LA LENGUA ES COMO UN TIMÓN
“Fíjense también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto. Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!” (Santiago 3: 4,5)
En estos versículos, el apóstol Pablo compara la lengua con el timón de un barco, que es pequeño comparado con la nave, sin embargo se encarga de dirigir el curso de ella por la ruta correcta o equivocada, según el piloto la gobierne. Cada persona es el piloto de su embarcación y la lengua es el timón, el conductor moverá el timón a la dirección que le plazca, si conduce bien, llegará a destino y si conduce mal, se atendrá a las consecuencias, que puede ser un fatal naufragio. Cada persona (piloto) decide qué pensar y qué decir, de esa forma va dirigiendo su embarcación a un puerto seguro o irá a la deriva sin un rumbo fijo.
“El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua.” (Proverbios 10: 19 NVI). El hombre prudente o sabio sabrá frenar su lengua para que no hable demasiado, porque en medio de esas palabras puede haber algunas que salen y son veneno porque contamina a los oyentes; éstas pueden ser palabras negativas o perversas de las cuales vamos a tener que lamentar después de haberlas dicho y ustedes saben que “palabra suelta, no tiene vuelta”. Cuando la palabra es soltada cumple su objetivo, si es soltada para bendición, eso hará, pero si es soltada para maldición, también cumplirá su cometido; pero no todo está perdido, podemos aplicar un antídoto contra el veneno y es arrepentirnos de lo que hemos dicho para maldición, pedir perdón a Dios y en algunos casos a la persona y luego empezar a derramar cataratas de bendiciones para anular el efecto nocivo. Si al contrario, fueron otras personas quienes lanzaron palabras de maldición o negativas sobre nuestras vidas, debemos perdonarlas y pedirle a Dios que las perdone, de este modo quitamos la ofensa del cielo porque el perdón libera, o suelta, o desata tanto al ofensor como al ofendido; luego rechazamos esas palabras y declaramos que quedan sin efecto y desatamos bendición sobre nosotros y también sobre la otra persona; recuerda que deben ser cataratas de bendiciones.
No toda palabra de maldición ha sido dicha con ese propósito, pero ha sido dicha lamentablemente en despropósito, sin que se haya detenido a pensar antes de hablar. Muchas maldiciones vienen de los padres, cónyuges, profesores, pastores, líderes y amigos, no porque realmente ellos quieran maldecirnos, sino porque no han medido sus palabras o no saben hablar el lenguaje del Reino de Dios que son palabras de vida que provienen de un corazón lleno de la fe de Dios. Algunas palabras de maldición son dicha por la misma persona para su persona. Entre ellas pueden ser por ejemplo: “No creo que puedas realizar ese trabajo”, “qué tonta/o soy”, “Eres un flojo/a no has hecho tu tarea”, “me quiero morir”, “él /ella siempre es así (floja/o, renegón/a, mentiroso/a, etc.). Como puedes ver, estas palabras no parecen muy nocivas, sin embargo van formando estorbos en nuestra vida, a tal punto que pueden bloquear nuestro progreso. Es importante considerar algunas palabras que hemos dicho o nos han dicho, no con el ánimo de amargarnos, sino más bien con el deseo de liberarnos y liberar a otras personas.
Tú eres el piloto de tu vida hasta que decidas entregarle el timón al Espíritu Santo para que Él dirija tu barco. Si eres hijo/a de Dios tienes que dejarle a Cristo a través del Santo Espíritu de Dios que gobierne tu vida y si todavía no te has rendido a Jesucristo, hazlo ahora y dile: Señor Jesús, me rindo a Ti, ven a mi vida y sé el Señor y piloto de ella. Te pido que me perdones por las ofensas cometidas contra ti y te recibo como mi Salvador y Señor, quiero hacer tu voluntad a partir de ahora, ven y vive tu vida en mí. Gracias Padre Eterno por recibirme como tu hijo/a. En el nombre de Jesucristo, mi Señor y Salvador, amén.
Has tomado una decisión que sólo los valientes son capaces de hacerlo y ahora Dios te ve como una persona justa. “Porque Dios tomó a Cristo, que de sí mismo no conocía el pecado, y le hizo cargar con el nuestro como si fuera suyo; de esta forma, a nosotros, libres ya de toda culpa, Dios nos declara justos.” (2ª Corintios 5: 21 CAS). Empieza a hablar y actuar como justo/a, créele a Dios. Si todavía quedan resabios en ti, no te angusties, entrégale tus imperfecciones a Cristo y dile al Espíritu Santo que te ayude en tu debilidad. Ya no manejes tu vida, sino que cada día dile a tu espíritu que tome su lugar y se sujete al Espíritu Santo, a tu alma dile que ocupe su lugar y que se sujete a tu espíritu; y a tu cuerpo que se sujete a tu alma, para que todo tu ser esté unido al Espíritu Santo de Dios. Ahora empieza a pensar y hablar como una persona justa. “La boca del justo imparte sabiduría, y su lengua emite justicia." (Salmo 37: 30). Dile a Dios, lo mismo que el rey David le dijo en el salmo 19: 14 “Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío.” Recuerda que nadie puede pensar tus pensamientos, así que “lleva cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.” (2ª Corintios 10: 5b). De este modo podrás controlar tu lengua y ser de bendición a quienes te oigan.
“Fíjense también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto. Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!” (Santiago 3: 4,5)
En estos versículos, el apóstol Pablo compara la lengua con el timón de un barco, que es pequeño comparado con la nave, sin embargo se encarga de dirigir el curso de ella por la ruta correcta o equivocada, según el piloto la gobierne. Cada persona es el piloto de su embarcación y la lengua es el timón, el conductor moverá el timón a la dirección que le plazca, si conduce bien, llegará a destino y si conduce mal, se atendrá a las consecuencias, que puede ser un fatal naufragio. Cada persona (piloto) decide qué pensar y qué decir, de esa forma va dirigiendo su embarcación a un puerto seguro o irá a la deriva sin un rumbo fijo.
“El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua.” (Proverbios 10: 19 NVI). El hombre prudente o sabio sabrá frenar su lengua para que no hable demasiado, porque en medio de esas palabras puede haber algunas que salen y son veneno porque contamina a los oyentes; éstas pueden ser palabras negativas o perversas de las cuales vamos a tener que lamentar después de haberlas dicho y ustedes saben que “palabra suelta, no tiene vuelta”. Cuando la palabra es soltada cumple su objetivo, si es soltada para bendición, eso hará, pero si es soltada para maldición, también cumplirá su cometido; pero no todo está perdido, podemos aplicar un antídoto contra el veneno y es arrepentirnos de lo que hemos dicho para maldición, pedir perdón a Dios y en algunos casos a la persona y luego empezar a derramar cataratas de bendiciones para anular el efecto nocivo. Si al contrario, fueron otras personas quienes lanzaron palabras de maldición o negativas sobre nuestras vidas, debemos perdonarlas y pedirle a Dios que las perdone, de este modo quitamos la ofensa del cielo porque el perdón libera, o suelta, o desata tanto al ofensor como al ofendido; luego rechazamos esas palabras y declaramos que quedan sin efecto y desatamos bendición sobre nosotros y también sobre la otra persona; recuerda que deben ser cataratas de bendiciones.
No toda palabra de maldición ha sido dicha con ese propósito, pero ha sido dicha lamentablemente en despropósito, sin que se haya detenido a pensar antes de hablar. Muchas maldiciones vienen de los padres, cónyuges, profesores, pastores, líderes y amigos, no porque realmente ellos quieran maldecirnos, sino porque no han medido sus palabras o no saben hablar el lenguaje del Reino de Dios que son palabras de vida que provienen de un corazón lleno de la fe de Dios. Algunas palabras de maldición son dicha por la misma persona para su persona. Entre ellas pueden ser por ejemplo: “No creo que puedas realizar ese trabajo”, “qué tonta/o soy”, “Eres un flojo/a no has hecho tu tarea”, “me quiero morir”, “él /ella siempre es así (floja/o, renegón/a, mentiroso/a, etc.). Como puedes ver, estas palabras no parecen muy nocivas, sin embargo van formando estorbos en nuestra vida, a tal punto que pueden bloquear nuestro progreso. Es importante considerar algunas palabras que hemos dicho o nos han dicho, no con el ánimo de amargarnos, sino más bien con el deseo de liberarnos y liberar a otras personas.
Tú eres el piloto de tu vida hasta que decidas entregarle el timón al Espíritu Santo para que Él dirija tu barco. Si eres hijo/a de Dios tienes que dejarle a Cristo a través del Santo Espíritu de Dios que gobierne tu vida y si todavía no te has rendido a Jesucristo, hazlo ahora y dile: Señor Jesús, me rindo a Ti, ven a mi vida y sé el Señor y piloto de ella. Te pido que me perdones por las ofensas cometidas contra ti y te recibo como mi Salvador y Señor, quiero hacer tu voluntad a partir de ahora, ven y vive tu vida en mí. Gracias Padre Eterno por recibirme como tu hijo/a. En el nombre de Jesucristo, mi Señor y Salvador, amén.
Has tomado una decisión que sólo los valientes son capaces de hacerlo y ahora Dios te ve como una persona justa. “Porque Dios tomó a Cristo, que de sí mismo no conocía el pecado, y le hizo cargar con el nuestro como si fuera suyo; de esta forma, a nosotros, libres ya de toda culpa, Dios nos declara justos.” (2ª Corintios 5: 21 CAS). Empieza a hablar y actuar como justo/a, créele a Dios. Si todavía quedan resabios en ti, no te angusties, entrégale tus imperfecciones a Cristo y dile al Espíritu Santo que te ayude en tu debilidad. Ya no manejes tu vida, sino que cada día dile a tu espíritu que tome su lugar y se sujete al Espíritu Santo, a tu alma dile que ocupe su lugar y que se sujete a tu espíritu; y a tu cuerpo que se sujete a tu alma, para que todo tu ser esté unido al Espíritu Santo de Dios. Ahora empieza a pensar y hablar como una persona justa. “La boca del justo imparte sabiduría, y su lengua emite justicia." (Salmo 37: 30). Dile a Dios, lo mismo que el rey David le dijo en el salmo 19: 14 “Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío.” Recuerda que nadie puede pensar tus pensamientos, así que “lleva cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.” (2ª Corintios 10: 5b). De este modo podrás controlar tu lengua y ser de bendición a quienes te oigan.