domingo, 19 de julio de 2009

DIOS CONOCE A LOS SUYOS

DIOS CONOCE A LOS SUYOS
"Pero el fundamento de Dios está firme, el cual tiene este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo."
(2ª Timoteo 2:19)
Dios tiene un pueblo en este mundo, un pueblo de justos y santos a Sus ojos y Él conoce muy bien a cada uno, porque Sus ojos nos contemplan todo el tiempo. “Los ojos del SEÑOR [están] sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos.” (Salmo 34: 15). ¿No es halagador saber que Él nos contempla todo el tiempo y está atento a nuestro clamor? Sus ojos miran hasta lo insondable de nuestro ser y conoce qué tenemos en lo más profundo de nosotros. Es más, sabe de antemano qué vamos a pensar, o decir, o cómo vamos a actuar. Nada se le puede ocultar. Él nos contempla con ojos de amor, esperando que nosotros alcemos nuestros ojos hacia Él para ser guiados. Sabiendo esto ¿cómo debe estar nuestro corazón? Guardado en Cristo para ser purificado. No debemos almacenar resentimiento, amargura, odio o cualquier clase de pecado en nuestro corazón para que no se contamine. Dios quiere que nuestros corazones sean purificados para que palpiten al unísono con Su corazón. Por eso nos insta a apartarnos de toda maldad. Él va a sacar a luz aquellas áreas que no concuerdan con Su carácter, para que nosotros podamos desecharlas. Esto duele, porque para que salga la iniquidad de nosotros, Dios va a poner presión, va a probar nuestra fe y si resistimos con paciencia, vamos a poder escalar un peldaño más hacia Su Semejanza. La iniquidad es lo que está torcido en nosotros y no concuerda con el carácter de Cristo. Son áreas defectuosas en nuestro ser que se han arraigado en nostros por generaciones.

Dios nos contempla y quiere verse reflejado en nosotros. Así como Cristo reflejó al Padre, Su Iglesia tiene que reflejar a Cristo, para que el mundo crea que Jesús fue enviado por Dios. En este tiempo, donde la maldad reina, la Iglesia debe dejar que el Espíritu Santo actúe, para que Cristo sea visto por el amor, perdón, paz, empatía, misericordia existente entre los que creemos en Él. Luego después verán a través de nosotros las obras que Jesús hizo en la tierra: milagros, prodigios, sanidades, etc.; pero sin el amor de Dios manifestado a través de nosotros, nada de esto tendrá valor.

Juan 17 es una oración maravillosa de Jesús que tendrá su cumplimiento en estos días, como lo tuvo al inicio de la Iglesia. Esta oración fue un ruego vehemente antes de ser arrestado, condenado y muerto. Veamos sólo una parte, pero conviene leer todo el capítulo, tratando por el Espíritu de vivir ese momento. Lo último que anhelamos para nuestros amados antes de morir es lo que brota de lo más profundo de nuestro ser porque queremos que sea hecho. "No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí. "Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy. Que vean mi gloria, la gloria que me has dado porque me amaste desde antes de la creación del mundo. "Padre justo, aunque el mundo no te conoce, yo sí te conozco, y éstos reconocen que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos." (Juan 17: 20-26) La unidad consiste en estar en Cristo, porque fuera de Él no hay unidad y Jesús no va a conocer a quienes estén fuera de Él. Es en la unidad donde podemos manifestar el amor a los que son diferentes. Cristo se entregó a la muerte por amor a toda la humanidad y Él quiere que amemos a las personas y clamemos por su salvación.

Cuando Jesús tenía que dejar a sus amados, (entre ellos estábamos incluidos tú y yo por amor), los recomendó a Su Padre, porque sólo Él podía cuidarlos debidamente. Oh que amor, inmenso amor, brotando del corazón de quien estaba dando Su vida para que nosotros pudiéramos tomarla. Jesús nos estaba encomendando a Su Padre porque sabe que con Él estaremos seguros. Ese mismo amor sigue brotando, esperando que Su Iglesia lo tome y lo manifieste al mundo. ¿Cómo? Decretando que los planes de Satanás respecto a nuestros hijos y nación no se cumplan y reclamando el diseño de Dios para los Suyos. El enemigo quiere tomar la vida de nuestros hijos a través de la TV, de la escuela y muy pronto a través del Estado. ¿Qué estamos haciendo? Dios quiere que capturemos ese amor para transmitirlo con acciones que lo demuestren. Jesús mismo se dio por amor, ¿cuánto nos estamos dando nosotros por amor a Él? ¿Cuánto de nuestro preciado tiempo se lo entregamos dando conocer Su Nombre? ¿Nos conoce Dios? Moisés estuvo en Su presencia y Dios lo conocía por su nombre “Conoce el Señor a los que son suyos…” porque estamos en Él, indivisible, en perfecta unidad, con temor reverente, buscando Su presencia, dando a conocer Su gloria y demostrando Su amor. Nada cuesta una sonrisa, un gesto de amor y un profundo clamor por quienes no quieren saber de Dios.

El Reino de Dios consiste en atrapar a Cristo y hacer Su voluntad, sólo de esa manera seremos conocidos por Él. "No todo el que Me dice: 'Señor, Señor,' entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos. "Muchos Me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchos milagros?' "Entonces les declararé: 'Jamás los conocí; APARTENSE DE MI, LOS QUE PRACTICAN LA INIQUIDAD.' "Por tanto, cualquiera que oye estas palabras Mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca;…” (Mateo 7: 21- 24). Las manifestaciones de poder no nos garantizan que seamos conocidos por Jesús; sólo si practicamos Su voluntad, buscando primero Su Reino (el Reino es Cristo, Él es Reino y Rey) y ejecutando Su justicia vamos a ser conocidos por Jesús. Al buscar Su Reino, buscamos su compañía en la intimidad, lo buscamos a Él antes que a las demás cosas y lo buscamos para saber Su voluntad y cumplirla. “Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.” ¡Este es el sello! Si continuamos leyendo este capítulo y los siguientes, vamos a darnos cuenta que lo que se nos advierte aquí es justamente para este tiempo, el que estamos viviendo ahora, por eso es importantísimo que lo tomemos muy en cuenta y vivamos sujetos a la voluntad de Dios, amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. La acepción de personas desagrada a Dios.

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