Mostrando entradas con la etiqueta yugo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta yugo. Mostrar todas las entradas

jueves, 12 de agosto de 2010

LA ECONOMÍA DE DIOS

LA ECONOMÍA DE DIOS
"Den a otros, y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes."
(Lucas 6: 38 DHH)
¿Cómo funciona el sistema de este mundo respecto al dar? Generalmente se espera tener algo para así poder dar, o se da lo que ya no le sirve a la persona, o no le gusta y por eso lo regala “generosamente”; ¿acaso no ha recibido un regalo de alguna “amiga” que es algo que a ella no le gusta y se lo ha pasado? Por supuesto que usted lo recibe con gusto y luego lo archiva, porque al igual que su amiga, tampoco le gusta. Este sistema funciona así; sin embargo, la economía de Dios nos dice: “Den primero para recibir”, pero ¿cómo vamos a dar? Observa lo que dice Isaías 58: 6 y 7 N-C. “¿Sabéis qué ayuno quiero yo? dice el Señor Yahvé: Romper las ataduras de iniquidad, deshacer los haces (cadenas) opresores dejar libres a los oprimidos y quebrantar todo yugo;" partir tu pan con el hambriento, albergar al pobre sin abrigo, vestir al desnudo y no volver tu rostro ante tu hermano.” Comparte lo que tienes con el hambriento, lo que tú comerías, da también a tu hermano, divide tu ración aunque esto signifique que no satisfagas completamente tu estómago. ¿Qué hacían en la Iglesia Primitiva? “Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno.” (Hechos 2: 44, 45 NVI) Ellos no acumulaban para sí mismos, sino que compartían con los necesitados. Si Dios nos ha dado bienes es para que lo compartamos con los hermanos necesitados y les ayudemos a conseguir un trabajo digno, que les enseñemos que en el Reino de Dios no hay escasez y que ellos pueden tomar de las promesas que Dios tiene para Sus hijos; eso es “romper las ataduras de iniquidad”. Aunque sobre todo deben ansiar desesperadamente a Dios, la presencia del Dios Altísimo en sus vidas, para poder dar de Dios a otros. Si hay algo en sus vidas que está impidiendo que reciban los beneficios del Reino, les ayudamos a quebrar el yugo. “Y acontecerá en aquel tiempo, que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo será destruido por causa de la unción.” (Isaías 10: 27 RVG-R). Todo yugo se rompe por causa de la unción. Llevemos a la persona a confiar en Dios y reconocer que todo lo puede en Él, porque ningún yugo permanecerá intacto ante la unción del Santo que vive en los hijos de Dios. Pero siempre es importante saber cuál es la voluntad de Dios para nosotros en determinada circunstancia. La paciencia juega un papel muy importante en nuestras vidas. ¡Practícala!

"Echa tu pan al agua; después de algún tiempo lo encontrarás. Comparte lo que tienes lo más que puedas, pues no sabes el mal que puede venir sobre el país." (Eclesiastés 11: 1, 2 DHH) La ley de dar no ha cambiado y: “El generoso prosperará; el que ayuda será ayudado.” (Proverbios 11: 25 PDT). Dios da generosamente al generoso, no así al tacaño, pues conforme demos, vamos a recibir. El que confía en sus riquezas se marchita, pero el justo se renueva como el follaje.” (Proverbios 11: 28 NVI) Las riquezas de este mundo son efímeras, por eso Jesús dijo: “No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón.” (Mateo 6: 19-21 BPD). Tu corazón es atraído hacia donde está tu tesoro, porque deseas guardar tu fortuna y si ésta es terrenal, tu corazón será atraído a lo terrenal, pero si es celestial, tu corazón mirará y cuidará lo celestial que es eterno. Si tienes el hábito de dar constantemente, también estarás recibiendo continuamente de la fuente celestial para que sigas dando. “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra abundantemente, abundantemente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón; no con tristeza, o por necesidad; porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia; a fin de que, teniendo siempre toda suficiencia en todas las cosas, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Derramó, dio a los pobres: Su justicia permanece para siempre. Y el que da semilla al que siembra, también dará pan para comer, y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia; para que enriquecidos en todo abundéis en toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros agradecimiento a Dios.” (2ª Corintios 9: 6-11 RVG-R)

La economía de Dios funciona al revés de la economía de este sistema, por eso estamos recibiendo lo que hemos sembrado o dado. Si la cosecha está siendo mala, podemos revertirla a partir de ahora: Empecemos a dar a los necesitados. Hay mucho para dar, como ser: amor, misericordia, perdón, confianza, compasión, credibilidad, comprensión y los frutos del Espíritu que están en el corazón de cada hijo/a de Dios; además de las cosas materiales y todos los dones y ministerios con que nos ha equipado Dios. Recuerda, Dios es un dador por excelencia, inclusive dio lo más preciado que tenía, Su propio Hijo y de ese modo recibió y sigue recibiendo más hijos en Su Reino. "Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no me envió al mundo para condenar a la gente, sino para salvar a todos.” (Juan 3: 16, 17 BLS). Al dar estamos desprendiéndonos del egoísmo y la codicia; en realidad estamos liberándonos del apego a las cosas de este mundo y empezamos a depender de Dios, porque para ser dador se necesita fe, y esta fe produce el gozo de dar. No hay opresión en los dadores porque ellos se han liberado del yugo opresor al dar de corazón y con gozo. Practica la dadivosidad y vuélvete en generador de la economía de Dios, llenando las arcas del cielo.

viernes, 7 de noviembre de 2008

ADORACIÓN Y HUMILDAD


ADORACIÓN Y HUMILDAD

"Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana." (Mateo 11: 28-30 NVI). Nunca debemos olvidar que nosotros no le escogimos a Él, sino, que Él nos escogió a nosotros, nos ha dado su gracia salvadora y nos llevó a la categoría de hijos, herederos de Dios y coherederos con Cristo; nos ha permitido entrar en Su pacto, nos ha dado Su nombre para que nos acerquemos al Padre. Puso Su naturaleza dentro de nosotros y una alabanza en nuestros corazones para que glorifiquemos Su nombre. “Nos escogió antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él y esto por Su propia voluntad y no la nuestra, para que fuésemos alabanza de la gloria de Su gracia con la que nos hizo aceptos en el Amado.” (Efesios 1: 4-6). Si sólo entendiéramos esta parte, bastaría para prorrumpir en alabanzas y adoración a nuestro Dios. Somos hechura Suya, sumergidos en Cristo para ser como Él y sólo alcanzaremos esto cuando, cansados ya de batallar nuestras propias batallas nos sometamos bajo el yugo de Cristo; es decir que metemos nuestra cabeza bajo esa madera que no nos permitirá ir donde queremos, hacer lo que nos venga en gana, avanzar delante de Cristo y correr sin rumbo nuestro destino. Bajo el yugo hay descanso. Con nuestra cabeza bajo el yugo aprendemos a pensar como Él; nos volvemos partícipes de Su trabajo, ya no del nuestro; aprendemos a disponer de Su tiempo y a hacer todo conforme Él quiere, entonces nuestra alma descansará de sus propias obras y brotará la alabanza y adoración sólo a Él.

"Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece. Dichosos los mansos, porque recibirán la tierra como herencia." (Mateo 5: 3 y 5) Si reconocemos que sólo en Él está la vida y sin Él nada somos, estamos aceptando nuestra incapacidad de dirigirnos por nuestra propia cuenta y nos rendimos a Él en sujeción y entramos al reino de Dios, porque sólo los que se someten a Él pueden pertenecer a Su reino de justicia, paz y gozo en el Espíritu. La humildad es lo opuesto al orgullo o la arrogancia. La persona humilde se coloca bajo el yugo sin protestar, porque esa es la única forma que se camina en el reino de Dios, uncidos o enyugados con Cristo. Nadie está suelto. Todos debemos estar bajo el yugo. Sólo bajo el yugo fluye la adoración, porque nuestra cerviz está sujeta a Él y es Cristo quien dirige cada acto en nuestra vida. Los mansos se amoldan al molde de Cristo; se introducen en Cristo, dejando todo aquello que no encaja en Su molde. Los mansos renuncian a sus derechos para que prevalezcan los derechos del único que tiene derechos, éste es Jesús el Vencedor. Sólo bajo el yugo estamos satisfechos y completos, “porque en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad y nosotros estamos completos en Él, que es la cabeza de todo principado y potestad.”(Colosenses 2: 9,10).

El adorador sólo busca la presencia de Dios, se eleva hasta los lugares celestiales o trae la presencia de Dios a la tierra. El adorador se despoja de todo su “ego”, porque lo único que importa es Dios en la Persona de Jesucristo. Sólo la adoración en espíritu y verdad alcanza la presencia de Dios. ¿Por qué en espíritu? Porque Sólo se puede adorar a Dios en espíritu y el alma tiene que sujetarse al espíritu para que éste fluya y se una al Espíritu de Dios para poder adorar. Sólo el alma que se sujeta al espíritu es capaz de unirse a la adoración. Mientras el alma está inquieta pensando qué dirán, o tratando de decir sus propias palabras no fluye la adoración. ¿Por qué en verdad? Porque sólo la verdad nos hace libres. Esa verdad está en Su Palabra y no en la nuestra. Dios sólo escucha Su lenguaje. Su lenguaje se expresa a través de la adoración y la alabanza, hablando lo que dice Su Palabra. Los humildes entienden esto y dejan de ser, para que sólo Cristo sea.

Claro está que somos iguales a los demás, pero las armas de nuestra conducta son totalmente otras; porque no son armas humanas, sino poderosas armas divinas destinadas a destruir fortalezas, a derribar falsos argumentos y toda especie de soberbia que se alza contra el conocimiento de Dios, y a hacer cautivo todo pensamiento rebelde y llevarlo a obedecer a Cristo.” (2ª Corintios 10 3-5 CAS) La primera altivez que se destruye es nuestra propia altivez, nuestra arrogancia que no nos permite llegar a conocer a Cristo. Cuando nuestra rebeldía es corregida y llevada cautiva a Cristo, vamos a poder usar el arma más efectiva para destruir cualquier otra rebeldía, esa arma es el amor, el camino más excelente. El amor se vacía, se da por entero. El amor ama sin esperar ser amado. El amor ama y echa por tierra todo temor. El amor no es estúpido. Habla la verdad en amor, se defiende, en caso necesario, en amor, lucha por amor, pero también es capaz de morir por amor. Jesús murió por amor. Se humilló hasta lo sumo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz, para poder darnos entrada a Su reino y esa humillación permitió que Dios lo exaltara hasta lo sumo y le diera un Nombre que es sobre todo nombre, para que en el Nombre de Jesucristo se doble toda rodilla de los que están en los cielos y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2: 3-11)


El hacer Tu voluntad, Dios mío me ha agradado" y caminar en Tus caminos es mi deleite; por tanto: Hágase en mí conforme a Tu voluntad, cumple tus propósitos en mi vida. Quiero cargar Tu yugo. Aquí estoy. Úsame. No quiero más mis planes, sólo quiero obedecerte. Me rindo a Ti Señor. Tómame. Amén.