¿DÓNDE ESTÁS VIVIENDO? ¿EN EGIPTO O EN LA TIERRA PROMETIDA?
Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: -Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. (Juan 31: 32 NVI). Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud. (Gálatas 5: 1 NVI).
Quizá en este momento estés cantando una canción parecida a ésta:
Libre soy en Cristo, libre soy;
Por la Gracia del Señor, libre estoy;
Su Sangre me ha liberado,
estoy perdonado, Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: -Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. (Juan 31: 32 NVI). Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud. (Gálatas 5: 1 NVI).
Quizá en este momento estés cantando una canción parecida a ésta:
Libre soy en Cristo, libre soy;
Por la Gracia del Señor, libre estoy;
Su Sangre me ha liberado,
En Cristo nueva criatura soy…..
Mientras se va cantando una canción de libertad en Cristo, la mente del esclavo divaga por las áridas arenas del desierto de Egipto, y se convence o lo convencen que está pasando por su desierto, entonces se resigna y espera el maná muy temprano en la mañana, lo cual no está mal, pero después tiene que entrar a su tienda y quedarse de brazos cruzados porque nada puede hacer en el desierto. Está esclavo en su mente y se cruza de brazos esperando la bendición que no tenga condición, porque eso es legalista, ya fue en el pasado. Al esclavo lo rige la ley del mínimo esfuerzo. Sueña con ser lleno del Espíritu de Dios y Su unción, pero se conforma con vivir como vive, porque espera al hada madrina que le toque con su varita mágica y sea transformado. En su mente está: “cambiaré cuando Dios quiera”. No toma decisiones y Dios es respetuoso de nuestras decisiones, entonces nunca va a cambiar; no porque Dios no quiera, sino por su propia elección, porque se conforma con la situación, porque es de visión corta.
Muchos cristianos, hijos de Dios, todavía creen que están presos, atados al borde del infierno, pensando que si Jesucristo viene, en lugar de irse con Él, por el impacto caerán al mismo infierno, esto los llena de temor y viven en angustia, pensando más en: “qué pasará si me quedo cuando se realice el arrebatamiento, porque no puedo dejar de pecar, claro que no son pecados muy grandes, pero pecados al fin”. Viven en temor y no avanzan. Son libres, pero siguen pensando como prisioneros. Son como esa gallina que por un tiempo ha permanecido atada a un poste, al comienzo trató desesperadamente de soltarse, pero después se conformó dando vueltas alrededor del poste en la que fue atada. Pero un día, alguien le corta la cuerda, sin embargo ella sigue dando vueltas al poste, creyendo que eso es todo lo que puede hacer. Jesucristo ha venido para hacernos libres y ninguna atadura del diablo, llámese maldición generacional, pecados del pasado, iniquidades, puede permanecer frente al poder liberador de Cristo Jesús. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los presos y dar vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año del favor del Señor." (Lucas 4: 18,19 NVI). Cristo vino con una misión, darnos libertad. Nos dice a fuerte voz que somos libres, libres y nos pone en libertad, para que todo nuestro ser goce de la vida abundante que nos da. “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.” (Juan 10: 10 NVI)
El poder de Jesucristo es infinitamente mayor a cualquier atadura del diablo o de nuestra carne o alma. “Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado --respondió Jesús--. Ahora bien, el esclavo no se queda para siempre en la familia; pero el hijo sí se queda en ella para siempre. Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres.” (Juan 8: 34-36). Podemos gritar: “Somos libres en Cristo. Todas mis cadenas ya han sido rotas. Adiós a la religiosidad, al prejuicio, a todas las mentiras del diablo y al temor de mi mente. Alma mía, eres libre, empieza a alabar al Señor Jesucristo quien te libertó y recuerda todas sus bondades para contigo. Gózate en el Señor y en el poder de Su fuerza, ya no te angusties, tan sólo espera en Jesucristo con fe y confianza, que si Él lo prometió, ten por seguro, que lo hará”. Este es el año agradable del Señor, disfrútalo.
El hijo es libre, vive en las promesas, está gozando de la tierra prometida y aunque haya gigantes que quieran robar su bendición, él sabe quién es en Cristo, qué tiene y qué puede en Él. Está en luz, no anda a tientas, sabe que el trabajo de sus manos va a ser prosperado, porque las bendiciones lo persiguen, está lejos de temor, porque éste huirá de él, ya que en el amor, no hay temor, porque el amor de Jesucristo en nuestras vidas echa fuera el temor; vive confiado en Dios, porque ha sujetado su voluntad a la del Espíritu Santo. Entonces, ¿no tiene problemas? Sí y no, porque en Cristo los problemas dejan de serlo, así como vienen, tienen que irse. El hijo libre, no se detiene en los problemas, porque no vive de ellos, vive por la fe en Jesucristo, quien ha vencido a Satanás y nada le es difícil para Él. Jesucristo es su escudo y escondedero, refugio seguro frente a cualquier tempestad de la vida.
El cristiano que todavía vive con la mente en Egipto, no puede gozar de las bendiciones de Dios, quiere correr tras ellas, porque no cree que ellas correrán tras de él. Cómo hijo de Dios, dónde te encuentras viviendo, ¿todavía en el desierto, o disfrutando de la tierra de las promesas?
Muchos cristianos, hijos de Dios, todavía creen que están presos, atados al borde del infierno, pensando que si Jesucristo viene, en lugar de irse con Él, por el impacto caerán al mismo infierno, esto los llena de temor y viven en angustia, pensando más en: “qué pasará si me quedo cuando se realice el arrebatamiento, porque no puedo dejar de pecar, claro que no son pecados muy grandes, pero pecados al fin”. Viven en temor y no avanzan. Son libres, pero siguen pensando como prisioneros. Son como esa gallina que por un tiempo ha permanecido atada a un poste, al comienzo trató desesperadamente de soltarse, pero después se conformó dando vueltas alrededor del poste en la que fue atada. Pero un día, alguien le corta la cuerda, sin embargo ella sigue dando vueltas al poste, creyendo que eso es todo lo que puede hacer. Jesucristo ha venido para hacernos libres y ninguna atadura del diablo, llámese maldición generacional, pecados del pasado, iniquidades, puede permanecer frente al poder liberador de Cristo Jesús. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los presos y dar vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año del favor del Señor." (Lucas 4: 18,19 NVI). Cristo vino con una misión, darnos libertad. Nos dice a fuerte voz que somos libres, libres y nos pone en libertad, para que todo nuestro ser goce de la vida abundante que nos da. “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.” (Juan 10: 10 NVI)
El poder de Jesucristo es infinitamente mayor a cualquier atadura del diablo o de nuestra carne o alma. “Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado --respondió Jesús--. Ahora bien, el esclavo no se queda para siempre en la familia; pero el hijo sí se queda en ella para siempre. Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres.” (Juan 8: 34-36). Podemos gritar: “Somos libres en Cristo. Todas mis cadenas ya han sido rotas. Adiós a la religiosidad, al prejuicio, a todas las mentiras del diablo y al temor de mi mente. Alma mía, eres libre, empieza a alabar al Señor Jesucristo quien te libertó y recuerda todas sus bondades para contigo. Gózate en el Señor y en el poder de Su fuerza, ya no te angusties, tan sólo espera en Jesucristo con fe y confianza, que si Él lo prometió, ten por seguro, que lo hará”. Este es el año agradable del Señor, disfrútalo.
El hijo es libre, vive en las promesas, está gozando de la tierra prometida y aunque haya gigantes que quieran robar su bendición, él sabe quién es en Cristo, qué tiene y qué puede en Él. Está en luz, no anda a tientas, sabe que el trabajo de sus manos va a ser prosperado, porque las bendiciones lo persiguen, está lejos de temor, porque éste huirá de él, ya que en el amor, no hay temor, porque el amor de Jesucristo en nuestras vidas echa fuera el temor; vive confiado en Dios, porque ha sujetado su voluntad a la del Espíritu Santo. Entonces, ¿no tiene problemas? Sí y no, porque en Cristo los problemas dejan de serlo, así como vienen, tienen que irse. El hijo libre, no se detiene en los problemas, porque no vive de ellos, vive por la fe en Jesucristo, quien ha vencido a Satanás y nada le es difícil para Él. Jesucristo es su escudo y escondedero, refugio seguro frente a cualquier tempestad de la vida.
El cristiano que todavía vive con la mente en Egipto, no puede gozar de las bendiciones de Dios, quiere correr tras ellas, porque no cree que ellas correrán tras de él. Cómo hijo de Dios, dónde te encuentras viviendo, ¿todavía en el desierto, o disfrutando de la tierra de las promesas?