Pero, como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor, y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra. Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza. "¿Por qué están durmiendo? -les exhortó-. Levántense y oren para que no caigan en tentación." (Lucas 22: 44)
Cuando los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñara a orar fue porque ellos entendieron que la oración era lo que hacía que Jesús obtuviera fortaleza en Dios. Él no hacía nada sin orar.
.En su angustia se refugió en la oración para fortalecerse y soportar lo que vendría. (Lucas 22: 44)
.Para la elección de los doce discípulos Jesús pasó la noche orando. “Por aquel tiempo se fue Jesús a la montaña a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios. Al llegar la mañana, llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles” (Lucas 6: 12, 13).
.Cuando hizo el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús “dio gracias”, “miró al cielo”, es decir, oró al Padre agradeciendo por la bendición de la multiplicación, antes de partir los panes y los peces y darlo a la gente hambrienta. “Y mandó a la gente que se sentara sobre la hierba. Tomó los cinco panes y los dos pescados y, mirando al cielo, los bendijo. Luego partió los panes y se los dio a los discípulos, quienes los repartieron a la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y los discípulos recogieron doce canastas llenas de pedazos que sobraron. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.” (Mateo 14: 19 -21).
.Después de este milagro, Jesús no se quedó saboreando la fama, sino que fue a la montaña a orar. Esto lo hizo para guardar su alma de cualquier indicio de vanagloria, reconociendo que todo lo que hacía dependía de Dios. “Los que comieron fueron cinco mil. En seguida Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se le adelantaran al otro lado, a Betsaida, mientras él despedía a la multitud. Cuando se despidió, fue a la montaña para orar.” (Marcos 6: 44 -46)
.Cuando Jesús resucitó a Lázaro, Él oró agradeciendo a Dios porque lo había escuchado. Esto nos muestra que Jesús ya había orado al Padre antes de realizar este milagro. Recuerden que Él no hacía nada por cuenta propia. “Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo: -Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Ya sabía yo que siempre me escuchas, pero lo dije por la gente que está aquí presente, para que crean que tú me enviaste. Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas: -¡Lázaro, sal fuera! El muerto salió, con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario. -Quítenle las vendas y dejen que se vaya -les dijo Jesús.” (Juan 11: 41 -44).
.La fortaleza de Jesús era la oración. “Sin embargo, la fama de Jesús se extendía cada vez más, de modo que acudían a él multitudes para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades. Él, por su parte, solía retirarse a lugares solitarios para orar.” (Lucas 5: 15, 16)
Jesús oraba constantemente, Él necesitaba estar en contacto con Su Padre para saber qué hacer y qué decir; Él era Dios, pero también Hombre, como Hombre necesitaba la dirección divina en todo momento y no podía descuidar ni una milésima de segundo su relación íntima con Dios. Si Jesús, siendo tanto Dios y Hombre necesitaba orar, cuánto más nosotros. Lutero decía: “En realidad, tengo tanto que hacer que me voy a pasar las tres primeras horas en oración.” (J. Oswald Sanders “LIDERAZGO ESPIRITUAL”). Pablo nos exhorta que oremos sin cesar, en todo tiempo. (1ª Tesalonicenses 5: 17; Efesios 6: 18). No podemos concebir una vida cristiana victoriosa sin oración. En el “Padre Nuestro”, Jesús enseñó que debemos pedir que venga el Reino de Dios a la tierra, para que Su voluntad sea hecha. Podemos declarar en oración cada día que se establezca Su reino sobre nosotros, nuestros hijos, los hijos de Dios, la ciudad donde vivimos y la nación.
La oración necesita alcanzar lo sobrenatural, entrar al Reino de Dios, allí donde Su luz irradia y toda tinieblas (iniquidad, pecado) es expuesta para ser consumida, se requiere un poder Mayor a nuestras fuerzas, el poder del Espíritu Santo orando a través de nosotros. “Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios.” (Romanos 8: 26, 27). El Espíritu Santo todo lo escudriña, aun lo escondido de Dios. “Sin embargo, como está escrito: "Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman." Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios.” (1ª Corintios 2: 9, 10). Orar en el Espíritu, guiados por Él, nos lleva a usar tanto la mente como el espíritu unidos en sujeción al Espíritu de Dios para saber cómo orar, porque sólo Él conoce la mente de Dios y está dispuesto a ayudarnos si le pedimos. Recurre a Él por ayuda en todo momento pidiéndole que Él te guíe para saber cómo oarar.