miércoles, 31 de marzo de 2010

SEAMOS COMO NIÑOS

SEAMOS COMO NIÑOS
En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: "¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?" El, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: "En verdad les digo que si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos. "Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. (Mateo 18: 1-4 NBLH)
Una de las características de todo niño es que depende totalmente de sus padres, él no puede sustentarse solo, necesita ser alimentado, asistido, socorrido. Cuando un bebé nace, requiere ser alimentado porque si no morirá de inanición. Dios quiere que dependamos totalmente de Él, porque esa es la forma como se vive en el Reino de Dios. Si reconocemos que Jesucristo es el Rey de Su reino, entonces tenemos que reconocer también que Él se encarga de proveernos todo lo que necesitamos. No es casualidad que Jesucristo empezara su discurso del “Sermón del Monte” (que no es otra cosa que el discurso de cómo se vive en el Reino de Dios) así: "Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece.” (Mateo 5: 3 NVI). Un pobre (indigente, menesteroso) es un necesitado, depende de la misericordia de otra persona que le alcance algo. ¿Quiénes son los bienaventurados o felices? Son aquellos que sienten la verdadera necesidad de depender de Dios. Sólo los indigentes saben en carne propia lo que es pasar hambre y sed. Necesitamos estar sedientos y hambrientos por Su justicia. Necesitamos reconocer que sin Dios guiando cada paso de nuestra vida, nosotros no podemos avanzar en Sus propósitos, por eso Moisés le dijo así a Dios: “Luego Moisés le dijo al Señor: —Si tú no vas a ir con nosotros, entonces no nos hagas ir de aquí.” (Éxodo 33: 15 PDT). Depender totalmente de Dios es lo que necesitamos, por eso debemos alinear nuestro espíritu al Espíritu Santo de Dios y nuestra alma alinearla a nuestro espíritu para que no tome el control y nuestro cuerpo alinear a nuestra alma que está sujeta a nuestro espíritu, que su vez está sujeto al Espíritu Santo.

Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso. (El "SHADDAI") Vive en mi presencia y sé intachable. (Génesis 17: 1 NVI) La palabra "SHADDAI" significa "uno que tiene pecho", en otras palabras, "uno que nutre, suple y satisface". Dios es eso para nosotros, es el que nos nutre, por eso Jesús dijo: "Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.” (Juan 15: 5) Cristo nos nutre con Su Savia y dependemos totalmente de Él para tener la vida de Dios fluyendo en nosotros/as. No podemos vivir la vida del Reino de Dios aparte de Cristo, confiados en nuestras fuerzas o habilidades, porque nada somos sin Él. Dios nos ha dado de Su Espíritu, la Persona del Espíritu Santo para que mantengamos comunión constante e íntima con Él. Es la Persona más amorosa y gentil, es quien nos conecta con Cristo y el Padre; es Dios en nosotros, toda la Deidad inmersa en nuestro ser para que podamos vivir totalmente dependientes de Dios. No estamos desamparados, el SHADDAI nos nutre si buscamos Su sustento y permanecemos unidos a ÉL.

Depender de Dios significa morir a nuestra independencia o inconexión, no podemos estar desconectados de Dios porque nos vamos a secar, así como la rama que es cortada de la planta. Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: "Si alguien quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y que Me siga. "Porque el que quiera salvar su vida (su alma), la perderá; pero el que pierda su vida (su alma) por causa de Mí, la hallará." (Mateo 16: 24, 25 NBLH). (Si te has dado cuenta, esta versión que usé para indicar estos versículos, aclara que la palabra “vida” aquí, se refiere a “alma”). El alma es el asiento de nuestras emociones con sus respectivos sentimientos y también allí se encuentra la voluntad o libre albedrío y los pensamientos con sus imaginaciones. El diablo ataca al alma para descontrolar al ser humano, pero si nos negamos o renunciamos a que el alma tome el control de nuestras vidas y dejamos que nuestro espíritu que está alineado con el Espíritu de Dios nos controle, entonces vamos a hallar la vida de Dios; esto sólo es posible negándonos a nosotros mismos. ¿Qué es negarse? Es renunciar a algo, o morir a ese deseo. Si renunciamos o morimos a los deseos pecaminosos que habitan en el alma para hacer la voluntad de Dios, entonces vamos a hallar la verdadera vida. Perdernos los deleites pecaminosos de este mundo es hallar la verdadera satisfacción en Cristo.

Ser como niños es: depender de un Ser superior a nosotros para que Él satisfaga nuestras necesidades, esa necesidad de justicia de Dios en nuestras vidas. También es reconocer que no podemos vivir la vida del Reino de Dios siendo guiados por nuestro mero razonamiento, necesitamos renunciar a nuestra lógica para que la fe de Dios se desarrolle en nosotros. Un niño no cuestiona nada, tan sólo se deja amamantar, busca desesperadamente el sustento y lo recibe. Es así que Dios quiere que seamos. “Por eso Jesús les decía: "En verdad les digo que el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que hace el Padre, eso también hace el Hijo de igual manera.” (Juan 5: 19). Jesucristo dependía totalmente de Dios y nada hizo por cuenta propia, eso es ser humilde y es lo que Él quiere que aprendamos. Vuélvete un niño y busca desesperadamente el alimento que proviene del Padre, sabiendo que sin Él nada somos.

domingo, 28 de marzo de 2010

DIOS MIRA TU CORAZÓN

DIOS MIRA TU CORAZÓN
"Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?' Entonces les diré claramente: 'Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!' "Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina." (Mateo 7: 21- 27 NVI)
Dios mira el corazón de las personas y no cuánto conocen de doctrina, lo cual también es importante, pero que carece de valor ante los ojos de Dios si no se llega a tener una comunión íntima con Él a través de Su Santo Espíritu. Si Dios no nos conoce, de nada sirve que hagamos las obras para Él porque llegará el día en que se escucharán las palabras: “Jamás los conocí”. Hacer las obras para el Señor es importante, pero más importante es estar en intimidad con El para poder saber cuál es Su voluntad para nuestras vidas, porque podemos estar haciendo buenas obras, pero no las obras que Él quiere que hagamos. Jesús dijo: “—El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él.” (Juan 14: 23). Una cosa es que el Señor viva en ti, que Él haga en ti, dentro de ti Su vivienda, Su casa donde Él habite juntamente contigo y otra es que sólo Él te visite de vez en cuando. El visitante no tiene acceso a toda la casa aunque le digamos al huésped: - Esta es su casa o considérese como en su casa-. Él siempre tendrá sus límites. Sin embargo cuando la Deidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), hace su vivienda en nuestro espíritu, Él tiene acceso a todas las áreas de nuestro ser y vamos a empezar a conocerle estudiando y obedeciendo Su Palabra y cuanto más le conozcamos, más le vamos a amar y más le vamos a permitir inmiscuirse en nuestros asuntos, que dicho sea de paso, son Sus asuntos porque ya nada haremos por nuestra propia cuenta.

El salmo 91 nos muestra cómo se vive en la morada del Altísimo, es decir en Su Presencia. Allí no hay temor porque es una fortaleza cerrada para el enemigo. Allí la luz de Su verdad es nuestro escudo y el diablo no podrá engañarnos con sus sutiles mentiras. Su Presencia nos cubre y nos libra de todo mal y es más, aplastaremos bajo nuestros pies a los espíritus inmundos y demonios que se atrevan a querer dañarnos, porque estamos bajo la protección del Altísimo, porque Él ha hecho Su vivienda en nosotros. Somos Su casa y Él no descuida lo que le pertenece; por tanto dile a tu alma y a tus pensamientos que reposen en Dios, que se sujeten a tu espíritu que a la vez está sujeto al Espíritu de Dios para que hallen descanso y el temor no encuentre cabida en tu mente, ni en tus pensamientos.
El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso. Yo le digo al Señor: "Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío." Sólo él puede librarte de las trampas del cazador y de mortíferas plagas, pues te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas hallarás refugio. ¡Su verdad será tu escudo y tu baluarte! No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que acecha en las sombras ni la plaga que destruye a mediodía. Podrán caer mil a tu izquierda, y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará. No tendrás más que abrir bien los ojos, para ver a los impíos recibir su merecido. Ya que has puesto al Señor por tu refugio, al Altísimo por tu protección, ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar. Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna. Aplastarás al león y a la víbora; ¡hollarás fieras y serpientes! "Yo lo libraré, porque él se acoge a mí; lo protegeré, porque reconoce mi nombre. Él me invocará, y yo le responderé; estaré con él en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores. Lo colmaré con muchos años de vida y le haré gozar de mi salvación."

Dios nos ha dado de Su Espíritu que mora en nosotros para que sepamos lo que ya Dios nos ha concedido. Son maravillosas promesas hechas realidad en Cristo y que las recibimos por fe. “En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios. Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia él nos ha concedido.” (1ª Corintios 2: 11,12 NVI). Dios nos ha hecho partícipes de Su naturaleza, de Sus genes, a fin de que Su carácter se forme en nosotras/os, para que tengamos afinidad con Él y podamos amar lo que Él ama y anhelar lo que Él anhela. “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de Aquél que nos ha llamado a gloria y virtud; por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas fuésemos hechos participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia.” (2ª Pedro 1: 3- 4). Como hija/o de Dios tienes Sus genes en ti, ya no los de Adán, porque la vida de Dios entró en ti y Él te ha hecho nueva criatura, así que ya no vivas como pecador/a, pecando; sino como hijo/a de Dios en santidad, sin pecar, sino haciendo la voluntad de Dios. "Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo." (1ª Juan 2: 1). El pecador peca porque le gusta el pecado, pero los hijos de Dios pecamos alguna vez, no porque nos guste pecar, sino porque nos hemos descuidado en guardar Su Palabra; por eso les amonesto a no descuidar el estudio de la Palabra de Dios y la comunión íntima con Su Santo Espíritu, manteniendo siempre nuestro espíritu en sujeción al Espíritu Santo y nuestra alma sujeta a nuestro espíritu para que no gobierne nuestra vida, porque el alma no puede escuchar directamente la voz de Dios, es a nuestro espíritu que Dios se revela. Por lo tanto, vivamos en el Espíritu y andemos en el Espíritu y no satisfagamos los deseos de la carne.

miércoles, 24 de marzo de 2010

ESFORCÉMONOS POR CONOCER A DIOS

ESFORCÉMONOS POR CONOCER A DIOS
"Esforcémonos por conocer al Señor, hasta estar tan seguros en él como de que el amanecer llegará. El Señor vendrá a nosotros como la lluvia, como el agua fresca que cae sobre la tierra».
(Oseas 6: 3 PDT) "Lo que yo deseo de ti es fiel amor y no sacrificio. Quiero que ustedes me conozcan, no que me hagan ofrendas." (Oseas 6: 6 Palabra De Dios Para Todos)
Si un atleta desea ganar la medalla de oro, se esforzará durante horas todos los días ejercitando para lograr su objetivo, de lo contrario su pretensión será sólo mera ilusión, porque nunca logrará alcanzar su sueño. Cuando Jesús estuvo en la tierra, hubo un hombre llamado Zaqueo que deseaba ver a Jesús, pero como era muy pequeño de estatura, nunca iba a lograrlo si seguía en medio de la multitud, entonces este varón tuvo una brillante idea, decidió subir a un árbol, para poder conocer a Jesús. No es muy fácil para una persona pequeña treparse a un árbol, pero el deseo de Zaqueo por ver a Jesús era tan fuerte que no escatimó esfuerzo hasta lograr su objetivo. El resultado de este esfuerzo fue que Jesucristo en persona se acercó a él, le habló y le dijo que iba a visitarlo en su casa. Zaqueo recibió a Jesús en su casa y nunca más fue el mismo, su vida cambió totalmente. Decidió dar la mitad de sus bienes a los pobres y devolver cuatro veces la cantidad que había defraudado. Al conocer a Jesús, el dinero dejó de ocupar el primer lugar en su vida, porque ahora el primer lugar era para Jesús. Cuando hay dentro de nosotros un deseo ardiente por conocer más y más a Jesucristo y nos esforzamos por conocerlo, buscándolo en todo momento y haciendo Su voluntad, entonces Cristo nos llamará de nuestro nombre y nos dirá: Hoy tendré un encuentro contigo. Apresúrate porque estaré en el lugar de nuestra cita.

Pero no basta con el mero deseo de conocerlo, necesitamos esforzarnos para lograrlo. Necesitamos amar Su Palabra, así como el sediento ansía el agua con desesperación. El rey David expresaba ese deseo de presentarse ante Dios de la siguiente manera: “Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser. Tengo sed de Dios, del Dios de la vida. ¿Cuándo podré presentarme ante Dios?” (Salmo 42: 1, 2) Nuestra búsqueda de Dios debe involucrar todo nuestro ser, es decir, nuestro espíritu, alma y cuerpo. El rey David no buscaba sólo información acerca de Dios, lo buscaba a Él, al Dios de la vida. Así como Zaqueo no se conformó con escuchar de Jesús, sino que buscó verlo, buscó conocerlo personalmente y Jesús le concedió ese deseo; de igual forma, Dios va a satisfacer nuestro deseo por conocerle, si nos esforzamos en buscarlo. Si buscamos la comunión con el Espíritu Santo todos los días, Él nos dará a conocer a Cristo, al Ungido de Dios, Él va a hacer que nuestro corazón se apasione por Jesucristo y entonces buscaremos al Bendecidor antes que Sus bendiciones, porque teniéndolo a Él, tenemos todo. El rey David pasaba mucho tiempo con el Señor, le conocía, sabía que a pesar de estar rodeado de enemigos, Dios siempre lo protegería. En este tiempo, cuando el mundo entero se ve envuelto en una crisis social, económica y espiritual, los hijos e hijas de Dios debemos esforzarnos por conocerlo, buscando Su presencia a diario, ejercitando nuestro ser para que se habitúe a tener un estilo de vida de adoración constante. De esta manera nuestra mirada estará puesta en Aquel que tiene el control de todo, en Jesucristo y no en esta crisis pasajera. Debemos mirar lo eterno y no lo efímero. “No amen al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre. Porque nada de lo que hay en el mundo -los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida - proviene del Padre sino del mundo. El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (1ª Juan 2: 15 -17)

San Mateo 5: 8 dice: “Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios.” La clave para ver a Dios es mantener nuestro corazón limpio de los deseos de este mundo para poder así cumplir Su Palabra, obedeciendo al Señor y deleitándonos en Él. En San Juan 14: 21, Jesús dijo: "¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él.” Jesucristo quiere darse a conocer, porque solamente conociéndolo vamos a vivir en el Reino de Dios. Jesucristo es el Reino de Dios y el Rey Soberano de Su reino. El agua de Vida, que es Jesucristo y el Espíritu Santo nos introducen al Reino de Dios. Cuando buscamos Su presencia en adoración, Lo atraemos hacia nosotros y se nos permite entrar en Él, entonces dejamos de ser, para que Cristo sea y toda la gloria y la honra, la ofrecemos al único merecedor, a Jesucristo el Vencedor. Jesús dijo en Juan 14: 23: “El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él.” Sólo si lo amamos vamos a adorarlo con fe y a obedecer Su Palabra, vamos a esforzarnos por satisfacer Su corazón, entonces Dios viene a nuestro corazón para habitar en Él y así como fue a la casa de Zaqueo, Él vendrá a nuestro ser para tener un banquete con nosotros y de ahí en adelante ya nada será igual porque nuestro corazón será transformado, ya no buscaremos nuestro deleite, sino deleitarlo a Él haciendo Su voluntad. Cuando la intimidad con el Espíritu de Dios sea nuestra prioridad, la gloria contenida en nosotros empezará a desbordarse y nos deleitaremos en conocerle y obedecerle. Buscaremos Su presencia como la novia enamorada espera ansiosa el momento de la cita de amor. Lo buscaremos y lo encontraremos y diremos: “Yo soy de mi amado, y conmigo tiene su contentamiento”. (Cantares 7: 1o).

sábado, 20 de marzo de 2010

SOMOS SERES EPIRITUALES

SOMOS SERES EPIRITUALES

“Y Dios consideró que esto era bueno, y dijo: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza…. Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó.” (Génesis 1: 25b, 26ª NVI) Qué maravilloso es saber que hemos sido creados a la imagen y semejanza de Dios. Pero, ¿cómo es Dios? “Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.” (Juan 4: 24 NVI) Nosotros somos espíritu porque hemos heredado eso de Dios, tenemos un alma donde está la voluntad, los pensamientos y los sentimientos y ahí está incluido nuestro temperamento y carácter, lo que en realidad somos como humanos. El alma fue atrapada por Satanás cuando tentó a Eva y ella accedió a sus insinuaciones y luego Adán decidió otorgarle al diablo la autoridad que Dios le había dado. “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.” (Génesis 1: 26-28 LBLA). Sin embargo, Cristo con Su triunfo en la cruz devolvió al ser humano lo que el enemigo le quitó, le devolvió la autoridad para extender el Reino de Dios a las naciones, para incursionar en las tinieblas e introducir la luz de Dios. “Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: --Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.” (Mateo 28: 18-20 NVI)

La autoridad que los hijos de Dios tenemos es delegada, porque fue a Jesucristo a quien se le dio toda autoridad, pero Él nos dio la jurisdicción para hacer la obra de Dios aquí en la tierra, por eso dijo: “vayan y hagan”, esto significa que tenemos que avanzar hacia las naciones y formar personas con una nueva mentalidad, con mentalidad del Reino de Dios, enseñándoles cómo se vive en este Reino. La vida en el Reino se la vive por fe, haciendo las obras que Cristo hizo. “El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo.” (1ª Juan 3: 8) Destruimos las obras del diablo cuando no nos sometemos más a la esclavitud del pecado y dejamos de pecar para seguir a Cristo en todo, sin pecado, para que el diablo no tenga nada con nosotros, nada a qué aferrarse. Para esto sometemos nuestra alma a la sujeción de nuestro espíritu y nuestro espíritu a la sujeción del Espíritu Santo, es decir que quien gobierna nuestro ser es nuestro espíritu y no el alma con todo su razonamiento y emociones, que dicho sea de paso, no son malas, pero necesitan estar bajo control, bajo el control de nuestro espíritu, porque debes recordar que somos seres espirituales, fue ese el diseño de Dios y no somos seres meramente anímicos; no estoy diciendo “anémicos”, que es en eso que nos convertiríamos si nuestra alma toma el control, pero anémicos espirituales.

La fe de Dios está en nuestro espíritu y es esa fe que debemos activar, esta fe es capaz de hacer lo que Cristo hizo, por eso debemos alinear nuestra fe espiritual a la fe de Dios. Cuando nuestra fe se alinea con la fe de Dios las cosas suceden, entonces empezamos a declarar Su Palabra que brota de nuestro espíritu como una palabra profética, como cuando se interpreta lenguas sin que medie el razonamiento, es algo sobrenatural y glorioso. Esta fe es diferente de la confesión positiva y muy racional. Cuando dejamos que el Cristo que vive en nosotr@s hable, esa Palabra sale con fe, porque es el Dios de fe quien la dice a través de nosotros. La mente racional no puede entender esto, pero quienes somos guiados por el Espíritu de Dios ponemos en sujeción a nuestra mente y dejamos actuar a nuestro espíritu. “El que no es espiritual no acepta lo que viene del Espíritu de Dios porque le parece una tontería. No puede entenderlo porque eso tiene que juzgarse espiritualmente.” (1ª Corintios 2: 14 NVI). El alma humana exige el dominio de la carne o la naturaleza pecaminosa para satisfacer sus bajas pasiones, pero los que somos guiados por el Espíritu Santo de Dios sabemos que esto nos conduce a la muerte espiritual. “La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz.” (Romanos 8: 6). El alma humana exige primeramente entender lo que Dios dice para poder creer; en cambio los que vivimos guiados por nuestro espíritu unido al Espíritu de Dios, le creemos a Dios aun sin entender, porque el entendimiento vendrá en la medida de nuestra aceptación a la Palabra de Dios. Por lo tanto, pongamos nuestra mente con sus pensamientos e imaginaciones en sujeción a la obediencia a Cristo, pensando los pensamientos como nos dice el apóstol Pablo: “Para concluir, hermanos, enfoquen sus pensamientos hacia todo lo que es verdad, noble, justo, puro, amable, admirable en alguna virtud o en algo digno de alabar.” (Filipenses 4: 8 TKIM-DE).

sábado, 6 de marzo de 2010

¿CUÁL ES EL PRECIO DE MI NUEVA VIDA?



¿CUÁL ES EL PRECIO DE MI NUEVA VIDA?

Cristo te está ofreciendo una nueva vida ahora y quizás tú te preguntarás, ¿y cuál es el precio de mi nueva vida? Mi amigo/a si pudiéramos llenar todo el universo de ceros, no habría suficientes ceros en él para expresar un número tan largo, y poder decirte el precio que Jesús pagó por tu vida y la mía. En realidad, no está, ni estará nunca a nuestro alcance poder pagar por este sacrificio, porque éste requirió la muerte del propio Hijo de Dios para pagarlo, fue Su vida a cambio de la nuestra. ¿Te das cuenta? El problema con el pecado es que Dios es tan Santo y justo que El no puede tolerar nada menos que la perfección, pero todos nosotros estamos lejos de ser perfectos, así que nuestras oportunidades de pasar la eternidad en el cielo con Él son absolutamente ningunas, mientras permanezcamos imperfectos. Lo grave es que no podemos ser perfectos por nuestros propios méritos. Entonces nuestro destino es irremediablemente la muerte. “Porque todos hemos pecado, y nadie puede tener parte por sí mismo en la gloria de Dios” (Romanos 3: 23). El pecado no nos permite estar frente a un Dios Santo, entonces ¿cómo podemos ser salvos? “Ustedes han sido salvados porque aceptaron el amor de Dios. Ninguno de ustedes se ganó la salvación, sino que Dios se la regaló. La salvación de ustedes no es el resultado de sus propios esfuerzos. Por eso nadie puede sentirse orgulloso.” (Efesios 2: 8,9) Dios nos regaló la salvación, porque ningún ser humano hubiera podido comprarla, ni ganársela con sus buenas obras, sabiendo esto: “que la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:23 BLS).

La salvación es un regalo de Dios a la humanidad, este regalo podemos aceptarlo o rechazarlo, es nuestra decisión, Él no nos obliga a aceptarlo; sin embargo está a nuestro alcance mientras estemos con vida, porque después de la muerte, ya no hay más ofrecimiento, nuestro destino queda sellado. La misericordia de Dios permite que alcancemos esta salvación tan grande si tan sólo reconocemos que somos pecadores y aceptamos a Jesucristo como el único que nos puede otorgar la salvación. Es así de fácil, tan fácil como agarrar cualquier regalo que nos ofrecen. Es el acto de amor más grande para toda la humanidad. Jesús dijo: "Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3: 16 BLS). La salvación está a tu alcance en este mismo momento, sin mayores trámites. Dios puede cambiar tu naturaleza pecadora y darte la naturaleza de Jesucristo, darte una nueva vida, porque sólo a través de Jesucristo podemos ser salvos. “Sólo Jesús tiene poder para salvar. Sólo él fue enviado por Dios, y en este mundo sólo él tiene poder para salvarnos.” (Hechos 4: 12 BLS)

La Palabra de Dios dice: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” (Romanos 10:9-10) Qué sencillo es. Tan sólo es un acto de fe que te permite creer y confesar para alcanzar la salvación y poder pertenecer al reino de Jesucristo. Puedes hacerlo ahora mismo. Habla conmigo y di: Jesucristo, hoy me decido por Ti. Perdona mis pecados y todas mis ofensas hacia Ti. Te recibo como mi Señor y mi Salvador. Vive tu vida en mí y que Tu Reino venga a mi vida, para que Tu voluntad sea hecha. Gracias padre Eterno por Jesucristo mi Salvador. Ayúdame a permanecer contigo y hacer Tu voluntad, ayúdame a permanecer en Jesucristo. Amén.

Si has recibido a Jesucristo como tu Señor y Salvador, has hecho la mejor decisión de tu vida. Lee la Biblia, especialmente el Nuevo Testamento donde podrás aprender más acerca de Jesucristo. Busca un lugar donde puedas reunirte con otras personas que conocen a Cristo y que te ayudarán en tu nueva vida. Ahora que tienes a Jesucristo en tu corazón, habla con Él cada mañana, cada noche y en todo momento. Pídele que te dé sabiduría para entender Su Palabra que es la Biblia y no peques más.
Pido a Dios que te dé entendimiento para poder conocerle cada día más.