CÓMO SER UN TRIUNFADOR
¿Acaso puede uno hablar de seguridad en este mundo de incertidumbre? Pululan por todas partes las agencias de seguros ofreciéndote garantía en tu vida y si ésta no es posible, garantía para tu descendencia.
Qué incierta es esta vida, tan incierta como que no sabes cuándo la dejarás. Si miras atrás, hay cosas que no quisieras recordar, y si pretendes poner la mirada hacia delante, la inseguridad te hace tambalear.
El hombre inseguro un día dirá: “Paz y seguridad”, y es ahí que vendrá sobre ellos destrucción repentina. Ellos tienen ojos que no les sirven para vislumbrar lo por venir. Están ciegos.
¿Cuál es el horizonte de tu vida? Cuanto más lejano se divise, más próximo está de ti. Cuanto más alto mires, más pronto llegarás a la cumbre. Las cosas que se adquieren sin mayor esfuerzo porque nos hemos fijado una meta próxima, acabarán pronto por aplastarnos
¿Cuál es la meta de tu vida? ¿Requiere de esfuerzo llegar a ella? Si abatido al subir la cuesta quieres desistir y razonas: “qué fácil es la bajada y cuán duro el ascenso”, entonces, caerás al abismo, oscura sima en la cual no sabes qué te espera.
Si has llegado a la mitad de la cuesta, recuerda que la otra mitad restante la sentirás más liviana, pues tus pies ya han encallecido, tus manos se volvieron ágiles y tu cuerpo curtido por el sol y la tempestad podrá resistir cualquier otro embate que la vida te marque.
No hay incertidumbre para quien mira siempre adelante, hacia la meta. “Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo.” (Hebreos 12: 2,3 NVI)
Si quieres ser un triunfador y tener seguridad en tu vida, hay sólo un camino, su nombre es, JESUCRISTO. Mientras tu mirada esté centrada en Él podrás avanzar como Pedro sobre las olas de tempestad, pero si desvías tu mirada de Él, de seguro te hundirás.
La tempestad no es tu meta. No la mires. Tu meta es Cristo. Míralo a Él.
¿Acaso puede uno hablar de seguridad en este mundo de incertidumbre? Pululan por todas partes las agencias de seguros ofreciéndote garantía en tu vida y si ésta no es posible, garantía para tu descendencia.
Qué incierta es esta vida, tan incierta como que no sabes cuándo la dejarás. Si miras atrás, hay cosas que no quisieras recordar, y si pretendes poner la mirada hacia delante, la inseguridad te hace tambalear.
El hombre inseguro un día dirá: “Paz y seguridad”, y es ahí que vendrá sobre ellos destrucción repentina. Ellos tienen ojos que no les sirven para vislumbrar lo por venir. Están ciegos.
¿Cuál es el horizonte de tu vida? Cuanto más lejano se divise, más próximo está de ti. Cuanto más alto mires, más pronto llegarás a la cumbre. Las cosas que se adquieren sin mayor esfuerzo porque nos hemos fijado una meta próxima, acabarán pronto por aplastarnos
¿Cuál es la meta de tu vida? ¿Requiere de esfuerzo llegar a ella? Si abatido al subir la cuesta quieres desistir y razonas: “qué fácil es la bajada y cuán duro el ascenso”, entonces, caerás al abismo, oscura sima en la cual no sabes qué te espera.
Si has llegado a la mitad de la cuesta, recuerda que la otra mitad restante la sentirás más liviana, pues tus pies ya han encallecido, tus manos se volvieron ágiles y tu cuerpo curtido por el sol y la tempestad podrá resistir cualquier otro embate que la vida te marque.
No hay incertidumbre para quien mira siempre adelante, hacia la meta. “Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo.” (Hebreos 12: 2,3 NVI)
Si quieres ser un triunfador y tener seguridad en tu vida, hay sólo un camino, su nombre es, JESUCRISTO. Mientras tu mirada esté centrada en Él podrás avanzar como Pedro sobre las olas de tempestad, pero si desvías tu mirada de Él, de seguro te hundirás.
La tempestad no es tu meta. No la mires. Tu meta es Cristo. Míralo a Él.