martes, 13 de marzo de 2012

EFECTOS DE LA ADORACIÓN



EFECTOS DE LA ADORACIÓN
LA ADORACIÓN DERROTA EJÉRCITOS
(2º Crónicas 20: 21, 22)
Y habido consejo con el pueblo, puso a algunos que cantasen y alabasen a Jehová, vestidos de ornamentos sagrados, mientras salía la gente armada, y que dijesen: Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre. Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de Amón, de Moab, y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros:
Cuando Josafat, rey de Judá se enteró que una gran multitud venía contra él y el pueblo de Dios, tuvo miedo, entonces acudió a Dios con humildad de corazón, reconociendo que no sabían qué hacer y que no había fuerza en ellos, por eso buscaban socorro en Dios. La respuesta de Dios fue inmediata:
Y estaba allí Jahaziel hijo de Zacarías, hijo de Benaía, hijo de Jeiel, hijo de Matanías, levita de los hijos de Asaf, sobre el cual vino el espíritu de Jehová en medio de la reunión; y dijo: Oid, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande; porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá para qué peleéis vosotros en este caso: paraos, estad quedos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, que Jehová estará con vosotros. Entonces Josafat se inclinó rostro a tierra, y asimismo todo Judá y los moradores de Jerusalén se postraron delante de Jehová, y adoraron a Jehová. Y se levantaron los levitas de los hijos de Coat y de los hijos de Coré, para alabar a Jehová el Dios de Israel con fuerte y alta voz. Y cuando se levantaron por la mañana, salieron por el desierto de Tecoa. Y mientras ellos salían, Josafat estando en pie, dijo: Oidme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados. (Versículos 14-20)

Estos versículos hablan por sí solos. En esa época era una lucha física, inducida por el enemigo de Dios para destruir a Su pueblo; ahora también tenemos lucha no contra sangre y carne sino contra ejércitos de maldad que vienen para destruirnos con angustia, temor, enfermedades, depresión, incluso levanta personas para hacernos maldad, etc., y nos hallamos sin fuerzas como Josafat y su pueblo, pero en ese momento debemos elevar nuestro espíritu en adoración y nuestro Dios se encargará de nuestros angustiadores y nos prepara mesa con todos los deleites que tiene para sus hijos, un gran banquete de gozo, paz, felicidad, victoria porque estamos en Su presencia en adoración. Nuestra vida debe ser de adoración constante; somos el templo ambulante de Dios, donde quiera que vayamos mantengamos nuestro estilo de adoradores, ese estilo que no se consigue con ceremonias o ritos, sino sólo en Su Presencia. Tenemos la Presencia de Dios en nosotros, así que no se puede esperar menos de nosotros, pues hemos sido hechos “para alabanza de la gloria de Su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1: 5)

LA ADORACIÓN ESTREMECE LOS CIMIENTOS Y ROMPE CADENAS (Hechos 16: 23-26)
Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.
Cuando a pesar de las circunstancias adversas nos proponemos a adorar a Dios en vez de quejarnos o lamentarnos por nuestra situación, entonces “de repente” los cimientos que nos tenían atados se estremecen y ceden; las cadenas de opresión que nos aprisionaban y que parecían imposibles de romper, se rompen. Los cimentos de nuestra vida son estructuras con las que hemos sido amoldados que han distorsionado la imagen de Dios en nuestras vidas, provocando baja autoestima, temores, heridas en el alma, también forman parte de los cimientos las tradiciones con rituales abominables a Dios como sacrificios de animales, incienso y libación a la tierra para recibir sus beneficios; tales cosas no son más que adoración a los demonios y nos mantienen atados en el calabozo de más adentro de nuestra alma, difícil de salir por nuestras fuerzas; esto no sólo nos ata individualmente, sino también como nación; y la forma de romper estas cadenas de opresión, no es con críticas, quejas, bloqueos, etc., sino con alabanza y adoración de tal modo de traer el Reino de Dios no sólo a nuestras vidas, sino también a nuestra nación.

LA ADORACIÓN NOS PERMITE CONTEMPLAR LA HERMOSURA DE DIOS
Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad; temed delante de él, toda la tierra. (Salmo 96: 9)
Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo. (Salmo 27: 4)
La adoración nos lleva a la presencia de Dios. Los adoradores buscan el rostro de Dios y se deleitan en Su Presencia, ataren la Presencia de Dios y se convierten en agentes de cambio, no sólo de su entorno inmediato, sino también mediato, porque ser adorador es estar en intimidad o estrecha relación con Dios. Cuanto más tiempo pasemos en Su presencia, más semejantes a Él seremos, más de Su gloria manifestaremos, más del amor de Dios expresaremos, más de Su vida absorberemos para ser más semejantes a Su Hijo, entonces, nuestro tabernáculo, será levantado desde nuestro interior hacia el trono de Dios en adoración perpetua y será restaurado, se quitará los escombros, resabios de viejas estructuras de opresión que aún quieren estorbar nuestra comunión íntima con Dios hasta que todos lleguemos a alcanzar la medida de la estatura de la plenitud de Cristo conformados a Su imagen y Semejanza como fue en un principio y como será en la eternidad.

Si no llegamos a la Presencia de Dios en adoración no podemos adorar, porque sólo se adora en la presencia de la persona que adoramos, no podemos adorar a alguien que está ausente; por eso la adoración nos funde con Dios, atrayendo el cielo a la tierra y cumplimos de esta manera la enseñanza de Cristo: “Venga tu Reino, hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra”. El Reino de Dios debe gobernar nuestras vidas. La atmósfera del Reino es adoración. “Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.” (Apocalipsis 5: 13) Un estruendo de adoración continua hay en el cielo y un estruendo de adoración continua debe haber en nuestro espíritu que es el templo del Dios Viviente, para que de nuestro espíritu fluya esa atmósfera al exterior, de tal forma que en medio de toda la maldad que podamos percibir, “la tierra sea llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar”. (Habacuc 2: 14)

Estruendo de voces de adoración hay en el cielo, si abrimos nuestros oídos espirituales vamos a poder oír esas voces y vamos a unirnos a ellos en adoración.
Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 5: 11-14)

SALMO 150

¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
Alaben a Dios en su santuario,
alábenlo en su poderoso firmamento.
Alábenlo por sus proezas,
alábenlo por su inmensa grandeza.
Alábenlo con sonido de trompeta,
alábenlo con el arpa y la lira.
Alábenlo con panderos y danzas,
alábenlo con cuerdas y flautas.
Alábenlo con címbalos sonoros,
alábenlo con címbalos resonantes.
¡Que todo lo que respira alabe al Señor!
¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!


¿Respiras? Alaba a Dios, la alabanza es el camino a la presencia de Dios. “Entren por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de alabanza; denle gracias, alaben su nombre.” (Salmo 100:4).
La adoración te permite contemplar el rostro de Dios en Su misma Presencia. “Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.” (Salmo 29: 2) Él es santo, la atmósfera que le rodea es santidad y es hermosa porque Él es hermoso. “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre.” (Salmo 45: 2)