domingo, 13 de junio de 2010

PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS



PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS
“Además, les digo esto: en el Día del Juicio, la gente tendrá que dar cuenta de todas las palabras descuidadas que hayan hablado; porque por tus propias palabras, serás declarado inocente, y por tus propias palabras serás condenado.”
(Mateo 12: 36,37 TKIM-DE) Las palabras ociosas, o descuidadas o vanas son aquellas que salen de nuestra boca y que no producen algo bueno, tanto en quienes las dicen como en quienes las oyen. Son descuidadas porque no se ha pensado bien antes de hablarlas, sino que en un acceso de ira, o por la costumbre de hablar por hablar hemos dicho algo improductivo y hasta venenoso, aunque no lo hayamos hecho con el fin de dañar, pero ya lo dijimos; y tenemos que tomar conciencia de todo lo que hablemos para revocar nuestros dichos ociosos con arrepentimiento de corazón y pidiendo perdón a Dios, luego las declaramos sin efecto y colocamos en su lugar muchas palabras productivas o de bendición para la, o las personas que fueron lanzadas. Por ejemplo: “esta persona no va a cambiar”; “es como su padre o madre”; o las palabras clásicas que muchas personas se dicen: “me quiero morir”, “qué tonta soy”, “me estoy volviendo loca con tantos problemas”, etc. “La muerte y la vida están en poder de la lengua; cual sea el uso que de ella hagas, tal será el fruto.” (Proverbios 18: 21 NC) Nuestras palabras pueden ser para vida o para muerte, es por eso la amonestación de nuestro Señor Jesucristo al advertirnos que vamos a dar cuenta de toda palabra descuidada que decimos. Amonestación que debemos tomar muy en serio, porque son nuestras palabras las que nos van a condenar o absolver.

"El Espíritu da vida; la carne no vale para nada. Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida." (Juan 6: 63 NVI) Jesús estaba haciendo una revelación de quién era Él, el Pan Vivo que descendió del cielo para que cualquiera que coma de Él, que coma Su carne, tenga vida eterna; pero la gran mayoría no entendió el mensaje y muchos otros se ofendieron, porque estaban tratando de entender con su mero razonamiento, con su carne, por eso les dijo que la carne para nada aprovecha porque Sus Palabras son espíritu y son vida, para quienes la reciben en el espíritu. Jesús hablaba palabras de vida y para vida, así también cada hijo e hija de Dios debe imitar a Jesucristo en su forma de hablar. Si cada día nos alimentamos de Cristo y meditamos en Él, que es la Palabra Viviente, la Palabra Encarnada, entonces, de nuestros labios brotará Cristo, es decir Palabra Viva, Verbo de Vida, porque lo llevamos dentro, puesto que… “De la abundancia del corazón habla la boca.” (Mateo 12: 34b) Si hay abundancia de Cristo en nuestro corazón, por supuesto que es Cristo quien saldrá por nuestra boca.

Las Escrituras dicen: "Quien quiera amar la vida y disfrutar días buenos, cuide su lengua del mal, y su boca de las mentiras. Deje de hacer el mal y empiece a hacer el bien. Busque y trate de alcanzar la paz. El Señor ve a los que hacen el bien, y escucha sus oraciones; pero está en contra de los que hacen el mal". (1ª Pedro 3: 10-12 PDT) Una forma de vivir bien, es refrenando nuestra lengua y cuidarnos de hablar mentiras, estas últimas pueden ser falsas suposiciones sobre alguien o algún juicio que emitimos apoyándonos en nuestras imaginaciones. Si cuidamos nuestra forma de hablar, Dios va a escuchar nuestras oraciones. Es muy fácil entre esposos dañarse con la lengua y el apóstol Pedro exhorta a los maridos que respeten a sus esposas. Una falta de respeto es burlarse de ella, hacer mofa de la esposa delante de otras personas, hiriendo sus sentimientos y lisiando la relación matrimonial, lo cual impide que Dios escuche las oraciones del esposo. “De la misma manera, los esposos deben saber vivir con su esposa y respetarla como es debido. Ella es más débil que ustedes, pero al igual que a ustedes, Dios le ha dado la vida como un regalo. Respétenla para que nada impida que Dios escuche sus oraciones.” (1ª Pedro 3: 7 PDT) Si el esposo se muestra respetuoso con la esposa, ésta aprenderá también a respetarlo y honrarlo. Él, como cabeza del hogar, debe dar el ejemplo.

"No serás calumniador ni chismoso en el pueblo. No conspires contra la vida de tu prójimo. Yo el Señor." (Levítico 19: 16 TA) Quiero que te detengas a ver quién firma esta sentencia o frase, “Yo el Señor”. Andar difamando o hablando mal del prójimo es un grave atentado contra su vida, porque se destruye su dignidad, identidad y propósito. Dios no nos autoriza a emitir juicio contra nuestro prójimo a quien debemos amar como si fuéramos nosotros mismos. Si nos llenamos de Palabra de Dios, no habrá cabida para nada más; por eso Dios le dijo a Josué que sólo pensara y repensara en todo momento en la Palabra dicha por Él, para que su fe no decayera y hablara algo indebido. Vemos que al final de sus días cuando dio su último discurso al pueblo, él valientemente dijo: “Pero si a ustedes les parece mal servir al Señor, elijan ustedes mismos a quiénes van a servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor. (Josué 24: 15 NVI). Josué se mantuvo firme a la palabra de Dios y esto lo sostuvo. Jamás se prestó a un chisme, porque obedeció a Dios en todo. Sus palabras eran las aprendidas del libro de la Ley, palabras de Dios.

"Cada quien conseguirá lo bueno conforme a lo que habla, y cada uno recibe de acuerdo a lo que hace." (Proverbios 12: 14 PDT) Aquí dice que vamos a recibir lo que es bueno por lo que hablemos y el salario por lo que hacemos. Si queremos recibir el bien, entonces hablemos bien, hablemos bendición para las personas, nunca les deseemos el mal; llenémonos de todo lo bueno que procede de Dios para que esto salga como fuente de bendición hacia las personas. “No critiquéis ni condenéis a nadie, y así tampoco a vosotros os criticarán ni os condenarán. Perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará con medida generosa, apretada, remecida y rebosante. Y no olvidéis esto: con la misma medida con que midáis, se os medirá también a vosotros.” (Lucas 6: 37, 38 CST –IBS). Si queremos que hablen bien de nosotras/os, empecemos a hablar bien de otros, que de nuestros labios sólo salga bendición, porque todo lo que decimos o hacemos, nos rebota. La medida con que se nos va a medir es la misma con la que medimos a otros. Guardemos nuestros labios y hablemos con sabiduría, pensando muy bien lo que vamos a decir y no seamos simples o necios hablando con ligereza. Dios ha puesto Su Palabra en ti para que brote de tus labios Palabra Viva, revelación de Dios, para que salga Cristo a través de ti.

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