizar ese trabajo”, “qué tonta/o soy”, “Eres un flojo/a no has hecho tu tarea”, “me quiero morir”, “él /ella siempre es así (floja/o, renegón/a, mentiroso/a, etc.). Como puedes ver, estas palabras no parecen muy nocivas, sin embargo van formando estorbos en nuestra vida, a tal punto que pueden bloquear nuestro progreso. Es importante considerar algunas palabras que hemos dicho o nos han dicho, no con el ánimo de amargarnos, sino más bien con el deseo de liberarnos y liberar a otras personas.

Tú eres el piloto de tu vida hasta que decidas entregarle el timón al Espíritu Santo para que Él dirija tu barco. Si eres hijo/a de Dios tienes que dejarle a Cristo a través del Santo Espíritu de Dios que gobierne tu vida y si todavía no te has rendido a Jesucristo, hazlo ahora y dile: Señor Jesús, me rindo a Ti, ven a mi vida y sé el Señor y piloto de ella. Te pido que me perdones por las ofensas cometidas contra ti y te recibo como mi Salvador y Señor, quiero hacer tu voluntad a partir de ahora, ven y vive tu vida en mí. Gracias Padre Eterno por recibirme como tu hijo/a. En el nombre de Jesucristo, mi Señor y Salvador, amén.

Has tomado una decisión que sólo los valientes son capaces de hacerlo y ahora Dios te ve como una persona justa. “Porque Dios tomó a Cristo, que de sí mismo no conocía el pecado, y le hizo cargar con el nuestro como si fuera suyo; de esta forma, a nosotros, libres ya de toda culpa, Dios nos declara justos.” (2ª Corintios 5: 21 CAS). Empieza a hablar y actuar como justo/a, créele a Dios. Si todavía quedan resabios en ti, no te angusties, entrégale tus imperfecciones a Cristo y dile al Espíritu Santo que te ayude en tu debilidad. Ya no manejes tu vida, sino que cada día dile a tu espíritu que tome su lugar y se sujete al Espíritu Santo, a tu alma dile que ocupe su lugar y que se sujete a tu espíritu; y a tu cuerpo que se sujete a tu alma, para que todo tu ser esté unido al Espíritu Santo de Dios. Ahora empieza a pensar y hablar como una persona justa. “La boca del justo imparte sabiduría, y su lengua emite justicia." (Salmo 37: 30). Dile a Dios, lo mismo que el rey David le dijo en el salmo 19: 14 “Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío.” Recuerda que nadie puede pensar tus pensamientos, así que “lleva cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.” (2ª Corintios 10: 5b). De este modo podrás controlar tu lengua y ser de bendición a quienes te oigan.

domingo, 23 de mayo de 2010

DIOS QUIERE QUE SEAMOS SUS VOCEROS
"El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios; el que presta algún servicio, hágalo como quien tiene el poder de Dios. Así Dios será en todo alabado por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén." (1ª Pedro 4: 11) Nuestra forma de hablar debe ser como quienes estamos hablando por Dios mismo y esto podemos hacerlo si el Espíritu de Dios vive en nosotros/as y nos dejamos gobernar por Él. Jeremías 15: 19 dice así: “Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.” Dios ha dado a los seres humanos la capacidad de hablar y sólo a ellos, no lo hizo así con los animales; si bien en la Biblia se menciona de dos animales que hablaron, esos son excepciones y no la regla general. El primer animal que habló se encuentra en Génesis 3: 1 al 5 y fue inducido por Satanás para engañar a Eva; el segundo animal que habló, mencionado en la Biblia, se encuentra en Número 22: 28 al 30 y fue Dios mismo quien hizo hablar a la burra, para que el “burro” de Balaam entendiera que Dios estaba disgustado con él por su obstinación en desobedecerle; pero era tan burro este profeta que no entendió el mensaje. Dios quiere que seamos sus portavoces, que hablemos lo que Él dice acerca de cada persona, para que la gente sepa cuán bueno es Dios. El apóstol Pablo nos dice: “Empéñense en seguir el amor y ambicionen los dones espirituales, sobre todo el de profecía.” (1ª Corintios 14: 1) Aquí nos dice que ambicionemos los dones, que deseemos de todo corazón recibir los dones de Dios, pero sobre todo el don de profecía, porque es a través de ese don que podemos decir lo que Dios tiene en Su corazón, porque “el que profetiza habla a los demás para edificarlos, animarlos y consolarlos.” (1ª Corintios 14: 3). Dios quiere que crezcamos en el conocimiento de Jesucristo, “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4: 13 NBLH).

“Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.” (Hebreos 1º: 24, 25 NVI) Hay muchas formas de estimularnos y animarnos para seguir firmes en la fe, una de ellas y quizá la principal es a través del habla. Cuando nos reunimos, que debemos hacerlo con frecuencia, porque nos necesitamos unos a otros, puesto que no somos una isla en el último confín del Océano, lo hacemos para animarnos, confortarnos, levantarnos para seguir adelante en la carrera de la fe. “Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón. Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él.” (Colosenses 3: 16, 17). Para poder hablar palabras de vida, necesitamos llenarnos de la Palabra Viva, que es Jesucristo, el Verbo hecho carne. Si saturamos nuestro ser de la Palabra de Cristo, ésta va a salir para edificación de quienes nos escuchen. Instruir, aconsejar, cantar, son acciones que se hacen a través del habla que debe brotar de nuestra boca con gratitud de corazón. Necesitamos más que nunca, hablar el lenguaje de Dios, el lenguaje del Reino de Dios, así como lo hizo Jesucristo. Una linda hermana en Cristo, hija de Dios por supuesto, estaba refiriéndose de su madre y dijo así: -“Mi madre nunca va a cambiar”. Yo que la escuché le dije que no hablara así, porque ese no era el lenguaje del Reino de Dios, ni la voluntad de Dios, pues es Dios quien transforma y cambia las vidas, por tanto: “No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos.” (Gálatas 6: 9 NVI) Si no nos cansamos de orar por las personas y declarar palabras de vida sobre ellas, vamos a recibir el fruto de nuestra siembra y nos vamos a gozar. Hablemos lo mejor de las personas aunque no veamos eso en ellas, profeticemos sobre sus vidas palabras de bendición.

¿Quieres que tu esposo ame a Dios? ¡Profetiza! Di: Profetizo, en el nombre de Jesucristo que mi esposo (di el nombre) ama a Dios de todo corazón. Que Dios ocupa el primer lugar en su vida. Declara la palabra y no cambies hasta ver materializado tus dichos. Lo mismo puedes hacer con todas las personas, e inclusive con ciudades y naciones, pero ¿qué es lo primero que se dice?: - Al paso que vamos, las cosas no van a cambiar- Y es por esos dichos que no cambian. ¿Qué sería de nosotras/os si Dios pensara como pensamos? Pero Dios dice: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” (Jeremías 29: 11 RVG-R) Qué reconfortantes son estas palabras. Que nuestros pensamientos sean de paz hacia las personas, pensemos bien y para bien de las personas, no mirando lo que ellas son o hacen, sino declarando palabras de bendición, esto no quiere decir que vamos a estar de acuerdo con lo malo que están haciendo, sino que por medio del poder de nuestras palabras de bendición vamos a romper barreras de maldición sobre las vidas porque, “ un siervo del Señor no debe andar peleando; más bien, debe ser amable con todos, capaz de enseñar y no propenso a irritarse. Así, humildemente, debe corregir a los adversarios, con la esperanza de que Dios les conceda el arrepentimiento para conocer la verdad, de modo que se despierten y escapen de la trampa en que el diablo los tiene cautivos, sumisos a su voluntad.” (2ª Timoteo 2: 245 -26)

miércoles, 19 de mayo de 2010

EL PODER DE LA LENGUA

EL PODER DE LA LENGUA
La lengua tiene poder sobre la vida y la muerte, aquellos que la gobiernan han de comer sus frutos. (Proverbios 18: 21 TKIM-D)
Las palabras que hablamos son de suma importancia, pues entre lo que decimos y lo que nos sucede hay una estrecha relación. Las palabras que hablamos pueden traer sobre nuestras vidas y sobre quienes nos oyen sanidad, liberación, consuelo, restauración o también destrucción, odio, maldición o bendición, vida o muerte. “Hay quienes hablan como dando estocadas de espada; mas la lengua de los sabios es medicina.” (Proverbios 12: 18 RVG-R). Existen dos clases de personas que hablan, sólo dos, pero el resultado es totalmente diferente: Unos hablan para dar muerte o para herir, o destruir, estos son como el ladrón que Jesús nos muestra en Juan 10: 10 “Cuando el ladrón llega, se dedica a robar, matar y destruir. Yo he venido para que todos ustedes tengan vida, y para que la vivan plenamente.” (BLS) Las palabras del sabio, del hijo de Dios que es sabio - nota que estoy diciendo, “el hijo de Dios que es sabio”, porque puede haber hijos de Dios que no son sabios, sino insensatos en su manera de pensar, hablar y vivir- estas palabras de los hijos de Dios que son sabios curan, dan alivio, son de consuelo y producen vida porque provienen del dador de vida, Jesucristo. Quizá preguntes con legítima razón: ¿Acaso los hijos de Dios pueden hablar palabras que producen muerte? Absolutamente SÍ, porque están hablando influenciados por su alma y no por el espíritu. Dios sólo se comunica con el espíritu de la persona que se deja guiar por el Espíritu Santo.
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos (maduros) de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" (Romanos 8: 14, 15). Los hijos maduros son aquellos que gobiernan su alma poniéndola en sujeción a su espíritu que a la vez está sujeto al Espíritu Santo de Dios, ya no son guiados por sus emociones o razonamientos, sino que mueren a su “EGO” cada día para que Cristo los gobierne por medio del Santo Espíritu, pues Él conoce la mente de Cristo, piensa como Dios y trae esa mente a los hijos de Dios que quieren pensar como Cristo.

"El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda clase de fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas; pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal. Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce. ¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Que lo demuestre con su buena conducta, mediante obras hechas con la humildad que le da su sabiduría. Pero si ustedes tienen envidias amargas y rivalidades en el corazón, dejen de presumir y de faltar a la verdad. Ésa no es la sabiduría que desciende del cielo, sino que es terrenal, puramente humana y diabólica. Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas. En cambio, la sabiduría que desciende del cielo es ante todo pura, y además pacífica, bondadosa, dócil, llena de compasión y de buenos frutos, imparcial y sincera. En fin, el fruto de la justicia se siembra en paz para los que hacen la paz." (Santiago 3: 7-18 NVI).
Hablamos de dos diferentes clases de personas, unas son sabias en lo terrenal y las otras en lo celestial; unas tienen la sabiduría que es terrenal, puramente humana y diabólica; las otras tienen la sabiduría celestial que produce paz, bondad, docilidad, compasión, que produce buenos frutos, frutos de justicia; es imparcial y sincera. De acuerdo a la sabiduría que gobierne el corazón de las personas, ellas van a hablar, ya sea para vida o para muerte, para bendición o maldición. El apóstol Santiago nos dice que ya no podemos seguir hablando tanto bendición y maldición por nuestra misma boca; debemos por lo tanto pedirle a Dios como lo hizo el salmista David: “SEÑOR, pon guarda a mi boca; Vigila la puerta de mis labios.” (Salmo 141: 3 NBLH). Humanamente no vamos a poder controlar nuestra boca, por eso debemos cada día entregar nuestra lengua y nuestros pensamientos a la dirección del Espíritu Santo. El poder de nuestra boca cuando la abrimos para hablar puede ser mortífero. “Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida.” (Santiago 3: 5,6) Debemos vigilar o poner atención a las palabras antes de decirlas, para ello, debemos cuidar bien nuestros pensamientos, es preferible permanecer callado meditando la Palabra de Dios que dar atención a vanas y ociosas palabras de quienes nos rodean. La mente de Cristo no recibe las palabras que no provienen de Dios. En Marcos 4: 24 dice mirad lo que oís, es decir estén atentos a lo que oyen para no introducir veneno en sus mentes y que después salga por la boca. Estamos llamados a ser bendición, porque somos herederos de bendición. “No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto fueron llamados, para heredar una bendición. En efecto, "el que quiera amar la vida y pasar días felices, guarde su lengua del mal y sus labios de proferir engaños. Apártese del mal y haga el bien; busque la paz y sígala. ” (1ª Pedro 3: 9, 10).

miércoles, 12 de mayo de 2010

MANIFESTACIÓN DEL CIELO EN LA TIERRA

MANIFESTACIÓN DEL CIELO EN LA TIERRA
“Al despertar Jacob de su sueño, pensó: "En realidad, el Señor está en este lugar, y yo no me había dado cuenta." Y con mucho temor, añadió: "¡Qué asombroso es este lugar! Es nada menos que la casa de Dios; ¡es la puerta del cielo!"
(Génesis 28: 16,17 NVI)
Jacob estaba huyendo de la ira de su hermano Esaú. Éste quería matarlo porque supuestamente lo había engañado y le quitó la bendición de la primogenitura, que era el privilegio que tenía el hijo mayor de una doble porción de la herencia, también la de perpetuar el nombre de la familia y guardar la herencia, era un derecho que también requería gran responsabilidad. Jacob entendió algo que su hermano no pudo entender hasta que lo perdió. Jacob sabía que la bendición de su padre le otorgaba el privilegio de perpetuar la promesa dada por Dios a su abuelo Abraham, porque de ese linaje nacería el Ungido Cristo Jesús; en cambio Esaú, menospreció esa bendición y decidió hacer un trueque con su hermano por un plato de lentejas. “Un día, cuando Jacob estaba preparando un guiso, Esaú llegó agotado del campo y le dijo: Dame de comer de ese guiso rojizo, porque estoy muy cansado. (Por eso a Esaú se le llamó Edom.) Véndeme primero tus derechos de hijo mayor le respondió Jacob. Me estoy muriendo de hambre contestó Esaú, así que ¿de qué me sirven los derechos de primogénito? Véndeme entonces los derechos bajo juramento insistió Jacob. Esaú se lo juró, y fue así como le vendió a Jacob sus derechos de primogénito. Jacob, por su parte, le dio a Esaú pan y guiso de lentejas. Luego de comer y beber, Esaú se levantó y se fue. De esta manera menospreció sus derechos de hijo mayor.” (Génesis 25: 29-34). Este trueque o venta se hizo bajo juramento, desde ese momento cada uno selló su destino en esta tierra, y en las esferas espirituales también se escribió y selló este pacto; sin embargo, Esaú, llegado el momento decisivo, no estaba cumpliendo con lo acordado, entonces, la mamá que entendió el designio de Dios, aun desde antes que sus hijos nacieran, urdió un plan para que la voluntad de Dios se realizara e hizo que Jacob engañara a su padre y de esta forma obtuviera la bendición, cosa que cuando lo supo Esaú fue grande el odio que sintió por su hermano que decidió matarlo. Fue en esta situación que Jacob huye de su hermano y Dios se le presenta en un sueño y le confirma la bendición y concluye con esta frase: “No te abandonaré hasta cumplir con todo lo que te he prometido” (Génesis 28: 15b NVI). Si nosotros anhelamos lo que Dios anhela para nosotros, Él no nos va abandonar y de seguro que cumplirá Su Palabra en nuestras vidas y la de nuestros descendientes.

He resumido la historia, pero puedes leerla en los capítulos 25 al 28 del libro de Génesis. Lo que quiero resaltar aquí no es el supuesto engaño, sino el anhelo ardiente de un corazón que quería a toda costa la bendición de Dios, en realidad quería a Dios, porque sabía que sólo así él sería prosperado y se cumplirían los designios de Dios para él y para sus descendientes. Según la costumbre de esa época, era a Esaú a quien le tocaba esa bendición, pero a él poco o nada le importaba; sin embargo, Jacob luchó desde el vientre de su madre por conseguir lo que Dios tenía para él. Cuando Dios ve un corazón vehementemente ansioso por obtener lo que Dios quiere darle, Él trae el cielo a la tierra para manifestar Su gloria. Dios nunca va a dejar a un corazón sediento de Él, morirse de sed; Él va a bajar del cielo y satisfará al ávido de Su Presencia. ¿Cuánto anhelo hay en tu corazón por conocer más de Dios, por poseerlo?

Moisés despreció la gloria que le ofrecía Egipto y “Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado.” (Hebreos 11: 25) Él miraba más allá de lo terrenal y anhelaba la manifestación del cielo en la tierra y Dios le concedió cuando ve la zarza que ardía y no se consumía. “No te acerques más le dijo Dios. Quítate las sandalias, porque estás pisando tierra santa.” (Éxodo 3: 5). Por haberse decidido totalmente por Dios, él pudo ver a Dios y habló cara a cara con Él. No sólo trajo la manifestación del cielo a la tierra, sino que fue al cielo y pasó allí un tiempo donde obtuvo la maqueta para hacer el tabernáculo y mucho más. Cuando ardamos de pasión por Cristo, Dios nos va a dar los diseños del cielo para la tierra. No es con fuerza humana, sino con búsqueda apasionada para poseer a nuestro Amado Jesucristo y hacer lo que Él quiere que hagamos.

Moisés cumplió con los requisitos de Dios para Él y su pueblo y cuando Él adoraba en el tabernáculo, la gloria del Señor se manifestaba. “Y sucedía que cuando salía Moisés al Tabernáculo, todo el pueblo se levantaba y se quedaba en pie a la entrada de su tienda, con la mirada puesta en Moisés, hasta que él entraba en el Tabernáculo. Cuando Moisés entraba en el Tabernáculo, la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del Tabernáculo, y Jehová hablaba con Moisés. Cuando el pueblo veía que la columna de nube se detenía a la entrada del Tabernáculo, se levantaba cada uno a la entrada de su tienda y adoraba. Jehová hablaba con Moisés cara a cara, como habla cualquiera con su compañero.(Éxodo 33: 8-10). Un Hombre que anhelaba cada día más de Dios atrajo la presencia del Santísimo a la tierra, atrajo la manifestación del cielo a la tierra. Dios está buscando corazones apasionados por Su presencia para bajar el cielo a la tierra, para manifestar Su gloria, para darse a conocer. La adoración atrae la presencia de Dios, no es con esfuerzo humano, es con pasión por Cristo. Dile al Espíritu Santo: Apasióname por Cristo, necesito Su Presencia, tanto como necesito el aire que respiro. Que el cielo se manifieste en mi tierra, que Cristo me invada con Su gloria para que sólo sea visto Él, mientras yo dejo de ser.

lunes, 3 de mayo de 2010

LA PROBLEMÁTICA DEL CONOCIMIENTO

LA PROBLEMÁTICA DEL CONOCIMIENTO
Si el hombre rechaza a su Hacedor, vanos serán sus esfuerzos por llegar a Él. Al hombre se le dio dominio sobre la naturaleza, y él la destruyó. “Y dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo." Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo con estas palabras: "Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo." (Génesis 1: 26- 28) Ahora el ser humano cree dominar el mundo ¿acaso lo destruirá? El hombre puede dominar todas las cosas, pero ¿podrá dominarse él mismo? “Aquel que controla su carácter es mejor que el héroe de guerra, aquel que gobierna su temperamento es mejor que el que captura una ciudad.” (Proverbios 16: 32 TKIM-DE). Sólo podemos tomar control de nuestro temperamento si dejamos que nuestro espíritu unido al Espíritu Santo de Dios se encargue de gobernar nuestro ser, porque si dejamos que el alma siga tomando el control, entonces vamos a reaccionar de acuerdo a las circunstancias. Si nuestro temperamento es controlado por nuestro espíritu que está en sujeción al Espíritu Santo, entonces nuestro carácter va a ser transformado a la semejanza del carácter de Cristo.

La Teoría del Conocimiento o gnoseología, proviene del griego "gnosis", que significa conocimiento. El conocimiento es un proceso psíquico que realiza el ser humano en cuanto sujeto consciente. Sócrates dijo: "somos en cuanto conocemos"; es decir cuanto más conozco algo, más me asemejo a ese algo. Si conozco el bien, entonces seré bueno, pensaba él. Cuánto más conocemos a Cristo y Su Reino, más nos vamos a empapar de Su carácter, de su Santidad y pureza y vamos a ser cada día más semejantes a Él. “Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.” (2ª Corintios 3: 18). Dios nos pide algo muy importante: “Conozcamos al Señor; vayamos tras su conocimiento. Tan cierto como que sale el sol, él habrá de manifestarse; vendrá a nosotros como la lluvia de invierno, como la lluvia de primavera que riega la tierra….. Lo que pido de ustedes es amor y no sacrificios, conocimiento de Dios y no holocaustos.” (Oseas 6: 3 y 6). El conocimiento más importante para la vida del cristiano es: conocer a Dios y a Cristo. “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado.” (Juan 17: 3

Primera de Juan 3: 6 dice: "Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto ni le ha conocido". El pecado nos separa de Dios, pero si permanecemos unidos a Cristo, así como las ramas de la vid permanecen unidas al tronco, vamos recibir la savia de vida que nos hará fructíferos en Cristo y entonces conoceremos a Aquel de quien recibimos la vida y nos pareceremos a Él; pero si nos deleitamos en pecar nos separamos del tronco y la rama empezará a secarse porque ya no fluye la vida a través de ella. Cuanto más anhelemos a Cristo y le busquemos, más vamos a recibir de Él. Nuestra vida no es vida sin Cristo porque nos hemos vuelto totalmente dependientes de Él, ya que sólo así nos mantendremos sin pecar.

“Quiero que lo sepan para que cobren ánimo, permanezcan unidos por amor, y tengan toda la riqueza que proviene de la convicción y del entendimiento. Así conocerán el misterio de Dios, es decir, a Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.” (Colosenses 2: 2,3). Cuando estamos en Cristo, permaneciendo en Él, estando unidos en amor con los miembros del Cuerpo de Cristo, vamos a poder tener el verdadero conocimiento y no vamos a ir buscando en otras fuentes de filosofía humana lo que ya Dios nos otorgó en Cristo. Cuando el pueblo de Dios no se preocupa por conocer más de Él y por poseer Su conocimiento, entonces empieza a destruirse. “Pues por falta de conocimiento mi pueblo ha sido destruido. "Puesto que rechazaste el conocimiento, yo también te rechazo como mi sacerdote. Ya que te olvidaste de la ley de tu Dios, yo también me olvidaré de tus hijos.” (Oseas 4: 6) Conformarnos con lo que ya sabemos y no querer indagar más de la Palabra de Dios para saber qué cosas Él tiene para nosotros/as en este tiempo, es rechazar Su conocimiento. Dios tiene mucho para darnos en este tiempo y lo vamos a encontrar en Su Palabra, en la comunión íntima con el Espíritu Santo quien nos va a dar a conocer más de Cristo. Dios nos ha devuelto en Cristo la autoridad para dominar la tierra y la capacidad de ser fructíferos y multiplicarnos para la extensión de Su Reino; por tanto, empapémonos de Su conocimiento, busquemos Su Presencia en intimidad con el Espíritu Santo y vayamos a reconquistar el mundo para Cristo haciendo las obras que Él hizo e irrumpamos en las tinieblas llevando la luz y arrebatando las almas que el diablo tiene cautivas. El mundo no le pertenece al diablo; el mundo le pertenece a Dios (Salmo 24:1), el diablo es un malvado intruso. Nosotros estamos para tomar lo que por derecho legal pertenece al Reino de Dios y a nosotros los de Su Reino, ya que Cristo rescató con Su victoria en la cruz lo que una vez le fue dado a Adán y él le entregó al diablo. Jesús nos ha dado la orden y autoridad para ir y hacer discípulos a todas las naciones y nos ha dejado la promesa de que Él estará con nosotros hasta el fin del mundo (Mateo 28: 18-20). Conozcamos cada día más a Cristo y démoslo a conocer, porque sólo en Él radica el verdadero conocimiento.