miércoles, 28 de julio de 2010

¿ALABAR A DIOS A PESAR DE LA ADVERSIDAD?

¿ALABAR A DIOS A PESAR DE LA ADVERSIDAD?
"Los hijos y las hijas de usted estaban celebrando un banquete en casa del mayor de todos ellos cuando, de pronto, un fuerte viento del desierto dio contra la casa y derribó sus cuatro esquinas. ¡Y la casa cayó sobre los jóvenes, y todos murieron! ¡Sólo yo pude escapar, y ahora vengo a contárselo!" Al llegar a este punto, Job se levantó, se rasgó las vestiduras, se rasuró la cabeza, y luego se dejó caer al suelo en actitud de adoración. Entonces dijo: "Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!" A pesar de todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a Dios. (Job 1: 18 - 22 NVI). No podía haber situación más terrible que la de Job, sin embargo su primera reacción fue adorar, éste es un digno ejemplo de imitar. La adoración y la alabanza nos sacan de nuestro egocentrismo y nos elevan a Dios. Una de mis discípulas es abogada y una buena abogada, trabaja en una institución pública. Un día ella llegaba a su casa con un fólder que contenía el historial de un caso muy grave, entonces un hombre que vendía frutas con un carrito ambulante, se acercó a su puerta y ella aprovechó para comprar algunas frutas, pero sin darse cuenta dejó el fólder en el carrito y entró a su casa; pasado unas horas, se dio cuenta que no tenía los documentos y empezó a angustiarse porque esto suponía que podría perder el trabajo. Ella me llamó y me contó lo sucedido. Yo le dije: -Entrégale el caso al Señor Jesucristo y empieza a alabarlo, no te angusties, que mañana tendrás esos documentos- . Ella me obedeció y sé que no fue fácil. Pasó en vela toda la noche, pero al día siguiente, justo antes que ella saliera para su trabajo, el varón con el carrito de las fruta tocó a su puerta y le entregó el documento. ¡Que maravilloso! La alabanza y la adoración a Dios trastorna circunstancias y lo que el enemigo hizo para dañarnos, Dios lo vuelve para Su gloria, porque: “Sabemos también que a quienes aman a Dios y responden a su llamamiento para entrar a formar parte de su plan, todo cuanto pueda sucederles redundará en su propio beneficio.” (Romanos 8: 28 CST-IBS)

Ahora bien, no debemos alabarle a Dios con el único interés de que Él haga algo a nuestro favor, sino que nuestra alabanza hacia Dios debe ser por quién es Él. Así que, estemos o no enfrentados a situaciones conflictivas y difíciles, debemos alabarle, porque sólo Él es digno de nuestra alabanza y adoración, porque así se hace en el cielo y se hará por siempre. “Seguí mirando, y oí cantar a millones de millones de ángeles que rodeaban el trono, y a los "seres vivientes y a los ancianos. En su canto proclamaban a gran voz: "¡El Cordero que fue sacrificado es digno de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza!" Luego oí exclamar a todas las criaturas que están en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar: "¡Al que se sienta en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, el honor, la gloria y el poder por toda la eternidad!" Los cuatro seres vivientes decían: "¡Amén!", y los veinticuatro ancianos se postraron en actitud de adoración.” (Apocalipsis 5: 11-14). Cuando alabamos con corazón sincero, por supuesto que algo bueno va a suceder, si bien, no sabemos cuán bueno será o qué será. Al alabar a Dios, nos estamos deleitando con Dios, estamos sintiendo placer en darle alabanzas y Su Palabra dice: “Pon tu delicia en el SEÑOR, Y El te dará las peticiones de tu corazón.” (Salmo 37: 4 NBLH).

"Una vez, cuando íbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una joven esclava que tenía un espíritu de adivinación. Con sus poderes ganaba mucho dinero para sus amos. Nos seguía a Pablo y a nosotros, gritando: -Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, y les anuncian a ustedes el camino de salvación. Así continuó durante muchos días. Por fin Pablo se molestó tanto que se volvió y reprendió al espíritu: -¡En el nombre de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella! Y en aquel mismo momento el espíritu la dejó. Cuando los amos de la joven se dieron cuenta de que se les había esfumado la esperanza de ganar dinero, echaron mano a Pablo y a Silas y los arrastraron a la plaza, ante las autoridades. Los presentaron ante los magistrados y dijeron: --Estos hombres son judíos, y están alborotando a nuestra ciudad, enseñando costumbres que a los romanos se nos prohíbe admitir o practicar. Entonces la multitud se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados mandaron que les arrancaran la ropa y los azotaran. Después de darles muchos golpes, los echaron en la cárcel, y ordenaron al carcelero que los custodiara con la mayor seguridad. Al recibir tal orden, éste los metió en el calabozo interior y les sujetó los pies en el cepo." (Hechos 16: 16-24 NVI) ¡Qué terrible situación para Pablo y Silas! ¿Verdad? , pero a pesar de la gravedad del problema, ellos decidieron hacer algo fuera de toda lógica y sentimiento, entonces obtuvieron una respuesta sin precedentes del Dios Todopoderoso, una respuesta única, como sólo Dios sabe dar. Lee con cuidado lo siguiente: "A eso de la medianoche, Pablo y Silas se pusieron a orar y a cantar himnos a Dios, y los otros presos los escuchaban. De repente se produjo un terremoto tan fuerte que la cárcel se estremeció hasta sus cimientos. Al instante se abrieron todas las puertas y a los presos se les soltaron las cadenas. El carcelero despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en par, sacó la espada y estuvo a punto de matarse, porque pensaba que los presos se habían escapado. Pero Pablo le gritó:-¡No te hagas ningún daño! ¡Todos estamos aquí! El carcelero pidió luz, entró precipitadamente y se echó temblando a los pies de Pablo y de Silas. Luego los sacó y les preguntó: -Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo?-Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos --le contestaron. Luego les expusieron la palabra de Dios a él y a todos los demás que estaban en su casa. A esas horas de la noche, el carcelero se los llevó y les lavó las heridas; en seguida fueron bautizados él y toda su familia. El carcelero los llevó a su casa, les sirvió comida y se alegró mucho junto con toda su familia por haber creído en Dios. Al amanecer, los magistrados mandaron a unos guardias al carcelero con esta orden: "Suelta a esos hombres." (Hechos 16: 25- 35) ¡Qué historia más impresionante! Es que la alabanza trasciende los cielos y rompe cualquier barrera, Dios mismo baja para atender a un/a alabador/a. Haz la prueba de alabarle frente a cualquier circunstancia y no dejarás de sorprenderte al ver tremendos resultados que obtendrás. Verás a Dios mismo en acción, porque Él se entrona con las alabanzas, porque éstas le construyen un trono y Él baja a su Trono para sentarse y reinar desde donde se le alaba, entonces suceden cosas grandiosas. No dejes de alabarlo. Que Dios te bendiga.

viernes, 23 de julio de 2010



PERMANECER en CRISTO IMPLICA COMPROMISO. “Y decía a todos: —Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, este la salvará.” (Lucas 9: 23,24) Aquí vemos dos principios fundamentales de la “ley de permanencia”.
1. Negación de ti mismo. Esto es renuncia. Si tú no renuncias a ti mismo (a tu ego), la vida de Dios no podrá reflejarse en ti. Abraham tuvo que renunciar a lo que más amaba, a su hijo Isaac; y cuando él renunció, recién tuvo la revelación de “Jehová Jiré”, el Dios Proveedor. (Génesis 22) Leyendo el capítulo 22 de Génesis, nos damos cuenta que Abraham renunció por fe (versículos 7 y 8) declarando la provisión de Dios antes de verla, pero siguió el mandamiento de sacrificar a su hijo en obediencia a la Palabra dada. “Como está escrito: «Te he puesto por padre de muchas naciones». Y lo es delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos y llama las cosas que no son como si fueran.” (Romanos 4:17) Dios prácticamente resucitó a Isaac quien estaba a punto de ser sacrificado. Como Abraham cumplió fielmente el mandamiento u ordenanza de Dios, entonces Dios hizo algo maravilloso: “Llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, y le dijo: —Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto y no me has rehusado a tu hijo, tu único hijo, de cierto te bendeciré y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; tu descendencia se adueñará de las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.” (Génesis 22: 15-18) La obediencia al mandamiento de Dios le dio el derecho a Abraham de recibir la promesa. Una renuncia en obediencia al mandamiento nos lleva a una revelación de quién es Dios. Abraham tuvo la revelación de conocer al Dios Proveedor, quien da vida a los muertos y llama a las cosas que no existen, a la existencia. Esta obediencia al mandamiento nos lleva a conocer a Dios en alguna de sus características particulares. Una renuncia en fe y obediencia nos lleva a recibir como profecía las promesas de Dios. Con la renuncia no niegas tu identidad, la fortaleces en Cristo, porque sabes quién eres en Aquél que todo lo puede. Si tú te niegas a ti mismo, el segundo y fatal paso resultará más fácil.

2. ¡Muere! En la época de Cristo, todo el que cargaba su cruz sabía que iba sí o sí, a morir. El apóstol Pablo declaró en Gálatas 2: 20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Quiero aclararte algo: La Persona que viene a morar en ti a través de tu decisión de recibir a Jesús, no comparte Su vida con la tuya. Si tú quieres mantener tu vida, necesariamente tienes que deshacerte de la misma, esto es muerte; pero esta muerte te asegura la vida y la vida eterna. Paradójico ¿verdad? La Vida de Dios en ti no es una fuerza o una energía, es la Persona del Espíritu Santo haciendo morada en ti. Ahora eres uno(a) con el Espíritu Santo, no son dos personas. “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.” (1ª Corintios 6: 17) Tu vida depende de tu relación con la Persona del Espíritu Santo. Relación es la palabra clave. Sólo es posible una relación cuando tu “ego” desaparece (muere) y deja que el Espíritu Santo se desarrolle en ti. Para asegurar tu vida, necesariamente debes morir a tus pasiones o deseos carnales. La obediencia al mandamiento de morir te lleva a alcanzar la promesa de la vida.

No puedes permanecer en Cristo si no estás injertado en Él, absorbiendo de Su Savia, recibiendo Su vida, mientras la tuya mengua. Jesús dijo: “Yo soy la vid y ustedes son las ramas. Aquellos que permanezcan unidos conmigo, y Yo con ellos, éstos son los que dan mucho fruto; porque separados de mí, ustedes no pueden hacer ni una sola cosa.” (Juan 15: 5 TKIM-DE)

domingo, 11 de julio de 2010

VIVIMOS EN UN MUNDO HECHO DE PALABRAS

VIVIMOS EN UN MUNDO HECHO DE PALABRAS
"En el principio de todas las cosas era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios. La Palabra estaba en el principio con Dios. Por medio de ella creó Dios todas las cosas, y sin ella nada de lo creado fue creado."
(Juan 1: 1- 3 CST-IBS)
Este mundo en que vivimos y todo el universo fueron hechos por palabras. Dios dijo y las cosas existieron. Cada galaxia con sus respectivas estrellas, planetas, asteroides y todo cuanto hay en el universo es sostenido por la Palabra de Dios. Cuando un bebé nace ya lleva las palabras dentro de sí, aunque no las pueda verbalizar, pero en su interior existe la capacidad de expresar lo que siente o necesita, entonces recurre al llanto o a los gritos porque su capacidad fonética aún no está desarrollada. Si bien el bebé no sabe el significado de las palabras porque todavía tiene que aprenderlas, sabe que puede expresar lo que lleva dentro. Es que todo lo que vemos fue hecho por palabras y se sostiene por palabras. Las palabras son el núcleo central de la existencia. Hablas palabras, escuchas palabras, pero sobre todo debes captar el espíritu de cada palabra. “El Espíritu da vida; la carne no vale para nada. Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6: 63 NVI). El discernimiento es crucial en la persona y esto lo podemos obtener cuando nos dejamos guiar por el Espíritu de Dios. La vida eterna depende de la palabra que pronunciemos, si hablas declarando que Jesucristo es Tu Señor, creyéndolo de todo corazón, serás salvo, porque con el corazón crees para justicia, es decir para que la voluntad de Dios sea hecha, pero con tu boca confiesas para tu salvación. Puedes ver esto en Romanos 10: 9, 10

Las palabras vienen del espíritu y no de la razón, pero muchas veces las personas hacen que la boca hable diferente a su espíritu, se dividen, esto causa confusión, sin embargo a través del Espíritu de Dios vamos a poder entender las intenciones ocultas. Nuestra capacidad para discernir lo que el espíritu dice, dependerá de la medida en que nos ejercitemos en el Señor, de nuestra intimidad con Su Espíritu. Si estamos ejercitados, podremos discernir las palabras que se dicen entre líneas, detectar las que se reservan o guardan e incluso discernir las palabras del espíritu de la persona, así vamos a ser capaces de captar e interpretar los problemas del alma y también del espíritu de la persona; entonces seremos capaces de ayudar a la persona. Pero si no estamos ejercitados, podremos oír a la persona sin siquiera percatarnos cuál es su verdadera intencionalidad. Nuestra capacidad para discernir lo que el espíritu de la persona dice dependerá de la medida en que ejercitemos esta capacidad dejándonos guiar por el Espíritu del Señor. “El que sólo se alimenta de leche es inexperto en el mensaje de justicia; es como un niño de pecho. En cambio, el alimento sólido es para los adultos, para los que tienen la capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, pues han ejercitado su facultad de percepción espiritual.” (Hebreos 5: 13, 14 NVI). Necesitamos desarrollar nuestros sentidos espirituales por medio de una comunión íntima con el Espíritu Santo, Él nos guiará a toda verdad y nos hará conocer lo que toma de Jesucristo. “Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta sino que dirá sólo lo que oiga y les anunciará las cosas por venir. Él me glorificará porque tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes.” (Juan 14: 13- 14).

Nada sucede por azar en nuestra vida, sino que alguna palabra lanzada cumple su objetivo y las cosas empiezan a suceder, aunque nos olvidemos de lo que hemos dicho. Nuestras palabras crean realidades para bien o para mal, de ahí la importancia de dejarnos guiar por el Espíritu Santo, porque Él sólo dice lo que oye del Padre y del Hijo Jesucristo. Si nuestro espíritu está conectado al Espíritu de Dios, así como estuvo el espíritu de Cristo conectado al Padre, ya nada vamos a hacer por nuestra propia cuenta. "¿No creéis que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo. El Padre que está en mí, él mismo hace conmigo las obras que yo hago." (Juan 14: 10) Palabra y obra van entrelazadas, porque las palabras crean, producen algo. Si hablamos por el Espíritu de Dios, las obras de Dios vamos a hacer. Observa: “Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo. El Padre que está en mí, él mismo hace conmigo las obras que yo hago.” Lo que Jesús vio hacer al Padre, eso habló. Observa bien este versículo, porque Jesús otra vez entrelaza palabra y obra; es que no pueden separarse. “Yo hablo lo que he visto en mi Padre; vosotros hacéis lo que habéis visto en vuestro padre.” (Juan 8. 38 TA).

“Pues cuando dicen esto, no se dan cuenta de que los cielos existían desde hace mucho tiempo, y también la tierra, surgida del agua y establecida entre las aguas por la palabra de Dios, por lo cual el mundo de entonces fue destruido, siendo inundado por el agua. Pero los cielos y la tierra actuales están reservados por Su palabra para el fuego, guardados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos.” (2ª Pedro 3: 5-7 NBLH) Dios no ha cambiado, todo lo hace por medio de Su Palabra; y como nos creó a Su imagen y semejanza, también nos dio esa facultad de usar la palabra para crear circunstancias, realidades visibles que vienen del neuma, espíritu de la palabra. En Ezequiel 37, el profeta nos narra sobre cómo el espíritu de Dios lo llevó a un valle de huesos secos y le ordenó que profetizara sobre los huesos para que vivan y así lo hizo, entonces los huesos se cubrieron de tendones y carne; luego le ordenó que profetizara al espíritu o aliento y así lo hizo y los huesos cobraron vida. ¿Qué nos muestra esta figura? ¿Acaso Dios no podía hacer lo que le mandó hacer al profeta? Claro que sí, pero Dios quiere que cada hijo suyo profetice vida sobre aquellos que están muertos espiritualmente para que se levanten y busquen a Dios, porque nuestras palabras producen vida o muerte en las personas y Dios quiere que las usemos para producir vida. “La muerte y la vida están en poder de la lengua; cual sea el uso que de ella hagas, tal será el fruto." (Pr0verbios 18: 21 NC) Por lo tanto declaremos juntamente con los 24 ancianos y digamos:
Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria y el honor y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas. (Apocalipsis 4: 11 LBLA)