SOMOS GUARDIANES DE NUESTRO HUERTO
"No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna." (Gálatas 6: 7, 8 NVI)
Cada uno/a de nosotros/as somos un huerto que produce semilla y da semilla a los otros huertos. Estamos en un constante dar y recibir. Cada semilla que sembramos cae en nuestro campo y también en los otros campos según el viento que las impulse. El viento es aquella fuerza con que impulsamos cada palabra. Así que nuestra vida consiste en sembrar y sembrar. Sembramos palabras, actitudes, sentimientos, emociones, acción, etc. y cada semilla de nuestra siembra va a producir su cosecha. Nuestra alacena está llena de diversos frutos, producto de nuestra siembra y de ellos nos alimentamos y alimentamos a otros. Algunos de esos frutos son buenos para nuestro crecimiento, pero otros nos producen indigestión y hasta nos envenenan y lo mismo sucede con los otros huertos.
Ninguno/a es inmune a lo que pasa a su alrededor, por eso debemos convertirnos en celosos/as guardianes de nuestro terreno. Este terreno a la vez es un templo. Podemos hacer que nuestro templo esté bien resguardado, o podemos descuidarlo y permitir que toda clase de semilla ingrese en él y germine y se desarrolle. Nuestro templo tiene puertas por donde ingresan y salen las semillas y sólo nosotros tenemos las llaves para abrir o cerrar esas puertas. Si nos descuidamos y dejamos abierta alguna de esas puertas, entonces vamos a tener semillas indeseables en nuestro templo que se mezclan con las otras semillas y crecen juntas. Debemos filtrar cada semilla que quiera ingresar a nuestro templo, pero al mismo tiempo debemos seleccionar cada semilla que sale de él. "Cada uno se llena con lo que dice y se sacia con lo que habla." (Proverbios 18:20)
Como guardianes debemos empezar a limpiar nuestro templo (huerto) de toda aquella basura que hasta ahora hemos permitido entrar. ¿Cómo limpiamos nuestro templo?
1. Matando. "Por eso, den muerte a todos sus malos deseos; no tengan relaciones sexuales prohibidas, no sean indecentes, dominen sus malos deseos y no busquen amontonar dinero, pues es lo mismo que adorar a dioses falsos. Todo esto hace que Dios se enoje con los desobedientes. Ustedes mismos se comportaban así antes de conocer a Cristo." (Colosenses 3: 5-7 BLS) Debemos empezar a matar toda aquella semilla que contamina nuestro templo y que es contaminante a otros también y que está expresado en el versículo. Matar significa quitar la vida. Eso es lo que debemos hacer con toda semilla de deseos impuros y para ello, no debemos alimentarlas dándoles lugar en nuestros pensamientos. ¡Que mueran de inanición!
2. Dejando (abandonando) "Pero ahora tienen que dejar también todo esto: no se enojen, no busquen hacer el mal a otros, no ofendan a Dios ni insulten a sus semejantes, ni se mientan unos a otros, porque ustedes ya han dejado la vida de pecado y ahora viven de manera diferente. En realidad, ustedes son personas nuevas, que cada vez se parecen más a Dios su creador, y cada vez lo conocen mejor." (Colosenses 3: 8-10 BLS) Habiendo matado las semillas del mal, ahora nos toca abandonar otras cosas. El abandono hará que estas semillas no produzcan porque no las vamos a sembrar, ni las vamos a usar; las alejaremos de nuestra vista o pensamiento para no tener la tentación de agarrarlas.
Lo único que importa en esta vida es que “Cristo lo es todo y está en todos” (Colosenses 3: 11) Cristo debe llenar y desbordar nuestros pensamientos, porque Él es la pelnitud de Dios y quien todo lo llena.
Una vez que hemos limpiado nuestro templo, ¿qué debemos hacer para que no vuelva a ensuciarse?
1. Empecemos a vestirnos. "Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes." (Colosenses 3: 12, 13 NVI) Coloquémonos esas vestiduras para no estar desnudos, sin cobertura, sin gloria. El afecto entrañable tiene que estar muy cerca de las entrañas, en lo más íntimo, debe ser nuestra prenda íntima, que brote de nuestro fuero interno. Sobre ella vienen la humildad, luego la amabilidad y sobre la amabilidad nos colocamos la paciencia, esto nos hace tolerantes y no irritantes respecto a los demás. La humildad es la sencillez y la capacidad de depender del Espíritu Santo en todo y no confiar en nuestro buen criterio. La amabilidad es la cordialidad o el buen trato que damos a las demás personas; y la paciencia es la cualidad de soportar de buena gana a la otra persona hasta ver lo que estamos esperando que Dios realice en ella.
2. Coloquémonos la túnica. "Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto." (Col 3: 14 NVI). Necesitamos envolvernos con la túnica del amor de Dios, aquel que todo lo soporta, que no tiene envida, que no es vanaglorioso y que busca el bien de la otra persona, que confía en los demás, para no permitir que ingresen las semillas malas a nuestro templo.
3. El gobierno de nuestro templo debe ser la paz de Cristo, esto nos llevará a ser agradecidos. “Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos.” (3: 15). El reino de Dios debe morar en nosotros/as y nosotros/as en Él para que sea Cristo quien nos gobierne. Cristo es el reino de Dios y Él es el Rey de Su Reino.
4. La Palabra de Cristo debe ser la que habite en nuestro templo. Cristo y Su Palabra son una sola cosa. Él es la Palabra encarnada que viene a hacer morada en nuestros corazones. "Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón." (3: 16) Cuando la Palabra de Dios habita en nuestro templo podemos hacer lo que dice el versículo y brotará de nuestros labios palabra de vida, porque es la Vida de Dios la que está dentro de nosotros/as.
5. Hacer todo en el nombre del Señor con agradecimiento. "Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él." (3: 17). La gratitud es un aspecto importante en el Reino de Dios. Seamos agradecidos en todo y por todo. Cuando agradecemos a Dios estamos reconociendo que dependemos de Él, de Su gracia para con cada uno/a de nosotros/as.
"No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna." (Gálatas 6: 7, 8 NVI)
Cada uno/a de nosotros/as somos un huerto que produce semilla y da semilla a los otros huertos. Estamos en un constante dar y recibir. Cada semilla que sembramos cae en nuestro campo y también en los otros campos según el viento que las impulse. El viento es aquella fuerza con que impulsamos cada palabra. Así que nuestra vida consiste en sembrar y sembrar. Sembramos palabras, actitudes, sentimientos, emociones, acción, etc. y cada semilla de nuestra siembra va a producir su cosecha. Nuestra alacena está llena de diversos frutos, producto de nuestra siembra y de ellos nos alimentamos y alimentamos a otros. Algunos de esos frutos son buenos para nuestro crecimiento, pero otros nos producen indigestión y hasta nos envenenan y lo mismo sucede con los otros huertos.
Ninguno/a es inmune a lo que pasa a su alrededor, por eso debemos convertirnos en celosos/as guardianes de nuestro terreno. Este terreno a la vez es un templo. Podemos hacer que nuestro templo esté bien resguardado, o podemos descuidarlo y permitir que toda clase de semilla ingrese en él y germine y se desarrolle. Nuestro templo tiene puertas por donde ingresan y salen las semillas y sólo nosotros tenemos las llaves para abrir o cerrar esas puertas. Si nos descuidamos y dejamos abierta alguna de esas puertas, entonces vamos a tener semillas indeseables en nuestro templo que se mezclan con las otras semillas y crecen juntas. Debemos filtrar cada semilla que quiera ingresar a nuestro templo, pero al mismo tiempo debemos seleccionar cada semilla que sale de él. "Cada uno se llena con lo que dice y se sacia con lo que habla." (Proverbios 18:20)
Como guardianes debemos empezar a limpiar nuestro templo (huerto) de toda aquella basura que hasta ahora hemos permitido entrar. ¿Cómo limpiamos nuestro templo?
1. Matando. "Por eso, den muerte a todos sus malos deseos; no tengan relaciones sexuales prohibidas, no sean indecentes, dominen sus malos deseos y no busquen amontonar dinero, pues es lo mismo que adorar a dioses falsos. Todo esto hace que Dios se enoje con los desobedientes. Ustedes mismos se comportaban así antes de conocer a Cristo." (Colosenses 3: 5-7 BLS) Debemos empezar a matar toda aquella semilla que contamina nuestro templo y que es contaminante a otros también y que está expresado en el versículo. Matar significa quitar la vida. Eso es lo que debemos hacer con toda semilla de deseos impuros y para ello, no debemos alimentarlas dándoles lugar en nuestros pensamientos. ¡Que mueran de inanición!
2. Dejando (abandonando) "Pero ahora tienen que dejar también todo esto: no se enojen, no busquen hacer el mal a otros, no ofendan a Dios ni insulten a sus semejantes, ni se mientan unos a otros, porque ustedes ya han dejado la vida de pecado y ahora viven de manera diferente. En realidad, ustedes son personas nuevas, que cada vez se parecen más a Dios su creador, y cada vez lo conocen mejor." (Colosenses 3: 8-10 BLS) Habiendo matado las semillas del mal, ahora nos toca abandonar otras cosas. El abandono hará que estas semillas no produzcan porque no las vamos a sembrar, ni las vamos a usar; las alejaremos de nuestra vista o pensamiento para no tener la tentación de agarrarlas.
Lo único que importa en esta vida es que “Cristo lo es todo y está en todos” (Colosenses 3: 11) Cristo debe llenar y desbordar nuestros pensamientos, porque Él es la pelnitud de Dios y quien todo lo llena.
Una vez que hemos limpiado nuestro templo, ¿qué debemos hacer para que no vuelva a ensuciarse?
1. Empecemos a vestirnos. "Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes." (Colosenses 3: 12, 13 NVI) Coloquémonos esas vestiduras para no estar desnudos, sin cobertura, sin gloria. El afecto entrañable tiene que estar muy cerca de las entrañas, en lo más íntimo, debe ser nuestra prenda íntima, que brote de nuestro fuero interno. Sobre ella vienen la humildad, luego la amabilidad y sobre la amabilidad nos colocamos la paciencia, esto nos hace tolerantes y no irritantes respecto a los demás. La humildad es la sencillez y la capacidad de depender del Espíritu Santo en todo y no confiar en nuestro buen criterio. La amabilidad es la cordialidad o el buen trato que damos a las demás personas; y la paciencia es la cualidad de soportar de buena gana a la otra persona hasta ver lo que estamos esperando que Dios realice en ella.
2. Coloquémonos la túnica. "Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto." (Col 3: 14 NVI). Necesitamos envolvernos con la túnica del amor de Dios, aquel que todo lo soporta, que no tiene envida, que no es vanaglorioso y que busca el bien de la otra persona, que confía en los demás, para no permitir que ingresen las semillas malas a nuestro templo.
3. El gobierno de nuestro templo debe ser la paz de Cristo, esto nos llevará a ser agradecidos. “Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos.” (3: 15). El reino de Dios debe morar en nosotros/as y nosotros/as en Él para que sea Cristo quien nos gobierne. Cristo es el reino de Dios y Él es el Rey de Su Reino.
4. La Palabra de Cristo debe ser la que habite en nuestro templo. Cristo y Su Palabra son una sola cosa. Él es la Palabra encarnada que viene a hacer morada en nuestros corazones. "Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón." (3: 16) Cuando la Palabra de Dios habita en nuestro templo podemos hacer lo que dice el versículo y brotará de nuestros labios palabra de vida, porque es la Vida de Dios la que está dentro de nosotros/as.
5. Hacer todo en el nombre del Señor con agradecimiento. "Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él." (3: 17). La gratitud es un aspecto importante en el Reino de Dios. Seamos agradecidos en todo y por todo. Cuando agradecemos a Dios estamos reconociendo que dependemos de Él, de Su gracia para con cada uno/a de nosotros/as.
Seamos por lo tanto fieles y celosos guardianes de nuestro templo, cuidémoslo y labrémoslo, no permitamos que agentes contaminantes ingresen en él.