sábado, 6 de junio de 2009

HABLA SÓLO PALABRAS DE VIDA

HABLA SÓLO PALABRAS DE VIDA
"Los fariseos se fueron entonces y se pusieron a consultar entre sí el modo de enredar a Jesús en sus propias palabras, y de hacerle decir algo que lo comprometiera." (Mateo 22: 15 CAS)

Las palabras que decimos nos comprometen, no sólo en el ámbito natural, sino también, y con mayor fuerza en el ámbito espiritual. Todo lo que decimos queda registrado, Cristo dijo: “Esto os digo: en el día del juicio, los hombres tendrán que rendir cuentas de cualquier palabra inútil que hayan pronunciado.” (Mateo 12: 36) Las palabras inútiles, vanas u ociosas son palabras que lanzamos para herir a otros, o que tienen la intención de dañar y por lo tanto no pueden producir buenos resultados. En este contexto, Jesús se está refiriendo a los fariseos que lo acusaban de estar inspirado por Satanás, pero también engloba a todos los seres humanos. Nuestras palabras tienen que ser dichas con sabiduría, por eso es urgente que pidamos a Dios todos los días que nos dé espíritu de sabiduría, para no apresurarnos en hablar, porque los emisarios de Satanás están esperando que salgan las palabras de nuestra boca para tomarlas –si son palabras que provienen del infierno interno que podamos tener- y luego ejecutarlas en nuestra contra. De igual forma, si pronunciamos las palabras que provienen de Dios, éstas vuelven a Dios y son ejecutadas a nuestro favor. Jesús hablaba sólo las Palabras de Dios, no lo que Su humanidad le dictaba, porque Él se dejaba gobernar por el Espíritu de Dios, fue por eso que los sabuesos fariseos no pudieron hacerle caer en la trampa de las palabras.

“El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua.” (Proverbios 10: 19) La persona sabia sabe controlar su lengua y cuando habla lo hace acertadamente sin pretender que tiene la última palabra; acepta otras sugerencias, sopesa cada razonamiento y separa lo que está bien de lo que está mal. Los fariseos quisieron tenderle una trampa a Jesús y le dijeron: “Danos tu opinión: ¿Está permitido pagar impuestos al césar o no? Conociendo sus malas intenciones, Jesús replicó: --¡Hipócritas! ¿Por qué me tienden trampas? Muéstrenme la moneda para el impuesto. Y se la enseñaron. --¿De quién son esta imagen y esta inscripción? --les preguntó. –Del césar –respondieron. –Entonces denle al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios. Al oír esto, se quedaron asombrados. Así que lo dejaron y se fueron.” En nuestro diario vivir nos vamos a encontrar con personas que van a querer nuestra opinión, no con el ánimo sincero, sino que en algunos casos para justificar alguna conducta incorrecta y si no somos sabios para responder, puede que caigamos en sus trampas. Si no tenemos una respuesta dirigida por el Espíritu de Dios en ese momento, es preferible no responder y ser sinceros diciéndoles que llevaremos el caso delante de Dios para que nos dé entendimiento y que nos revele cuál es Su respuesta; o decirles que ellos busquen directamente a Dios con corazón sincero.

“Yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió me ordenó qué decir y cómo decirlo. Y sé muy bien que su mandato es vida eterna. Así que todo lo que digo es lo que el Padre me ha ordenado decir.” (Juan 12: 49, 50 NVI) Si Jesús no hablaba lo que le venía en ganas, cuánto más nosotros debemos hablar sólo lo que Dios ponga en nuestra boca, para ello es importante saturarnos de la Palabra de Dios. Cristo dijo que comiéramos Su carne y bebiéramos Su sangre para tener vida eterna (Juan 6: 51), porque Él es la Palabra hecha carne. Su vida viene a nosotros por medio de Su Palabra y sólo así vamos a poder hablar vida. No debemos distraernos en lo que nos pasó, o nos pasa, sino más bien, introduzcámonos en la Palabra, Ella se encargará de limpiar y curar nuestra alma, pero ésta debe alinearse con nuestro espíritu para conocer más de Dios y de Jesucristo.

“Las palabras que decimos con nuestra lengua son como el fuego. Nuestra lengua tiene mucho poder para hacer el mal. Puede echar a perder toda nuestra vida, y hacer que nos quememos en el infierno.” (Santiago 3: 6). Cuando le permitimos al Espíritu Santo gobernar nuestros pensamientos y decidimos obedecer a la Palabra de Dios, nuestra lengua va a poder ser refrenada y usada para ser de bendición para nosotros y para otros. Recordemos que nuestras palabras nos van a absolver o condenar. Entonces es un caso de vida o muerte y como somos sabios, elegiremos la vida, hablando sólo palabras de vida que provienen del Verbo hecho carne. Si permanecemos unidos a Cristo, lo que brotará de nuestros labios será bendición para nosotros y quienes nos escuchen. Consagremos nuestros pensamientos y nuestra boca al Señor Jesucristo.

“Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón.” (Colosenses 3: 16) Sigamos este consejo y hagamos que la Palabra de Dios entre en nosotros para quedarse, para que se haga nuestra vida, de tal forma que todo nuestro ser sea Palabra de Dios, porque así era Jesús, el Verbo encarnado. Él era lo que Sus Palabras decían, no podía ser otra cosa porque era la Palabra hecha carne y esa Palabra ya está en nosotros Sus hijos/as como una semilla, sólo debemos desarrollarla alimentándonos de Palabra y Palabra de Dios todo el tiempo. El pueblo de Israel en el desierto tenía como único alimento el maná, no sólo porque no había otra cosa, porque Dios podía darles otra clase de comida y en efecto les dio cuando insistieron, sino porque en el maná estaban los nutrientes que los mantendrían saludables y fortalecidos en el desierto; así es la Palabra de Dios, es la única que nos va a mantener con vida y vida eterna, fortalecidos en Cristo para resistir cualquier ataque del diablo.

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