viernes, 20 de mayo de 2011





PLENITUD DE LA GRACIA DE DIOS

En lo que atañe a la ley, ésta intervino para que aumentara la transgresión. Pero allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, a fin de que, así como reinó el pecado en la muerte, reine también la gracia que nos trae justificación y vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor. (Romanos 5: 20, 21 NVI)

Estamos aquí con el propósito de recibir lo que Dios tiene para nosotros; y lo que Dios va a responder es lo que tu corazón está esperando, “porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Juan 1: 16). Dios está con su mano de Gracia extendida para que nosotros la alcancemos por fe y con humildad de corazón. Hay gracia y más gracia disponible para cada uno de nosotros hasta “que lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4: 13). Todavía no hemos llegado a la perfección, estamos en un proceso, pero vamos a llegar. Cuando Dios habla de plenitud, está hablando de sobreabundancia y esa sobreabundancia de Su Gracia está a nuestra disposición, es una sobreabundancia integral, para cada aspecto de nuestra vida, sin embargo hay una sola fórmula para recibir más de Su gracia, veamos: “Pero El da mayor gracia. Por eso dice: "DIOS RESISTE A LOS SOBERBIOS PERO DA GRACIA A LOS HUMILDES." (Santiago 4: 6 NBLH). La humildad es la clave para recibir mayor gracia, porque la gracia es para compartirla, no para pretender sobresalir y retenerla con nosotros.

La Gracia de Dios es poder sobrenatural para hacer aquello que en nuestra fuerzas nunca lo lograríamos; es la vida misma de Dios para hacer aquello que Él quiere hacer a través de nosotros. “Porque esto es lo que dice el Altísimo, el que vive eternamente y tiene el nombre santo: «Yo vivo en lo alto y santo, pero vivo también con el que tiene su espíritu abatido y humillado. Le daré nueva vida al de espíritu humilde, y reviviré al abatido.” (Isaías 57: 15 PDT). El humilde depende de Dios para todo y sabe que sin Dios nada puede hacer, el abatido languidece al ver las almas rumbo al infierno y clama por salvación con un espíritu contrito ante Dios. Dios es un Dios de Gracia y no puede habitar donde todavía el “ego” gobierna, sólo habita en un corazón que se rinde totalmente a Él, entonces Dios puede hacer Su voluntad y manifestar Su gloria con el poder de Su Gracia.

La Gracia de Dios está disponible en cualquier momento, tanto para los que hemos aceptado a Jesucristo como Señor y Salvador, como para aquellos que vienen a Jesucristo por salvación. Por esta Gracia podemos llegar a Dios, no por nuestros méritos, sino por los de Cristo, quien derramó en sacrificio Su Sangre por nosotros, cuando clavado en la cruz por nuestros pecados dijo: “consumado es” y el velo del templo se rasgó en dos, entonces nos abrió el camino al Trono de Gracia, al lugar Santísimo para poder tener comunión con nuestro Padre, libre ya de toda culpa y pecado. A través de Su Sangre se abrió el camino al Padre, porque Él es el único Camino y Su Sangre es la única fuente que lava nuestros pecados. La sangre del Nuevo Pacto que borra toda mancha e iniquidad nos da vida y vida abundante. Su carne partida, su cuerpo lacerado, nos permite vivir en salud porque Él llevó sobre Su Cuerpo nuestras enfermedades y dolores y por Su llaga fuimos curados; Él se hizo por nosotros maldición para que nosotros fuésemos hechos bendición donde quiera que estemos y vayamos, porque llevamos en nuestro cuerpo las marcas de Cristo, pues Su muerte nos dio vida, Su resurrección nos justificó, Su Gracia nos salvó.

Damos gracias a Dios que podemos estar delante de Él, “ante su trono de gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4: 16), pues “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”. (Romanos 5: 20). Si Dios da sobreabundante gracia, es porque la necesitamos y sin ella no podríamos vivir. La sobreabundante gracia de Dios nunca desaparece, porque si Dios nos quitara su gracia, entonces nuestra vida dejaría de ser. Veamos, pues la importancia que tiene la gracia para con nosotros. Si tuviéramos que comparar la gracia con algo que es conocido, diríamos que es como el oxígeno que respiramos, el cual no nos cuesta nada; pero imagínense si en este momento el suministro de oxígeno se detuviera, ¿qué pasaría con nuestras vidas? Sencillamente dejaríamos de existir. Así como el oxígeno significa para el hombre o mujer, la vida aquí en la tierra; la gracia es para la persona la vida tanto aquí en la tierra como en el cielo. La gracia es la vida de Dios que viene sobre nosotros, es Su favor manifestado a nuestras vidas.

“Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y milagros en el pueblo. Y se levantaron algunos de la sinagoga llamada de los Libertos, de los cireneos y los alejandrinos, y de los de Cilicia y de Asia, discutiendo con Esteban. Y no podían resistir la sabiduría y el espíritu con que hablaba” (Hechos 6: 7-9 RVA).La gracia de Dios y Su poder van de la mano. Pues quien halla gracia ante los ojos de Dios recibe Su poder para hacer las obras de Él aquí en la tierra y así extender Su Reino. Clamemos por la gracia de Dios sobre nuestras vidas con humildad de corazón para cumplir con el propósito de Dios en nuestras vidas y sobre esta tierra, para que Su Reino venga sobre nosotros y Su voluntad sea hecha. Declaramos que tuyo oh Dios es el Reino, el poder y la gloria por los siglos de los siglos, amén.

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