miércoles, 9 de mayo de 2012

ORANDO POR LA PAZ

ORANDO POR LA PAZ DE NUESTRA CIUDAD Y NACIÓN


Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz. (Jeremías 29: 7 RV 60)


Hemos sido transportados al lugar donde nos encontramos, ya sea desde que hemos nacido o posteriormente, pero estamos en el lugar que estamos con un propósito, rogar a Dios por esta ciudad, para que haya paz en medio de ella, porque Dios nos ha llamado a ser sembradores de paz, a procurar la paz donde quiera que estemos. "Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.” (Mateo 5: 9 NBLH) En medio del caos y la convulsión social, cada hijo de Dios debe clamar por la paz de su ciudad y nación y esto nos confirmará como “hijos de Dios”. “Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.” (Santiago 3: 18 RV60)


“Así que recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador, pues Él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad.” (1ª Timoteo 2: 1-4 NVI) Una forma de despejar las barreras de maldad que circundan una ciudad es orando por la paz, la paz verdadera que sólo viene de Dios, para que se rompa el cerco de maldad y penetre el evangelio de paz en nuestra ciudad o nación, salvando a mucha gente. No necesitamos alzar nuestra voz en las calles, sino que en lo más secreto de nuestra morada empecemos a orar por la paz de nuestra nación. Declaremos paz, aunque veamos lo contrario, porque el Dios de paz oirá nuestro clamor.


Por tanto, quiero que los varones oren en todo lugar, alzando manos puras, sin ira ni maquinaciones. (1ª 2:8 SyEspañol) Donde quiera que nos encontremos debemos orar a Dios para que haya paz en nuestra ciudad, que nuestras manos no estén impuras o contaminadas con robo, fraude, negligencia o asesinato directo o indirecto; que nuestro corazón no esté cargado de ira y resentimiento contra quienes nos gobiernan o contra aquellos quienes quieren destruir la paz, que no confabulemos contra nuestras autoridades o contra aquellas personas que viven alrededor nuestro, que busquemos la paz donde quiera que estemos.


Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. (Isaías 9:6 NVI) Uno de los nombres de Jesucristo es “Príncipe de paz” porque sólo Él puede dar y traer paz individual y colectiva, sólo conociendo al Soberano de la paz, nosotros vamos a poder impartir paz, la paz que este mundo necesita y que nadie la puede dar mientras no tenga al Príncipe de paz en su corazón, porque nadie da de lo que no tiene. He aquí la importancia de nosotros, quienes ya tenemos al Príncipe de paz en nuestros corazones, de rogar para que esta paz, la paz de Dios, invada nuestra nación.


“Hermanos, también les rogamos que amonesten a los holgazanes, estimulen a los desanimados, ayuden a los débiles y sean pacientes con todos. Asegúrense de que nadie pague mal por mal; más bien, esfuércense siempre por hacer el bien, no sólo entre ustedes sino a todos. Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.” (1ª Tesalonicenses 5: 14-18 NVI) El apóstol Pablo nos está exhortando cómo debemos actuar con aquellas personas que están flojeando o se sienten desanimadas, o están débiles y que seamos pacientes con ellas y nos remarca que nos aseguremos de no pagar mal por mal, sino que debemos esforzarnos en hacer el bien, es decir poner todo de nuestra parte para hacer el bien a todos; que nos mantengamos con un corazón alegre, no quejumbroso, ni airado, sino que oremos siempre dando gracias a Dios por cada situación, porque en cada situación adversa o no, tenemos la oportunidad de orar por la paz de nuestra nación. Oremos constantemente por la paz de nuestra nación, porque en su paz, nosotros tendremos paz.


“En conclusión, sean todos de un mismo sentir (tengan todos armonía), compasivos, fraternales, misericordiosos, y de espíritu humilde; no devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fueron llamados con el propósito de heredar bendición. Porque, "EL QUE DESEA LA VIDA, AMAR Y VER DÍAS BUENOS, REFRENE SU LENGUA DEL MAL Y SUS LABIOS NO HABLEN ENGAÑO. APÁRTESE DEL MAL Y HAGA EL BIEN; BUSQUE LA PAZ Y SÍGALA. PORQUE LOS OJOS DEL SEÑOR ESTÁN SOBRE LOS JUSTOS, Y SUS OÍDOS ATENTOS A SUS ORACIONES; PERO EL ROSTRO DEL SEÑOR ESTÁ CONTRA LOS QUE HACEN EL MAL."” (1ª Pedro 3-8-12 NBLH).

ORANDO POR LA PAZ DE NUESTRA CIUDAD Y NACIÓN
Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar,  y rogad por ella a Jehová;  porque en su paz tendréis vosotros paz. (Jeremías 29: 7 RV 60)
Hemos sido transportados al lugar donde nos encontramos, ya sea desde que hemos nacido o posteriormente, pero estamos en el lugar que estamos con un propósito, rogar a Dios por esta ciudad, para que haya paz en medio de ella, porque Dios nos ha llamado a ser sembradores de paz, a procurar la paz donde quiera que estemos. "Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.” (Mateo 5: 9 NBLH) En medio del caos y la convulsión social, cada hijo de Dios debe clamar por la paz de su ciudad y nación y esto nos confirmará como “hijos de Dios”. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.” (Santiago 3: 18 RV60)
Así que recomiendo,  ante todo,  que se hagan plegarias,  oraciones,  súplicas y acciones de gracias por todos,  especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades,  para que tengamos paz y tranquilidad,  y llevemos una vida piadosa y digna.  Esto es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador,  pues Él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad.” (1ª Timoteo 2: 1-4 NVI) Una forma de despejar las barreras de maldad que circundan una ciudad es orando por la paz, la paz verdadera que sólo viene de Dios, para que se rompa el cerco de maldad y penetre el evangelio de paz en nuestra ciudad o nación, salvando a mucha gente. No necesitamos alzar nuestra voz en las calles, sino que en lo más secreto de nuestra morada empecemos a orar por la paz de nuestra nación. Declaremos paz, aunque veamos lo contrario, porque el Dios de paz oirá nuestro clamor.
Por tanto, quiero que los varones oren en todo lugar, alzando manos puras, sin ira ni maquinaciones. (1ª 2:8 SyEspañol) Donde quiera que nos encontremos debemos orar a Dios para que haya paz en nuestra ciudad, que nuestras manos no estén impuras o contaminadas con robo, fraude, negligencia o asesinato directo o indirecto; que nuestro corazón no esté cargado de ira y resentimiento contra quienes nos gobiernan o contra aquellos quienes quieren destruir la paz, que no confabulemos contra nuestras autoridades o contra aquellas personas que viven alrededor nuestro, que busquemos la paz donde quiera que estemos.
Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo;  la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. (Isaías 9:6 NVI) Uno de los nombres de Jesucristo es “Príncipe de paz” porque sólo Él puede dar y traer paz individual y colectiva, sólo conociendo al Soberano de la paz, nosotros vamos a poder impartir paz, la paz que este mundo necesita y que nadie la puede dar mientras no tenga al Príncipe de paz en su corazón, porque nadie da de lo que no tiene. He aquí la importancia de nosotros, quienes ya tenemos al Príncipe de paz en nuestros corazones, de rogar para que esta paz, la paz de Dios, invada nuestra nación.
“Hermanos,  también les rogamos que amonesten a los holgazanes,  estimulen a los desanimados,  ayuden a los débiles y sean pacientes con todos. Asegúrense de que nadie pague mal por mal;  más bien,  esfuércense siempre por hacer el bien,  no sólo entre ustedes sino a todos.  Estén siempre alegres,  oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación,  porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.” (1ª Tesalonicenses 5: 14-18 NVI) El apóstol Pablo nos está exhortando cómo debemos actuar con aquellas personas que están flojeando o se sienten desanimadas, o están débiles y que seamos pacientes con ellas y nos remarca que nos aseguremos de no pagar mal por mal, sino que debemos esforzarnos en hacer el bien, es decir poner todo de nuestra parte para hacer el bien a todos; que nos mantengamos con un corazón alegre, no quejumbroso, ni airado, sino que oremos siempre dando gracias a Dios por cada situación, porque en cada situación adversa o no, tenemos la oportunidad de orar por la paz de nuestra nación. Oremos constantemente por la paz de nuestra nación, porque en su paz, nosotros tendremos paz.
En conclusión, sean todos de un mismo sentir (tengan todos armonía), compasivos, fraternales, misericordiosos, y de espíritu humilde;   no devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fueron llamados con el propósito de heredar bendición.   Porque, "EL QUE DESEA LA VIDA, AMAR Y VER DÍAS BUENOS, REFRENE SU LENGUA DEL MAL Y SUS LABIOS NO HABLEN ENGAÑO.   APÁRTESE DEL MAL Y HAGA EL BIEN; BUSQUE LA PAZ Y SÍGALA.   PORQUE LOS OJOS DEL SEÑOR ESTÁN SOBRE LOS JUSTOS, Y SUS OÍDOS ATENTOS A SUS ORACIONES; PERO EL ROSTRO DEL SEÑOR ESTÁ CONTRA LOS QUE HACEN EL MAL."”  (1ª Pedro 3-8-12 NBLH).