jueves, 11 de noviembre de 2010

LLEGARÁS A LA OTRA ORILLA

LLEGARÁS A LA OTRA ORILLA
“Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.” (Romanos 8: 28 NVI)

Cómo ha amanecido tu día, ¿soleado o nublado? Quizá has tenido una mala noticia y lo que pensabas que ya se estaba solucionando, de pronto se trunca, entonces tiendes a preguntar: - ¿Por qué Dios, qué ha pasado? Sin embargo, el Señor Jesús te dice que todas las cosas Él las dispone para tu bien porque Él tiene el control de todo, así que descansa en Dios dándole gloria y alabanza, porque Él siempre tiene lo mejor para tu vida.

“Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias.” (Filipenses 4: 4-6) ¿Dónde se encontraba Pablo cuando escribió esta carta a los filipenses? Nada menos que en la cárcel, sin embargo su actitud era de consuelo para los que estaban libres físicamente. Por eso, no importa cuál sea tu situación, alégrate en el Señor, confía en Él y Él actuará a tu favor. No olvides que cuando tú dedicas el tiempo para el Señor involucrándote en Sus negocios, Él se encargará de los tuyos. “Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará.” (Salmo 37: 4, 5 NVI).

“Bendeciré al Señor en todo tiempo; mis labios siempre lo alabarán.” (Salmo 34: 1 NVI) En todo tiempo y a pesar de las circunstancias el salmista alababa al Señor y su vida no era color de rosa, tenía enemigos tanto dentro como fuera de su casa, sin embargo su actitud era de un triunfador, no se lamentaba de la situación, sino que daba gracias a Dios. Cuando confiamos en el Señor, nuestra actitud no es de fracaso, sino de triunfo porque en Cristo somos más que vencedores. “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: "Por tu causa nos vemos amenazados de muerte todo el día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero." Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.” (Romanos 8: 35 -39 NVI).

“Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.”
(Juan 16: 33 NVI) Esta es una de las promesas más maravillosas que el Señor nos da, efectivamente no nos está diciendo que todo va a ser hermoso en nuestro caminar con Cristo, porque ni siquiera Él mismo caminó sobre pétalos de rosa, pero como siempre, no nos deja con la incógnita: - Y ahora, qué vamos a hacer -. Sino que nos da la solución: “Anímense. Yo he vencido al mundo”. Es en Su victoria que tenemos la victoria. Si estamos EN Cristo, por supuesto que hay victoria, pero no bajo la "ley del mínimo esfuerzo", sino que tendremos aflicción; nuestro enemigo se encargará de hacernos difícil nuestra estadía aquí en la tierra, pero cuanto mayor sea su esfuerzo por atormentarnos, ya sea a través de nuestra propia carne, del mundo o de sus demonios, mayor debe ser nuestra confianza en el Señor Jesucristo, en Su victoria, en lo que logró por nosotros en la cruz del Calvario. En Cristo, sólo en Él tenemos la victoria, así que no miremos las adversas circunstancias, pues son pasajeras, así como vienen, se van. Miremos a Cristo y confiemos en Él, ya que todo lo que nos está pasando ahora, que nos parece malo, Él lo cambiará para bien. La tormenta que casi anegaba el barco donde iba Jesús con sus discípulos, no fue un obstáculo para que llegaran a la otra orilla, sino una ocasión para que Él sea glorificado. Jesús calmó la tormenta y también al atormentado gadareno que estaba en la otra orilla. (Lee Marcos 4: 36- 41 y 5: 1-17)

Nada va a poder detener tu marcha hacia el propósito de Dios si te aferras a Cristo. Llegarás a la otra orilla, porque la tempestad tiene que doblegarse ante el nombre de Jesucristo y tendrás la victoria, aun frente a los más violentos demonios. “Es cierto que ustedes viven en obediencia, lo que es bien conocido de todos y me alegra mucho; pero quiero que sean sagaces para el bien e inocentes para el mal. Muy pronto el Dios de paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes. Que la gracia de nuestro Señor Jesús sea con ustedes.” (Romanos 16: 19-20 NVI)

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