lunes, 25 de octubre de 2010

RECONCÍLIATE CON TU HERMANO

RECONCÍLIATE CON TU HERMANO
"Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: "No matarás", y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo." (Mateo 5: 20-26 BPD)
Nuestra justicia tiene que ser mayor que la de los escribas y fariseos, tiene que ser de hechos y en verdad. Nadie está libre de haber dicho alguna palabra o haber actuado en forma tal que ha dañado la vulnerabilidad de un hermano/a y éste/a se siente herido, y la relación entre ambos ya no es la misma; si tú eres consciente de este hecho, aunque estés seguro que no has querido ofender al hermano, pero sin embargo hay una queja contra ti, entonces, apresúrate a corregir el mal entendido, para que no se agrave la ofensa, porque recuerda: el ofendido va a ir ante el juez a exponer su causa y tú vas a estar en entredichos, hay una duda respecto a tu forma de comportarte.

Si te acercas ante el Señor de señores en adoración y levantas tus brazos como para alcanzarlo, pero tienes una deuda pendiente, porque tu hermano tiene una queja contra ti, detente ahí mismo y no digas: - Yo no tengo nada que ver con esto. Yo no le hice daño. Si se ofendió, ya es su problema y no mío-. Recuerda que esa queja legítima o no, está llegando ante el Juez; por tanto: Apresúrate y arregla esta controversia con tu hermano. Deja tu ofrenda en el altar del sacrificio. Deja tu “ego” y soberbia y humíllate ante Dios y corre pronto a encontrar a tu hermano para pedirle perdón por el mal entendido y enmienda la falta, recordando que Jesucristo asumió nuestros pecados como suyos sin haberlos cometido. No trates de justificarte ante el hermano, asume la falta; recuerda que tu ego y soberbia quedaron en el altar consumiéndose. Si tú eres espiritual, la humillación no te hace mella, no te quita nada; más bien, si por tu humillación, salvas a tu hermano y a ti mismo, esto tiene valor eterno.

Dirigiéndose a todos, (esto me incluye a mí y te incluye a ti) declaró: -Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará. (Lucas 9: 23, 24 NVI). Negación y renuncia de nuestro “YO” no es tarea fácil y más aún en esta época donde se habla mucho de “nuestros derechos”. La vida cristiana es una vida de renuncia, pues ya no somos nosotros los que vivimos, porque le hemos entregado nuestra vida a quien nos compró con Su Sangre, Jesucristo, nuestro Señor. Si no lo sabías, seguir a Cristo significa renuncia. ¿Tiene algún hermano/a alguna queja contra ti? Quizá no le gustó tu forma de hablarle o de actuar, ¿qué debes hacer? Arregla pronto, muy pronto esta situación, para que la herida en el hermano ofendido no empiece a supurar y muchos sean salpicados. Las ofensas que hacemos al hermano sin darnos cuenta, son como balas perdidas que llegan a alguien y lo dañan o hasta pueden matarlo. Nadie sabe de dónde vino la bala, sólo tú y el Juez del Universo; y cuando el perjudicado acude a Él (Juez), tú te verás en problemas.

Si después de haber dicho o hecho algo que ofendió al hermano/a, te das cuenta de ello, arréglalo inmediatamente, que no pase más tiempo. Humíllate, renuncia a tu defensa y asume la culpa. Ve y dile a tu hermano/a:-Perdóname por mis palabras o actitud. Arreglemos ahora esta situación, dime cómo puedo enmendar mi falta-. Si actúas así, habrás salvado a tu hermano de su herida y a ti mismo de ir a juicio. Debes actuar conforme al mandato de Dios y no conforme a lo que piensas que son tus derechos; porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará. Ahora tus derechos son de Cristo y sólo en Él debes actuar. Salva tu vida arreglando el malentendido, humíllate y Dios te exaltará en Su momento.

"Ustedes han oído que se dijo: 'OJO POR OJO Y DIENTE POR DIENTE.' "Pero Yo les digo: no resistan al que es malo; antes bien, a cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. "Al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa. "Y cualquiera que te obligue a ir un kilómetro, ve con él dos. "Al que te pida, dale; y al que desee pedirte prestado no le vuelvas la espalda. "Ustedes han oído que se dijo: 'AMARAS A TU PROJIMO y odiarás a tu enemigo.' "Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos; porque El hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos." (Mateo 5: 38-45 NBLH). El reino de los cielos es de aquellos que su justicia es mayor que la de los escribas y fariseos, es de aquellos que viven en la voluntad de Dios, que se dejan guiar por el Espíritu Santo viviendo en humildad de corazón, aun perdiendo su “ego” por salvar a otros. Las razones del espíritu no son compatibles con las razones del alma. Tu espíritu, guiado por el Espíritu de Dios, renuncia, da; tu alma exige sus derechos, pide para sí. “Digo, pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne.” (Gálatas 5: 16 NBHL) "Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu." (Gálatas 5: 24,25 NBHL) Nuestras pasiones y deseos están crucificadas con Cristo, pues si somos de Cristo, nuestra vida ya no nos pertenece, por tanto digamos como Pablo "Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." (Gálatas 2: 20 NBLH) Cristo renunció a todo por salvarnos a nosotros ¿acaso no podríamos renunciar un poquito a nuestro ego por salvar a otros, entre tanto nos salvamos también nosotros?

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