Un día, Satanás, el padre de la mentira, estaba pensando cómo arruinar mucho más a la gente. Después de tanto pensar y repensar, llamó a su hija, la “Mentira” y le dijo: -Hija, eres mi preferida, por eso te voy a enviar para que te introduzcas en la mente de los humanos y empieces a cambiar sus pensamientos por los tuyos, de esta forma, las personas te tendrán a ti como reina en sus mentes y gobernarás sobre sus vidas, te enseñorearás de sus pensamientos, afirmarás tu trono en los humanos y ellos te creerán a ti a pesar de tener lo que ellos creen que es verdad.
Mientras tú estés asentada en sus pensamientos, puedes permitirles momentos de lucidez en cuanto a la verdad, pero no por mucho tiempo. Tienes que imponerte y destruir lo verdadero martillando con tu mazo hasta hacer trizas la verdad. Los humanos creen que Dios existe, cámbiales esa forma de pensar, como sólo tú sabes hacerlo. A algunos los cambiarás de un sopetón; a otros, a los que yo les mande calamidades, empezarás haciéndoles creer que ese su Dios no los ama. A la mayoría, les harás creer que no sirven para nada, que sus vidas no tienen sentido y que es mejor dejar de existir o desistir de esa creencia en Dios. A otros átalos con recuerdos recurrentes de su pasado hostil y no los dejes pensar en un futuro mejor. Hazles creer que ya no pueden cambiar sus circunstancias y por lo tanto tienen que resignarse a vivir así como viven.
La Mentira preguntó a su padre: - Y si aceptan al que es la Verdad, ¿qué puedo hacer?
A lo que Satanás contestó: - No te preocupes por eso, tan sólo insiste en tener un espacio en sus mentes y poco a poco te vas haciendo campo y vas ganado más espacio, de tal forma que ellos se confundan y no sepan a quién creer. Yo estaré ayudándote y te mandaré a Temor, mi aliado, él te abrirá paso para que entres en la mente de los humanos, porque él se encargará de hacerles dar miedo para enfrentar su situación o emprender algo nuevo.
De esta forma, Mentira bajó a la tierra y empezó su trabajo, que sin lugar a dudas lo hizo muy, pero muy bien y empezó a ganar terreno en la mente de las personas, cambiando la verdad por sus mentiras.
Si bien, esto es una suposición, nosotros entendemos que es así, porque frente a cada verdad, el diablo contrapone una mentira o falsificación de la verdad. A Eva, la primera mujer, le dijo: “No morirás…..” (Génesis 3:4), y luego una sarta de mentiras y Eva le creyó. Lo mismo hace con los hijos de Dios, entonces dejamos de creerle a Dios y creemos a las mentiras del diablo. Frases como: “Nadie me quiere”; “No sirvo para nada”; “no puedo hacerlo”; “no tengo paciencia”; “soy un tonto”; “me quiero morir”, etc. son mentiras que por tanto pensarlas y decirlas, las empezamos a creer y van abriéndose campo en nuestra mente desechando de esta forma la verdad de Dios.
Frente a la mentira “nadie me quiere”, la desmentimos diciendo: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3: 16NVI) “Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5: 8 NVI) “Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados.” (1ª Juan 4: 9,10 NVI)
Frente a la mentira “no sirvo para nada”, nos agarramos de la verdad que encontramos en Efesios 2: 10. “Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.” Entonces decimos: Fui creado para buenas obras, Dios ya preparó esas obras para que ande en ellas, entonces sirvo para todo lo que Dios quiere que haga en esta tierra.
Frente a la mentira “no puedo hacerlo”, la refutamos citando Filipenses 4: 13. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Frente a la mentira “no tengo paciencia”, nos aferramos a la verdad que Dios nos dio el fruto del Espíritu donde incluye la paciencia. “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas.” (Gálatas 5: 22, 23 NVI).
De este modo, aferrados a la verdad de la Palabra de Dios, vamos a destronar a las mentiras del diablo, “llevando cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo” (2ª Corintios 10: 5). Así, ya no daremos cabida a los pensamientos negativos que carcomen el alma. Y “Para concluir, hermanos, enfoquen sus pensamientos hacia todo lo que es verdad, noble, justo, puro, amable, admirable en alguna virtud o en algo digno de alabar.” (Filipenses 4: 8 TKIM-D). La verdad de Dios es la que debe gobernarnos y no permitamos que la mentira distorsione nuestra forma de pensar, depende de nosotros qué pensamientos vamos a pensar. Que Dios nos dé entendimiento para que comprendamos y conozcamos y creamos Su Verdad, que es Jesucristo, el Verbo de Dios, para que cimentados en Él seamos capaces de pensar Sus pensamientos y vivir conforme a Su voluntad.
Si bien, esto es una suposición, nosotros entendemos que es así, porque frente a cada verdad, el diablo contrapone una mentira o falsificación de la verdad. A Eva, la primera mujer, le dijo: “No morirás…..” (Génesis 3:4), y luego una sarta de mentiras y Eva le creyó. Lo mismo hace con los hijos de Dios, entonces dejamos de creerle a Dios y creemos a las mentiras del diablo. Frases como: “Nadie me quiere”; “No sirvo para nada”; “no puedo hacerlo”; “no tengo paciencia”; “soy un tonto”; “me quiero morir”, etc. son mentiras que por tanto pensarlas y decirlas, las empezamos a creer y van abriéndose campo en nuestra mente desechando de esta forma la verdad de Dios.
Frente a la mentira “nadie me quiere”, la desmentimos diciendo: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3: 16NVI) “Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5: 8 NVI) “Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados.” (1ª Juan 4: 9,10 NVI)
Frente a la mentira “no sirvo para nada”, nos agarramos de la verdad que encontramos en Efesios 2: 10. “Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.” Entonces decimos: Fui creado para buenas obras, Dios ya preparó esas obras para que ande en ellas, entonces sirvo para todo lo que Dios quiere que haga en esta tierra.
Frente a la mentira “no puedo hacerlo”, la refutamos citando Filipenses 4: 13. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Frente a la mentira “no tengo paciencia”, nos aferramos a la verdad que Dios nos dio el fruto del Espíritu donde incluye la paciencia. “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas.” (Gálatas 5: 22, 23 NVI).
De este modo, aferrados a la verdad de la Palabra de Dios, vamos a destronar a las mentiras del diablo, “llevando cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo” (2ª Corintios 10: 5). Así, ya no daremos cabida a los pensamientos negativos que carcomen el alma. Y “Para concluir, hermanos, enfoquen sus pensamientos hacia todo lo que es verdad, noble, justo, puro, amable, admirable en alguna virtud o en algo digno de alabar.” (Filipenses 4: 8 TKIM-D). La verdad de Dios es la que debe gobernarnos y no permitamos que la mentira distorsione nuestra forma de pensar, depende de nosotros qué pensamientos vamos a pensar. Que Dios nos dé entendimiento para que comprendamos y conozcamos y creamos Su Verdad, que es Jesucristo, el Verbo de Dios, para que cimentados en Él seamos capaces de pensar Sus pensamientos y vivir conforme a Su voluntad.
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