martes, 16 de noviembre de 2010

CRISTIANO ¿TODAVÍA PIENSAS?

CRISTIANO ¿TODAVÍA PIENSAS?

Si te digo que yo ya no pienso, ¿me creerías? Yo sé que resulta difícil creerlo, pero he decidido no pensar mis propios pensamientos, claro que alguna vez se me escapa uno que otro pensamiento mío, pero me acuerdo de Romanos 8: 6 y 7 que dice: “La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo.” Si me aferro a pensar mis propios pensamientos dejándome guiar por ellos, no estoy yendo por vía segura, pero si me dejo guiar por el Espíritu de Dios, entonces voy a pensar los pensamientos de Dios, porque “la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz”; ahora bien ¿cómo podemos lograr esto? En primer lugar, tenemos que nacer de nuevo, nacer del Espíritu recibiendo a Jesucristo como Señor y Salvador de nuestras vidas, reconociendo que somos pecadores y que sólo Su sacrificio en la cruz del Calvario nos da la salvación, porque Su sangre derramada nos limpia de todo pecado.

Al recibir a Jesucristo, estamos aceptando Su Sacrificio como el único remedio para nuestro irremediable mal, llamado pecado y nos sometemos a Su Señorío entregándole todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo, de tal modo que ya no tendríamos que pensar por cuenta propia, sino que, “ llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.” (2ª Corintios 10: 5b NVI). El apóstol Pablo en Romanos 12: 1 y 2 nos dice: “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.” Pablo nos dice que ofrezcamos nuestro cuerpo en sacrificio, no sólo nuestro cuerpo físico, sino también incluye nuestra mente, porque no es fácil dejar de pensar nuestros propios pensamientos, porque amamos lo que pensamos, es por eso que lo pensamos, de lo contrario haríamos cualquier cosa por sacarlo de nuestra mente. Es en adoración espiritual que ofrecemos nuestro cuerpo como sacrificio vivo agradable a Dios, de otra forma sería un remedo espiritual.

No tenemos que pensar como piensa el mundo actual. Este sistema está dirigido por el príncipe de este mundo, (así lo llamó Jesús en Juan 14 : 30), que está simbolizado (el sistema) por el árbol de la ciencia del bien y del mal en el huerto del Edén, que es un conocimiento contaminado e independiente de Dios; por eso vemos que a pesar que la ciencia con todo su “buen conocimiento” avanza vertiginosamente, el mal también se acelera más y más; y así como se descubren nuevos conocimientos para el bien, también hay nuevos conocimientos para el mal, como armamentos, drogas que dañan la salud mental y física de las personas, entretenimientos nocivos que inducen la mente a los más crueles crímenes, y eso están viendo muchos niños, inclusive hijos de cristianos, ¿por qué? Porque sus padres se deleitan en escenas de crímenes, vampiros, zombis, etc.

Porque, ¿quién es el hombre que conoce lo que hay en el interior del hombre sino el espíritu del hombre que está en él? Así también, nadie conoce lo que está en Dios sino el espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el espíritu que proviene de Dios, para que conozcamos los dones que nos fueron dados por Dios. De éstos también hablamos, con palabras enseñadas no por sabiduría humana, sino con la enseñanza del espíritu. Y los espirituales comparamos las cosas espirituales, porque el hombre que está en el alma no acepta las cosas espirituales porque le son locura, pues no es capaz de comprenderlas, porque han de discernirse por medio del espíritu. En cambio, el que es espiritual lo juzga todo, pero él no es juzgado por nadie, porque, ¿QUIÉN HA CONOCIDO LA MENTE DE YAHWEH PARA QUE LO INSTRUYA? Pero nosotros tenemos la manera de pensar del Cristo. (1ª Corintios 2: 11 -16 SyEspañol)

Nuestro espíritu sabe lo que llevamos oculto en nuestra mente inconsciente y sale a nuestro consciente a través de nuestros pensamientos, es por eso que pensamos lo que pensamos. ¿Cómo alimentamos nuestros pensamientos? Por lo que vemos y oímos. En el Edén, Eva oyó lo que dijo la serpiente: “Pero la serpiente le dijo a la mujer: ¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.” (Génesis 3: 4,5 NVI) También vio el fruto con avidez, con codicia, y todo su ser le decía: come, come, lo necesitas. “La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él comió.” (Génesis 3: 6 NVI).

Si queremos pensar los pensamientos de Cristo, necesitamos “codiciar” Sus pensamientos, para ello, debemos saturarnos de todo lo que es Cristo y qué mejor hacerlo mediante la fuente original, SU PALABRA, la Biblia. Empapémonos de Cristo y de Su Espíritu y dejémonos guiar por Él; para eso es necesario morir, morir a nuestra forma de pensar, a nuestros apetitos carnales como: el juzgar a las personas, criticar; el querer sobresalir frente a los demás, la vanagloria; y toda obra de la carne mencionada en Gálatas 5: 19-21, 16, 24 “Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. … Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa… Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos.”

jueves, 11 de noviembre de 2010

LLEGARÁS A LA OTRA ORILLA

LLEGARÁS A LA OTRA ORILLA
“Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.” (Romanos 8: 28 NVI)

Cómo ha amanecido tu día, ¿soleado o nublado? Quizá has tenido una mala noticia y lo que pensabas que ya se estaba solucionando, de pronto se trunca, entonces tiendes a preguntar: - ¿Por qué Dios, qué ha pasado? Sin embargo, el Señor Jesús te dice que todas las cosas Él las dispone para tu bien porque Él tiene el control de todo, así que descansa en Dios dándole gloria y alabanza, porque Él siempre tiene lo mejor para tu vida.

“Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias.” (Filipenses 4: 4-6) ¿Dónde se encontraba Pablo cuando escribió esta carta a los filipenses? Nada menos que en la cárcel, sin embargo su actitud era de consuelo para los que estaban libres físicamente. Por eso, no importa cuál sea tu situación, alégrate en el Señor, confía en Él y Él actuará a tu favor. No olvides que cuando tú dedicas el tiempo para el Señor involucrándote en Sus negocios, Él se encargará de los tuyos. “Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará.” (Salmo 37: 4, 5 NVI).

“Bendeciré al Señor en todo tiempo; mis labios siempre lo alabarán.” (Salmo 34: 1 NVI) En todo tiempo y a pesar de las circunstancias el salmista alababa al Señor y su vida no era color de rosa, tenía enemigos tanto dentro como fuera de su casa, sin embargo su actitud era de un triunfador, no se lamentaba de la situación, sino que daba gracias a Dios. Cuando confiamos en el Señor, nuestra actitud no es de fracaso, sino de triunfo porque en Cristo somos más que vencedores. “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.” (Romanos 8: 35 -39 NVI).

“Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.”
(Juan 16: 33 NVI) Esta es una de las promesas más maravillosas que el Señor nos da, efectivamente no nos está diciendo que todo va a ser hermoso en nuestro caminar con Cristo, porque ni siquiera Él mismo caminó sobre pétalos de rosa, pero como siempre, no nos deja con la incógnita: - Y ahora, qué vamos a hacer -. Sino que nos da la solución: “Anímense. Yo he vencido al mundo”. Es en Su victoria que tenemos la victoria. Si estamos EN Cristo, por supuesto que hay victoria, pero no bajo la "ley del mínimo esfuerzo", sino que tendremos aflicción; nuestro enemigo se encargará de hacernos difícil nuestra estadía aquí en la tierra, pero cuanto mayor sea su esfuerzo por atormentarnos, ya sea a través de nuestra propia carne, del mundo o de sus demonios, mayor debe ser nuestra confianza en el Señor Jesucristo, en Su victoria, en lo que logró por nosotros en la cruz del Calvario. En Cristo, sólo en Él tenemos la victoria, así que no miremos las adversas circunstancias, pues son pasajeras, así como vienen, se van. Miremos a Cristo y confiemos en Él, ya que todo lo que nos está pasando ahora, que nos parece malo, Él lo cambiará para bien. La tormenta que casi anegaba el barco donde iba Jesús con sus discípulos, no fue un obstáculo para que llegaran a la otra orilla, sino una ocasión para que Él sea glorificado. Jesús calmó la tormenta y también al atormentado gadareno que estaba en la otra orilla. (Lee Marcos 4: 36- 41 y 5: 1-17)

Nada va a poder detener tu marcha hacia el propósito de Dios si te aferras a Cristo. Llegarás a la otra orilla, porque la tempestad tiene que doblegarse ante el nombre de Jesucristo y tendrás la victoria, aun frente a los más violentos demonios. “Es cierto que ustedes viven en obediencia, lo que es bien conocido de todos y me alegra mucho; pero quiero que sean sagaces para el bien e inocentes para el mal. Muy pronto el Dios de paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes. Que la gracia de nuestro Señor Jesús sea con ustedes.” (Romanos 16: 19-20 NVI)

miércoles, 3 de noviembre de 2010

¿POR QUÉ DEBO ESTUDIAR LA BIBLIA?



¿POR QUÉ DEBO ESTUDIAR LA BIBLIA?


Porque…

  • "Toda la Escritura es un mensaje enviado por Dios, y es útil para enseñar, reprender, corregir y mostrar a la gente cómo vivir de la manera que Dios manda. Con las Escrituras, un siervo de Dios estará listo y completamente capacitado para toda buena obra. "(2ª Timoteo 3: 16, 17 PDT)
  • "Podemos confiar por completo en lo que dijeron los profetas y está muy bien que ustedes sigan cuidadosamente sus palabras. Sus profecías son como una lámpara que alumbra en la oscuridad hasta que llegue el amanecer en el que Cristo, como la estrella de la mañana, les traerá nueva luz al corazón. Sobre todo, deben entender que ninguna profecía de las Escrituras fue interpretada según la voluntad de los profetas. Ninguna profecía fue dicha por el impulso de algún hombre. Todo lo contrario, los profetas hablaron de parte de Dios, guiados por el Espíritu Santo." (2ª Pedro 1: 19, 20, 21 PDT)
  • "Ustedes estudian las Escrituras con mucho cuidado porque piensan que las Escrituras les darán vida eterna. Pues esas mismas Escrituras son las que hablan de mí." (Juan 5: 39 PDT)
  • "… Las Escrituras siempre dicen la verdad." (Juan 10: 35b PDT)
  • "Todo lo que se escribió en el pasado fue para dejarnos una enseñanza y para que tengamos esperanza. La esperanza viene por la paciencia y el ánimo que nos dan las Escrituras." (Romanos 15: 4 PDT)
  • "Las Escrituras decían lo que pasaría en el futuro: Dios aprobaría a los que no son judíos por causa de su fe y le dio a Abraham esta buena noticia: "Todas las naciones serán bendecidas por medio de ti". (Gálatas 3: 8 PDT)
  • “Toda palabra de Dios es digna de crédito; Dios protege a los que en él buscan refugio.” (Proverbios 30: 5)
  • " El cielo y la tierra no durarán para siempre, pero mis palabras sí." (Lucas 21: 33 PDT)

    La Escritura o Biblia es la Palabra de Dios, a través de Ella podemos conocer a Dios si nos acercamos a Él sabiendo que existe y que premia a los que lo buscan. (Lee Hebreos 11: 6). Para poder entender la Biblia, debemos leerla pidiendo a Dios que Su Espíritu nos dé entendimiento. El apóstol Pablo oraba a Dios con respecto a nosotros, de la siguiente manera:
    "Ruego que Dios, el Padre glorioso de nuestro Señor Jesucristo, les dé el Espíritu, fuente de sabiduría, para que entiendan los secretos de Dios y lleguen a conocerlo verdaderamente. Pido que Dios los ilumine con entendimiento para que vean su verdad y sepan lo que tiene preparado para sus escogidos. Entonces podrán participar de las ricas y abundantes bendiciones que él ha prometido a su pueblo santo. Verán también lo grande que es el poder que Dios da a los que creen en él. Es el mismo gran poder con el que Dios resucitó a Cristo de entre los muertos y le dio el derecho de sentarse a su lado en el cielo. Dios ha puesto a Cristo por encima de cualquier autoridad, poder, gobierno o dominio, tanto de este mundo como del que está por venir. Dios puso todo bajo el mando de Cristo y lo escogió como máxima autoridad de todo para bien de la iglesia. Cristo llena todo con su presencia, y en la iglesia se muestra todo lo que él es." (Efesios 1: 17 – 23 PDT).
    Cada hijo/a de Dios debe apropiarse de esta oración y pedir que Dios le conceda lo que hemos leído, porque esta oración ha sido inspirada por Dios y eso muestra que Su voluntad es darnos lo que ahí dice. "Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye.Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido." ( 1ª Juan 5: 14, 15) Podemos orar así:
    Ruego que Dios, el Padre glorioso de nuestro Señor Jesucristo, me dé el Espíritu, fuente de sabiduría, para que yo entienda los secretos de Dios y llegue a conocerlo verdaderamente. Pido que Dios me ilumine con entendimiento para que yo vea su verdad y sepa lo que tiene preparado para mí, su escogido/a. Entonces podré participar de las ricas y abundantes bendiciones que él ha prometido a su pueblo santo. Veré también lo grande que es el poder que Dios da a los que creen en él. Es el mismo gran poder con el que Dios resucitó a Cristo de entre los muertos y le dio el derecho de sentarse a su lado en el cielo. Dios ha puesto a Cristo por encima de cualquier autoridad, poder, gobierno o dominio, tanto de este mundo como del que está por venir. Dios puso todo bajo el mando de Cristo y lo escogió como máxima autoridad de todo para bien de la iglesia. Cristo llena todo con su presencia, y en la iglesia se muestra todo lo que él es.
    Cada día debemos pedirle a Dios en el Nombre de Jesucristo, que nos dé más de Su Espíritu, así que no dudes en hacer esta oración diariamente, pero no como una mera repetición, sino con un anhelo ferviente de recibir lo que pides. “Si ustedes permanecen en mí y son fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará. (Juan 15: 7 PDT).

    El alimento diario de los hijos de Dios es Su Palabra. “Pero Jesús le respondió: -En las Escrituras dice: 'No sólo de pan vive el hombre; sino de toda palabra que Dios dice'.Alimentarnos de la Palabra de Dios, es alimentarnos de Dios mismo, de Jesucristo, porque Él es la Palabra hecha carne. (Lee Juan 1: 1, 2, 3, 4, 10, 14). Así como alimentas tu cuerpo físico todos los días, de la misma forma tienes que alimentar tu espíritu todos los días. "El Padre que me envió vive, y yo vivo debido a él. Así mismo el que se alimenta de mí, vivirá debido a mí… No es el cuerpo el que le da vida a uno, sino el espíritu. Las palabras que les he dicho son espíritu y por lo tanto dan vida.” (San Juan 6: 57, 63 PDT)