UN CORAZÓN VALIENTE
2ª Timoteo 1: 7 dice lo siguiente en tres versiones diferentes:
Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio. (NVI)
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. (LBLA)
Porque no nos ha dado Dios el espíritu de temor, sino el de fortaleza, y de amor, y de cordura. (RV1865)
El DRAE define:
Cobardía. adj. Pusilánime, sin valor ni espíritu.
Temor. m. Pasión del ánimo, que hace huir o rehusar aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso.
Tímido. adj. Temeroso, medroso, encogido y corto de ánimo.
El espíritu de poder que Dios ha puesto en aquellos que le hemos recibido como Señor y Salvador es el mismo poder que levantó de los muertos a Jesucristo. “Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes.” (Romanos 8: 11) “Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" (Romanos 8: 15). Este poder no tiene nada que ver con el temor, la cobardía o la timidez. Si un hijo/a de Dios todavía vive en temor está negando el poder que lleva dentro y por ende está negando la fe y rechazando al Espíritu de Dios, porque el temor paraliza e incapacita a la persona impidiéndole que reaccione ante aquello que la daña; la hace enmudecer transformándola en dócil víctima frente al agresor, e inclusive hasta llega a pensar que merece lo que está recibiendo. El temor abre la puerta para que espíritus inmundos atormenten a las personas. Es por eso que muchos hijos de Dios aceptan pasivamente lo que el diablo les manda, ya sea enfermedad, pobreza, desempleo, tristeza, angustia, etc., porque dejaron que el temor los controle, hasta creen que esto viene de Dios y son incapaces de hacer diferencia entre lo que proviene de Dios y lo que es del diablo. Sin embargo, Jesucristo nos ha dejado Su paz para que no andemos en temor. “Les dejo la paz. Es mi propia paz la que les doy, pero no se la doy como la da todo el mundo. No se preocupen ni tengan miedo.” (Juan 14: 27) "Esa paz sobrepasa todo entendimiento y trae sosiego a nuestra alma, en cambio el temor trae tribulación." (Fil. 4: 7)
“El amor no deja lugar al temor, porque cuando el amor alcanza su perfección, desplaza al temor. El que teme es aquel que espera recibir alguna suerte de castigo, esto es, aquel en cuyo corazón el amor no es una realidad perfecta.” (1ª Juan 4: 18 CST-IBS). Los hijos de Dios tenemos la naturaleza de Dios en nosotros, esto es por el milagro de la nueva creación; sabemos que “Dios es amor”, esa es Su naturaleza, por ende nosotros, que tenemos la naturaleza de Dios, somos amor, pero debemos perfeccionar ese amor dentro de nosotros cada día, esto significa renunciar a nuestra vieja naturaleza que ya fue clavada en la cruz y desarrollar la naturaleza de Dios haciendo Su voluntad y no la nuestra; entonces el temor no hallará cabida en nuestros corazones. El temor proviene de la desconfianza, significando que la fe no está anclada en el amor. Cuando Adán y Eva pecaron por desconfiar de la Palabra de Dios y aceptaron la palabra del diablo, lo primero que se produjo en ellos fue el temor. “Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás? El hombre contestó: Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí.” (Génesis 3: 9, 10 NVI). El temor hace esperar el castigo y muchos cristianos temerosos caen en esta trampa, aceptando de este modo todo lo que el diablo les imponga. Es importante perfeccionar la paz y el amor de Dios en nuestros corazones.
“Empero a los temerosos, e incrédulos; a los abominables, y homicidas; y a los fornicarios, y hechiceros; y a los idólatras, y a todos los mentirosos, su parte será en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” (Apocalipsis 21: 8 RV 1865). Este versículo empieza su lista con los temerosos que entre los demás tienen su destino sellado. Es importante, por lo tanto no dar cabida al temor en nuestras vidas. El temor es el que introduce a celdas de oscuridad, siendo el guardián de la misma y permitiendo la entrada a otros espíritus de tormento. Debemos averiguar en qué momento el temor se alojó en nuestra alma, luego pedirle perdón a Dios por ello con arrepentimiento de corazón y ordenar a ese espíritu en el nombre de Jesucristo, que abra esa celda donde nos introdujo, que suelte nuestras vidas y que nunca más vuelva; luego declaramos que el amor de Dios gobierna nuestras vidas y nos sujetamos a Su voluntad, reconociendo que es buena, agradable y perfecta para nosotros. Empecemos luego a declarar las Palabras de Dios, Sus promesas para nosotros, aceptándolas por fe como una realidad para nuestras vidas, no permitiendo en ningún momento ni un ápice de desconfianza respecto a lo que Dios dice, de ese modo vamos perfeccionando el amor dentro de nosotros y el temor no hallará cabida, entonces nuestro corazón se volverá un corazón valiente y poseeremos todo lo que Dios ya nos dio, pues esa montaña de temor ha sido quitada de en medio. “Te repito: sé fuerte y valiente. No tengas miedo ni te desanimes porque el Señor tu Dios estará contigo donde quiera que vayas” (Josué 1: 9 PDT) Dios no admite un espíritu cobarde. “Desde el tiempo de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de Dios avanza con poder y es de los valientes.” (Mateo 11: 12 PDT) Avanza sin temor porque tienes espíritu de valentía, tienes al Mayor en ti. (1ª Juan 4: 4). Que la paz de Dios y Su amor guarden tu vida en santa reverencia a Él.
2ª Timoteo 1: 7 dice lo siguiente en tres versiones diferentes:
Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio. (NVI)
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. (LBLA)
Porque no nos ha dado Dios el espíritu de temor, sino el de fortaleza, y de amor, y de cordura. (RV1865)
El DRAE define:
Cobardía. adj. Pusilánime, sin valor ni espíritu.
Temor. m. Pasión del ánimo, que hace huir o rehusar aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso.
Tímido. adj. Temeroso, medroso, encogido y corto de ánimo.
El espíritu de poder que Dios ha puesto en aquellos que le hemos recibido como Señor y Salvador es el mismo poder que levantó de los muertos a Jesucristo. “Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes.” (Romanos 8: 11) “Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" (Romanos 8: 15). Este poder no tiene nada que ver con el temor, la cobardía o la timidez. Si un hijo/a de Dios todavía vive en temor está negando el poder que lleva dentro y por ende está negando la fe y rechazando al Espíritu de Dios, porque el temor paraliza e incapacita a la persona impidiéndole que reaccione ante aquello que la daña; la hace enmudecer transformándola en dócil víctima frente al agresor, e inclusive hasta llega a pensar que merece lo que está recibiendo. El temor abre la puerta para que espíritus inmundos atormenten a las personas. Es por eso que muchos hijos de Dios aceptan pasivamente lo que el diablo les manda, ya sea enfermedad, pobreza, desempleo, tristeza, angustia, etc., porque dejaron que el temor los controle, hasta creen que esto viene de Dios y son incapaces de hacer diferencia entre lo que proviene de Dios y lo que es del diablo. Sin embargo, Jesucristo nos ha dejado Su paz para que no andemos en temor. “Les dejo la paz. Es mi propia paz la que les doy, pero no se la doy como la da todo el mundo. No se preocupen ni tengan miedo.” (Juan 14: 27) "Esa paz sobrepasa todo entendimiento y trae sosiego a nuestra alma, en cambio el temor trae tribulación." (Fil. 4: 7)
“El amor no deja lugar al temor, porque cuando el amor alcanza su perfección, desplaza al temor. El que teme es aquel que espera recibir alguna suerte de castigo, esto es, aquel en cuyo corazón el amor no es una realidad perfecta.” (1ª Juan 4: 18 CST-IBS). Los hijos de Dios tenemos la naturaleza de Dios en nosotros, esto es por el milagro de la nueva creación; sabemos que “Dios es amor”, esa es Su naturaleza, por ende nosotros, que tenemos la naturaleza de Dios, somos amor, pero debemos perfeccionar ese amor dentro de nosotros cada día, esto significa renunciar a nuestra vieja naturaleza que ya fue clavada en la cruz y desarrollar la naturaleza de Dios haciendo Su voluntad y no la nuestra; entonces el temor no hallará cabida en nuestros corazones. El temor proviene de la desconfianza, significando que la fe no está anclada en el amor. Cuando Adán y Eva pecaron por desconfiar de la Palabra de Dios y aceptaron la palabra del diablo, lo primero que se produjo en ellos fue el temor. “Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás? El hombre contestó: Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí.” (Génesis 3: 9, 10 NVI). El temor hace esperar el castigo y muchos cristianos temerosos caen en esta trampa, aceptando de este modo todo lo que el diablo les imponga. Es importante perfeccionar la paz y el amor de Dios en nuestros corazones.
“Empero a los temerosos, e incrédulos; a los abominables, y homicidas; y a los fornicarios, y hechiceros; y a los idólatras, y a todos los mentirosos, su parte será en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” (Apocalipsis 21: 8 RV 1865). Este versículo empieza su lista con los temerosos que entre los demás tienen su destino sellado. Es importante, por lo tanto no dar cabida al temor en nuestras vidas. El temor es el que introduce a celdas de oscuridad, siendo el guardián de la misma y permitiendo la entrada a otros espíritus de tormento. Debemos averiguar en qué momento el temor se alojó en nuestra alma, luego pedirle perdón a Dios por ello con arrepentimiento de corazón y ordenar a ese espíritu en el nombre de Jesucristo, que abra esa celda donde nos introdujo, que suelte nuestras vidas y que nunca más vuelva; luego declaramos que el amor de Dios gobierna nuestras vidas y nos sujetamos a Su voluntad, reconociendo que es buena, agradable y perfecta para nosotros. Empecemos luego a declarar las Palabras de Dios, Sus promesas para nosotros, aceptándolas por fe como una realidad para nuestras vidas, no permitiendo en ningún momento ni un ápice de desconfianza respecto a lo que Dios dice, de ese modo vamos perfeccionando el amor dentro de nosotros y el temor no hallará cabida, entonces nuestro corazón se volverá un corazón valiente y poseeremos todo lo que Dios ya nos dio, pues esa montaña de temor ha sido quitada de en medio. “Te repito: sé fuerte y valiente. No tengas miedo ni te desanimes porque el Señor tu Dios estará contigo donde quiera que vayas” (Josué 1: 9 PDT) Dios no admite un espíritu cobarde. “Desde el tiempo de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de Dios avanza con poder y es de los valientes.” (Mateo 11: 12 PDT) Avanza sin temor porque tienes espíritu de valentía, tienes al Mayor en ti. (1ª Juan 4: 4). Que la paz de Dios y Su amor guarden tu vida en santa reverencia a Él.
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