domingo, 20 de diciembre de 2009

EL REINO DE DIOS



EL REINO DE DIOS
El Reino de Dios es el gobierno de un Rey, ese Rey es Jesucristo, Él es el soberano Señor sobre Su reino. Como Señor de Su reino, Él tiene cuidado que nada falte a sus súbditos por amor a Su Nombre. “El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes pastos me hace descansar. Junto a tranquilas aguas me conduce; me infunde nuevas fuerzas. Me guía por sendas de justicia por amor a su nombre.” (Salmo 23: 1-3). El nombre de Jesús revela Su naturaleza, quién es Él. Jesucristo es el que suple todas y cada una de nuestras necesidades. Esa confianza en Él es la que debemos reflejar los ciudadanos del Reino de Dios, reconociendo que nuestro Rey tiene cuidado de cada uno@ de nosotr@s en particular y está pendiente de todas nuestras necesidades para suplirlas. Este Reino es espiritual, nos da reposo para que Cristo pueda reposar en nosotros y hacer Su voluntad en nuestras vidas y Su voluntad en siempre buena, agradable y perfecta. (Romanos 12: 2)

El rey tiene dominio absoluto sobre sus ciudadanos. Lo que comen, lo que visten, dónde viven es del rey; la vida misma de cada ciudadano le pertenece al rey. Nos cuesta entender este concepto de reino, pues nosotros hemos nacido en un país supuestamente demócrata, donde el pueblo elige al gobernante y se somete a él, mientras éste cumpla con ellos. “Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.” (Juan 15: 16). En el Reino de Dios los ciudadanos son elegidos por el Rey. “Desde antes de crear el mundo, Dios nos eligió por medio de Cristo para que fuéramos sólo de él y viviéramos sin pecado. Dios nos amó tanto que decidió enviar a Jesucristo para adoptarnos como hijos suyos, pues así había pensado hacerlo desde un principio. Dios hizo todo eso para que lo alabemos por su grande y maravilloso amor. Gracias a su amor, nos dio la salvación por medio de su amado Hijo.” (Efesios 1: 4-6). No se trata aquí que Dios empieza a escoger al azar, sino que Él sabe desde siempre quiénes lo van a recibir y quiénes van a querer seguirlo, porque muchos son llamados, pero pocos escogidos. (Mateo 22: 14). Dios quiere que entremos en Su Reino, en Su reposo para que Él pueda hacer Su obra en nosotros.

Entrar en el Reino de Dios es entrar en Su reposo, descansar en Él, para que Cristo actúe, esto no significa estar ociosos. Cuando te mantengas firme y estable en el Reino de Dios y acalles tu alma, Dios reposará en ti, porque Él no puede reposar en un corazón abatido, lleno de contradicciones, angustias y temores. Dios está buscando un corazón reposado en Él, para poder hacer Su morada allí. “El que me ama, mi Palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.” (Juan 14: 23). Dios siempre quiso morar en Su pueblo. “Y pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os abominará; y andaré entre vosotros, y Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.” (Levítico 26: 11,12). El anhelo de Dios es morar en un corazón establecido en Él, capaz de creerle a Él. Dios está buscando hombres y mujeres que le amen, que se enamoren de Él, así como Él está enamorado de cada uno de nosotr@s Sus hij@s. Cuando ardamos de pasión por Él, entonces vamos a guardar Su Palabra y no tendremos ni un ápice de duda respecto a lo que dice Dios, vamos a actuar movidos por la fe en Dios y no por nuestro vano criterio. La fe de Dios en nosotros nos permite creerle, es esa fe que debemos activar cada día; esa fe es espiritual, no racional.

Dios quiere morar en cada hij@ suyo, para hacer oír Su voz, porque “… si entresacares lo precioso de lo vil, serás como m i boca…” (Jeremías 15: 19). Cuando entres a Su reposo, ya no oirás tu propia voz, porque tu boca será un instrumento de Dios para completar Su obra aquí en la tierra. Entrar a Su reposo es establecer Su Reino en tu vida. “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mateo 6: 33). Lo primero en tu vida debe ser buscar el Reino de Dios. Cuando tú entres en Cristo (en Su Reino), Él se encargará de tu vida, de lo que vas a comer o beber; también se encargará de tu cuerpo, de lo que vas a vestir y de tu salud. Entonces, ¿no trabajaremos? Vamos a trabajar a conciencia pero sin angustiarnos. En el Reino de Dios, cada hij@ suyo es valios@ y las provisiones ya están suplidas, por tanto, si “Jehová es nuestro Pastor, nada nos falta”. Si entendemos esto, nuestro trabajo va a ser más llevadero, daremos lo mejor de nosotros, haciendo nuestro trabajo como para Dios y no como para los hombres porque Dios merece lo mejor de cada un@.

Dios va a completar lo que empezó en ti. Él completará lo que empezó en ti para que la plenitud de Dios invada cada célula de tu ser, de modo que la gloria de Dios sea vista en ti. Cuando entres en el reposo de Dios, cesarán tus obras, tus esfuerzos y el Cristo que vive en ti comenzará a hacer Su obra, entonces Su Espíritu se moverá en tus aguas y lo que en ti era desorden, se volverá orden. Empezarás a alinear tu vida con el Espíritu de Dios. Tu espíritu unido al Espíritu de Dios ocupará su lugar en Cristo. Empezarás a traer el cielo a la tierra; la vida de Dios y Su carácter se manifestarán en ti y tú y toda tu casa se volverán a Dios. Él te quiere a ti y a tu familia contigo. No desfallezca tu corazón, Él siempre te ayudará y te sustentará con la diestra de Su justicia. En el reino de Dios se piensa como Dios, se actúa como Él, se ama como Él y se vive como Él. Así que si tus hijos aún no están en Cristo, si tu cónyuge, o un ser amado, no está con el Señor, empieza a verlos enamorados de Jesús. Dios quiere a toda tu familia contigo en Su Reino. ¡Créelo y actúa en fe!
“Padre nuestro que estás en el cielo: Que todos reconozcan que tú eres el verdadero Dios, que Tú eres el único Rey. Que todos los que viven en la tierra te obedezcan, como te obedecen los que están en el cielo.” Amén

sábado, 12 de diciembre de 2009

CONOCER A DIOS



CONOCER A DIOS
“Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado.” (Juan 17: 3)
Conocer a Dios” es diferente de “conocer de Dios”. Podemos saber mucho acerca de alguien, pero si nunca hemos tenido la oportunidad de pasar tiempo con esa persona y descubrir lo que le agrada o desagrada, entonces lo único que tenemos es una información de la persona, porque nunca hemos tenido el placer de estar con ella para saber quién realmente es. En tu vida cristiana puedes estar lleno de conocimiento acerca de quién es Dios, sin embargo si no pasas tiempo con Él, no le conoces personalmente, por lo tanto no podrás absorber su carácter y vivirás peor que un incrédulo que abiertamente niega a Dios, porque tus actos demostrarán eso y no el carácter de un Dios amoroso, santo, justo y bueno. Dios quiere que le conozcas para que seas libre. Él es la Verdad y si conoces en tu espíritu a esta Verdad, que es Jesucristo, serás libre. (Juan 8:32) Si Jesucristo realmente es Señor de tu vida, entonces deja que tu Señor te gobierne a través de Su Espíritu. El carácter de Cristo se lo adquiere por conocerlo, pasando tiempo con Él, así como María se sentaba a Sus pies para oírle y deleitarse en Jesús, tú también tienes que hacer un deleite de esos momentos que le dedicas a Él, entonces empezarás a conocerle y Él va ir forjando en ti Su carácter, de tal manera que será fácil dejar aquello que todavía te ata a la vieja naturaleza y lo mejor de todo es que lo vas a hacer sin esfuerzo propio, sino solamente con pasar tiempo con Tu Amado.

Marta recibió a Jesús en su casa porque realmente lo amaba, pero su corazón estaba dividido con su afán de darle lo mejor a Él; en este su afán se olvidó de la persona de Jesús y se “distrajo” si puede llamarse así, porque en verdad ella estaba muy afanada y enojada por todo lo que tenía que hacer en su casa para el Maestro a quien ella amaba de verdad, pero no pudo contener su enojo y le dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude!" (Lucas 10: 40 NVI). Marta no conocía a Jesús realmente. Para ella, como buena anfitriona, lo más importante era atender de la mejor forma al Maestro, pero en ese su anhelo afanoso, ella tuvo una actitud negativa contra Su hermana y hasta con el mismo Señor Jesucristo y fue a recriminarle. No dudamos que ella amaba al Maestro, pero a Su manera. El interés por servirle era de su alma, a su manera y todo lo que se hace a nuestra manera produce desasosiego y frustración. Ante la interpelación de Marta, Jesús le responde amorosamente: "Marta, Marta --le contestó Jesús--, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará." (Lucas 10: 41- 42 NVI). La misma respuesta nos da a nosotros, porque en nuestro afán del día a día olvidamos lo mejor, lo que nadie nos puede quitar, esos preciosos momentos de estar a los pies de nuestro Amado Señor Jesucristo, aprendiendo de Él, conociéndole, amándolo y deleitándonos al saborear de cada Palabra de Su boca que nutre nuestro espíritu.

Jesús quiere que lleguemos a ser uno con Él, así como Él era con el Padre. (Juan 10: 30). Al principio Dios era uno con Adán, esa gloria que lo cubría era de Dios y Adán podía estar en contacto tanto terrenal como celestial en una forma muy normal, gracias a esa unidad con Dios. Sin embargo cuando pecó, se rompió esa unidad y el acceso a lo celestial quedó velado, entonces su alma tomó el control y como Dios no se comunica con el alma, se cortó esa comunión. Pero después que Cristo venció a Satanás en la cruz del Calvario, se nos devolvió la posibilidad de tener comunión íntima con Dios y de tener acceso tanto a lo natural como a lo celestial, así como Jesucristo lo hacía estando aquí en la tierra. “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.” (Hebreos 10: 19-23). Era en el Lugar Santísimo que la presencia de Dios se manifestaba, pero ahora que no hay un templo físico, a Dios le ha placido hacer de nuestro cuerpo Su Tabernáculo para que Su Presencia se manifieste. Somos espíritu, tenemos un alma y vivimos en el cuerpo, pero Dios sólo se manifestará en el espíritu humano a través de Su Espíritu que mora en Sus hijos, pero es necesario que alineemos nuestro espíritu al Espíritu Santo y pongamos al alma en sujeción a nuestro espíritu, y el cuerpo en sujeción al alma redimida y rendida al Espíritu de Dios a través de nuestro espíritu. El deseo de Dios desde siempre fue que podamos conocerlo a través de nuestra unidad con Él.

Dios es Espíritu y sólo es posible conocerle por medio de nuestro espíritu, porque las cosas espirituales sólo pueden comprenderse espiritualmente y no anímicamente, ni racionalmente. Activemos nuestro espíritu y silenciemos al alma para poder oír y ver a Dios. Pero cada vez que alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado. Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.” (2ª Cor.3: 16-18 NVI) Así que amados, cuanto más contacto tengamos con Dios, más vamos a conocerle y seremos transformados a Su imagen, trayendo lo celestial a la tierra y manifestando Su Gloria.

lunes, 7 de diciembre de 2009

VIVIENDO EN EL ESPÍRITU

VIVIENDO EN EL ESPÍRITU
Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
(Romanos 8: 11)

Vivir en el Espíritu es vivir muriendo al YO cada día y resucitando a la dimensión del Espíritu, apoderándonos de las promesas del Señor, sabiendo que: “Todas las promesas que ha hecho Dios son "sí" en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos "amén" para la gloria de Dios.” (2ª Corintios 1: 20 NVI). A medida que vamos apoderándonos de las promesas de Dios por la fe en Jesucristo, nuestra boca va a declarar verdades eternas que siempre nos pertenecieron, pero que por vivir en la carne no las podíamos ver ni entender. Cuando la vida de Dios vaya penetrando en todo nuestro ser, nos vamos a sentir libres de toda reacción negativa que nos amarga y vamos a inundarnos de la vida poderosa del Espíritu que nos invadirá y brotará para dar vida a otros. Cuando dejamos que el Espíritu tome control de nuestras vidas, Él se encargará de confortarla y reavivarla, porque Él es tónico que reanima nuestro ser.

Cada día anhela más del Espíritu de Dios en tu vida y no te dejes guiar por sentimientos de temor, frustración, angustia, por aquello que no ha podido realizarse, o por aquello que todavía no lo puedes entender racionalmente. Descansa en el Espíritu y sigue deseoso de Su presencia para que ningún sentimiento bloquee tu relación con Él. Deja que Él te invada y tome el control de tu vida, no prestes atención a los engaños del diablo que va a querer distraerte afanándote y dañando tus relaciones personales. Comienza tu día a día comunicándote con el Espíritu y poniendo todo tu ser en sujeción a Él, entonces tus cargas se alivianarán, tus fuerzas se vigorizarán y llenarás de gozo todo tu ser y todo lo que te rodea, “porque el gozo del Señor será tu fuerza” (Nehemías 8: 10). Vístete de justicia y santidad cada día envolviéndote con el manto de amor, y declara que el amor de Dios te cubre y te invade y empieza a amar, deja salir la fuente del amor de Dios de tu ser hacia las demás personas.

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos (maduros) de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" (Romanos 8: 14 -15). El Espíritu de Dios nos da libertad, así que cuando sientas que algo te priva de la libertad con que Dios te hizo libre, no le permitas permanecer en ti, porque no proviene del Espíritu. Declara las Palabras de Dios, ellas traerán luz a tu vida y aclararán tus pensamientos; apaciguarán tus sentimientos con la paz de Dios y refrescarán tu espíritu con el agua purificadora de Su Palabra. “Él será la seguridad de tus tiempos, te dará en abundancia salvación, sabiduría y conocimiento; el temor del Señor será tu tesoro.” (Isaías 33: 6) La Palabra de Dios siempre te sostendrá, declárala y Ella hará lo que tiene que hacer, pero declárala con fe, con la fe misma de Dios, entonces verás que Su poder es creativo y transformador, todo desorden se convertirá en orden y se calmará tu alma, se refrescarán tus aguas y entonces la luz de Dios inundará tu ser y las tinieblas tendrán que desaparecer.

Alaba y adora a Dios en todo momento. La alabanza limpiará la atmósfera que te rodea porque “Dios habita en medio de la alabanza de su pueblo” (Salmo 22: 3) y donde Él está las tinieblas no pueden permanecer. Con la adoración le entregas tu corazón a Dios y declaras que toda la gloria le pertenece a Él y con la alabanza declaras el poder de Dios que es tu salvación. La vida en el Espíritu no es una vida que te eleva a las nubes y te olvidas de lo terrenal, sino más bien es una vida que tiene los pies sobre la tierra, pero el espíritu conectado con el Espíritu Santo que vive en cada hijo de Dios, y de ese modo está con Cristo en los lugares celestiales, sobre todo principado, poder y señorío. “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús.” (Efesios 2: 5-7). Nuestro espíritu en sujeción al Espíritu Santo tiene acceso tanto a lo terrenal como a lo celestial, así como Adán y Eva eran antes del pecado. Eso es vivir en el Espíritu, vivir una vida de resurrección y gozar tanto de la presencia de Dios en esta tierra como de los deleites celestiales para nuestras vidas. “Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo.” (Efesios 1: 3). Las bendiciones están en los lugares celestiales y como nosotros tenemos acceso tanto a lo terrenal como a lo celestial, podemos por medio de nuestra fe espiritual traer a la esfera natural las cosas celestiales, porque nuestro Padre quiere que disfrutemos de todo lo que Él nos dio. Disfruta de la vida en el Espíritu, esta vida no está exenta de problemas, pero como vivimos en el Espíritu, le pasamos nuestros problemas a Él y Él no tiene problemas, sólo soluciones, así que se cumple la Palabra: “Nada hay imposible para Dios”. Dile a tu alma que descanse en el Señor y que no trate de solucionar nada, porque lo único que hace es traerte más problemas y eso es lo que menos quieres. Vive por el Espíritu y anda por el Espíritu, gózate en Dios y alábalo por todo lo que Él hace y hará en tu vida.

jueves, 3 de diciembre de 2009

UN CORAZÓN VALIENTE



UN CORAZÓN VALIENTE
2ª Timoteo 1: 7 dice lo siguiente en tres versiones diferentes:
Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio. (NVI)
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. (LBLA)
Porque no nos ha dado Dios el espíritu de temor, sino el de fortaleza, y de amor, y de cordura. (RV1865)

El DRAE define:
Cobardía. adj. Pusilánime, sin valor ni espíritu.
Temor.
m. Pasión del ánimo, que hace huir o rehusar aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso.
Tímido. adj. Temeroso, medroso, encogido y corto de ánimo.
El espíritu de poder que Dios ha puesto en aquellos que le hemos recibido como Señor y Salvador es el mismo poder que levantó de los muertos a Jesucristo. “Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes.” (Romanos 8: 11) “Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" (Romanos 8: 15). Este poder no tiene nada que ver con el temor, la cobardía o la timidez. Si un hijo/a de Dios todavía vive en temor está negando el poder que lleva dentro y por ende está negando la fe y rechazando al Espíritu de Dios, porque el temor paraliza e incapacita a la persona impidiéndole que reaccione ante aquello que la daña; la hace enmudecer transformándola en dócil víctima frente al agresor, e inclusive hasta llega a pensar que merece lo que está recibiendo. El temor abre la puerta para que espíritus inmundos atormenten a las personas. Es por eso que muchos hijos de Dios aceptan pasivamente lo que el diablo les manda, ya sea enfermedad, pobreza, desempleo, tristeza, angustia, etc., porque dejaron que el temor los controle, hasta creen que esto viene de Dios y son incapaces de hacer diferencia entre lo que proviene de Dios y lo que es del diablo. Sin embargo, Jesucristo nos ha dejado Su paz para que no andemos en temor. Les dejo la paz. Es mi propia paz la que les doy, pero no se la doy como la da todo el mundo. No se preocupen ni tengan miedo.” (Juan 14: 27) "Esa paz sobrepasa todo entendimiento y trae sosiego a nuestra alma, en cambio el temor trae tribulación." (Fil. 4: 7)

“El amor no deja lugar al temor, porque cuando el amor alcanza su perfección, desplaza al temor. El que teme es aquel que espera recibir alguna suerte de castigo, esto es, aquel en cuyo corazón el amor no es una realidad perfecta.” (1ª Juan 4: 18 CST-IBS). Los hijos de Dios tenemos la naturaleza de Dios en nosotros, esto es por el milagro de la nueva creación; sabemos que “Dios es amor”, esa es Su naturaleza, por ende nosotros, que tenemos la naturaleza de Dios, somos amor, pero debemos perfeccionar ese amor dentro de nosotros cada día, esto significa renunciar a nuestra vieja naturaleza que ya fue clavada en la cruz y desarrollar la naturaleza de Dios haciendo Su voluntad y no la nuestra; entonces el temor no hallará cabida en nuestros corazones. El temor proviene de la desconfianza, significando que la fe no está anclada en el amor. Cuando Adán y Eva pecaron por desconfiar de la Palabra de Dios y aceptaron la palabra del diablo, lo primero que se produjo en ellos fue el temor. “Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás? El hombre contestó: Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí.” (Génesis 3: 9, 10 NVI). El temor hace esperar el castigo y muchos cristianos temerosos caen en esta trampa, aceptando de este modo todo lo que el diablo les imponga. Es importante perfeccionar la paz y el amor de Dios en nuestros corazones.

“Empero a los temerosos, e incrédulos; a los abominables, y homicidas; y a los fornicarios, y hechiceros; y a los idólatras, y a todos los mentirosos, su parte será en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” (Apocalipsis 21: 8 RV 1865). Este versículo empieza su lista con los temerosos que entre los demás tienen su destino sellado. Es importante, por lo tanto no dar cabida al temor en nuestras vidas. El temor es el que introduce a celdas de oscuridad, siendo el guardián de la misma y permitiendo la entrada a otros espíritus de tormento. Debemos averiguar en qué momento el temor se alojó en nuestra alma, luego pedirle perdón a Dios por ello con arrepentimiento de corazón y ordenar a ese espíritu en el nombre de Jesucristo, que abra esa celda donde nos introdujo, que suelte nuestras vidas y que nunca más vuelva; luego declaramos que el amor de Dios gobierna nuestras vidas y nos sujetamos a Su voluntad, reconociendo que es buena, agradable y perfecta para nosotros. Empecemos luego a declarar las Palabras de Dios, Sus promesas para nosotros, aceptándolas por fe como una realidad para nuestras vidas, no permitiendo en ningún momento ni un ápice de desconfianza respecto a lo que Dios dice, de ese modo vamos perfeccionando el amor dentro de nosotros y el temor no hallará cabida, entonces nuestro corazón se volverá un corazón valiente y poseeremos todo lo que Dios ya nos dio, pues esa montaña de temor ha sido quitada de en medio. “Te repito: sé fuerte y valiente. No tengas miedo ni te desanimes porque el Señor tu Dios estará contigo donde quiera que vayas” (Josué 1: 9 PDT) Dios no admite un espíritu cobarde. “Desde el tiempo de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de Dios avanza con poder y es de los valientes.” (Mateo 11: 12 PDT) Avanza sin temor porque tienes espíritu de valentía, tienes al Mayor en ti. (1ª Juan 4: 4). Que la paz de Dios y Su amor guarden tu vida en santa reverencia a Él.