EL ENTENDIMIENTO DE DIOS DEBE LLEVARNOS A LA ADORACIÓN
La mujer Le dijo: "Señor, me parece que Tú eres profeta. "Nuestros padres adoraron en este monte, y ustedes dicen que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar." Jesús le dijo: "Mujer, cree lo que te digo: la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. "Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los Judíos. "Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que Lo adoren. "Dios es Espíritu, y los que Lo adoran deben adorar en espíritu y en verdad." La mujer Le dijo: "Sé que el Mesías viene (el que es llamado Cristo); cuando El venga nos declarará todo." Jesús le dijo: "Yo soy, el que habla contigo." (Juan 4: 19-26 NBHL).
Una mujer con mucha religión, pero ansiosa de conocer al verdadero Dios, recibe una revelación de suma importancia para la vida de todo el que se precie de cristiano. Nadie puede adorar a alguien que no conoce, a alguien de quien no entiende nada. Esta mujer había escuchado del Mesías y quizá estaba preparando muchas preguntas para cuando Él se presentara. En su búsqueda desesperada cometió también actos desesperados que la estigmatizaron a tal punto que ella debía ir a buscar agua para calmar su sed y limpiar su cuerpo en la peor hora del día, cuando el sol calentaba con mayor intensidad, cuando las demás mujeres estaban reposadas en sus casas. Pero en medio de ese sol ardiente ella encontró la verdadera fuente de vida, la verdadera agua que saciaría su sed del alma. Ella encontró a Jesús, y nadie tuvo una revelación tan abierta de quién era Jesús como esta mujer. De pronto ella se encontró frente al verdadero Mesías y no hubo preguntas, ella entendió quién era Él y quién era ella frente a Él. Al conocer a Jesús, ella fue confrontada con su realidad y recién pudo ver el vacío que llevaba dentro que no pudo ser llenado por nadie. Se dio cuenta quién era y qué era lo que estaba añorando por tanto tiempo, pero ahora que sus ojos se abrieron a la realidad, ella no pudo estar callada, ni se guardó el secreto, que bien podía haberlo hecho, sino que fue y se lo dijo a quienes la iban a escuchar, a los hombres de la ciudad. Cuando nuestros ojos se abren y entendemos a Cristo, tenemos una revelación de quién es el Cristo, no podemos permanecer callados, queremos que otros vengan a Él a rendirle adoración.
“Ustedes adoran lo que no conocen” (no entienden). Si no conocemos al verdadero Dios, vamos a estar buscando lugares, forma, estrategias humanas para alcanzar a Dios y eso no funciona. La revelación o entendimiento de Dios viene de un corazón dispuesto a buscarlo. Esta mujer tenía un corazón que anhelaba de Dios. No lo había encontrado en sus cinco maridos, estaba insatisfecha, porque el corazón sin Dios no puede encontrar satisfacción en nada, siempre se va a sentir el vacío, aunque se lo intente llenar con otras cosas; porque el corazón (espíritu) sólo puede ser llenado por Dios. Jesús le mostró el secreto de llenar su corazón y también el nuestro, es a través de la adoración a Dios en espíritu y verdad. Cuando reconocemos que Dios existe y es, y que todas las cosas sólo son y existen por Su voluntad, inclusive nosotros, nuestro corazón no puede callar y empieza a adorar. La adoración va dirigida a Dios, por quién es Él; pero el beneficio viene a nosotros, por quién es Dios. Nada de lo que hagamos para Dios va a quedar sin recompensa. El tiempo que disponemos para adoración redundará en nuestro beneficio con creces, porque Dios no da con medida, siempre lo hace sobreabundantemente.
“Yo soy el Señor; ¡ése es mi nombre! No entrego a otros mi gloria, ni mi alabanza a los ídolos. (Isaías 42: 8).
"Así que, si me adoras, todo será tuyo. Jesús le contestó: Escrito está: Adorarás al Señor tu Dios, y a él sólo servirás." (Lucas 4: 7-8) En estos textos Jesús deja claro que sólo Él es merecedor de la adoración. El diablo quería ese honor, porque él sabe el poder de la adoración, qué efecto causa la adoración y cómo es posible remover cualquier obstáculo por medio de ella. Cuando el pueblo adora, Satanás tiene que darse a la retirada, porque Dios habita en medio de la alabanza de su pueblo. La adoración nos lleva al mismo trono de Dios. En el cielo se adora constantemente. Los cuatro seres vivientes, cada uno de ellos con seis alas, están llenos de ojos alrededor y por dentro, para no perder de vista al único digno de adoración; y día y noche no cesan de decir: "SANTO, SANTO, SANTO, es EL SEÑOR DIOS, EL TODOPODEROSO, el que era, el que es y el que ha de venir." Y cada vez que los seres vivientes dan gloria, honor, y acción de gracias a Aquél que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante de Aquél que está sentado en el trono, y adoran a Aquél que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: "Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria y el honor y el poder, porque Tú creaste todas las cosas, y por Tu voluntad existen y fueron creadas." (Apocalipsis 4: 8-11).
Cuando adoramos nos acoplamos a la adoración celestial, unimos nuestra voluntad a la voluntad de Dios, haciendo que se cumpla en nosotros el propósito de Dios. La adoración sale del espíritu directamente al Trono de Dios, porque sólo se adora en la presencia de Dios. “Dios es Espíritu” y alcanzamos a Dios en el espíritu porque el alma no puede llegar al ámbito espiritual. El espíritu es transparente, el alma muchas veces divaga y puede tener áreas oscuras. Las bendiciones son espirituales y están en los lugares celestiales, en Cristo. "Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo." (Efesios 1:3 NVI). Alcanzamos estas bendiciones con la adoración, por eso el diablo no quiere que el cristiano adore.
La mujer Le dijo: "Señor, me parece que Tú eres profeta. "Nuestros padres adoraron en este monte, y ustedes dicen que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar." Jesús le dijo: "Mujer, cree lo que te digo: la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. "Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los Judíos. "Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que Lo adoren. "Dios es Espíritu, y los que Lo adoran deben adorar en espíritu y en verdad." La mujer Le dijo: "Sé que el Mesías viene (el que es llamado Cristo); cuando El venga nos declarará todo." Jesús le dijo: "Yo soy, el que habla contigo." (Juan 4: 19-26 NBHL).
Una mujer con mucha religión, pero ansiosa de conocer al verdadero Dios, recibe una revelación de suma importancia para la vida de todo el que se precie de cristiano. Nadie puede adorar a alguien que no conoce, a alguien de quien no entiende nada. Esta mujer había escuchado del Mesías y quizá estaba preparando muchas preguntas para cuando Él se presentara. En su búsqueda desesperada cometió también actos desesperados que la estigmatizaron a tal punto que ella debía ir a buscar agua para calmar su sed y limpiar su cuerpo en la peor hora del día, cuando el sol calentaba con mayor intensidad, cuando las demás mujeres estaban reposadas en sus casas. Pero en medio de ese sol ardiente ella encontró la verdadera fuente de vida, la verdadera agua que saciaría su sed del alma. Ella encontró a Jesús, y nadie tuvo una revelación tan abierta de quién era Jesús como esta mujer. De pronto ella se encontró frente al verdadero Mesías y no hubo preguntas, ella entendió quién era Él y quién era ella frente a Él. Al conocer a Jesús, ella fue confrontada con su realidad y recién pudo ver el vacío que llevaba dentro que no pudo ser llenado por nadie. Se dio cuenta quién era y qué era lo que estaba añorando por tanto tiempo, pero ahora que sus ojos se abrieron a la realidad, ella no pudo estar callada, ni se guardó el secreto, que bien podía haberlo hecho, sino que fue y se lo dijo a quienes la iban a escuchar, a los hombres de la ciudad. Cuando nuestros ojos se abren y entendemos a Cristo, tenemos una revelación de quién es el Cristo, no podemos permanecer callados, queremos que otros vengan a Él a rendirle adoración.
“Ustedes adoran lo que no conocen” (no entienden). Si no conocemos al verdadero Dios, vamos a estar buscando lugares, forma, estrategias humanas para alcanzar a Dios y eso no funciona. La revelación o entendimiento de Dios viene de un corazón dispuesto a buscarlo. Esta mujer tenía un corazón que anhelaba de Dios. No lo había encontrado en sus cinco maridos, estaba insatisfecha, porque el corazón sin Dios no puede encontrar satisfacción en nada, siempre se va a sentir el vacío, aunque se lo intente llenar con otras cosas; porque el corazón (espíritu) sólo puede ser llenado por Dios. Jesús le mostró el secreto de llenar su corazón y también el nuestro, es a través de la adoración a Dios en espíritu y verdad. Cuando reconocemos que Dios existe y es, y que todas las cosas sólo son y existen por Su voluntad, inclusive nosotros, nuestro corazón no puede callar y empieza a adorar. La adoración va dirigida a Dios, por quién es Él; pero el beneficio viene a nosotros, por quién es Dios. Nada de lo que hagamos para Dios va a quedar sin recompensa. El tiempo que disponemos para adoración redundará en nuestro beneficio con creces, porque Dios no da con medida, siempre lo hace sobreabundantemente.
“Yo soy el Señor; ¡ése es mi nombre! No entrego a otros mi gloria, ni mi alabanza a los ídolos. (Isaías 42: 8).
"Así que, si me adoras, todo será tuyo. Jesús le contestó: Escrito está: Adorarás al Señor tu Dios, y a él sólo servirás." (Lucas 4: 7-8) En estos textos Jesús deja claro que sólo Él es merecedor de la adoración. El diablo quería ese honor, porque él sabe el poder de la adoración, qué efecto causa la adoración y cómo es posible remover cualquier obstáculo por medio de ella. Cuando el pueblo adora, Satanás tiene que darse a la retirada, porque Dios habita en medio de la alabanza de su pueblo. La adoración nos lleva al mismo trono de Dios. En el cielo se adora constantemente. Los cuatro seres vivientes, cada uno de ellos con seis alas, están llenos de ojos alrededor y por dentro, para no perder de vista al único digno de adoración; y día y noche no cesan de decir: "SANTO, SANTO, SANTO, es EL SEÑOR DIOS, EL TODOPODEROSO, el que era, el que es y el que ha de venir." Y cada vez que los seres vivientes dan gloria, honor, y acción de gracias a Aquél que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante de Aquél que está sentado en el trono, y adoran a Aquél que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: "Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria y el honor y el poder, porque Tú creaste todas las cosas, y por Tu voluntad existen y fueron creadas." (Apocalipsis 4: 8-11).
Cuando adoramos nos acoplamos a la adoración celestial, unimos nuestra voluntad a la voluntad de Dios, haciendo que se cumpla en nosotros el propósito de Dios. La adoración sale del espíritu directamente al Trono de Dios, porque sólo se adora en la presencia de Dios. “Dios es Espíritu” y alcanzamos a Dios en el espíritu porque el alma no puede llegar al ámbito espiritual. El espíritu es transparente, el alma muchas veces divaga y puede tener áreas oscuras. Las bendiciones son espirituales y están en los lugares celestiales, en Cristo. "Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo." (Efesios 1:3 NVI). Alcanzamos estas bendiciones con la adoración, por eso el diablo no quiere que el cristiano adore.
- Cuando adoramos nos deleitamos en Dios y entonces Él nos concede los deseos de nuestro corazón sin que se lo pidamos. (Salmo 37: 4). Dios se encarga de realizar en nosotros aquello que nuestro corazón desea.
- Cuando adoramos nos acoplamos a la adoración celestial.
- Cuando adoramos unimos nuestra voluntad a la voluntad de Dios, haciendo que se cumpla en nosotros el propósito de Dios.
- La adoración hace trabajar a los ángeles a favor nuestro.
- La adoración trae la gloria de Dios a la tierra y hace que se cumpla la palabra que la tierra será llena de Su gloria.
- La adoración desbarata el plan del enemigo en nuestra contra.
- Por medio de la adoración se nos revela secretos del enemigo en contra nuestra, porque Dios no nos va a ocultar nada cuando entramos en el lugar secreto de la intimidad con Él.
- La adoración nos funde con Dios haciéndonos uno con Él, donde sólo importa el Mayor, Dios; porque en la adoración quitamos nuestra visión de nosotros mismos y la ponemos únicamente en Dios, exaltamos al único digno de ser exaltado y le damos la gloria, la honra, el honor y el poder, lo que le daremos por la eternidad. Al único y verdadero Dios, al Soberano Jesucristo, sea la gloria por siempre. Amén.
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