viernes, 15 de octubre de 2010

Y NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN


Y NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN
"Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” (Mateo 6: 13 LBLA)
“Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno” (Mateo 6: 13 NVI)

Cuando le pedimos a Dios que nos libre del maligno y que no permita que cedamos a la tentación, le estamos diciendo que como Él conoce nuestras debilidades, que coloque un cerco de protección alrededor de nuestra vida, para que el maligno no nos haga ceder a la tentación, porque el diablo también sabe cuáles son nuestras debilidades. Él va a buscar las áreas vulnerables de nuestro ser para hacernos caer; sin embargo, aun en aquellas áreas que pensamos que estamos fuertes, debemos pedir la protección de Dios, porque el diablo y sus secuaces nos están observando día y noche sin descanso para ver por dónde pueden ingresar; y si es que tenemos algo de donde ellos puedan agarrarse, entonces lo van a usar para destruirnos. “Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga. No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla”. (1ª Corintios 10: 12, 13 NBLH)

Mantengámonos siempre en guardia porque el diablo está al acecho, buscando el momento propicio para atacarnos. “Practicad el dominio propio y manteneos alerta. Vuestro enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidlo, manteniéndoos firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos en todo el mundo están soportando la misma clase de sufrimientos.” (1ª Pedro 5: 8, 9 BAD). Para hacerle frente al diablo, debemos estar firmes en la fe de Dios, no dudando en absoluto respecto a Su Palabra, debemos desechar todo temor y agarrarnos del Perfecto Amor, que es Cristo Jesús en nosotros a través de Su Santo Espíritu.

Pidamos a Dios que Su Espíritu nos examine, nos haga la “endoscopia espiritual", para ver cómo está nuestro corazón, para que sometiéndonos constantemente a este examen, podamos un día decir como Jesucristo: “El diablo no tiene ningún dominio sobre mi vida”. “Ya no hablaré más con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo. Él no tiene ningún dominio sobre mí.” (San Juan 14: 30 BAD)

La tentación es diferente a la prueba, sabemos que Dios no tienta a nadie a hacer lo malo. “Pero si alguien se siente tentado a hacer algo malo, no diga que es Dios quien le tienta, porque Dios no tienta a nadie, ni por nadie puede ser tentado.” (Santiago 1: 13 CST-IBS)

La prueba (sufrimiento) tiene como fin formar el carácter de Cristo en nosotros. No es que a Dios le complazca vernos sufrir, sino que es como un escultor que talla una piedra hasta darle la forma perfecta. “Hermanos en Cristo, ustedes deben sentirse muy felices cuando pasen por toda clase de dificultades. Así, cuando su confianza en Dios sea puesta a prueba, ustedes aprenderán a soportar con más fuerza las dificultades. Por lo tanto deben resistir la prueba hasta el final, para que sean mejores y capaces de obedecer lo que se les ordene.” (Santiago 1: 2-4 BLS)

Dios quiere que Su templo, el cual somos nosotros, sea digno de albergar la plenitud de la Deidad y para esto, debe estar totalmente cubierto por el mismo Espíritu de Dios, donde no se vea nada de nosotros. Lo que queda de nosotros son como aristas punzantes y Dios tiene que golpear y golpear hasta hacerlas desaparecer, para que podamos, como piedras vivas, encajar una al lado de la otra sin lastimarnos y así unidos formemos el Cuerpo de Cristo. “De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo.” (Efesios 4:13)

El carácter de Cristo es lo que Dios quiere en Su Cuerpo (Iglesia), “para que todos sean uno. “Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí.” (Juan 17: 21-23). La unidad, no la uniformidad, es lo que demuestra el carácter de Cristo, pero para llegar a eso necesitamos aprender a vivir unidos a pesar de las diferencias. No podemos pedir que el ojo actúe como la boca. Cada cual cumpla su función para agradar al Señor y desista de mirar lo que otros hacen o dejan de hacer, porque cada uno va a dar razón de sí mismo y no de otro.

“Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer; y consumada su perfección, llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen.” (Hebreos 5: 8, 9) No es fácil obedecer, nuestra naturaleza tiende a rebelarse; se requiere tomar la firme decisión de obedecer y pedirle a Dios que nos ayude, para que sea Cristo actuando en nosotros. Ese conflicto dentro de nosotros nos causa sufrimiento, porque por un momento queremos complacernos antes que complacer a aquel que nos llamó por soldado y esa renuncia a nuestro placer nos causa sufrimiento, pero es necesario para que Cristo crezca en nosotros y podamos decir como el apóstol Pablo: “Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y esta vida verdadera que ahora vivo es el resultado de mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a muerte por mí.” (Gálatas 2: 20 CAS)

domingo, 10 de octubre de 2010

PERDONA NUESTROS PECADOS

PERDONA NUESTROS PECADOS

“… y perdona nuestros pecados, porque nosotros también perdonamos a todos los que nos han hecho mal.” (Lucas 11: 4 PDT)

Es importante, que al orar, solicitando el perdón de Dios, Le pidamos primero que el Espíritu Santo escudriñe nuestro corazón para ver qué cosas ocultamos en lo más profundo de nuestro ser, quizá todavía haya un antiguo resentimiento contra alguien, o algún otro pecado que debemos confesar, luego nos ponemos de acuerdo con Dios, nos arrepentimos y confesamos nuestro pecado, entonces Dios nos va a perdonar. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1ª Juan 1: 9 RV 60)

Sólo vamos a poder solicitar al Padre que nos perdone si nosotros también perdonamos, de lo contrario, con qué cara podríamos estar pidiéndole algo que nosotros no somos capaces de hacerlo. Cuando perdonamos las ofensas tenemos autoridad para frenar el daño y solicitar la protección divina. Perdonar no significa permitir que abusen de nosotros, tampoco nos da vía libre para juzgar al ofensor. Perdonar es no dejar que los gérmenes de la ofensa incuben en nuestro corazón. Con el perdón cuidamos nuestro pellejo, más que el ajeno. Perdonar también es un acto de amor, no sólo hacia el ofensor, sino también hacia nosotros mismos.

Cuando Jesús pendía de la cruz sin vida, un soldado romano quiso verificar si ya estaba muerto y le clavó su lanza en el corazón, en ese instante brotó agua y sangre de Su corazón abierto. La vida de Dios se manifestaba con Su muerte. La semilla que el Padre plantó yacía sin vida, para recibir una cosecha abundante de vidas salvadas por Su perdón liberado en la cruz. “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen." (Lucas 23: 34ª). Cuando Jesús desató el perdón, todas las cadenas de opresión fueron rotas, para que todo aquel que acuda a Él obtenga perdón gratuito.

Cuando Jesús exclamó: “Padre, perdónalos…”, el infierno tembló, porque se rompía el poder del opresor que por miles de años mantuvo cautiva a la humanidad. La liberación de perdón de Jesús abrió las puertas del cielo a todo pecador que arrepentido se acogiera a la Gracia perdonadora de Dios, porque “por gracia somos salvos, por medio de la fe y esto no procede de nosotros, sino que es un regalo de Dios a toda la humanidad y no es por obra para que nadie tenga de qué gloriarse” (Efesios 2:8,9).

El Reino de los cielos es un Reino de perdón. El perdón da reposo a nuestro corazón y nos permite llegar a Dios en adoración y gozar de la intimidad con Él. Hay un tremendo poder en el perdón, es un milagro de vida, porque todo se vuelve estéril por la falta de perdón, en cambio cuando se libera a las personas perdonándolas, la vida de Dios fluye como un manantial que refresca no sólo nuestro corazón reseco y resquebrajado, sino el corazón y la vida de quienes nos han ofendido; porque no podemos pretender vivir sin perdonar, ya que no puede haber vida sin perdón.

“Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.” (1ª Juan 3: 15). Cuando estamos aborreciendo o detestando a alguien, lo estamos matando; y si permanecemos en esa actitud ¿Cuál va a ser nuestro fin? La muerte. ¿Qué clase de muerte? “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre Celestial” (Mateo 6: 14) ¿Habrá algo que nos garantice la vida eterna sin el perdón de Dios? Recuerda que el homicida no tiene vida eterna permanente en él. ¿Quién otorga la vida eterna? Aquél que perdonó todos nuestros pecados. No podemos decir que amamos a Dios si aborrecemos al hermano, porque entonces estamos mintiendo. “Si alguien afirma: "Yo amo a Dios", pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto.” (1ª Juan 4:20). Si no amamos a Dios, no vamos a poder estar eternamente con Él.

La vida de Dios está en Su Hijo y el que tiene al Hijo no puede ser portador de muerte. Así que amados, permitamos que el Espíritu Santo revise nuestro corazón y perdonemos a quienes nos han ofendido, y en lugar de guardar ofensas, almacenemos perdón para el momento en que necesitemos liberarlo. El perdón y el amor se unen para dar vida. “Porque Cristo, cuando aún estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, nos dio vida juntamente con Él, perdonándonos todos los pecados y anuló el documento que el diablo tenía en nuestra contra, se lo quitó y lo clavó en la cruz triunfando sobre todo principado y potestad, exhibiéndolos públicamente, para que nunca más tuviesen potestad sobre nosotros que hemos buscado la vida en Cristo y hemos recurrido a Su gratuito perdón.” (Colosenses2: 13-15).


Perdonar es un acto de fe que nos permite ver al ofensor transformado aun cuando siga ofendiéndonos. Entonces no perdonamos porque sentimos hacerlo o porque nuestra razón nos da razones para ello, sino porque le hemos creído a Jesús y estamos dispuestos a obedecerle para nuestro bien. Si somos inteligentes vamos a perdonar, porque nadie va a querer dañar su cuerpo, alma y espíritu almacenado resentimiento. Entonces de nuestro espíritu hacemos brotar fe para el perdón.

Cuando seamos capaces de amarnos como para no permitir que algo nos dañe, vamos a poder amar al prójimo como nos amamos a nosotros mismos, y estaremos tan resueltos a perdonar, que aun antes que llegue la ofensa, ya hemos vertido el bálsamo del perdón sobre el ofensor y lo hemos derramado también sobre nuestro corazón; entonces nuestra alma no se llenará de heridas y vamos a estar sanos, satisfechos, felices, en paz, rebosando de gozo y amando aun cuando no seamos amados. El perdón es uno de los dones más maravillosos de Dios y que está al alcance de toda persona que quiera recibirlo. Decide creerle al Espíritu Santo de Dios y recibe este don. Perdona y serás inmensamente feliz.

Dios no puede ir en contra de nuestra voluntad, pero, desde que hemos elegido la vida, el perdón de Dios debe fluir a través de nosotros. Hay vida en ti y el diablo no puede robar lo que tú no le permitas. Agárrate de la vida de Dios y “ocúpate de tu salvación con temor y temblor, porque Dios es el que produce en ti, así el querer como el hacer, por su buena voluntad” y lo que “Él ha empezado en ti lo completará hasta el día de Jesucristo.” (Filipenses 2: 12,13; 1:6).

lunes, 27 de septiembre de 2010

EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA

EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA
“Danos hoy nuestro pan cotidiano.”
(Mateo 6: 11)
En la oración del Padre nuestro, primeramente Jesús nos enseñó a reconocer que Dios es nuestro Padre, esto produce en nosotros seguridad y confianza, porque empezamos a reconocer que de verdad tenemos un Padre Amoroso a quien podemos acudir en cualquier momento y sentimos que nos volvemos como niños buscando a Papá para saltar a Sus brazos. Luego nos lleva a reconocer que Su Nombre tiene que estar separado de los demás nombres para ser adorado en espíritu y en verdad, porque al reconocer la Santidad de Su Nombre, reconocemos Su Señorío sobre nuestras vidas y empezamos a tomar conciencia que Nuestro Señor se encargará de nosotros. Nos muestra además que podemos por medio de nuestra sincera adoración traer los diseños de Dios a esta tierra, cuando dijo, “venga tu reino y hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra”. Ahora nos lleva a reconocer que dependemos de Dios para nuestro sustento diario, sin importar cuánto dinero tengamos, pues nuestro Padre va a suplir todas nuestras necesidades. “Danos hoy nuestro pan cotidiano.En esta frase, Jesucristo nos lleva a reconocer nuestra dependencia total de Dios.

Cuando dependemos de Dios, descansamos en Dios. Jesús después de enseñarles a sus discípulos cómo orar continúa en Mateo 6, explicando lo concerniente a esta oración y a medida que lo va haciendo, según narra el autor de este libro, Jesús habla sobre dos señores o amos: uno es Dios y otro es el dinero, aquí Él está colocando el dinero en la misma categoría de “señor”, porque el ser humano se ha vuelto dependiente del dinero para satisfacer sus necesidades y se ha olvidado que es Dios quien nos provee todo aquello que nos hace falta. No podemos pretender depender de Dios y al mismo tiempo querer depender de nuestras finazas. ¿En dónde pues está nuestra confianza? Si nuestra confianza está en el dinero, Dios deja de ser nuestro Señor y por ende deja de ser nuestro Proveedor, por nuestra propia elección y Dios respeta nuestra decisión; entonces empezamos a fatigarnos por conseguir el sustento diario y la carga es dura. Por supuesto que el dinero es necesario, vivimos en este mundo donde todo se mueve por dinero, pero si recordamos que ya no pertenecemos al sistema de este mundo, sino al sistema del Reino de Dios, entonces, nuestra confianza debe estar en Dios, quien se encarga de suplir todas y cada una de nuestras necesidades; por eso es nuestro Señor y Rey. ¿Es que ya no vamos a trabajar para ganar dinero? Por supuesto que vamos a seguir trabajando, pero no dependiendo del dinero. Ya no vamos a angustiarnos pensando si nos alcanzará el dinero para suplir las cosas más básicas, sino que viviremos confiados sabiendo que Él es nuestro Pastor y nada, absolutamente nada nos falta.

"Por eso les digo: no se preocupen por la comida ni por la bebida ni tampoco por la ropa que se van a poner. Ciertamente la vida es más que la comida y el cuerpo más que la ropa. Miren a las aves, ellas no cultivan ni cosechan ni tampoco guardan nada en graneros. Sin embargo, su Padre que está en el cielo les da alimento. ¿No son ustedes más importantes que ellas? (Mateo 6: 25, 26 PDT) Cuando le pedimos al Padre que nos dé el alimento o sustento para cada día, sabemos que Él lo hará y no nos afanamos, sino que confiamos en Dios y descansamos en Él. “Así que, si Dios viste a todo lo que crece en el campo, que hoy tiene vida pero que mañana será quemado en un horno, con mucha más razón cuidará de ustedes. ¡No sean gente de poca fe! Así que no se preocupen ni digan: '¿Qué vamos a comer?' o '¿Qué vamos a beber?' o '¿Qué ropa vamos a usar?' La gente que no conoce a Dios trata de conseguir esas cosas, pero ustedes tienen a su Padre en el cielo que sabe que necesitan todo esto. Así que, primero busquen el reino de Dios y el bien que Dios quiere que hagan, y se les dará todo lo que necesitan. No se preocupen por el día de mañana, porque el mañana traerá sus propias preocupaciones. Cada día tiene sus propios problemas.” (Mateo 6: 30 -34 PDT).

Danos hoy el pan nuestro de cada día”, parafraseando, diríamos: “Danos el sustento que corresponde para este día.” ¿Por qué no pedimos para el mes? ¿No es acaso mejor por quintal que por kilo? Dios quiere que aprendamos a depender de Él cada día y esto demuestra confianza y fe. Ahora bien, quiero que entiendas que no estoy diciendo que no compres por cantidad, si así lo haces, es bueno, pero lo que quiero que sepas es que no debe estar tu confianza en lo que almacenas en tu alacena o depósito, sino en Dios; así que si tienes para compartir con los necesitados, hazlo, sin pensar que tal vez llegue el fin de mes y no vas a tener qué comer, porque es Dios quien te suple y no tu dinero. El mamá era una provisión diaria y nadie podía guardar para el día siguiente porque se pudría y agusanaba, ¿porqué hizo eso Dios? Para enseñar al pueblo a que confiara en el Dios que suple, el Shadai o Más que Suficiente. Dios no iba a hacerles faltar el maná, inclusive aunque se portaran mal, de igual forma, Dios nunca nos va a hacer faltar el sustento diario si realmente lo recibimos como nuestro Señor, nuestro Dueño y Padre, a pesar que nos portemos mal, pues Él no nos va a castigar dejándonos sin comer, ¿Acaso mueren de hambre las aves a pesar de la devastación hecha por nosotros? Dios les da el sustento y ¿cómo no lo va a hacer con nosotros por quienes Él dio Su propia vida?

jueves, 23 de septiembre de 2010

RECONOCIENDO LA SANTIDAD DE DIOS

RECONOCIENDO LA SANTIDAD DE DIOS
"Ustedes, pues, oren de esta manera: 'Padre nuestro que estás en los cielos, Santificado sea Tu nombre.” Mateo 6. 9 NBLH)
En la oración del Padre Nuestro, Jesucristo enseñó que el nombre de Dios debe ser santificado, esto quiere decir, puesto aparte para ser adorado, alabado y honrado, para que nuestra oración suba como aroma agradable ante Dios. Santificar significa apartar, poner aparte, con el fin de no mezclar con otros nombres. Dios ya es santificado, Él es Santo, sin embargo, debemos entender que nosotros no podemos honrar el Nombre de Dios juntamente con otras deidades u otros nombres, si hacemos esa mezcla en los rezos u oraciones, no estamos santificando el Nombre de Dios, sino al contrario, lo estamos degradando y profanando. Nuestra honra a Dios debe ser de corazón, debe salir de lo más profundo de nuestro ser. Jesucristo es Dios y Su Nombre está sobre todo nombre, “para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2: 10 ,11 NVI). El Nombre de Jesucristo debe se santificado por nosotros Sus hijos: “… santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros.” (1ª Pedro 3: 15 RV 95)

Somos hijos de Dios, adoptados en la familia de Dios por la preciosa Sangre de nuestro Señor Jesucristo, es por esa Sangre que tenemos entrada al Trono de la Gracia de Dios, es por esa Sangre que Dios nos ve justificados y santos y así nos considera. Jesucristo es la plenitud de Dios. “Nadie puede ver a Dios, pero Jesús es Dios en forma visible y supremo Señor de toda la creación. Con su poder creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, todo lo que se ve y lo que no se ve, ya sean ellos seres espirituales, poderes, autoridades o gobernantes. Todo ha sido creado por él y para él. Cristo existió antes que todas las cosas, y todo el universo sigue su curso gracias a él. Cristo es la cabeza de la iglesia, que es su cuerpo. Él dio comienzo a todo y fue el primero en resucitar de la muerte. Entonces él es el más importante en todo sentido. A Dios le agradó que todo lo que él es habitara plenamente en Cristo. Y con gusto decidió reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en el cielo, como las que están en la tierra. Dios hizo las paces con nosotros a través de la sangre que Cristo derramó en la cruz.” (Colosenses 1: 15-20 PDT) Sólo a través de Jesucristo podemos tener paz con Dios. El pecado nos hizo enemigos de Dios, pero por la Sangre de Jesucristo fuimos lavados para ser presentados ante Dios como santos. Jesucristo es Dios y es Santo, Su Nombre debe ser santificado y debe haber un celo santo en nosotros para no permitir que denigren el Nombre maravilloso de nuestro Amado Jesucristo. Dios se hizo humano para que pudiéramos alcanzarlo, pero como humano nunca pecó a pesar de haber sido tentado en todo, sino que nos dio ejemplo de firmeza y fe para permanecer en Él. “En Jesús, el hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha entrado al cielo. Así que sigamos firmes en la fe que tenemos. Él fue tentado tal como somos tentados nosotros, con la única diferencia de que él nunca cometió pecado. Entonces, acerquémonos con confianza al trono de Dios que es generoso. Allí recibiremos su compasión y su bondad para ayudarnos cuando lo necesitemos.” (Hebreos 4: 14-16 PDT) Antes de la muerte de Jesucristo, nadie podía tener acceso al lugar Santísimo, a la Presencia de Dios, excepto el Sumo Sacerdote, que lo hacía sólo una vez al año; pero con Su muerte y resurrección, Jesucristo, nos abrió el camino al Padre para que podamos acercarnos a Él y recibir Su gracia y misericordia.

Santificamos el Nombre de Dios reconociendo quién es Él y qué hizo por nosotros, porque nuestro destino era la muerte eterna, pero gracias al maravilloso Nombre de Jesucristo, podemos ser salvos. “¡Sólo en Jesús hay salvación! No hay otro nombre en este mundo por el cual los seres humanos podamos ser salvos.” (Hechos 4: 12 PDT). Reconocer esto debe llenar nuestra boca de alabanza al único merecedor de toda alabanza, honra, gloria, poder y majestad, Jesucristo el Señor. Es por Jesucristo que podemos llamar “Padre” a Dios y gozar del grandioso privilegio de tener como Hermano Mayor a Jesucristo. “Dios hizo todo lo que existe para su propia honra y quería compartir su grandeza con muchos hijos. Así que era conveniente perfeccionar a Jesús por medio del sufrimiento, porque él es quien los lleva a la salvación. Tanto los que son purificados como Jesús quien los purifica, tienen el mismo Padre. Por eso Jesús no se avergüenza de llamarlos sus hermanos” (Hebreos 2: 10, 11 PDT).

En Jesucristo están contenidos todos los Nombres de Dios. Jesucristo es nuestra Justicia, nuestra Paz, nuestra Bandera, nuestro Pastor, nuestro Sanador, nuestro Proveedor, etc., Él es el Todo en todos. “Todo lo que Dios es, vive en Cristo, en su cuerpo humano. En Cristo, ustedes están completos y no necesitan nada más pues él está por encima de todos los gobernantes y poderes.” (Colosenses 2: 9, 10 PDT) Así como en Cristo está contenido todo lo que Dios es, en Él también nosotros estamos completos y no necesitamos nada más. Cómo no vamos a santificar Su Nombre declarando que Él es Santo, Santo, Santo y dándole honor y gloria al que vive por los siglos de los siglos, amén.

domingo, 19 de septiembre de 2010

VENGA TU REINO

VENGA TU REINO
“Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo.” (Mateo 6: 10 PDT)

En la oración del Padre Nuestro, Jesús mostró cómo podemos traer a la tierra los diseños de Dios que están en los cielos. Muchos repiten esta oración sin que haga eco en el cielo, porque no la dicen creyendo que es posible que Dios pueda traer Su gobierno o reino a la tierra para que haya transformación a todo nivel, tanto personal, social, económico y que la tierra empiece a producir en abundancia. El gobierno de Dios sólo puede establecerse si lo pedimos con fe, creyendo que Dios va a transformar nuestras vidas, las vidas de nuestros amados, nuestra sociedad y nuestro país para que Su justicia sea hecha; podemos empezar a declarar por ejemplo: Que venga tu Reino sobre mi matrimonio, porque así como en los cielos el divorcio no es legal, tampoco sea legal en mi matrimonio, para que tu voluntad prevalezca; o también, que venga tu reino sobre mis hijos, para que Tu voluntad sea hecha en ellos y lo que Tú has determinado para ellos, se cumpla. Puedes declarar: Señor, que venga Tu Reino sobre mi nación para que tu justicia sea hecha, para que la corrupción que no es procedente en los cielos, tampoco lo sea en mi nación. O también declara: Señor que venga tu reino sobre mis finanzas, para que Tú manejes mi economía para la extensión de tu Reino y sea manifiesta tu justicia mientras doy a los necesitados; que mi mirada no esté puesta en el dinero que es corruptible, sino en tu Reino, que es incorruptible. Dios nos ha dado autoridad y nos enseñó cómo ejercerla: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo.” Hay un profundo contenido en estas palabras y son la llave para bajar los diseños de Dios a esta tierra. ¿Quieres salud divina? Declara: Padre Eterno, que venga Tu Reino sobre mi cuerpo para que viva en salud divina y tu voluntad sea manifiesta en mi vida. En tu Reino no hay enfermedad, por lo tanto no acepto la enfermedad en mi vida, porque lo que no es procedente en Tu Reino, tampoco es procedente en mi cuerpo. Enséñame a cambiar mis hábitos alimenticios para no seguir dañando mi cuerpo y a vivir como ciudadana de Tu Reino. En el nombre de Jesucristo, amén.

Luego Dios dijo: «Ahora hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Tendrá poder sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y en toda la tierra. Reinará sobre los animales terrestres, y sobre todos los animales que se arrastran por el suelo» Así que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza, creó al varón y a la mujer. Y los bendijo diciendo: «Tengan muchos hijos para así poblar el mundo y ejercer control sobre él: dominando a los peces del mar, a las aves del cielo y a todo ser vivo que existe en la tierra». (Génesis 1: 26-28) Dios le ha dado al ser humano poder y dominio sobre la creación para que ejecute la voluntad de Dios y esto se hizo antes de que Adán y Eva decidieran pecar; al ceder a la tentación y pecar, entregaron el derecho de poder y dominio a Satanás; sin embargo cuando Jesucristo venció al diablo en la Cruz del Calvario, le quitó el poder y dominio sobre las cosas y sobre las personas y en un voto de confianza le entregó ese poder y dominio a la Iglesia. Satanás sigue engañando a los hijos de Dios haciéndoles creer que él tiene en sus manos el señorío y usa a personas que están de su lado para tomar control y ejercer toda clase de maldad; sin embargo la Palabra de Dios dice: “Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales, muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no sólo en este mundo sino también en el venidero. Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia. Ésta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo.” (Efesios 1: 18-23 NVI).

Si estamos en Cristo, entonces gobernamos con Él, estamos aquí, en esta tierra para traer el gobierno de Dios y no permitir que Satanás siga haciendo de las suyas. ¿Y cómo vamos a lograrlo? Clamando día y noche para que el Reino de Dios venga a tu vida, tu esposo/a, hijos, familia, ciudad, etc., para que Su voluntad sea hecha. Jesucristo ha vencido y está por encima de todo y Dios le dio un Nombre que es sobre todo nombre “para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2: 10 ,11 NVI) Jesucristo tiene toda autoridad sobre todo y nos ha delegado esa autoridad a Sus hijos. “Toda autoridad me ha sido dada sobre los cielos y sobre la Tierra. Y tal como mi Padre me ha enviado, también yo los envío a ustedes.(Matero 28: 18 Sy Español). Todos somos enviados para realizar lo que Cristo realizó y para traer el Reino de Dios a la tierra. "Créanme que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí; y si no, crean por las obras mismas. "En verdad les digo: el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores que éstas hará, porque Yo voy al Padre. "Y todo lo que pidan en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. "Si Me piden algo en Mi nombre, Yo lo haré.” (Juan 14: 11-14 NBLH) Si Jesús lo dice, yo lo creo, entonces sólo me queda empezar a ejecutar su obra y declarar con fe y firmeza: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo.” Amén.

sábado, 4 de septiembre de 2010

TODO ES POSIBLE PARA EL QUE CREE

TODO ES POSIBLE PARA EL QUE CREE
“Por favor, si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos. Jesús le dijo: -No digas: 'Si puedes hacer algo', todo es posible para el que cree. Entonces, el padre del muchacho gritó muy fuerte: -¡Creo, ayúdame a creer aun más!” (Marcos 9: 22-24 PDT)
Muchas veces lo ha echado al fuego y al agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos. -¿Cómo que si puedo? Para el que cree, todo es posible.- ¡Sí creo! -exclamó de inmediato el padre del muchacho-. ¡Ayúdame en mi poca fe! (Marcos 9: 22-24 NVI)

La fe es personal y debe nacer en el corazón, no en la razón. Para que esto suceda, la Palabra de Dios debe ocupar el primer lugar en nuestra vida, reconociendo que es Dios mismo Quien nos habla y apropiarnos de aquello que Él dice, pero apropiarnos con el corazón, con el espíritu, porque la Palabra de Dios no es mera información para nuestro intelecto, sino que es vida para todo nuestro ser. La Palabra de Dios es la autoridad máxima y final frente a cualquier situación, aunque haya dos realidades evidentes pero contradictorias ante a una misma situación, lo que debe primar es la realidad espiritual, la Palabra de Dios. Por ejemplo: Si tu cuerpo tiene una enfermedad que es notoria por el dolor y las molestias de la misma y tú sientes que en realidad estás enfermo y por supuesto que estás; pero al mismo tiempo la Palabra de Dios dice que Jesús llevó nuestras enfermedades y dolores sobre Su cuerpo y por Sus llagas ya fuimos curados (1ª Pedro 2: 24), ¿a quién vas a dar el crédito? Por supuesto que a la Palabra de Dios. Si le creemos a Dios, y le creemos y le creemos, nuestra fe va a crecer. Jesús puede sanar cualquier enfermedad o dolencia, eso está en su sola potestad, pero requiere que la persona que solicita su ayuda, también crea que (él o ella) es capaz de recibir lo que Dios ya nos otorgó por medio de Jesucristo. No hay nada imposible para Dios y todo es posible para el que cree o Le cree a Dios.

"Cuán grande es tu bondad, que atesoras para los que te temen, y que a la vista de la gente derramas sobre los que en ti se refugian." (Salmo 31: 19 NVI) Dios nos ha dado, a sus hijos/as Su Espíritu que es Su poder para que a través de ese Poder al que nos hemos unido en espíritu, logremos un cambio de la mente para pensar como Cristo, pensamientos de fe, esa fe de Dios que produce resultados visibles. La fe en Dios nos aleja de las preocupaciones o ansiedades y da reposo a nuestra alma.

"Por eso les digo: no se preocupen por la comida ni por la bebida ni tampoco por la ropa que se van a poner. Ciertamente la vida es más que la comida y el cuerpo más que la ropa. Miren a las aves, ellas no cultivan ni cosechan ni tampoco guardan nada en graneros. Sin embargo, su Padre que está en el cielo les da alimento. ¿No son ustedes más importantes que ellas? Con sólo preocuparse no van a añadir más tiempo a su vida. "¿Y por qué se preocupan por la ropa? Fíjense cómo crecen las flores del campo. Ellas no trabajan para hacer su vestido. Sin embargo, les aseguro que ni siquiera el rey Salomón con toda su gloria se vistió como una de ellas. Así que, si Dios viste a todo lo que crece en el campo, que hoy tiene vida pero que mañana será quemado en un horno, con mucha más razón cuidará de ustedes. ¡No sean gente de poca fe! Así que no se preocupen ni digan: '¿Qué vamos a comer?' o '¿Qué vamos a beber?' o '¿Qué ropa vamos a usar?' La gente que no conoce a Dios trata de conseguir esas cosas, pero ustedes tienen a su Padre en el cielo que sabe que necesitan todo esto. Así que, primero busquen el reino de Dios y el bien que Dios quiere que hagan, y se les dará todo lo que necesitan. No se preocupen por el día de mañana, porque el mañana traerá sus propias preocupaciones. Cada día tiene sus propios problemas.” (Mateo 6: 25-34 PDT) En este pasaje Jesús nos está ordenando que no nos preocupemos por la comida, bebida, o la ropa, cosas cotidianas, pero que al llegar a ser preocupación en nosotros/as, nos alejan de Dios, pues no estamos creyendo que Él nos va a sustentar y además reduce las defensas de nuestro cuerpo, produciendo el famoso “estrés” y haciéndonos susceptibles a otras enfermedades acortando de este modo nuestra existencia, de tal forma que no podamos cumplir con lo que Dios nos asignó para esta vida y nuestra tarea quede inconclusa.

Creerle a Dios en todo y para todo, no tiene que ser la última opción, sino la primera y única. Cuando le creemos a Dios formamos un campo magnético a nuestro alrededor y atraemos aquello por lo que estamos creyéndole, eso es fe. “Ahora bien, tener fe es estar seguro de aquello que esperamos; es creer en algo que no vemos.” (Hebreos 11: 1 PDT Creer es sinónimo de estar seguro, no suponer algo que tal vez algún día reciba, sino más bien una absoluta seguridad que ya tenemos aquello que estamos esperando, aun sin verlo todavía. ¿Quieres ser sano? Aprópiate por fe de tu sanidad. Declara en fe lo que Dios ya te otorgó a través de Jesucristo. Que de tu boca sólo salgan las palabras de Dios para ti. Agárrate de lo que por derecho te pertenece. “BENDICE, alma mía á Jehová; Y bendigan todas mis entrañas su santo nombre. Bendice, alma mía, á Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca De modo que te rejuvenezcas como el águila.” (Salmo 103: 1-5 SRV). Haz lo que dice este salmo para que tu mente no empiece a dudar. Acuérdate de todo lo bueno que Dios hizo en tu vida, reconócelo, háblalo, repítelo y agradece a Dios por todas Sus bondades para contigo y empieza a alabar a Dios de todo corazón, creyendo que si Él lo dijo, Él cumplirá Su Palabra. TODO ES POSIBLE PARA EL QUE CREE.

sábado, 28 de agosto de 2010

PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS



PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS
¡Qué maravillosa oración! ¡Qué maravilloso significado! ¡Qué maravilloso don! Jesucristo vino a enseñarnos a orar, a comunicarnos con Su Padre y con nuestro Padre. ¿A quién se le llama padre, o papá, o papito? Al que nos engendró o nos adoptó como hijos/as. No andamos por ahí diciendo papá a todo el mundo, sino a aquel con quien sentimos que tenemos una conexión o vínculo casi sagrado, porque a la persona que vemos como “papá” es alguien grandioso y digno de respeto, o al menos debería ser así. Sentimos que su sangre que también es nuestra nos vuelve inseparables; entonces decimos: _Soy de mi papá y mi papá es mío-. ¿Por qué? Porque mi papá me da identidad, sé quién soy cuando sé quién es mi papá. Jesús nos llevó a reconocer a Dios como nuestro Padre, a identificarnos con Él para sentir seguridad y amor. Jesús quitó la orfandad del mundo al mostrarnos y llevarnos al Padre; quitó el abandono y el rechazo que siente el ser humano al no saber quién es su padre y nos unió a Él al introducirnos en Su familia juntamente con Su Padre que ahora es “Nuestro Padre”.

“Señor, enséñanos a Orar” (Lucas 11: 1). Los discípulos estaban maravillados de la forma como Jesús se comunicaba con Dios y alguien le pidió que les enseñara a orar, entonces el Amado Maestro les dijo: “Cuando oren digan: Padre Nuestro…..” (Lucas 1: 2) ¿Qué estaba anunciando Jesús al hacer esta tremenda declaración? Anunciaba que así como el vínculo que nos une a nuestro padre terrenal es la sangre, de igual forma, el único vínculo que nos une a nuestro Padre Celestial es la Sangre preciosa de Su Hijo que iba a ser derramada,para que unidos a Cristo, mediante nuestra decisión de recibirle como Señor y Salvador, reconociendo que somos pecadores, arrepintiéndonos de nuestros pecados y aceptando Su sacrificio, lleguemos a ser hijos/as de Dios y sólo por la Sangre de Jesucristo Su Hijo que nos une al Padre. Esa unión es indisoluble y perdura por la eternidad. “Mas a todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su Nombre; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Juan 1: 12, 13 SSE). Jesús dijo: “Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar. El Padre y yo somos uno.” (Juan 10: 28- 30 NVI)

Con la identidad de nuestro Padre Celestial, gracias a la Sangre de Jesucristo, desaparecen los traumas o complejos de inferioridad acaecidos por la falta de identidad al no saber quiénes somos. La seguridad que nos da ahora nuestro Padre no es natural, sino espiritual y permanente. Tu padre natural puede rechazarte y hasta abandonarte, pero tu padre Celestial, nunca te abandonará, ni te rechazará. Él te ama así como eres y a pesar de quien eres. Dios no mira tus fallas, ni tus defectos, sus ojos son tan puros y santos que no puede ver lo malo, es por eso te mira a través de Su Hijo Jesucristo, a través del filtro de esa Preciosa Sangre que nos ha unido al Él.“Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos.” (Salmo 27: 10 NVI) El amor de Dios es real y verdadero, es el único amor que perdura por siempre y nunca falla. La sangre de Jesucristo, ese vínculo sagrado, nos une a la familia de Dios y nos da el derecho de ser hijos/as de Dios y poder llamarle “Padre”; y el Espíritu que nos habita y nos adopta como hijos nos permite decirle familiar e íntimamente “Papito”o “Abba”. “Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" (Romanos 8: 15 NVI)

… que estás en los cielos… ¿Qué tan lejos está Dios? Tan lejos como está tu corazón de tu pecho. ¿Puedes sentir el palpitar de tu corazón? Así también puedes sentir y oír a Dios todo el tiempo. “Judas (no el Iscariote) le dijo:-¿Por qué, Señor, estás dispuesto a manifestarte a nosotros, y no al mundo? Le contestó Jesús:-El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él.” (Juan 14: 22, 23 NVI). El Padre ha hecho Su casa en Sus hijos/as, en aquellos que le aman y obedecen Su Palabra. La plenitud de Dios, todo lo que Él es en la Persona del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo vienen a vivir en el corazón rendido a Cristo y donde Dios habita se transforma en Su cielo. “El amor de Cristo es tan grande que supera todo conocimiento. Pero a pesar de eso, pido a Dios que lo puedan conocer, de manera que se llenen completamente de todo lo que Dios es.” (Efesios 3: 19 PDT). Llenos/as de todo lo que Dios es, no tenemos necesidad de nada más, porque Su Reino está en nosotros/as; la vida de Dios es nuestra vida, Su cielo es nuestro cielo. Es por la sangre de Cristo derramada en la Cruz del Calvario que Dios el Padre hace de nuestro espíritu un cielo donde Él viene a morar. La sangre de Jesucristo une cielo y tierra. “Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo; y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios.” (Hebreos 10: 19 – 21 NVI). En Cristo, el cielo viene a nosotros/as y entonces podemos hacer las obras que hizo Él estando en la tierra, podemos manifestar Su amor y reflejar Su luz. “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes. No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá más, pero ustedes sí me verán. Y porque yo vivo, también ustedes vivirán. En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí, y yo en ustedes.” (Juan 14: 15-20). Esta es la unión que conecta al cielo con la tierra; ésta es la seguridad que tenemos que Dios está en nosotros/as. Jesucristo en nosotros/as y nosotros/as, sus hijos/as en Él.