jueves, 7 de abril de 2011

ENTENDIENDO LA GRACIA DE DIOS

ENTENDIENDO LA GRACIA DE DIOS


Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa. Al contrario, he trabajado con más tesón que todos ellos, aunque no yo sino la gracia de Dios que está conmigo. (1ª Corintios 15: 10)


Entendiendo la gracia de Dios es un tema que debe ser estudiado a la luz de la Palabra de Dios y comprendido por revelación, pues Dios, en su infinita bondad y misericordia proveyó este tiempo para nosotros, para que todo aquel que en Él cree no se pierda. La salvación y todo lo que en ella conlleva, es decir, la redención por la sangre de Cristo de la esclavitud del pecado y por ende de la muerte, la redención de la enfermedad, de la pobreza, de la miseria, etc., lo hemos recibido como Regalo o Gracia de Dios, pues Él hizo que su Hijo se hiciera pecado por nosotros para que nosotros fuésemos justicia de Dios en Él.


Somos justificados pos Su Sangre para que podamos disfrutar de Su Gracia o Regalo de Dios a nuestras vidas. La Gracia de Dios es Su Poder emanado hacia nosotros, para que podamos hacer aquello que en nuestras propias fuerzas nunca lo hubiéramos logrado. Ese poder nos ha librado de una muerte segura e innegable, pues no nos ha dado el pago conforme a nuestras faltas o pecados, sino que nos extendió Su Gracia para salvarnos, dándonos el regalo de la salvación por medio de Su Hijo Jesucristo. Por esa Gracia, Jesús, se hizo pobre para que fuésemos en Él y por Él enriquecidos; también tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias y por sus llagas fuimos curados. Es más, abrió para nosotros el camino hacia el Trono de la Gracia para que alcancemos misericordia y hallemos gracia en cualquier momento de necesidad. Él hizo de nuestro cuerpo su templo, su morada. ¡Oh, maravillosa gracia! ¡Quién pudiera comprender su inefable amor! Amor que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo dio en rescate por todos y con Él todas las cosas. ¿Por qué no disfrutar de esta gracia, por qué no estar agradecidos, por qué no amarle con todo nuestro ser?


Oh, Amados, la gracia de Dios sobrepasa todo entendimiento y cuanto más nos adentremos en ella, más grandiosa la veremos, más maravillados estaremos, pues siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Esta gracia es nuestra, no por nuestros méritos, sino por los del Cordero de Dios sin mancha ni contaminación, que dio Su Sangre en libación por nosotros los pecadores para que fuésemos presentados justos y sin mancha delante de Dios, por ese amor derramado voluntariamente sobre todo pecador, para que todo aquel que en Él crea, no se pierda, mas tenga vida eterna. Por esta Gracia entramos en Pacto con Dios y somos sellados con la Sangre de Jesucristo, para que toda Su victoria sea nuestra por siempre y para siempre. Además, llegamos a ser hijos juntamente con Su Hijo Jesucristo, de tal manera que obtenemos herencia con Cristo, en Él y a través de Él. Por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. (Efesios 2: 8,9 NVI) La gracia de Dios es oasis de salvación, aliento al moribundo; es el amor de Dios viniendo para hacer lo que el pecador por sí sólo no podía hacer; es simplemente: Dios trabajando para el hombre; haciendo algo que el hombre nunca hubiera podido hacer, poniéndose en su lugar, llevando sobre sí las consecuencias del pecado, haciéndose pecado para que el hombre fuese presentado justo delante de Dios. La Gracia de Dios ha sido dada al hombre sin que medie voluntad humana; fue Dios quien quiso darla, no depende del hombre. En el momento que el hombre intente hacer algo para sensibilizar a Dios, para hacer que Dios actúe a su favor y recibir cualquiera de las gracias, no sólo está rechazando la Gracia de Dios, sino que está practicando una “obra muerta” y las obras muertas no realizan ni alcanzan nada.


Digo juntamente con Pablo: “Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor. (1 Corintios 1: 4 – 9).

domingo, 27 de marzo de 2011

EL ESPÍRITU DE TEMOR

EL ESPÍRITU DE TEMOR
"Después llegó el que había recibido sólo mil monedas. 'Señor --explicó--, yo sabía que usted es un hombre duro, que cosecha donde no ha sembrado y recoge donde no ha esparcido. Así que tuve miedo, y fui y escondí su dinero en la tierra. Mire, aquí tiene lo que es suyo.' Pero su señor le contestó: ‘Siervo malo y perezoso! ¿Así que sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido? Pues debías haber depositado mi dinero en el banco, para que a mi regreso lo hubiera recibido con intereses.' 'Quítenle las mil monedas y dénselas al que tiene las diez mil. Porque a todo el que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia. Al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. (Mateo 25: 24-29NVI)


La parábola de los talentos nos muestra cómo es el reino de los cielos y dice que es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les encargó sus bienes. A uno le dio cierta cantidad de dinero, a otro, le dio un poco menos y a un tercero le dio aún menos, pero todos recibieron dinero para que hicieran negocio y aumentaran los bienes del dueño, al menos así parecía, pero ellos no estaban trabajando gratis, porque sabían que su señor los iba a recompensar; por eso los dos primeros se empeñaron y dieron su mayor esfuerzo por duplicar la suma y fueron muy bien recompensados, más de lo que ellos esperaban, porque así es en el Reino de Dios, siempre se nos da más de lo que esperamos. “Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, ¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén.” (Efesios 3: 20, 21 NVI). En cambio el tercero, fue invadido de temor o miedo y no negoció con lo que tenía, sino que lo guardó muy bien hasta que su señor regresara, pero no fue premiado por eso, sino más bien castigado.


El espíritu de temor vuelve perezosas a las personas, porque las incapacita para usar su potencial, entonces se reprimen y no sacan a flote sus cualidades para beneficio de los demás, pero sobre todo de ellas mismas. El temor llena de maldad a la persona porque se vuelve irascible, susceptible, desconfiada, quejosa, criticona, chismosa e inclusive baja la autoestima de la persona y la impulsa a cometer otros actos ofensivos a Dios y al prójimo, permitiendo dejarse vejar y admitiendo que cometan actos de violencia contra ella; como verán, el espíritu de temor abre el portón para que entren otros espíritus inmundos y tomen control de la persona debilitada por el temor. La Biblia es enfática al decirnos “no temas”, muchos versículos hablan sobre esto, nos animan a confiar en Dios y a fortalecernos en Su amor. El temor amplifica aquello que tememos y minimiza a nuestro Dios, ese es su objetivo y cometido, porque de ese modo impide a la persona desenvolverse en el propósito que Dios tiene para ella, anulando así sus capacidades.


“Porque no nos ha dado Dios el espíritu de temor, sino el de fortaleza, y de amor, y de templanza.” (2ª Timoteo 1: 7 RV 2000). El temor es un espíritu que nos aniquila. Si bien, llevamos dentro de nosotros como un arma de defensa el temor a realizar algo que nos va a dañar - cuando tenemos conciencia de ello- porque un niño que no tiene conciencia que el fuego quema, se acercará a él sin temor y se quemará. Ese temor a no acercarnos a aquello que nos va a dañar, nos libra del perjuicio. También el temor a hacer algo que va a ofender a Dios nos va a llevar a tener cada vez más reverencia al Dios Altísimo. Sin embargo el espíritu de temor al que Pablo se refiere es aquel que nos conduce a dudar de Dios por incredulidad. Este espíritu nos llena de angustia y desesperación haciéndonos perder el control de nuestros actos. Por ejemplo, los celos que nos llevan a desconfiar de las personas, es consecuencia del temor a que nos dañen y esto lo ocasiona el espíritu de temor que toma el control en algunas vidas. La timidez, cobardía, inseguridad son otras máscaras del temor. Dios nos ha dado de Su Espíritu que nos llena de Su poder, Su amor y Su templanza; nos ha dotado de sus características para que podamos triunfar como ciudadanos de Su Reino.


En la Biblia encontramos muchísimas frases como: “no temas”,no tengas temor”, porque Dios sabe que podemos fácilmente abrir la puerta al espíritu de temor, porque este espíritu trabaja con esa parte de nuestra alma y la deforma, para que ese temor que nos frena a no hacer algo que nos dañará, sea distorsionado en tal forma que nos haga vivir en constante miedo, tanto de cosas reales como irreales. Lo más grave de este espíritu es que nos desvía la mirada de Dios y nos hace ver las cosas exageradamente abrumadoras, de tal manera que empezamos a desfallecer. Eso pasó con diez de los doce espías que Moisés envió a reconocer la tierra que Dios les iba a dar: Le dijeron a Moisés: --Fuimos a la tierra a la que nos enviaste. Realmente es una tierra donde la leche y la miel corren como el agua, y estos son los frutos que produce. Pero la gente que vive allí es fuerte, y las ciudades son muy grandes y fortificadas. Además de eso, vimos allá descendientes del gigante Anac. En la región del Négueb viven los amalecitas, en la región montañosa viven los hititas, los jebuseos y los amorreos, y por el lado del mar y junto al río Jordán viven los cananeos. Entonces Caleb hizo callar al pueblo que estaba ante Moisés, y dijo: --¡Pues vamos a conquistar esa tierra! ¡Nosotros podemos conquistarla! Pero los que habían ido con él respondieron: --¡No, no podemos atacar a esa gente! Ellos son más fuertes que nosotros. Y se pusieron a decir a los israelitas que el país que habían ido a explorar era muy malo. Decían: --La tierra que fuimos a explorar mata a la gente que vive en ella, y todos los hombres que vimos allá eran enormes. Vimos también a los gigantes, a los descendientes de Anac. Al lado de ellos nos sentíamos como langostas, y así nos miraban ellos también. (Números 13: 27-33 DHH)


El espíritu de temor anuló a estos hombres porque los hizo desviar su mirada del Dios Todopoderoso que los había sacado de Egipto con gran poder y gloria y los hizo ver a esos hombres más grandes que Dios; también ellos empezaron a verse tan insignificantes que se compararon a langostas y todavía creyeron que los habitantes de esas tierras los veían así. Eso hace el espíritu de temor en nuestras vidas, por eso no le demos cabida en nuestra mente ni por una milésima de segundo; levantemos en nuestra mente al espíritu de poder que Dios nos ha dado y no desviemos nuestra mirada del Dios Altísimo, porque el Espíritu que Él nos ha dado a sus hijos es el mismo que resucitó de los muertos a Cristo Jesús. “Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes…Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" (Romanos 8: 11 y 15 NVI)

jueves, 17 de marzo de 2011

OSADÍA DE FE SOBRENATURAL


OSADÍA DE FE SOBRENATURAL
Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. "Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman. Entonces Pedro le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua". "Ven", le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "Señor, sálvame". En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?" (Mateo 14: 23- 31 BPD)

La fe sobrenatural, es decir creerle a Dios, requiere de osadía o resolución de parte de la persona, porque no se trata de una creencia natural, como que yo creo que alguna persona leerá este texto que estoy escribiendo; sino que esta fe tiene que nacer del corazón, “porque con el corazón se cree para justicia” (Romanos 10: 10), es decir para permitir en nosotros que la voluntad de Dios sea hecha. Un corazón resuelto a que la voluntad de Dios se haga en su vida, se mantendrá firme en la Palabra y no dudará a pesar de las circunstancias adversas de la vida. Pedro estuvo resuelto, en primera instancias a hacer la voluntad de Jesús que le dijo “ven”, entonces obedeció la palabra de Jesús y empezó a caminar sobre el agua en base a esa Palabra, pero se detuvo por un instante a escuchar las voces de la tormenta y a contemplar el inmenso mar que parecía devorarlo y fue ahí que empezó a hundirse, porque dudó. Jesús muy pronto atendió al grito desesperado de Pedro pidiendo que lo salvara, pero le censuró por su poca fe debido a la duda; es que la fe no admite duda porque son incompatibles.

La fe sobrenatural hace cosas sobrenaturales, porque no está regida por la razón, sino por el corazón, por el espíritu que sostiene nuestra vida. “Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos.” (Hebreos 11: 1 DHH). Necesitamos “esperar” algo y tener la seguridad que lo vamos a recibir. ¿Qué esperaba Pedro? "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua". Esperaba hacer nada menos que lo mismo que Jesús estaba haciendo, caminar sobre las aguas, ¡eso es osadía! y estaba resuelto a conseguirlo, ya que sin temor alguno, mirando sólo a Jesús se bajó de la barca y se mantuvo como en tierra firme, por un momento. ¿Por qué Pedro no completó su recorrido hasta llegar a Jesús? Porque “dudó” de la Palabra de Jesús cuando vio la furia del mar. Cuando nos detenemos en los problemas o dificultades de la vida, la duda sutilmente toma cabida en nuestro corazón y dejamos de creerle a Dios para creer en la mentiras del diablo, cambiamos fácilmente la verdad por la mentira, entonces empezamos a hundirnos, pero si clamamos a Dios, al único y verdadero Dios, Él extenderá Su mano poderosa y nos rescatará de en medio de la tempestad.

En medio de la crisis mundial que día a día se agudiza, debemos ser osados en nuestra fe, porque “el justo por su fe vivirá”. (Habacuc 2: 4). La fe en la Palabra de Dios es lo único que nos va sostener, así que te animo que a pesar de las calamidades de la vida, mantén tu fe centrada en el autor y perfeccionador de nuestra fe, porque recuerda, “que sin fe es imposible agradar a Dios.” (Hebreos 11: 6). Nuestra fe tiene que ir desarrollándose cada día y no permitamos que la duda nos robe la bendición. La duda hace oír su voz muy dentro de nosotros y nos hace ver los problemas muchísimo más grandes de lo que son; en cambio la fe se centra en la Palabra de Dios y se mantiene firme en Ella hasta alcanzar lo prometido, porque sabe que fiel es el que prometió, el cual también lo hará.

"Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo." (Romanos 10: 17 NVI) La fe viene por oír las palabras de Cristo; la duda viene por oír las palabras del diablo a través de muchas voces que contradicen la voz Dios. Josué debía conducir al pueblo de Dios hacia la tierra prometida, por eso Dios le dijo: “Sólo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella para nada; sólo así tendrás éxito dondequiera que vayas. Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito. Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas."(Josué 1: 7-9 NVI) La atención de Josué debía estar centrada sólo en la Palabra de Dios, para que su fe creciera cada día y así también su confianza en Dios. Oír otros mensajes que no provienen de Dios, debilita nuestra fe y nos succiona hacia abajo, en cambio oír el mensaje de Dios fortalece nuestra fe y nos eleva a lo sobrenatural, allí donde Dios ya nos ha bendecido con toda bendición sobrenatural en Cristo Jesús. (Efesios 1: 3).

Josué debía pasar todo el tiempo oyendo, repitiendo, meditando la Palabra de Dios, debía invertir en su fe para que ésta crezca. ¿Cuánto tiempo inviertes para oír, estudiar, meditar la Palabra de Dios para que tu fe crezca? Recuerda que te será hecho conforme a tu fe. Una fe osada piensa en grande porque conoce a Su Dios que es sobremanera grande y poderoso; lo conoce porque lo oye, lo piensa, lo sueña, lo anhela cada instante de su vida. La persona de fe se lanza y atrapa lo que Dios tiene para ella, y sabe lo que tiene porque oye el mensaje de Cristo. Sé osado en tu fe, porque Dios es galardonador de los que le buscan. Dios se alegra con los que le creen y los premia con Sus bendiciones. “Mas mi justo vivirá por la fe; y si retrocede, mi alma no se complacerá en él.” (Hebreos 10: 38 LBLA)

domingo, 13 de febrero de 2011

¿DÓNDE ESTÁS VIVIENDO?

¿DÓNDE ESTÁS VIVIENDO? ¿EN EGIPTO O EN LA TIERRA PROMETIDA?
Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: -Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. (Juan 31: 32 NVI). Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud. (Gálatas 5: 1 NVI).

Quizá en este momento estés cantando una canción parecida a ésta:
Libre soy en Cristo, libre soy;
Por la Gracia del Señor, libre estoy;
Su Sangre me ha liberado,
estoy perdonado,
En Cristo nueva criatura soy…..



Mientras se va cantando una canción de libertad en Cristo, la mente del esclavo divaga por las áridas arenas del desierto de Egipto, y se convence o lo convencen que está pasando por su desierto, entonces se resigna y espera el maná muy temprano en la mañana, lo cual no está mal, pero después tiene que entrar a su tienda y quedarse de brazos cruzados porque nada puede hacer en el desierto. Está esclavo en su mente y se cruza de brazos esperando la bendición que no tenga condición, porque eso es legalista, ya fue en el pasado. Al esclavo lo rige la ley del mínimo esfuerzo. Sueña con ser lleno del Espíritu de Dios y Su unción, pero se conforma con vivir como vive, porque espera al hada madrina que le toque con su varita mágica y sea transformado. En su mente está: “cambiaré cuando Dios quiera”. No toma decisiones y Dios es respetuoso de nuestras decisiones, entonces nunca va a cambiar; no porque Dios no quiera, sino por su propia elección, porque se conforma con la situación, porque es de visión corta.

Muchos cristianos, hijos de Dios, todavía creen que están presos, atados al borde del infierno, pensando que si Jesucristo viene, en lugar de irse con Él, por el impacto caerán al mismo infierno, esto los llena de temor y viven en angustia, pensando más en: “qué pasará si me quedo cuando se realice el arrebatamiento, porque no puedo dejar de pecar, claro que no son pecados muy grandes, pero pecados al fin”. Viven en temor y no avanzan. Son libres, pero siguen pensando como prisioneros. Son como esa gallina que por un tiempo ha permanecido atada a un poste, al comienzo trató desesperadamente de soltarse, pero después se conformó dando vueltas alrededor del poste en la que fue atada. Pero un día, alguien le corta la cuerda, sin embargo ella sigue dando vueltas al poste, creyendo que eso es todo lo que puede hacer. Jesucristo ha venido para hacernos libres y ninguna atadura del diablo, llámese maldición generacional, pecados del pasado, iniquidades, puede permanecer frente al poder liberador de Cristo Jesús. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los presos y dar vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año del favor del Señor." (Lucas 4: 18,19 NVI). Cristo vino con una misión, darnos libertad. Nos dice a fuerte voz que somos libres, libres y nos pone en libertad, para que todo nuestro ser goce de la vida abundante que nos da. “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.” (Juan 10: 10 NVI)

El poder de Jesucristo es infinitamente mayor a cualquier atadura del diablo o de nuestra carne o alma. “Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado --respondió Jesús--. Ahora bien, el esclavo no se queda para siempre en la familia; pero el hijo sí se queda en ella para siempre. Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres.” (Juan 8: 34-36). Podemos gritar: “Somos libres en Cristo. Todas mis cadenas ya han sido rotas. Adiós a la religiosidad, al prejuicio, a todas las mentiras del diablo y al temor de mi mente. Alma mía, eres libre, empieza a alabar al Señor Jesucristo quien te libertó y recuerda todas sus bondades para contigo. Gózate en el Señor y en el poder de Su fuerza, ya no te angusties, tan sólo espera en Jesucristo con fe y confianza, que si Él lo prometió, ten por seguro, que lo hará”. Este es el año agradable del Señor, disfrútalo.

El hijo es libre, vive en las promesas, está gozando de la tierra prometida y aunque haya gigantes que quieran robar su bendición, él sabe quién es en Cristo, qué tiene y qué puede en Él. Está en luz, no anda a tientas, sabe que el trabajo de sus manos va a ser prosperado, porque las bendiciones lo persiguen, está lejos de temor, porque éste huirá de él, ya que en el amor, no hay temor, porque el amor de Jesucristo en nuestras vidas echa fuera el temor; vive confiado en Dios, porque ha sujetado su voluntad a la del Espíritu Santo. Entonces, ¿no tiene problemas? Sí y no, porque en Cristo los problemas dejan de serlo, así como vienen, tienen que irse. El hijo libre, no se detiene en los problemas, porque no vive de ellos, vive por la fe en Jesucristo, quien ha vencido a Satanás y nada le es difícil para Él. Jesucristo es su escudo y escondedero, refugio seguro frente a cualquier tempestad de la vida.

El cristiano que todavía vive con la mente en Egipto, no puede gozar de las bendiciones de Dios, quiere correr tras ellas, porque no cree que ellas correrán tras de él. Cómo hijo de Dios, dónde te encuentras viviendo, ¿todavía en el desierto, o disfrutando de la tierra de las promesas?

miércoles, 9 de febrero de 2011

EL SUSURRO DEL ALMA

EL SUSURRO DEL ALMA
Y Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en sus narices aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente.
(Génesis 2: 7 VM)
Cuando Dios sopló en el hombre el aliento de vida, Dios formó el alma, entonces el ser humano se convirtió en un ser consciente de su propia existencia. Formó el alma con voluntad, con capacidad de decidir por cuenta propia, Dios le dio libre albedrío; le dotó de una mente para que pensara pensamientos puros y también puso en el alma emociones, haciéndole capaz de sentir alegría, tristeza, agrado o desagrado, en fin, le dotó de personalidad propia. El alma es la personalidad del ser humano, con emociones, pensamientos y voluntad propia, es el ego humano. El alma es lo que la persona es en sí, por eso el ser humano es alma viviente”.

En el huerto del Edén, antes que el hombre pecara, su alma estaba ligada o sujeta a su espíritu, y éste a la vez estaba sujeto o ligado al Espíritu de Dios, entonces, todo lo que el alma pensaba, decidía o sentía, estaba de acuerdo a lo que Dios también pensaba, decidía o sentía, porque su alma estaba controlada por su espíritu; existía comunicación intrínseca con Dios, de tal forma que Adán y Dios eran “uno” en pensamiento, decisión y sentimiento. Por cuanto su espíritu estaba controlado por el Espíritu de Dios, Adán podía pensar los pensamientos de Dios y sus sentimientos eran nobles. Tenía voluntad propia para decidir y mientras estaba su espíritu unido al de Dios, tomaba decisiones sabias y no se equivocaba. Adán no era como un robot, podía seguir unido a Dios, o no, lo cual hizo, pues decidió desligarse de Dios y le dio el control de su alma al diablo, entonces pecó y con él toda la raza humana. El cuerpo de Adán, antes de la caída, estaba a la vez sujeto a su alma y tenía control sobre sus propios instintos naturales, haciendo sólo lo que su espíritu y alma le dictaban.

Cuando el hombre decidió, por cuenta propia, hacer lo contrario a la voluntad de Dios y desligarse del Espíritu de Dios, entonces simultáneamente su alma toma el control, quedando el espíritu humano atrapado entre el alma y el cuerpo, o desplazado de su lugar. Como nuestra comunión con Dios es a través del espíritu, el hombre, después de pecar, perdió esa comunión, entonces su alma quedó a merced del diablo. El alma no fue creada para tomar el control del ser humano, sino más bien para estar sujeta o controlada por el espíritu. Pablo dijo en 1ª Tesalonicense 5: 23: “Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” Este es el orden porque somos espíritu en esencia, ya que Dios nos creó a Su Imagen y Semejanza y Él es Espíritu y es por medio de nuestro espíritu que nos comunicamos con Dios, no es a través del alma. El alma cuando está sujeta al espíritu recibe la comunicación de éste acerca de quién es Dios y cómo adorarlo. Somos espíritu, poseemos un alma y nuestro cuerpo es sólo nuestra morada temporal. Si nos mantenemos según el orden establecido por Dios, donde el espíritu toma el control, porque está controlado por el Espíritu de Dios, el alma se sujeta al espíritu y el cuerpo al alma, vamos a vivir en equilibrio, nos vamos a gozar haciendo la voluntad de Dios, viviendo en santidad y pureza, entonces seremos preservados irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo.

Cuando el ser humano se deja gobernar por el alma, porque su espíritu no está sujeto al Espíritu Santo de Dios, entonces el alma susurra constantemente pidiendo atención para satisfacer sus caprichos o apetitos carnales. En el caso de los cristianos cuando siguen gobernados por el alma prestan más atención al susurro del alma por ser atendida que a la voz de su espíritu. La persona cristiana controlada por el alma se vuelve un cristiano carnal porque satisface los deseos de la carne, como lascivia, celos, envidia, ira, enojo, etc. “Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz. La mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la Ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios.” (Romanos 8: 6-8 NBLH)

El alma constantemente susurra a nuestros oídos para ser atendida y es muy insistente. Muchos de nuestros errores no son culpa del diablo, sino de nosotros mismos por querer satisfacer los deseos del alma. Cuando recibimos a Cristo en nuestro corazón, nuestro espíritu se salva y se une al Espíritu de Cristo, pero nuestra alma necesita entrar en un proceso de salvación. Veamos que dice Santiago 1: 21: “Por lo cual, dejad toda inmundicia y superfluidad de malicia, y recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.” Para salvar nuestro espíritu tan sólo necesitamos arrepentirnos genuinamente de nuestros pecados, recibir a Cristo en nuestro corazón aceptando Su sacrificio en la cruz y reconociéndolo como nuestro único Señor y Salvador; pero para salvar nuestra alma necesitamos dejar o despojarnos de toda impureza o deshonestidad y de toda maldad y aceptar con mansedumbre la Palabra de Dios sembrada en nuestros corazones para que nuestra alma empiece a ser transformada y sea salva de aquello que la deforma. La Palabra de Dios es como el agua que lava nuestra alma, por eso debemos llenarnos de la Palabra de Dios, porque nuestra alma necesita aprender a estar sujeta a nuestro espíritu y a sosegarse dejándose guiar por éste. Cuando esto pasa, entonces nuestra voluntad se sujeta a la voluntad de Dios, nuestros pensamientos los llevamos cautivos a la obediencia a Cristo y nuestras emociones son controladas por el Espíritu Santo de Dios.

Vivir conforme al diseño original de Dios: nuestro espíritu sujeto al Espíritu de Dios, nuestra alma sujeta a nuestro espíritu y nuestro cuerpo sujeto a nuestra alma y espíritu, nos trae paz y nos hace estar en paz con Dios, entonces el susurro del alma será el susurro de Dios, porque nuestro espíritu vivificado nos hará oír la voz de Dios y nuestra voluntad se deleitará en hacer la voluntad de Dios, nuestra mente pensará los pensamientos de Dios y nuestras emociones se gozarán de estar al servicio de Dios. “Bendice, alma mía, al SEÑOR, Y bendiga todo mi ser Su santo nombre. Bendice, alma mía, al SEÑOR, Y no olvides ninguno de Sus beneficios. El es el que perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus enfermedades; El que rescata de la fosa tu vida, El que te corona de bondad y compasión; El que colma de bienes tus años, Para que tu juventud se renueve como el águila." (Salmo 103: 1- 5 NBLH).

jueves, 3 de febrero de 2011

¿QUIÉN TIENE LA CULPA?

¿QUIÉN TIENE LA CULPA?
Hay un dicho que reza así: “Quien echa su mal a otro, descansa”. ¿Será verdad esto? Desde el comienzo de la historia de la humanidad, el ser humano no quiso reconocer su culpa y creyó que echándole el rollo a otra, las cosas mejorarían, sin embargo no es así. Cada uno es responsable de sus actos. “Cuando el día comenzó a refrescar, oyeron el hombre y la mujer que Dios andaba recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles, para que Dios no los viera. Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás? El hombre contestó: Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí. ¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? Le preguntó Dios. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que yo te prohibí comer? Él respondió: La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí. Entonces Dios el Señor le preguntó a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? La serpiente me engañó, y comí contestó ella.” (Génesis 3: 10 – 13 NVI). Adán y Eva no quisieron asumir la culpa por su desobediencia, no quisieron reconocer su error y cargaron con ello toda su vida y nos echaron la carga también a nosotros. Parece que la naturaleza humana tiene la tendencia de no reconocer sus faltas, con razón por ahí dicen que “la culpa es soltera”, porque nadie la quiere tener a su lado como compañera.

La Palabra de Dios dice: “El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y los abandona hallará misericordia.” (Proverbios 28: 13 NBLH). Reconocer nuestros errores, confesarlos delante de Dios y apartarnos de ellos, nos acarrea bendición y la misericordia de Dios nos cubre. La misericordia de Dios es no darnos lo que merecen nuestros actos pecaminosos. “Pero si confesamos a Dios nuestros pecados, podemos estar seguros de que él, que es absolutamente fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.” (1ª Juan 1: 9 CST-IBS). Reconocer nuestras faltas o pecados por medio de la confesión a Dios es reconfortante porque estamos seguros que Dios nos perdona y nos limpia, de ese modo quedamos como nuevos otra vez y sin la carga de la culpa. La confesión verdadera con arrepentimiento implica dejar de hacer lo malo. Empecé este texto con el dicho, “quien echa su mal a otro, descansa"; y dejé la interrogante para ver si esto era verdad. Pero ahora, por lo que hemos visto por la Palabra de Dios, nos damos cuenta que no es verdadero ese dicho, sino que es totalmente falso. Sólo vamos a descansar del remordimiento de la culpa si confesamos nuestros pecados delante de Dios y algunas veces también debemos de hacerlo delante de las personas, si el caso amerita.

A menudo queremos hacer responsables de nuestra mala conducta a otras personas, por ejemplo: “Soy así porque mis padres me abandonaron”; “me irrita su presencia y no puedo controlarme”; mi enfermedad me ha vuelto renegón”, etc. Nuestras malas acciones no son la responsabilidad de otros, sino de nosotros mismos, porque decidimos actuar así, nadie nos obliga a hacerlo y nadie tiene la obligación de soportar nuestro mal carácter o nuestra falta de dominio propio. Las circunstancias adversas de la vida no deberían deteriorar tu carácter, sino más bien fortalecerlo, porque lo que eres no depende de lo exterior, sino de lo que llevas en tu interior, dentro de ti; y sólo tú puedes tomar control del “toro furioso” que quiere salirse de su corral o descontrolarse. “Airaos, pero no pequéis”, esto parece paradójico, decimos: _ ¿Cómo me voy a airar sin pecar? Parece difícil porque primero pecamos y después nos airamos. Me explico: primero tenemos ojeriza contra algo o alguien, que bien puede ser “uno mismo” y luego, debido a esa ojeriza, empezamos a encolerizarnos y llenarnos de ira contra el agente externo, cuando en realidad, el problema es nuestro y no de otro. Necesitamos aprender a dejar las viejas mañas de pensar y empecemos a pensar como Dios piensa, para no dar razones a lo que es sinrazón.

Nadie nos manda a tener repulsión o aversión hacia otra persona o cosa, sin embargo nos permitimos ese mal sentimiento dentro de nosotros y queremos culpar de nuestra conducta al agente externo. Pero nuestro repulsivo enemigo no está fuera de nosotros, sino dentro de nosotros y tenemos que eliminarlo o él nos eliminará a nosotros. Quizá dirás: - ¡Pero es que no pueeeeeedo! Si eres hijo de Dios, entonces te agarras de Filipenses 4: 13, que dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Ya no luchas solo; tampoco debes convencerte de que eres así y punto, y que ya nada se puede hacer. Jesucristo vino para darnos libertad en todas las áreas de nuestra vida. Al negar tu imposibilidad de cambiar, estás negando el poder que llevas dentro de ti y entonces dejas suelto al “toro furioso”, para descargar en otros, todas tus frustraciones o supuestos infortunios de la vida. Esto no significa tragarte tu disgusto y quedar callado, hecho el mártir. Es importante enfrentar el problema, que dicho sea de paso, no siempre empieza en el otro, primero generalmente está en ti y es contigo que tienes que arreglarlo, luego si ves que es necesario, porque tu hermano tiene algo contra ti, anda donde tu hermano y arregla la situación, porque hablando se entienden las cosas. Recuerda bien, eres lo que eliges o decides ser, el poder primordial para cambiar está en ti, que unido al poder de Cristo, nadie lo podrá detener. La cruz que tienes que llevar no es soportar pasivamente las actitudes negativas de las personas, debes enfrentarlas con amor, habiendo antes hecho un escrutinio de tu interior. Que Dios te ilumine para que cambiando tu manera de pensar, cambies tu forma de actuar. “ No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto." (Romanos 12: 2 DHH).

sábado, 29 de enero de 2011

EL MONÓLOGO DE LA VIDA

EL MONÓLOGO DE LA VIDA
Nuestra vida es un constante monólogo, ya desde antes de nacer monologamos sobre nuestra existencia dentro de nuestra pequeña cavidad uterina, quizá nunca lleguemos a ser consciente de lo que nos pasó en el seno materno, pero ese monólogo ha podido marcar nuestra vida, porque son pensamientos que van haciendo huella en nosotros, si bien, no son determinantes para nuestro futuro, pueden sin embargo afectar nuestra conducta. Claro está que lo determinante en nosotros es aquello a lo que decidimos aferrarnos y que toma control en nuestra mente a través de nuestros pensamientos. En cualquier momento, lo determinante llega a ser indeterminado, porque hemos decidido cambiar nuestra forma de pensar o de ver la vida, entonces nuestra vida toma otro rumbo, para bien o para mal, de acuerdo a lo que decidamos monologar.

Cuando nacemos, nuestro monólogo sigue, ya sea despierto o dormido; reímos, gesticulamos, lloramos y vamos convenciéndonos de realidades que sólo son nuestras. Así seguimos creciendo y nuestro monólogo continúa. Aparece lo que los adultos llaman “amigo imaginario”, ese amigo interno que es el único que de verdad nos entiende y también entiende nuestro lenguaje, porque los adultos ya se olvidaron de ese lenguaje. Seguimos creciendo y parece que crece nuestro monólogo juntamente con nosotros, o al menos ya somos más conscientes que estamos pensando. Entonces, hasta podríamos exclamar como Descartes: “Pienso, luego existo”. Somos excelentes comunicadores con nosotros mismos, a tal punto que hasta llegamos a ignorar la existencia de otros. ¿Acaso no pensamos que los adolescentes están muy ensimismados? Y nosotros los adultos ¿qué?

Tú eres un ser pensante, así te hizo Dios, porque Él también piensa y hemos sido creados a Su imagen y semejanza. “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dijo el SEÑOR, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” (Jeremías 29: 11 SSE). Dios tiene pensamientos buenos, de paz, es decir en armonía con lo bueno que esperamos para nuestra vida. Pero resulta que muchas veces no esperamos nada bueno para nosotros, entonces nuestros pensamientos no pueden estar en armonía con los de Dios y ahí empieza un monólogo interminable de mentiras que vienen del mismo infierno para atormentarnos y destruirnos. “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.” (Juan 10: 10 NVI). El diablo introduce pensamientos de destrucción, ansiedad, temor, frustración, etc. en nosotros, robando de esta manera lo bueno y colocando lo malo, para que vivamos una vida miserable, aun siendo cristianos.

Somos lo que son nuestros pensamientos o lo que monologamos constantemente. Recuerda que sólo tú decides qué pensar, pues nadie puede pensar tus pensamientos porque son exclusivamente tuyos. Tus pensamientos te harán feliz o desdichado. “Cuida tu mente más que nada en el mundo, porque ella es fuente de vida.” (Proverbios 4: 23 DHH). Nuestros pensamientos están en la mente, es por eso que debemos cuidar lo que llevamos a la mente, o lo que pensamos, porque podemos enturbiar nuestra fuente o envenenarla permitiendo las mentiras del diablo para pensarlas. "Evita el decir cosas falsas; apártate de la mentira." (Proverbios 4: 24 DHH). En nuestro monólogo podemos decirnos muchas cosas falsas acerca de nosotros mismos, de los otros o de Dios.

El DRAE define evitar. (Del lat. evitāre).1. tr. Apartar algún daño, peligro o molestia, impidiendo que suceda.2. tr. Excusar, huir de incurrir en algo.3. tr. Huir el trato de alguien, apartarse de su comunicación.
Aparta el pensamiento mentiroso, falso de tu mente, de tu fuente de vida; apártate de esa comunicación que te estás dando respecto a ti o a los demás y coloca los pensamientos de Dios en tu mente. Guarda tu mente como el tesoro más valioso porque tu vida depende de lo que piensas. Háblate lo que Dios tiene para ti porque son pensamientos de bienestar completo. “¿No entienden que todo lo que entra por la boca va al vientre, para después salir del cuerpo? Pero lo que sale de la boca viene del interior del hombre; y eso es lo que lo hace impuro. Porque del interior del hombre salen los malos pensamientos, los asesinatos, el adulterio, la inmoralidad sexual, los robos, las mentiras y los insultos.” (Mateo 15: 17 – 19 DHH). De nuestro monólogo interno en nuestra mente salen los pensamientos que determinan nuestra forma de comportarnos y ser, por eso guardemos nuestra mente como el tesoro más preciado y aprendamos a pensar la verdad de Dios en todo momento.

“No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto.” (Romanos 12: 2 DHH). Podemos cambiar nuestra manera de pensar y así cambiaremos nuestra forma de vivir la vida. Deja a Cristo que actúe en ti. Ríndete a Él y somete tus pensamientos a la obediencia a Cristo. Que Dios te dé sabiduría y te llene de Su poder para vencer a las mentiras del diablo.