lunes, 29 de agosto de 2011

¡COBREN ÁNIMO!

¡COBREN ÁNIMO!

Quiero que lo sepan para que cobren ánimo, permanezcan unidos por amor, y tengan toda la riqueza que proviene de la convicción y del entendimiento. Así conocerán el misterio de Dios, es decir, a Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo y en él, que es la cabeza de todo poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud. (Colosenses 2: 2, 3, 9, 10 NVI)

Estamos completos en Cristo, tenemos la autoridad que Él nos delegó y podemos entrar al lugar de todos Sus tesoros de sabiduría y conocimiento, para “ejecutar sentencia” prontamente contra todo aquello que se levanta contra el conocimiento de Cristo, ya sea por mentiras en contra nuestra o por blasfemia directa al Nombre de Jesucristo, ante el cual toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Él es Señor.

Así vi al perverso sepultado; ellos aun habían venido del Lugar Kadosh (Santo). Pero aquellos que habían actuado rectamente fueron olvidados en la ciudad. Esto también es vanidad; porque el castigo decretado por una obra maligna no es llevado a cabo prontamente; por lo tanto, el corazón de los hijos de los hombres está totalmente determinado en aquellos que hacen el mal. (Eclesiastés 8: 10, 11 TKIM-DE)

Ejecutar o decretar son lo mismo. Tenemos autoridad para cerrar las bocas mentirosas y para alejar del lugar donde Dios nos colocó a aquellos que son estorbo, recordando que nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra espíritus inmundos que vienen en contra nuestra, escondidos tras un disfraz humano. Pero recuerden, el Mayor está con nosotros. Basta ya de darle espacio al enemigo para que haga de las suyas. Ese territorio llamado hogar, donde reside nuestra familia, nos pertenece, sin embargo el enemigo, el diablo, quiere destruirnos, porque somos ahí una amenaza para él, por eso se esfuerza por sacar a nuestros hijos del camino del Señor; pero, ¡cobra ánimo! Vístete de valor y pelea la batalla en el nombre de Jesucristo. Pide a Dios por la conversión de esas personas, que gobernadas y enceguecidas por el enemigo están queriendo atrapar a tus hijos o familiares, no permitas que el diablo gane ventaja. Estamos en una guerra frontal, pero nuestro enemigo ya fue vencido por Jesucristo el Vencedor, y esa victoria es ahora nuestra, de los que hemos recibido a Jesús como nuestro Señor y Salvador; sin embargo tienes que usar los recursos que Él te dio y en Su Nombre ata a esos espíritus que gobiernan esas vidas, átalos para que no puedan operar y mientras estén atados actúa a favor de esas personas y llévales el mensaje de salvación o pide a Dios que otros vayan con ese Mensaje.

Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo. (2ª Corintios 10: 4, 5 NVI)

La adoración es un arma poderosa para derrotar al diablo. ¿Sabes por qué? Porque la adoración nos eleva a Dios, justo al mismísimo lugar que Satanás ocupaba antes de su caída, lugar que la Iglesia de Cristo, como la Esposa del Cordero estará por la eternidad. En ese lugar no existe la palabra derrota y el temor huye despavorido. En medio de la crisis, adora a Dios. Recuerda, ya tienes la victoria. No digas nada que anule lo que Dios ya te dio. Cobra ánimo en Cristo y sé que de ésta saldrás en victoria.

miércoles, 22 de junio de 2011

SOMOS EL ESPEJO DE DIOS

SOMOS EL ESPEJO DE DIOS
Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.
(2ª Corintios 3: 17, 18 NVI)
Dios quiere mostrarse al mundo a través de nosotros, Él quiere que todos conozcan Su gloria, Su grandeza y sepan a quién representamos en esta tierra. En la antigüedad cuando Moisés hablaba con Dios, la gloria de Dios se impregnaba en él y su rostro brillaba a tal punto que tenía que cubrirse el rostro para poder dirigirse al pueblo. “No hacemos como Moisés, quien se ponía un velo sobre el rostro para que los israelitas no vieran el fin del resplandor que se iba extinguiendo. Sin embargo, la mente de ellos se embotó, de modo que hasta el día de hoy tienen puesto el mismo velo al leer el antiguo pacto. El velo no les ha sido quitado, porque sólo se quita en Cristo. Hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, un velo les cubre el corazón. Pero cada vez que alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado.” (2ª Corintios 3: 14- 16 NVI) Los hijos de Dios, quienes hemos reconocido a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, arrepintiéndonos de nuestros pecados y volviéndonos a Él, llegamos a ser el espejo de Dios, porque Su Espíritu que vive en nosotros nos va transformando más y más a Su semejanza. Así que lavémonos bien la cara para no distorsionar Su gloria. Su Palabra nos limpia y purifica para que seamos más semejantes a Él.

Adán y Eva fueron creados a imagen y semejanza de Dios y mientras ellos se mantuvieron en obediencia y dependencia de Dios, portaban y reflejaban la misma gloria de Dios. Jesucristo cuando estuvo en la tierra también reflejó la gloria de Dios, inclusive le dijo a uno de sus discípulos lo siguiente: “Le dijo Felipe: Muéstranos al Padre y nos basta, Señor nuestro. Jesús le dijo: He estado con ustedes todo este tiempo, y no me has conocido, Felipe. El que me ve a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en mi Padre y mi Padre en mí? Las palabras que yo hablo no las hablo por cuenta propia, sino que mi Padre que mora en mí, Él realiza estas obras. Crean que yo estoy en mi Padre y mi Padre en mí, y si no, crean al menos por las obras.” (Juan 14: 8-11 SyEspañol) Jesús vino a mostrarnos al Padre y cada hijo de Dios también muestra al Padre, aunque algunos no lo puedan ver como en el caso de Felipe. Muchas veces, ni siquiera nosotros mismos podemos creer esto, pues nos parece demasiada pretensión, sin embargo Dios quiere mostrarse, quiere que el mundo vea Su grandeza a través de Sus hijos, grandeza reflejada en palabras y en hechos.

"En verdad les digo: el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aún mayores que éstas hará, porque Yo voy al Padre. "Y todo lo que pidan en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. "Si Me piden algo en Mi nombre, Yo lo haré." (Juan 14: 12 – 14 NBLH) Miren ¡qué promesa! Lo que pasa es que nos cuesta creerla, pero si asimilamos bien estas palabras a la luz de la revelación de Dios, ya no nos vamos a mirar como insignificantes y mendigos de los favores de Dios, sino que entenderemos que lo que Dios nos dio es a Él mismo, es Su Espíritu morando en nosotros para hacer Sus obras y manifestar Su gloria. Y esta gloria no se extingue como pasaba con Moisés después de salir de la presencia de Dios, sino que va en aumento, de tal modo que somos transformados a Su imagen con más y más gloria por la acción de Su espíritu que vive en nosotros. La voluntad de Dios es que alcancemos la estatura de Cristo, que lleguemos a ser como Él, por eso Su Espíritu nos va transformando, va puliendo algunas áreas de nuestro carácter que no se asemejan a Cristo, para que reflejemos Su gloria, mientras más pulidos estemos, más perfecta va a ser la imagen que reflejemos de Dios. Sin velo, con el rostro descubierto vamos reflejando la gloria de Dios, vamos sacando a flote la acción del Espíritu en nosotros y empezaremos a hacer las obras que Cristo hizo. Lo que Cristo prometió, de seguro que lo cumple. Tan sólo nos queda creerle. Somos el espejo de Dios y reflejamos Su gloria.

domingo, 29 de mayo de 2011

LAS OBRAS TAMBIÉN CUENTAN

LAS OBRAS TAMBIÉN CUENTAN
Somos salvos por fe y no por obras, porque la salvación no depende de lo que hagamos, sino de lo que decidamos creer y aceptar, ya que esto define nuestro destino eterno, sea el cielo con Dios, o el infierno, alejado de Dios. Entonces, aquí, y sólo aquí, en esta tierra, mientras estemos en vida, decidimos dónde vamos a pasar la eternidad. “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.” (Efesios 2: 8,9 NVI). Ahora bien, las obras que nosotros hagamos determinarán nuestra recompensa o cómo pasaremos la eternidad, porque a Dios le interesa lo que hacemos “hoy”, ya que hay una conexión directa entre lo que hacemos hoy, con lo que obtendremos en la eternidad, todo lo que hacemos, cuenta para Dios, Él toma en cuenta hasta un vaso de agua que demos a uno de Sus pequeños y no dejará de recompensarnos por la eternidad, a Él nada se le escapa. “Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada persona según lo que haya hecho.” (Mateo 16: 27 NVI)

Cada persona tiene un comienzo, pero nuestra existencia seguirá eternamente, no tendrá fin; así que, al morir el ser humano puede ir a uno de los dos destinos eternos conforme a su elección mientras estuvo en la tierra, el cielo donde está Dios, que es un lugar real o el infierno, sin Dios, que también es real y no lo deseo para nadie. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito (único), para que todo aquél que cree en El, no se pierda, sino que tenga vida eterna. "Porque Dios no envió a Su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El. "El que cree en El no es condenado (juzgado); pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito (único) Hijo de Dios. "Y éste es el juicio: que la Luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la Luz, pues sus acciones eran malas. "Porque todo el que hace lo malo odia la Luz, y no viene a la Luz para que sus acciones no sean expuestas. "Pero el que practica la verdad viene a la Luz, para que sus acciones sean manifestadas que han sido hechas en Dios." (Juan 3: 16-21 NBLH).

Si la persona, estando en vida, ha decidido creer en Jesucristo como Su Salvador y Señor, entonces decidió por el cielo con Dios, pero si al contrario, no quiso creer ni aceptar a Jesucristo como Su Salvador y Señor, entonces también ha decidido por la otra opción, el infierno, sin Dios. Conforme hayamos creído, vamos a definir nuestro destino eterno, pero conforme nos hayamos conducido en este período terrenal, determinamos nuestra recompensa, o grado de cómo pasaremos la eternidad. Inclusive en el infierno habrá grados o niveles de castigo."Y tú, Capernaúm, ¿acaso serás elevada hasta los cielos? ¡Hasta el Hades (región de los muertos) descenderás! Porque si los milagros que se hicieron en ti se hubieran hecho en Sodoma, ésta hubiera permanecido hasta hoy. "Sin embargo, les digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma que para ti." (Mateo 11: 23 NBLH). Observen que no lo digo yo, sino aquel que vino de la eternidad, que todo lo sabe. Ahora miren lo que Jesús les dijo a los escribas y Fariseos. "¡Ay de ustedes, escribas y Fariseos, hipócritas, que devoran las casas de las viudas, aun cuando por pretexto hacen largas oraciones! Por eso recibirán mayor condenación." (Mateo 23: 14 NBLH).

"Poco después, Jesús les dijo a sus discípulos: --No se preocupen. Confíen en Dios y confíen también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos. Si no fuera cierto, no les habría dicho que voy allá a prepararles un lugar. Después de esto, volveré para llevarlos conmigo. Así estaremos juntos." (Juan 14: 1-3 BLS). ¡Qué maravillosa promesa! Jesús dijo que estaremos con Él, por eso Él toma en cuenta cada detalle de nuestra vida, cada actitud de nuestro corazón, para poder darnos según nuestras obras. “Por este motivo confiamos y deseamos estar ausentes del cuerpo y presentes ante nuestro Señor, y nos esforzamos para que, ya sea presentes o ausentes, le seamos agradables, porque todos nosotros habremos de comparecer ante el tribunal del Cristo, para que cada uno sea recompensado de acuerdo a lo que hizo estando en el cuerpo, haya sido bueno o haya sido malo.” (2ª Corintios 5: 8-10). El último libro de la Biblia confirma lo que estamos diciendo: “También vi un trono blanco y al que estaba sentado en él, de cuya presencia se apartaron la Tierra y los cielos, y no se encontró lugar para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, que estaban de pie delante del trono. Y los libros fueron abiertos. Después otro libro fue abierto, que es el de la vida. Y los muertos fueron juzgados por las cosas que estaban registradas en los libros, conforme a sus hechos. El mar entregó a los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Seol entregaron a los muertos que se encontraban en ellos, y fueron juzgados cada uno conforme a sus acciones. Y la Muerte y el Seol fueron arrojados al lago de fuego. Ésta es la segunda muerte: el lago de fuego. Y el que no se hallaba inscrito en el libro de la vida, era arrojado al lago de fuego.” (Apocalipsis 20: 11- 15 SyEspañol).


El resultado de lo que hayamos hecho por Jesús aquí en la tierra determinará el grado de recompensa en el cielo; pero también las obras malas tendrán un grado de pago en el infierno. Entonces, mis amados cada cosa que hagamos, por muy pequeña que nos parezca, es tomada en cuenta por Dios. Que esta breve reflexión nos sirva para medir bien lo que hacemos para que nuestra recompensa pueda ser mayor, porque Dios es un Dios que recompensa por la eternidad. Entonces, mis obras también cuentan para Dios, porque hay una conexión directa entre lo que hacemos y la eternidad. Las decisiones que tomemos en vida, nos seguirán por la eternidad, así que no busquemos una recompensa terrenal, sino eterna. Hagamos todo como para Cristo y por amor a Él, porque la actitud con que lo hacemos también cuenta.

viernes, 20 de mayo de 2011





PLENITUD DE LA GRACIA DE DIOS

En lo que atañe a la ley, ésta intervino para que aumentara la transgresión. Pero allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, a fin de que, así como reinó el pecado en la muerte, reine también la gracia que nos trae justificación y vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor. (Romanos 5: 20, 21 NVI)

Estamos aquí con el propósito de recibir lo que Dios tiene para nosotros; y lo que Dios va a responder es lo que tu corazón está esperando, “porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Juan 1: 16). Dios está con su mano de Gracia extendida para que nosotros la alcancemos por fe y con humildad de corazón. Hay gracia y más gracia disponible para cada uno de nosotros hasta “que lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4: 13). Todavía no hemos llegado a la perfección, estamos en un proceso, pero vamos a llegar. Cuando Dios habla de plenitud, está hablando de sobreabundancia y esa sobreabundancia de Su Gracia está a nuestra disposición, es una sobreabundancia integral, para cada aspecto de nuestra vida, sin embargo hay una sola fórmula para recibir más de Su gracia, veamos: “Pero El da mayor gracia. Por eso dice: "DIOS RESISTE A LOS SOBERBIOS PERO DA GRACIA A LOS HUMILDES." (Santiago 4: 6 NBLH). La humildad es la clave para recibir mayor gracia, porque la gracia es para compartirla, no para pretender sobresalir y retenerla con nosotros.

La Gracia de Dios es poder sobrenatural para hacer aquello que en nuestra fuerzas nunca lo lograríamos; es la vida misma de Dios para hacer aquello que Él quiere hacer a través de nosotros. “Porque esto es lo que dice el Altísimo, el que vive eternamente y tiene el nombre santo: «Yo vivo en lo alto y santo, pero vivo también con el que tiene su espíritu abatido y humillado. Le daré nueva vida al de espíritu humilde, y reviviré al abatido.” (Isaías 57: 15 PDT). El humilde depende de Dios para todo y sabe que sin Dios nada puede hacer, el abatido languidece al ver las almas rumbo al infierno y clama por salvación con un espíritu contrito ante Dios. Dios es un Dios de Gracia y no puede habitar donde todavía el “ego” gobierna, sólo habita en un corazón que se rinde totalmente a Él, entonces Dios puede hacer Su voluntad y manifestar Su gloria con el poder de Su Gracia.

La Gracia de Dios está disponible en cualquier momento, tanto para los que hemos aceptado a Jesucristo como Señor y Salvador, como para aquellos que vienen a Jesucristo por salvación. Por esta Gracia podemos llegar a Dios, no por nuestros méritos, sino por los de Cristo, quien derramó en sacrificio Su Sangre por nosotros, cuando clavado en la cruz por nuestros pecados dijo: “consumado es” y el velo del templo se rasgó en dos, entonces nos abrió el camino al Trono de Gracia, al lugar Santísimo para poder tener comunión con nuestro Padre, libre ya de toda culpa y pecado. A través de Su Sangre se abrió el camino al Padre, porque Él es el único Camino y Su Sangre es la única fuente que lava nuestros pecados. La sangre del Nuevo Pacto que borra toda mancha e iniquidad nos da vida y vida abundante. Su carne partida, su cuerpo lacerado, nos permite vivir en salud porque Él llevó sobre Su Cuerpo nuestras enfermedades y dolores y por Su llaga fuimos curados; Él se hizo por nosotros maldición para que nosotros fuésemos hechos bendición donde quiera que estemos y vayamos, porque llevamos en nuestro cuerpo las marcas de Cristo, pues Su muerte nos dio vida, Su resurrección nos justificó, Su Gracia nos salvó.

Damos gracias a Dios que podemos estar delante de Él, “ante su trono de gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4: 16), pues “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”. (Romanos 5: 20). Si Dios da sobreabundante gracia, es porque la necesitamos y sin ella no podríamos vivir. La sobreabundante gracia de Dios nunca desaparece, porque si Dios nos quitara su gracia, entonces nuestra vida dejaría de ser. Veamos, pues la importancia que tiene la gracia para con nosotros. Si tuviéramos que comparar la gracia con algo que es conocido, diríamos que es como el oxígeno que respiramos, el cual no nos cuesta nada; pero imagínense si en este momento el suministro de oxígeno se detuviera, ¿qué pasaría con nuestras vidas? Sencillamente dejaríamos de existir. Así como el oxígeno significa para el hombre o mujer, la vida aquí en la tierra; la gracia es para la persona la vida tanto aquí en la tierra como en el cielo. La gracia es la vida de Dios que viene sobre nosotros, es Su favor manifestado a nuestras vidas.

“Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y milagros en el pueblo. Y se levantaron algunos de la sinagoga llamada de los Libertos, de los cireneos y los alejandrinos, y de los de Cilicia y de Asia, discutiendo con Esteban. Y no podían resistir la sabiduría y el espíritu con que hablaba” (Hechos 6: 7-9 RVA).La gracia de Dios y Su poder van de la mano. Pues quien halla gracia ante los ojos de Dios recibe Su poder para hacer las obras de Él aquí en la tierra y así extender Su Reino. Clamemos por la gracia de Dios sobre nuestras vidas con humildad de corazón para cumplir con el propósito de Dios en nuestras vidas y sobre esta tierra, para que Su Reino venga sobre nosotros y Su voluntad sea hecha. Declaramos que tuyo oh Dios es el Reino, el poder y la gloria por los siglos de los siglos, amén.

martes, 10 de mayo de 2011

ÉSTE ES EL MEJOR MOMENTO

ÉSTE ES EL MEJOR MOMENTO DE LA HISTORIA
Siglo XXI, estamos contemplando el poder de la ciencia y la tecnología en acción y al mismo tiempo el poder maligno con toda su devastación. Entonces pensamos: "Dios debe estar muy enojado con toda esta situación y sus ojos ya no soportan ver todo el mal". Dios sigue siendo el Dios justo y misericordioso que nos ha permitido vivir el mejor momento de la historia. Él no está enojado, Su corazón se derrite de amor y compasión. Dios está BUSCANDO a un hombre o a una mujer que haga lo que Él dice: "Yo he buscado entre ellos a alguien que se interponga entre mi pueblo y yo, y saque la cara por él para que yo no lo destruya. ¡Y no lo he hallado!" (Ezequiel 22: 30 NVI) Dios te está buscando a ti y cuando te dejes encontrar, tu corazón empezará a derretirse juntamente con el de Dios y fluirá de ti el amor y la compasión del Dios Todopoderoso para que tu pueblo no sea destruido.

Cuando unas tu sueño al sueño de Dios, brotará en ti el amor por la gente y empezarás a hacer historia, la mejor historia de amor que jamás se haya contado después del Calvario. El amor te saca de la cárcel del legalismo, de ese enclaustramiento ególatra y te lleva adonde nunca imaginaste ir. Empieza a vivir el mejor momento de tu historia. ¡AMA! El mal seguirá su curso, pero mientras tu amor siga fluyendo se abrirá paso por donde otros no se atrevieron a pasar. Este es el mejor momento de la historia de Bolivia y tú puedes escribirlo, porque en medio de tantos "ayes" declaramos que: Bolivia será llena del conocimiento de la gloria del Señor. Tú puedes declarar lo mismo para tu nación, ciudad o barrio, para tu familia, porque el amor se abre paso, hace cauce donde nunca lo hubo para que la tierra se llene del conocimiento de la gloria del Señor.

Empieza a escribir el mejor momento de la historia, porque Dios te dice: “Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo.” (Jeremías 29: 11 DHH). No mires la calamidad que te rodea, mira lo que Dios tiene para ti, aunque te encuentres en medio de de la calamidad. Los discípulos de Jesús, se encontraron en una ocasión en medio de un mar muy, pero muy tormentoso y pensaron que iban a morir, ellos sólo podían ver la tempestad, pues al parecer no había ni un atisbo de calma, todo era calamidad. Jesús estaba en la barca con ellos, pero dormía.
“Luego subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca. Pero Jesús estaba dormido. Los discípulos fueron a despertarlo. --¡Señor --gritaron--, sálvanos, que nos vamos a ahogar!--Hombres de poca fe --les contestó--, ¿por qué tienen tanto miedo? Entonces se levantó y reprendió a los vientos y a las olas, y todo quedó completamente tranquilo. Los discípulos no salían de su asombro, y decían: "¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y las olas le obedecen?” (Mateo 8: 23 – 27). Si Jesús está en tu barca, en tu corazón, aunque parezca que está dormido, Él siempre tiene el control de toda la situación. No te inquietes. Mientras Él esté en tu barca, ten por seguro que no te ahogarás.

La tempestad aparece “de repente”, cuando menos la esperas y su objetivo es hundirte, no viene sólo para darte un gran susto, viene para destruirte, pero con Jesús en tu barca nunca lo logrará; así que, enfrenta a la tempestad como lo hizo Jesús, reprende a esa situación difícil y no mires a la tempestad, para que no apague tu fe, mira sólo a Jesús, Él es el dueño de la situación. No mires que los productos de la canasta familiar han subido hasta las nubes y que lo que ganas ya no te alcanza, mira al Dueño y Señor de la situación, mira a Jesús. Cuando las cosas se ponen difíciles, ése es el mejor momento de la historia, porque te obliga a mirar al que tiene todo el control y ya te ha dado la autoridad para hacer frente a cualquier tempestad en Su nombre y por el poder del Espíritu de Dios que mora en ti. Escribe ya el final de la historia, porque la tempestad viene y se va, pero la Palabra de Dios permanece para siempre. Recuerda que Él tiene pensamientos de bien para ti, para darte el fin que esperas.

jueves, 7 de abril de 2011

ENTENDIENDO LA GRACIA DE DIOS

ENTENDIENDO LA GRACIA DE DIOS


Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa. Al contrario, he trabajado con más tesón que todos ellos, aunque no yo sino la gracia de Dios que está conmigo. (1ª Corintios 15: 10)


Entendiendo la gracia de Dios es un tema que debe ser estudiado a la luz de la Palabra de Dios y comprendido por revelación, pues Dios, en su infinita bondad y misericordia proveyó este tiempo para nosotros, para que todo aquel que en Él cree no se pierda. La salvación y todo lo que en ella conlleva, es decir, la redención por la sangre de Cristo de la esclavitud del pecado y por ende de la muerte, la redención de la enfermedad, de la pobreza, de la miseria, etc., lo hemos recibido como Regalo o Gracia de Dios, pues Él hizo que su Hijo se hiciera pecado por nosotros para que nosotros fuésemos justicia de Dios en Él.


Somos justificados pos Su Sangre para que podamos disfrutar de Su Gracia o Regalo de Dios a nuestras vidas. La Gracia de Dios es Su Poder emanado hacia nosotros, para que podamos hacer aquello que en nuestras propias fuerzas nunca lo hubiéramos logrado. Ese poder nos ha librado de una muerte segura e innegable, pues no nos ha dado el pago conforme a nuestras faltas o pecados, sino que nos extendió Su Gracia para salvarnos, dándonos el regalo de la salvación por medio de Su Hijo Jesucristo. Por esa Gracia, Jesús, se hizo pobre para que fuésemos en Él y por Él enriquecidos; también tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias y por sus llagas fuimos curados. Es más, abrió para nosotros el camino hacia el Trono de la Gracia para que alcancemos misericordia y hallemos gracia en cualquier momento de necesidad. Él hizo de nuestro cuerpo su templo, su morada. ¡Oh, maravillosa gracia! ¡Quién pudiera comprender su inefable amor! Amor que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo dio en rescate por todos y con Él todas las cosas. ¿Por qué no disfrutar de esta gracia, por qué no estar agradecidos, por qué no amarle con todo nuestro ser?


Oh, Amados, la gracia de Dios sobrepasa todo entendimiento y cuanto más nos adentremos en ella, más grandiosa la veremos, más maravillados estaremos, pues siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Esta gracia es nuestra, no por nuestros méritos, sino por los del Cordero de Dios sin mancha ni contaminación, que dio Su Sangre en libación por nosotros los pecadores para que fuésemos presentados justos y sin mancha delante de Dios, por ese amor derramado voluntariamente sobre todo pecador, para que todo aquel que en Él crea, no se pierda, mas tenga vida eterna. Por esta Gracia entramos en Pacto con Dios y somos sellados con la Sangre de Jesucristo, para que toda Su victoria sea nuestra por siempre y para siempre. Además, llegamos a ser hijos juntamente con Su Hijo Jesucristo, de tal manera que obtenemos herencia con Cristo, en Él y a través de Él. Por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. (Efesios 2: 8,9 NVI) La gracia de Dios es oasis de salvación, aliento al moribundo; es el amor de Dios viniendo para hacer lo que el pecador por sí sólo no podía hacer; es simplemente: Dios trabajando para el hombre; haciendo algo que el hombre nunca hubiera podido hacer, poniéndose en su lugar, llevando sobre sí las consecuencias del pecado, haciéndose pecado para que el hombre fuese presentado justo delante de Dios. La Gracia de Dios ha sido dada al hombre sin que medie voluntad humana; fue Dios quien quiso darla, no depende del hombre. En el momento que el hombre intente hacer algo para sensibilizar a Dios, para hacer que Dios actúe a su favor y recibir cualquiera de las gracias, no sólo está rechazando la Gracia de Dios, sino que está practicando una “obra muerta” y las obras muertas no realizan ni alcanzan nada.


Digo juntamente con Pablo: “Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor. (1 Corintios 1: 4 – 9).

domingo, 27 de marzo de 2011

EL ESPÍRITU DE TEMOR

EL ESPÍRITU DE TEMOR
"Después llegó el que había recibido sólo mil monedas. 'Señor --explicó--, yo sabía que usted es un hombre duro, que cosecha donde no ha sembrado y recoge donde no ha esparcido. Así que tuve miedo, y fui y escondí su dinero en la tierra. Mire, aquí tiene lo que es suyo.' Pero su señor le contestó: ‘Siervo malo y perezoso! ¿Así que sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido? Pues debías haber depositado mi dinero en el banco, para que a mi regreso lo hubiera recibido con intereses.' 'Quítenle las mil monedas y dénselas al que tiene las diez mil. Porque a todo el que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia. Al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. (Mateo 25: 24-29NVI)


La parábola de los talentos nos muestra cómo es el reino de los cielos y dice que es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les encargó sus bienes. A uno le dio cierta cantidad de dinero, a otro, le dio un poco menos y a un tercero le dio aún menos, pero todos recibieron dinero para que hicieran negocio y aumentaran los bienes del dueño, al menos así parecía, pero ellos no estaban trabajando gratis, porque sabían que su señor los iba a recompensar; por eso los dos primeros se empeñaron y dieron su mayor esfuerzo por duplicar la suma y fueron muy bien recompensados, más de lo que ellos esperaban, porque así es en el Reino de Dios, siempre se nos da más de lo que esperamos. “Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, ¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén.” (Efesios 3: 20, 21 NVI). En cambio el tercero, fue invadido de temor o miedo y no negoció con lo que tenía, sino que lo guardó muy bien hasta que su señor regresara, pero no fue premiado por eso, sino más bien castigado.


El espíritu de temor vuelve perezosas a las personas, porque las incapacita para usar su potencial, entonces se reprimen y no sacan a flote sus cualidades para beneficio de los demás, pero sobre todo de ellas mismas. El temor llena de maldad a la persona porque se vuelve irascible, susceptible, desconfiada, quejosa, criticona, chismosa e inclusive baja la autoestima de la persona y la impulsa a cometer otros actos ofensivos a Dios y al prójimo, permitiendo dejarse vejar y admitiendo que cometan actos de violencia contra ella; como verán, el espíritu de temor abre el portón para que entren otros espíritus inmundos y tomen control de la persona debilitada por el temor. La Biblia es enfática al decirnos “no temas”, muchos versículos hablan sobre esto, nos animan a confiar en Dios y a fortalecernos en Su amor. El temor amplifica aquello que tememos y minimiza a nuestro Dios, ese es su objetivo y cometido, porque de ese modo impide a la persona desenvolverse en el propósito que Dios tiene para ella, anulando así sus capacidades.


“Porque no nos ha dado Dios el espíritu de temor, sino el de fortaleza, y de amor, y de templanza.” (2ª Timoteo 1: 7 RV 2000). El temor es un espíritu que nos aniquila. Si bien, llevamos dentro de nosotros como un arma de defensa el temor a realizar algo que nos va a dañar - cuando tenemos conciencia de ello- porque un niño que no tiene conciencia que el fuego quema, se acercará a él sin temor y se quemará. Ese temor a no acercarnos a aquello que nos va a dañar, nos libra del perjuicio. También el temor a hacer algo que va a ofender a Dios nos va a llevar a tener cada vez más reverencia al Dios Altísimo. Sin embargo el espíritu de temor al que Pablo se refiere es aquel que nos conduce a dudar de Dios por incredulidad. Este espíritu nos llena de angustia y desesperación haciéndonos perder el control de nuestros actos. Por ejemplo, los celos que nos llevan a desconfiar de las personas, es consecuencia del temor a que nos dañen y esto lo ocasiona el espíritu de temor que toma el control en algunas vidas. La timidez, cobardía, inseguridad son otras máscaras del temor. Dios nos ha dado de Su Espíritu que nos llena de Su poder, Su amor y Su templanza; nos ha dotado de sus características para que podamos triunfar como ciudadanos de Su Reino.


En la Biblia encontramos muchísimas frases como: “no temas”,no tengas temor”, porque Dios sabe que podemos fácilmente abrir la puerta al espíritu de temor, porque este espíritu trabaja con esa parte de nuestra alma y la deforma, para que ese temor que nos frena a no hacer algo que nos dañará, sea distorsionado en tal forma que nos haga vivir en constante miedo, tanto de cosas reales como irreales. Lo más grave de este espíritu es que nos desvía la mirada de Dios y nos hace ver las cosas exageradamente abrumadoras, de tal manera que empezamos a desfallecer. Eso pasó con diez de los doce espías que Moisés envió a reconocer la tierra que Dios les iba a dar: Le dijeron a Moisés: --Fuimos a la tierra a la que nos enviaste. Realmente es una tierra donde la leche y la miel corren como el agua, y estos son los frutos que produce. Pero la gente que vive allí es fuerte, y las ciudades son muy grandes y fortificadas. Además de eso, vimos allá descendientes del gigante Anac. En la región del Négueb viven los amalecitas, en la región montañosa viven los hititas, los jebuseos y los amorreos, y por el lado del mar y junto al río Jordán viven los cananeos. Entonces Caleb hizo callar al pueblo que estaba ante Moisés, y dijo: --¡Pues vamos a conquistar esa tierra! ¡Nosotros podemos conquistarla! Pero los que habían ido con él respondieron: --¡No, no podemos atacar a esa gente! Ellos son más fuertes que nosotros. Y se pusieron a decir a los israelitas que el país que habían ido a explorar era muy malo. Decían: --La tierra que fuimos a explorar mata a la gente que vive en ella, y todos los hombres que vimos allá eran enormes. Vimos también a los gigantes, a los descendientes de Anac. Al lado de ellos nos sentíamos como langostas, y así nos miraban ellos también. (Números 13: 27-33 DHH)


El espíritu de temor anuló a estos hombres porque los hizo desviar su mirada del Dios Todopoderoso que los había sacado de Egipto con gran poder y gloria y los hizo ver a esos hombres más grandes que Dios; también ellos empezaron a verse tan insignificantes que se compararon a langostas y todavía creyeron que los habitantes de esas tierras los veían así. Eso hace el espíritu de temor en nuestras vidas, por eso no le demos cabida en nuestra mente ni por una milésima de segundo; levantemos en nuestra mente al espíritu de poder que Dios nos ha dado y no desviemos nuestra mirada del Dios Altísimo, porque el Espíritu que Él nos ha dado a sus hijos es el mismo que resucitó de los muertos a Cristo Jesús. “Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes…Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" (Romanos 8: 11 y 15 NVI)