sábado, 6 de febrero de 2010

PALABRAS

“Les aseguro que si alguno le dice a este monte: 'Quítate de ahí y tírate al mar', creyendo, sin abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá. Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán.” (Marcos 11: 23, 24 NVI).
Lo que hablamos sale de nuestro espíritu. Ahora bien, podemos hablar para bien o para mal; de todas maneras, nuestras palabras producirán algo, obtendrán el resultado para lo cual las hemos lanzado, así como sucede con las Palabras de Dios. “Así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos.” (Isaías.55:11NVI). Las palabras que salen de nuestra boca, salen de nuestro ser interior, espíritu o corazón (no el que bombea la sangre), es allí donde se van generando nuestras creencias, que pueden ser positivas o negativas. Cuando venimos a Cristo, lo primero que se gesta en nosotros es creer en Jesús, aun sin entenderlo, luego brotan las palabras de recibimiento a Jesucristo en nosotros. "Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón." Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo." (Romanos 10: 8b, 9, 10 NVI). Las palabras son el resultado de lo que hemos introducido en el corazón, allí se procesan para que salga la información por medio de palabras. De acuerdo a lo que introducimos como pensamientos, imaginaciones, saldrá procesado en palabras. Por eso debemos guardar bien nuestro corazón. “Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida.” (Prov. 4: 23) y no introducir basura en él, sino todo lo bueno y justo. “Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.” (Filipenses 4:8)

Dentro de nosotros estamos construyendo “creencias” respecto a algo o a alguien, aunque no nos conste como cierto o errado; pero eso que creemos va salir de nuestra boca y va a reproducirse en otros e incrementará lo que creemos. "Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo." (Romanos 10: 17 NVI). Jesús dijo: Cuando ustedes digan ‘sí', que sea realmente sí; y cuando digan 'no', que sea no. Cualquier cosa de más, proviene del maligno. (Mateo 5: 37 NVI) Hablemos lo que realmente es; y si no nos consta, pero lo suponemos por algunas evidencias o algunos comentarios, no lo pensemos siquiera y menos lo hablemos, porque no proviene de Dios. Pensemos siempre bien de los demás sin engañarnos respecto a la realidad, pero si la realidad evidencia (demuestra) algo incorrecto en otra persona, podemos decírselo a la persona, sin llegar al chisme, porque no vamos a hacerlo con la intención de hundir al prójimo, sino para levantarlo sin que pretendamos llegar a ser jueces. Si pensamos bien de los demás, vamos a contribuir para que que esa atmósfera que brota de nostros, llegue hacia las personas e influencie en ellas, a tal punto que pronto vamos a ver cambios buenos en las otras personas.

En Lucas 6: 37-45, Jesús nos habla respecto al juzgar o ver las fallas en los demás y nos amonesta a examinarnos y ver primero nuestras fallas, antes que las del prójimo para que vayamos purificando nuestro corazón y seamos como árboles buenos que producen frutos (palabras) para beneficio de las personas que nos oyen. "Si tienen un buen árbol, su fruto es bueno; si tienen un mal árbol, su fruto es malo. Al árbol se le reconoce por su fruto. Camada de víboras, ¿cómo pueden ustedes que son malos decir algo bueno? De la abundancia del corazón habla la boca. El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón saca el bien, pero el que es malo, de su maldad saca el mal. Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado. Porque por tus palabras se te absolverá, y por tus palabras se te condenará." (Mateo 12: 33-37 NVI) Jesús no pudo ser más claro frente a la evidencia de algunos fariseos, pero se los dijo de frente. Volviendo ahora a la formación de creencias en el corazón, éstas se convierten en palabras y son nuestras palabras las que van a determinar si vamos a ser absueltos o condenados, porque nuestras palabras brotan de lo que creemos en el corazón; son el fruto de lo que hemos almacenado y construido dentro de nosotros y ese fruto no es ajeno a lo que somos. Somos lo que nuestros pensamientos y palabras son.

Lo que creemos en el corazón va a producir palabras, esto está claro. La fe también se produce en el corazón de acuerdo a lo que creemos y entonces sale a través de nuestra boca y produce el efecto deseado si no se atraviesa la duda. "Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve." (Hebreos 11: 1 NVI). La fe nos garantiza aquello que estamos esperando. La esperanza está en el corazón y mira al futuro; sin embargo la fe trae esa esperanza al presente y lo que se gestó como una creencia para el futuro, se vuelve presente por medio de la fe que brota de nuestros labios, aunque no se evidencie todavía. Cuando tenemos fe, la fe de Dios, ésta es nuestra garantía de que será hecho aquello que hemos pedido a Dios o hemos hablado conforme Dios. La fe no necesita evidencia, porque la fe no admite duda. Mantengamos siempre pensamientos de fe porque esto nos llevará al éxito, no sólo en lo que emprendamos, sino también en nuestras relaciones interpersonales.

Jesucristo es la Palabra (Juan 1: 1) de Dios y lo que sale de Su boca es Sí y Verdad; esto nos conduce a llenarnos de Su Palabra para que hablemos Sí y Verdad solamente y no suposiciones de las cuales no tenemos evidencia exacta, no nos constan. Recuerden: “Todo lo que no procede de fe, es pecado” (Romanos 14: 23). Nuestras palabras tienen que salir con fe, pero con la fe de Dios para que Le agrademos y Él se complazca en nosotros y nos dé los deseos de nuestro corazón. Que Dios te dé sabiduría y entendimiento. Piensa siempre el bien y siempre piensa muy bien antes de hablar.

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