- Que este año te sean restituidos aquellos sueños que aún están dormidos y…
- Que tengas suficiente amor, para amar aun a aquellos que no te aman
- Que tengas suficiente gozo, para llenar de alegría tu mundo
- Que tengas suficiente paz, para pacificar tu alma y la de los demás
- Que tengas suficientes pruebas, para que seas paciente con los que te rodean
- Que tengas suficiente dinero, para compartir con los necesitados
- Que tengas suficientes ofensas, para poder perdonar
- Que tengas suficiente de Jesucristo en tu corazón para darlo a conocer
- Que tengas suficiente humildad, para no ofenderte
- Que tengas suficiente mansedumbre, para ser dócil
- Que tengas suficiente amabilidad, para ser cortés aun con aquellos que son intolerables
- Que tengas suficiente dominio propio, para controlar tus impulsos de venganza
- Que tengas suficiente FE para creerle a Dios a pesar de las circunstancias
- Que tengas suficientes amigos para compartir con ellos este mensaje y que Dios te dé suficientes cosas más de todo aquello que anhela tu corazón.
lunes, 29 de diciembre de 2008
QUE TE SEAN RESTITUIDOS TUS SUEÑOS
sábado, 20 de diciembre de 2008
ANDANDO EN LIBERTAD
"Estad, pues, [firmes] en la libertad en que Cristo nos hizo libres, y no volváis otra vez a ser presos en el yugo de servidumbre. Hermanos, Dios los llamó a ustedes a ser libres. Pero no usen esa libertad como pretexto para hacer lo malo. Al contrario, ayúdense unos a otros por amor. Porque toda la ley de Dios se resume en un solo mandamiento: "Ama a los demás como te amas a ti mismo". (Gálatas 5:1,13, 14).
Hay una verdad que no debemos pasar por alto y es que Cristo ya nos hizo libres de toda atadura del pasado, llámese trauma, complejo, herida y ha puesto en nosotros Su Bálsamo Sanador, Su Espíritu. Entonces, ¿dónde está el problema para que sigamos atados al pasado? Sencillamente en que estamos taponando nuestra lámpara con amargura, resentimientos, miedos, complejos, etc. y estamos rechazando al Espíritu de Dios. La obra de Cristo fue completa, no hay nada más que hacer, sino sólo aceptarla o recibirla y creerle a Dios.
"Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio;puesto que olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos."(Oseas 4: 6RV 95)
"Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres." (Juan 8: 31a, 32)
No quiero desilusionarte con lo que te voy a decir a continuación, pero ni Cristo puede cambiarte si tú no quieres, porque como Él es justo, Él respeta tu decisión. Ya todo fue hecho en la cruz, Jesús no ha dejado nada pendiente. En la cruz fue clavado no sólo el cuerpo de Jesús, sino también nuestro “viejo hombre” "Sabemos que lo que antes éramos (viejo hombre) fue crucificado con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado." (Romanos 6:6 NVI). ¿Para qué fue crucificado nuestro "viejo hombre"? Para que el pecado ya no nos gobierne, para que no vivamos atados a un pasado por muy traumático que haya sido. Lo que debe gobernarnos ahora es el Espíritu de Dios que fue puesto en nosotros y ese Espíritu es libre y ya nos dio la libertad. Nada aprisiona a Dios y lo que tenemos dentro es la naturaleza de Dios, allí es donde Él debe ser glorificado, pero si todavía nuestra mente está atada al pasado, Dios no va a ser glorificado, porque la carne no es un buen recipiente para mostrar la gloria de Dios. Cristo fue sacrificado para darnos libertad, para que nunca más vivamos en esclavitud. Cristo cambió nuestro espíritu, eso es un milagro, nadie más podía, ni puede hacerlo; pero nos dejó a nosotros, a nuestro libre albedrío, a nuestra voluntad, el cambiar la mente, nuestra forma de pensar, para que pensemos como ÉL. Lo que pasa es que hemos dejado que el diablo haga garabatos en nuestra mente, ocultando los diseños de Dios para nuestra vida, pero ya es tiempo Iglesia, de quitarle nuestra mente y borrar con el bálsamo del Espíritu todo aquello que el diablo escribió allí. Ese bálsamo borra toda huella por muy profunda que sea, es sólo cuestión que se lo permitamos. Digamos: Renuncio a los garabatos del diablo en mi mente. Espíritu Santo, quiero ver los diseños de Dios para mi vida y quiero seguirlos.
martes, 16 de diciembre de 2008
¿QUIERES CONOCER EL ESPÍRITU NAVIDEÑO?
Vamos sin rodeo: se llama “Consumismo”. ¿Qué sentimos cuando empiezan a brillar las luces en las vitrinas de las tiendas, o cuando escuchamos las conocidas tonadas de navidad? Sentimos el impulso de salir de compras, gastar lo que tenemos para adornar la casa, llenar de regalos a nuestros amados y preparar la más suculenta y majestuosa cena de navidad con el consabido “pavo”, o la famosa picana, o cualquier comida que se consume en esta fiesta. ¿Quién no se deja llevar por ese espíritu navideño? Realmente es envolvente, nos absorbe y consume hasta el último centavo. Este espíritu navideño llena de luces artificiales muchos hogares y es motivo de un sentimiento aparentemente noble que nos hace creer que estamos recordando el nacimiento del más humilde y manso hombre que existió, Jesús de Nazaret. Este espíritu navideño realmente nos consume: consume nuestra economía por los gastos exagerados que hacemos; consume nuestro estómago por el atracón que nos damos en la cena de “noche buena”; y consume nuestra visión porque dejamos de ver al que es la Luz Verdadera por contemplar las luces falsas.
En esta Navidad yo quiero ofrecerte lo que un día recibí y cambió mi vida, quiero ofrecerte el mejor de los regalos. Este regalo no es fugaz, no cuesta dinero, sino que dura para siempre, dura el tiempo que dura la eternidad y no se desgasta, ni te abandonará, estará contigo siempre y siempre y siempre. Quiero ofrecerte a Jesucristo. No te costará nada. Sólo di estas palabras: Jesucristo, sé que soy pecador y he vivido lejos de Ti, pero ahora me arrepiento y quiero cambiar mi vida. Perdona mis pecados y las veces que te rechacé y te negué. Te recibo como Señor y Salvador de mi vida. Acepto el precio que pagaste por mi rescate en la cruz del Calvario aunque yo no lo merecía. Te acepto Jesucristo, toma mi vida y hazla tuya, vive tu vida en mí. Gracias Dios Padre por Jesucristo y por otorgarme el perdón.
Ahora eres hija/o de Dios: “Pero a todos los que le recibieron, que son los que creen en su nombre, les dio poder de llegar a ser hijos de Dios” (San Juan 1: 12 Torres Amat). Así como el hijo se comunica con su padre, el que es hijo de Dios también se comunica con Su Padre Celestial. Puedes hablar con Dios y pedirle en el nombre de Jesucristo. “Y cuando pidiereis al Padre en mi nombre, yo lo haré, a fin de que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” (San Juan 14. 13, 14 TA). Dios escucha a sus hijos y se goza en tener comunión con ellos. “Invócame, y yo te oiré benigno, y te declararé cosas grandes y ciertas que tú ignoras.” (Jeremías 33: 3 TA). Disfruta de la comunión con tu Dios y Padre, haz Su voluntad y búscalo cada día. Lee la Biblia, porque es la Palabra de Dios. En Ella encontrarás Su voluntad, “porque cualquiera que hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.” (San Marcos 3: 35) “El mundo pasa, y pasa también con él su concupiscencia. Mas el que hace la voluntad de Dios permanece eternamente” (1ª Juan 2: 17 TA) Que Dios te bendiga con sabiduría y revelación de Su Palabra y que en esta Navidad te consuma el amor por Jesucristo nuestro Señor y Salvador. Ese es mi deseo y oración.
LA PACIENCIA, FRUTO DEL ESPÍRITU SANTO
La paciencia es un fruto del Espíritu Santo, que se ha incubado en el espíritu humano en el momento que se recibe a Jesucristo como Señor y Salvador, al igual que los ocho frutos restantes. "En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas." (Gálatas 5: 22-23 NVI). Sin embargo, cuando se trata de ejercitar la paciencia, somos muy ligeros de boca en decir, “no tengo paciencia”; pero la verdad es que tenemos paciencia dentro de nosotros, lo único que necesitamos es hacerla funcionar y que salga a flote. Cuando no usamos lo que Dios nos dio, en especial la paciencia, Dios usa Sus mecanismos para que la paciencia empiece a brotar de nosotros. "En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. También por medio de él, y mediante la fe, tenemos acceso a esta gracia en la cual nos mantenemos firmes. Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y no sólo en esto, sino también en nuestros sufrimientos (tribulaciones), porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia (paciencia); la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado." (Romanos 5:1-5) Los sufrimientos o tribulaciones hacen brotar la paciencia en nosotros, la cual produce entereza (lealtad, rectitud, integridad) de carácter, que también hace surgir la esperanza. La Biblia dice que “Cristo en nosotros es la esperanza de gloria” (Colosenses 1:26); es por eso que la esperanza no nos avergüenza.
"Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia (paciencia). Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada." (Santiago 1: 2-4). La paciencia permite que Dios termine Su obra en nosotros; pero para que ésta se manifieste en nuestras vidas, debemos gozarnos en los momentos que nuestra fe es probada, para que podamos mantenernos firmes en las promesas de Dios, creyendo que Aquel que prometió, cumplirá fielmente Su promesa. Alabemos al Señor con gozo en la prueba.
"Si se mantienen firmes, se salvarán." (Lucas 21: 19 NVI) (RV2000) "En vuestra paciencia poseeréis vuestras almas." (Lucas 21: 19 RV2000) La paciencia permite que nuestra alma alcance la salvación, es decir, que podamos tomar control de nuestra alma cambiando los hábitos carnales que nos dominaban por las prácticas de una vida guiada por el Espíritu Santo. Es a través de recibir y practicar la Palabra de Dios que salvaremos nuestras almas. Por lo cual, dejando toda inmundicia, y restos de malicia, recibid con mansedumbre la Palabra ingerida en vosotros, la cual puede hacer salvas vuestras almas. Mas sed hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos." (Santiago 1: 21,22 RV 2000).
Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia (perseverancia) y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza. Y que el Dios de la paciencia (perseverancia) y del consuelo les conceda tener el mismo sentir los unos para con los otros conforme a Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquen al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo (el Mesías). Por tanto, acéptense los unos a los otros, como también Cristo nos aceptó para la gloria de Dios. (Romanos 15: 4-7 NBLH) Dios es paciente. "Mas, oh amados, no ignoréis una cosa: [y es] que un día delante del Señor es como mil años y mil años son como un día. El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; pero es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento." (2ª Pedro 3:8-9 Rv2000). Cuando vienen las pruebas y tribulaciones en nuestras vidas es porque Dios quiere formar Su carácter en nosotros, así que debemos regocijarnos porque Dios ha puesto Sus ojos sobre nosotros para hacernos como Él. Si nos quejamos en tiempo de la prueba estamos desechando el carácter que Dios quiere formar en nosotros. Dios quiere ser visto a través de nosotros y esto sólo será posible formando Su carácter en nosotros. Recordemos que somos barro en Sus manos y Él nos quiere moldear como Él desea. Soportemos la presión dando gloria a Dios, quien puede librarnos de toda adversidad, porque después de amasar el barro, golpear, moldear y pasarlo por el fuego, saldremos reflejando la gloria de Dios en nuestras vidas.
"Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin para cumplimiento de [su] esperanza, que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas." (Hebreos 6: 11-12) La paciencia nos hace heredar las promesas de Dios para nuestras vidas. "No perdáis pues esta vuestra confianza, que tiene grande remuneración de galardón; porque la paciencia os es necesaria, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún, un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por la fe; mas el que se retirare, no agradará a mi alma." (Hebreos 10: 35-38). Vivir en fe, es vivir en paciencia.
"Si alguno tiene oído, oiga. El que lleva en cautividad, va en cautividad; el que a cuchillo matare, es necesario que a cuchillo sea muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos." (Ap. 13: 9-10) Vemos que en este tiempo el diablo se ha levantado con mucha furia y lo seguirá haciendo porque quiere engañar “si es posible aun hasta a los escogidos” y lo único que nos va a sostener es la fe y la paciencia; así que amados, habituémonos a tener paciencia y fe en Dios, para que cuando vengan días malos, ellas nos sostengan firmes y avanzando de triunfo en triunfo. “Y el que es justo, sea todavía justificado; y el santo sea santificado todavía. “Y he aquí, yo vengo presto, y mi galardón está conmigo, para recompensar a cada uno según fuere su obra. YO SOY el Alfa y la Omega, principio y fin, el primero y el postrero. Bienaventurados los que hacen sus mandamientos, para que su potencia [y potestad] sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la Ciudad.” (Apocalipsis 22: 11b-14 RV2000). Hay recompensa para quienes perseveren en fe, no sólo en el futuro, sino también en el presente. "Porque Dios no es injusto que se olvide de vuestra obra y el trabajo de la caridad que habéis mostrado en su nombre, habiendo ayudado a los santos y ayudándoles." (Hebreos 6: 10 RV 20000)
jueves, 11 de diciembre de 2008
PERDÓN Y FE
"Y a [sus] discípulos dice: Imposible es que no vengan escándalos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! Mejor le fuera, si una muela (piedra grande) [de un molino] de asno le fuera puesta al cuello, y le lanzasen en el mar, que escandalizar a uno de estos pequeñitos. Mirad por vosotros (se trata de ustedes, no del otro); si pecare contra ti tu hermano, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día se volviere a ti, diciendo, me arrepiento; tú le perdonarás. Y dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. Entonces el Señor dijo: Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, diréis a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecerá." (Lucas 17:1-6 RV2000)
Qué difícil es perdonar. Realmente se necesita mucha fe para hacerlo, eso pensaron los discípulos; pero cuando ellos pidieron a Jesús que les aumentara la fe para poder perdonar, Él sencillamente les dijo: Si han recibido la semilla de fe, que no tiene que ser la más grande, sino más bien, tan grande como una semillita de mostaza, que puede contener todo el código genético de la planta, entonces ustedes podrán hacer hasta lo imposible. Parece imposible perdonar a quien nos está pinchando todo el tiempo y después con su misma cara de palo viene a nosotros a pedirnos perdón, o como si nada hubiera pasado nos sigue hablando de la forma más natural. Esto nos desconcierta y nos enfurece, pero el perdón puede desarraigar ese estorbo y arrojarlo al mar. ¿Vivirá una planta terrestre en el salado mar? Por supuesto que no. Entonces nuestro problema queda resuelto si tenemos fe para perdonar. Recordemos que el estorbo no es la persona, sino nuestra actitud hacia ella. El sicómoro que debemos desarraigar es nuestra actitud, es el resentimiento que se va gestando dentro de nosotros. Pero ¿cómo? Perdonando para no ser causa de escándalo a los más débiles. Si tenemos la capacidad de generar perdón en nosotros para que cuando llegue el momento lo usemos, entonces brotará el perdón en cuanto sintamos el pinchazo; y en este caso el perdón es como una anestesia, que aplacará el dolor de la punzada y no permitirá que la semilla del resentimiento penetre en nosotros y se desarrolle. Cuando la semilla de fe para perdonar es sembrada en nosotros, porque decidimos creerle a Jesús y obedecerle; entonces se produce en nuestro interior una planta llamada “perdón”, que produce frutos con el mismo nombre. Esta planta tiene la capacidad de sanar nuestro terreno y fortalecer nuestra intimidad con Dios.
Casi siempre hemos culpado a la actitud de la otra persona como causa de nuestro resentimiento y falta de perdón, pero ahora el Señor nos muestra que el problema está en nuestro corazón, por lo tanto examinemos lo que hay dentro de nosotros. Lo único que tenemos que hacer con respecto a la persona que nos ofende es perdonarla; esto no significa que estamos de acuerdo con lo que ella hace, ni que no nos haya afectado lo que hizo; sino que decidimos creerle a Dios y obedecerle para perdonar y no almacenar rencor en nosotros; esto lo hacemos por nuestro bien, así como por el bien de la otra persona, de ese modo nos liberamos de la opresión y de nuestra consecuente destrucción. Cuando perdonamos liberamos aquella energía que nos consume y arrojamos de nosotros el rencor que corroe nuestra alma. ¿Por qué vamos a avivar la llama del resentimiento para seguir quemándonos? Cuando la ofensa produce en nosotros una llaga, no vamos a buscar un soplete para que esa flama consuma la llaga; esto sería muy tonto de nuestra parte, pues ahondaría más la herida. Lo que debemos hacer es colocarle el bálsamo del perdón y poco a poco la llaga se va curando, hasta que sólo queda una cicatriz que la seguimos friccionando con aceite (símbolo del Espíritu Santo) hasta que la piel se recupere, en algunos casos completamente y en otros quedará todavía una señal del daño, pero ya no causará dolor. En ciertas ocasiones necesitaremos mayor tiempo para curar determinadas heridas o pérdidas que hayamos podido tener en el transcurso de nuestra vida. Quizá busquemos una serie de pretextos para no perdonar; a veces uno de estos pretextos es esperar que quien nos haya ofendido, se arrepienta primero para poderlo perdonar; pero debemos darnos cuenta que esa espera nos consume cada día que pasa y destruye la paz y la felicidad que necesitamos; además obstruye nuestra comunión con Dios.
Quiero que entendamos algo: La fe no es un sentimiento, aunque se siente muchas veces. Fe y razón no son compatibles, aunque la razón debe admitirla. La fe es una sustancia espiritual, es la naturaleza de Dios, proviene de Dios; y esa fe de Dios nos es dada en el momento que hemos recibido a Jesús en nuestro corazón. Lo que tenemos que hacer es activarla con la Palabra de Dios. "Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo." (Romanos 10: 17). Debemos regarla cada día hasta que crezca y se desarrolle. En la semilla de la fe está la naturaleza de Dios para que realicemos hasta lo imposible, pero porque es de Dios no actúa racional ni sentimentalmente, sino espiritualmente.
El perdonar es un acto de fe que nos permite ver al ofensor transformado aun cuando siga ofendiéndonos. Entonces no perdonamos porque sentimos hacerlo o porque nuestra razón nos da razones para ello, sino porque le hemos creído a Jesús y estamos dispuestos a obedecerle para nuestro bien. Si somos inteligentes vamos a perdonar, porque nadie va a querer dañar su cuerpo, alma y espíritu almacenado resentimiento. Entonces de nuestro espíritu hacemos brotar fe para el perdón. El perdón nos da autoridad para frenar el daño y solicitar la protección divina. Perdonar no significa permitir que abusen de nosotros, tampoco nos da vía libre para juzgar al ofensor. Perdonar es no dejar que los gérmenes de la ofensa incuben en nuestro corazón. Con el perdón cuidamos nuestro pellejo, más que el ajeno. Perdonar también es un acto de amor, no sólo hacia el ofensor, sino más hacia nosotros mismos. Cuando seamos capaces de amarnos como para no permitir que algo nos dañe, vamos a poder amar al prójimo como nos amamos a nosotros mismos, y estaremos tan resueltos a perdonar, que aun antes que llegue la ofensa, ya hemos vertido el bálsamo del perdón sobre el ofensor y lo hemos derramado también sobre nuestro corazón; entonces nuestra alma no se llenará de heridas y vamos a estar sanos, satisfechos, felices, en paz, rebosando de gozo y amando aun cuando no seamos amados. El perdón es uno de los dones más maravillosos de Dios y que está al alcance de toda persona que quiera recibirlo. Decide creerle al Espíritu Santo y recibe este don. Perdona y serás inmensamente feliz.
lunes, 8 de diciembre de 2008
TOMA TUS ARMAS
Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.(2ª Timoteo 1:7)
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (Filipenses 4: 13)
En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor. (1ª Juan 4:17, 18)
Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman. (Santiago 1: 22-11)
Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. (2ª Corintios 10: 4)
Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor. (Efesios 6: 10)
1. Perdonemos al que nos ofendió
Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. (Efesios 4: 32) La forma de perdonar es como Dios nos perdonó y Él nos perdonó lo imperdonable.
El perdón significa liberación. Cuando no perdonamos, tomamos como prisionero al agresor y nos volvemos en su carcelero. De este modo ambos estamos en una misma cárcel. Ambos estamos prisioneros, porque el carcelero debe cuidar al prisionero y no puede alejarse de la celda. Es más: el prisionero está esposado al carcelero. De modo que a donde vaya el carcelero, también irá el prisionero. La llave para soltar las esposas se llama perdón. Está en el carcelero la posibilidad de mantener o no, sujeto a él al prisionero, porque el carcelero tiene la llave. Cuando no perdonamos, Satanás gana ventaja sobre nosotros, gana terreno en nuestro corazón y va envenenando nuestras aguas de tal forma que empezamos a decaer tanto física, mental y espiritualmente. Va sembrando en nuestro territorio las siguientes hierbas: amargura, resentimiento, crítica, angustia, opresión, incredulidad, culpar a otros, venganza, desprecio y muchas hierbas más. De este modo el enemigo debilita nuestras fuerzas y toma control de nuestro ser, pero todavía tenemos la llave que podemos usar en cualquier momento y liberarnos de todo lo que el diablo sembró en nuestro corazón; él no puede impedirte que la uses. Así que, adelante. Puedes ser libre. Usa la llave del perdón.
2. Arrepentimiento: El arrepentimiento es la decisión firme de cambiar de actitud o de manera de pensar y esto no es una mera emoción. “El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido.” (Salmo 51: 17). El arrepentimiento tiene que ser continuo en nuestra vida. Tras la ofensa a Dios, debemos inmediatamente arrepentirnos, porque de lo contrario le daremos lugar al enemigo para que nos condene y ponga en nuestro corazón remordimiento. El arrepentimiento es un acto de humildad. Debemos reconocer que muchas veces hemos sido incrédulos, hemos decidido no creerle a Dios y hemos aceptado las sugerencias del diablo. Si no nos arrepentimos por nuestras malas acciones contra Dios (incluyen las acciones contra el prójimo), estamos endureciendo nuestro corazón. Si no tomamos la decisión de perdonar e inmediatamente perdonamos, el arrepentimiento no puede darse. El arrepentimiento conlleva la confesión (pedir perdón) de nuestras ofensas a Dios y en algunos casos también al prójimo. “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia para que oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” (Santiago 5: 14-16). Cuando confesamos con arrepentimiento vamos a recibir sanidad tanto del alma como del cuerpo. Vamos a ser libres.
3. Renuncia: Tomemos la decisión de renunciar a todo aquello que todavía nos ata al diablo. La renuncia es un acto de nuestra voluntad, como las anteriores, no de nuestra razón, pues ésta nos puede dar argumentos para no renunciar, porque hasta puede estar controlada por el enemigo. No le permitamos al diablo que tome ni una pizca de nuestra alma. “Al que disimula el pecado, no le irá bien; pero el que lo confiesa y lo deja (renuncia), será perdonado.” (Proverbios 28: 13). El pecado nos aleja de Dios y esto da ventaja al diablo para que nos tome. “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” (Tito 2: 11-14)
El perdón, el arrepentimiento y la renuncia son tres armas que siempre deben estar desenvainadas y listas para ser usadas. Que Dios nos dé sabiduría y entendimiento en Su palabra. La decisión es nuestra. Tomemos estas poderosas armas, que no son carnales, sino espirituales y tendremos la victoria.
sábado, 6 de diciembre de 2008
¿QUIERES SER DISCÍPULO DE JESÚS?
¿QUIERES SER DISCÍPULO DE JESÚS?
"Después Jesús les dijo a todos los que estaban allí:"Si alguno quiere ser mi discípulo, tiene que olvidarse de hacer lo que quiera. Tiene que estar siempre dispuesto a morir y hacer lo que yo mando. Porque si alguno piensa que su vida es más importante que seguirme, entonces la perderá para siempre. Pero el que prefiera seguirme y elija morir por mí, ese se salvará. De nada sirve que una persona sea dueña de todo el mundo, si al final se destruye a sí misma y se pierde para siempre." (Lucas 9: 23-25 BLS)
Renuncia completa.
Disposición para morir cada día a nuestro "yo".
Amor por el Maestro.
Si analizamos a los hombres de Dios en la Biblia, ellos tuvieron una vida de renuncia y muerte a sus deseos. Tuvieron que pasar por tribulaciones y sufrimientos para llegar a ser lo que Dios quería que ellos sean. Estuvieron dispuestos a obedecer a Dios a pesar de las circunstancias, porque no puede haber obediencia sin renuncia. Estuvieron dispuestos a dar sus vidas por el Dios en quien ellos creían. Es que no se puede estar dispuesto a morir por alguien a quien no amamos. Fue tanto el amor de Jesús por nosotros que Él dio Su vida para que podamos alcanzar la salvación que gratuitamente Él nos ofrece. Cristo no nos pediría renuncia si Él no hubiera renunciado primero. ¿Te puedes imaginar qué dejó Cristo en el cielo para venir a la tierra? Ni siquiera pensando en lo más hermoso que podamos conocer o imaginar se puede comparar con lo que Él tuvo que renunciar. Jesús estuvo dispuesto a morir desde antes de la fundación del mundo y todo por amor a nosotros.
No vamos a entender qué es ser discípulo, si no estamos dispuestos a renunciar y morir por amor. ¿Es Dios un Dios tirano al pedirnos esto? De ninguna manera, pero Él sabe que la única forma para que nosotros seamos como Él, es dejando de ser nosotros en nuestra carnalidad, con nuestros caprichos y orgullo, sino despojarnos de aquello que no proviene de Dios para que Su carácter se manifieste en nosotros. Nuestro YO debe menguar cada día hasta que desaparezca para que Cristo sea visto a través de nosotros. No a nosotros sea la gloria, no a nosotros, sino a Ti oh Dios. Dios quiere formar Su carácter en nosotros, pero para ello, tiene que extraer, si se lo permitimos, lo que todavía queda de nuestro carácter. ¡UY! Eso duele. Nos va a doler más cuando entendamos lo que dice Hebreos 12: 1-11 (Conviene leer todo este capítulo). Dios quiere que seamos hijos que llevemos Su marca de carácter en nuestras vidas, para que todo el que nos vea, pueda decir sin temor a equivocarse: estos son verdaderamente hijos de Dios, porque se puede ver a Dios a través de ellos.
José nunca hubiera llegado al trono si no hubiera renunciado a la queja, a las seducciones y al odio. Daniel nunca hubiera llegado al lugar de prominencia en el reino si no hubiera dispuesto su corazón para no contaminarse y si no hubiera pasado por el foso de los leones. Jesús mismo no hubiera llegado al Trono del Padre si no se hubiera humillado haciéndose el más bajo de los hombres y llegando hasta la muerte, y qué muerte; sólo entonces fue exaltado.
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza* Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza* de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2: 5-11)
¡Oh prueba, bendita prueba!
¿Quién te acoge hoy en su corazón?
¿Quién puede gozarse cuando hieres, quebrantas o matas?
¿Qué prueba es mayor que la que pasó nuestro Señor?
Si en algo ha de gozarse mi alma
Es en ser tallada a la forma de mi Maestro.
Un golpe aquí, otro allá.
Penetra oh cincel y extrae mis deformidades,
hasta que doblegada bajo Tu poderosa Mano,
solamente diga: Sí Señor.
Hágase en mí conforme a Tu voluntad.
Gózate en la prueba, gózate,
porque acabada ésta, tendrás algo más de Dios en ti.
viernes, 5 de diciembre de 2008
ACTIVEMOS LA MENTE DE CRISTO
Dios da a conocer sus planes
Sin embargo, cuando hablamos con los que ya entienden mejor el mensaje de Dios, hablamos con sabiduría. Pero no empleamos la sabiduría humana como la emplean la gente y los gobernantes de este mundo. El poder que ellos tienen está condenado a desaparecer. Nosotros enseñamos el mensaje con palabras inteligentes que vienen de Dios. Ese mensaje habla de los planes que Dios tenía en secreto desde antes de crear el mundo, y que él quiso manifestarnos para que podamos compartir su gloria. Claro que este plan inteligente de Dios no lo entendió ninguno de los gobernantes del mundo. Si lo hubieran entendido, no habrían matado en la cruz a nuestro Señor, quien es el dueño de la vida. Como dice la Biblia: "Para aquellos que lo aman, Dios ha preparado cosas que nadie jamás pudo ver, ni escuchar ni imaginar". Dios nos dio a conocer todo esto por medio de su Espíritu, porque el Espíritu de Dios lo examina todo, hasta los secretos más profundos de Dios. Nadie puede saber lo que piensa otra persona. Sólo el espíritu de esa persona sabe lo que ella está pensando. De la misma manera, sólo el Espíritu de Dios sabe lo que piensa Dios. Pero como Dios nos dio su Espíritu, nosotros podemos darnos cuenta de lo que Dios, en su bondad, ha hecho por nosotros. Cuando hablamos de lo que Dios ha hecho por nosotros, no usamos las palabras que nos dicta la inteligencia humana, sino que usamos el lenguaje espiritual que nos enseña el Espíritu de Dios. Los que no tienen el Espíritu de Dios no aceptan las enseñanzas espirituales, pues las consideran una tontería. Y tampoco pueden entenderlas, porque no tienen el Espíritu de Dios. Los que tienen el Espíritu de Dios, todo lo examinan y todo lo entienden. En cambio, los que no tienen el Espíritu, no pueden examinar ni entender a los que sí lo tienen. (1ª Corintios 2: 6-15 BLS)
Como dice la Biblia: "¿Quién sabe lo que piensa el Señor? ¿Quién puede darle consejos?" Pero nosotros tenemos el Espíritu de Dios, y por eso pensamos como Cristo." (1ª Corintios 2:16 BLS)
Necesitamos entender que ya no pertenecemos a este mundo, que realmente somos seres sobrenaturales, que llevamos dentro de nosotros al Espíritu de Dios y que somos uno con Él (1ª Corintios 6:17). Al ser uno con el Señor, Sus pensamientos son nuestros. Pero, ¿qué es lo que impide que pensemos como Cristo? La mente carnal que todavía gobierna nuestros pensamientos. Cuando Dios dijo que lo amemos sobre todas las cosas, nos estaba diciendo que lo amemos más que a nuestros propios pensamientos. ¿Te has dado cuenta cuánto amamos nuestros pensamientos? Ellos determinan lo que somos. Nuestros pensamientos están ligados a nuestro “YO”; es por eso que somos lo que pensamos. No podemos dar rienda suelta a nuestros pensamientos, sino más bien atraparlos para que obedezcan a Cristo; conducirlos o encauzarlos a Cristo. Debemos canalizar nuestros pensamientos hacia Cristo. La mente carnal no puede agradar a Dios, ni tampoco puede sujetarse a Él, pero nosotros no tenemos ya una mente carnal, sino que poseemos la mente de Cristo, porque Su Espíritu gobierna nuestro ser.
Obedecer al Espíritu de Dios
Por eso les digo: Obedezcan al Espíritu de Dios y así no desearán hacer lo malo. Porque los malos deseos están en contra de lo que quiere el Espíritu de Dios, y el Espíritu está en contra de los malos deseos. Por lo tanto, ustedes no pueden hacer lo que se les antoje. Pero si obedecen al Espíritu de Dios, ya no están obligados a obedecer la ley. Todo el mundo conoce la conducta de los que obedecen a sus malos deseos: No son fieles en el matrimonio, tienen relaciones sexuales prohibidas, muchos vicios y malos pensamientos. Adoran a dioses falsos, practican la brujería y odian a los demás. Se pelean unos con otros, son celosos y se enojan por todo. Son egoístas, discuten y causan divisiones. Son envidiosos, y hasta matan; se emborrachan, y en sus fiestas hacen locuras y muchas cosas malas. Les advierto, como ya lo había hecho antes, que los que hacen esto no formarán parte del reino de Dios. En cambio, el Espíritu de Dios nos hace amar a los demás, estar siempre alegres y vivir en paz con todos. Nos hace ser pacientes y amables, y tratar bien a los demás, tener confianza en Dios, ser humildes, y saber controlar nuestros malos deseos. No hay ley que esté en contra de todo esto. Y los que somos de Jesucristo ya hemos hecho morir en su cruz nuestro egoísmo y nuestros malos deseos. Si el Espíritu ha cambiado nuestra manera de vivir, debemos obedecerlo en todo. No seamos orgullosos, ni provoquemos el enojo y la envidia de los demás, creyendo que somos mejores que ellos. (Gálatas 5: 16-26 BLS)
La mente de Cristo –que está en nosotros- une nuestros pensamientos al Espíritu de Dios a través de nuestro espíritu, sujetando nuestros pensamientos a lo que dicta el Espíritu. No toda persona que ha recibido a Jesús, piensa como Él, por eso Pablo les escribió de ese modo a los gálatas. Nuestros pensamientos determinarán si vamos a formar parte del reino de Dios o no. Lo que creemos en nuestra mente afectará nuestros pensamientos y estos establecerán nuestro destino final. Eva decidió creerle al diablo. Nuestra creencia se define en creerle a Dios o no, para lo cual no hay otra alternativa. “Hoy te doy a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. Hoy te ordeno que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos, y que cumplas sus mandamientos, preceptos y leyes. Así vivirás y te multiplicarás, y el Señor tu Dios te bendecirá en la tierra de la que vas a tomar posesión… Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivas tú y tus descendientes. Ama al Señor tu Dios, obedécelo y sé fiel a él, porque de él depende tu vida, y por él vivirás mucho tiempo en el territorio que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob.” (Deuteronomio 30: 15,15, 19,20)Leamos también Efesios 4: 22- 32.
jueves, 4 de diciembre de 2008
SOMOS SERES SOBRENATURALES
Los hijos de Dios somos seres sobrenaturales viviendo en un mundo natural. Somos sobrenaturales porque llevamos dentro de nosotros la naturaleza de Dios. Vivimos en un mundo natural, pero ya no estamos sujetos a él, porque hemos nacido de nuevo, hemos nacido del agua y del Espíritu y ahora el que vive en nosotros es Aquel que resucitó de los muertos a Cristo Jesús, para que ya no vivamos según las inclinaciones carnales, sino según el Espíritu de Dios (ee Romanos 8: 9-13). Esto nos hace obedientes a las autoridades y cumplidores de nuestras obligaciones. La naturaleza de Cristo en nosotros nos puede convertir en lo que Él es -obediente, justo, misericordioso, compasivo, amoroso, etc- lo único que debemos hacer es mirarlo a Él, así como Él miraba al Padre para hacer Su voluntad. “Yo hablo de lo que he visto en presencia del Padre; así también ustedes, hagan lo que del Padre han escuchado.” (Juan 8:38). Permanecer en la presencia de Dios, nos hace actuar como Él. Para permanecer en Dios necesitamos arrancar de nosotros todo obstáculo que nos impide llegar a Él y conocerlo. Arrancar es renuncia y muerte, porque entendemos que ya estamos crucificados con Cristo y es Él quien vive en nosotros, de modo que lo que éramos cuando estábamos en la carne (sin Cristo), está clavado en la cruz, para que el Cristo resucitado se levante glorioso en cada hijo de Dios. La renuncia a los deseos que no agradan a Dios nos permite disfrutar la vida en el Espíritu y también disfrutar de esta vida natural. Dios sabe qué es lo mejor para nosotros. Él quiere que disfrutemos esta vida y la única manera es renunciando a la carnalidad (deseos contrarios a la naturaleza de Dios).
"Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos.” (Romanos 6: 12) Cristo hizo una obra completa en la cruz, pero aun así, Él respeta nuestro libre albedrío, por lo tanto, la decisión que tomemos es crucial para nuestra vida en la tierra e inclusive después de terminar nuestra existencia aquí. El pecado nos separa de Dios y oscurece nuestro entendimiento de Él alejándonos de Su presencia. El estar separados de Dios es muerte, pero el morir a nosotros (a esos deseos contrarios a los de Dios) para unirnos a Cristo, produce en nosotros vida y vida abundante. ¡Disfrútala!
"La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios. Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios." (Romanos 8: 6-14).
Nuestra mente debe habituarse a pensar los pensamientos de Cristo y estos pensamientos nos llevan a una renuncia de nuestro “ego”, porque ya no vamos a ser nosotros los que pensemos, sino el Cristo que vive en nosotros. El apóstol Pablo al exponer la humillación de Cristo y luego Su exaltación en Filipenses 2: 1-11, nos exhorta en los versículos 12 y 13 lo siguiente: “Así que, mis queridos hermanos, como han obedecido siempre -no sólo en mi presencia sino mucho más ahora en mi ausencia- lleven a cabo su salvación con temor y temblor, pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad.” Nos toca a cada uno de nosotros ocuparnos de nuestra salvación, no en querer aparentar haciendo obras para alcanzarla, pues si ya hemos sido salvos, lo que necesitamos es desarrollarla más y más hasta que lleguemos a ser semejantes a Cristo; con esto no pretendo decir que vamos a ser semidioses, sino que cada día más y más vamos adquiriendo el carácter de Jesucristo. Ésta es la meta final a la que Dios quiere que lleguemos. “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo.” (Efesios 4: 11-13) La única manera de ir desarrollándonos más y más a la semejanza de Cristo es practicar todo lo que hemos aprendido y visto de Él. La práctica de Cristo en nosotros va a ir transformando nuestros hábitos, haciendo que lo que nos parecía normal practicar en la carne, ahora resulte anormal, porque ya no vivimos conforme a la carnalidad. Hemos sido crucificados con Cristo y resucitados con Él para vivir como verdaderos hijos de Dios, para vivir en el Espíritu. Vivir en el Espíritu no es una opción más, es un caso de vida o muerte. Ya hemos visto en Romanos 8: 6 y 13 qué pasa con la mentalidad pecaminosa y con la mentalidad guiada por el Espíritu, lo que necesitamos es entenderlo pidiendo a Dios revelación al respecto y alineando nuestros pensamientos a los de Cristo, pidiendo que Su voluntad se haga en nosotros.
Necesitamos la revelación de Cristo en nuestra alma, necesitamos salvar nuestra alma, nuestra mente de pensamientos que desagradan a Dios, para que nuestros pensamientos sean renovados y nuestra voluntad se conforme a la de Él (Romanos 12:2; Santiago 1:21). Saber y entender que ya no vivimos según la carne y que el diablo no tiene potestad en nosotros nos va llevar a la cabal comprensión de Quién es el que está en nosotros y en Quién estamos. Antes de venir a Cristo pecábamos porque éramos pecadores, ahora en Cristo, si pecamos es porque hemos descuidado nuestra relación con Él. Ya no somos pecadores, por tanto no actuemos como tales. Hemos sido pecadores, pero ahora somos justificados. La voluntad de Dios es que nos conformemos a Su imagen y esto sólo va a ser posible si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo de Dios y ya no satisfacemos a los deseos de la naturaleza pecaminosa, porque ésta no nos pertenece, pues ya tenemos la naturaleza de Dios en nosotros, somos uno con Él y Dios no peca.
Somos una cultura sobrenatural, una raza que vive en relación y unión con el Todopoderoso. Somos un pueblo que hemos pactado con Dios a través de Cristo y este pacto ha sido sellado con Su sangre. (1ª Pedro 2:9,10). Por tanto hermanos, esforcémonos en nuestra carrera y anhelemos ser cada día más como Jesús, desarraigando de nosotros todo pecado o propensión a él y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. Acerquémonos a Jesús para aprender de Él, no mirando lo que el mundo, el diablo y la carne nos ofrecen, porque esto es efímero, sino miremos sólo a Cristo, el autor y perfeccionador de nuestra fe.
miércoles, 3 de diciembre de 2008
¿CÓMO CONDUCES TU DESTINO?
Un hombre hacía su recorrido cotidiano del campo a la ciudad. Cada día él cargaba a su burrito con los productos del campo y los llevaba a la ciudad a venderlos. Al ir a la ciudad, el burrito iba cargado y el hombre iba a pie. A la vuelta de la ciudad, el hombre se montaba en el burrito y volvía a su casa. Esa era su rutina diaria. Él conocía muy bien el camino, podía caminar hasta con los ojos cerrados. Bueno, era lo que él pensaba.
Un día, de vuelta de la ciudad y a mitad de camino, el cielo empezó a oscurecerse y se oscureció a tal grado que no se podía ver nada. La lluvia era torrencial. El hombre estaba empapado. El burrito seguía caminando con el hombre a cuestas, al parecer, sin ningún problema, pues el burrito sí conocía el camino, aun con los ojos cerrados. Pero el hombre desconfiando de la pericia del burrito, decidió apearse (bajarse) y buscar la ruta por su propia cuenta. Así lo hizo. Se apeó del burrito y en cuanto empezó a dar unos pasos, cayó al barranco. El burrito permaneció quieto a orillas del camino, rebuznando de vez en cuando para alentar a su amo.
Cuando pasó la tormenta, y ya empezaba a verse los primeros rayos del día, otro hombre que pasaba por ese camino, empapado también por la lluvia, permanecía montado en su burro. De pronto se dio cuenta que el burrito de su amigo estaba solo, parado a orillas del barranco. Este hombre se detuvo y gritó: _ Amigo ¿dónde estás?
El hombre le contestó: Aquí, abajo. ¿Todavía está mi burro ahí? Preguntó.
El otro hombre le dijo que sí. Y le preguntó: _ ¿cómo fue que te caíste?
_Yo me apeé del burro y enseguida me caí. Le dijo el hombre.
_ Fue el peor error que cometiste, pues el burro conoce muy bien el camino y el destino. Él te hubiera llevado a tu casa sano y salvo.
Muchas veces como cristianos, estamos en el camino de la fe, confiados que lo conocemos muy bien. Pero de pronto se desata una tormenta y decidimos conducir nuestro destino con nuestras propias fuerzas. Nos apeamos de Jesús y en menos de lo que nos imaginamos, caemos al barranco.
Recuerda que aunque la tormenta arrecie, tú debes permanecer en Cristo, pues Él te llevará sano y salvo a tu destino. Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14: 6).
En nuestro caminar no estamos exento de tormentas, pero si permanecemos en Cristo, llegaremos a nuestro destino sano y salvo. Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16: 33).
La Palabra de Jesús es la misma: “Confiad”. ¿Estás dispuesto a confiar? No te apees de Él. Sigue adelante, Jesús te sostiene, te fortalece, te libra del mal, pelea por ti. Él te dice: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por donde quiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.” (Génesis 28:15.)
martes, 2 de diciembre de 2008
ENFOCÁNDONOS EN JESÚS
“Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios”. (Hebreos 12:2 NBLH)
Hay muchas cosas en este mundo que distraen nuestra vista y en cualquier momento podemos desviar nuestra mirada de Jesús. No estoy hablando sólo de las cosas que vemos, las tangibles; o de lo que oímos, sino también de aquellas cosas que están ocultas dentro de nosotros y que nadie las ve, excepto Dios, pero que son las más peligrosas y nos desenfocan de nuestro objetivo que es Cristo Jesús. Necesitamos mantenernos en fe todo el tiempo.
"Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia (acorrala), y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante." (Hebreos 12: 1). El capítulo 12 está precedido por el 11 y éste nos habla de los héroes de la fe y concluye así: "Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor." (Hebreos 11:39,40). Después, en el 12:1, nos habla que estamos rodeados de testigos, quiere decir que hay ojos que no son naturales que nos están mirando. Cierra un rato tus ojos y así cerrados, observa a tu alrededor; quizá no has percibido nada, pero hay una cosa muy cierta y es que estamos rodeados de ojos expectantes en nuestra carrera y nos dicen como Pablo, parafraseando Hebreos 12: 1y adaptándolo a nuestra época: _ Quita el peso de tu mochila. Arroja todo estorbo de sobre ti. No te desalientes, ya vas a llegar. ¡Corre! Mira sólo a Jesús. Confía en Él, mantén tu fe centrada en Jesús el Vencedor.
Nuestra vida de la fe es una carrera hacia Jesús, pero no sin obstáculos. ¿Dónde están esos obstáculos? Dentro de cada uno de nosotros. Por eso Pablo dice: “Despojémonos”, quiere decir que debemos arrancar todo estorbo en nosotros que nos impide llegar a la meta y que nubla nuestra visión o enfoque, para saber hacia dónde debemos correr. Especialmente tenemos que despojarnos del pecado. El pecado no está fuera de nosotros. Recuerda lo que dijo Jesús: Ustedes han oído que se dijo: No cometas adulterio. Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón. (Mateo 5: 27,28). ¿Qué quiso decir Jesús? Sencillamente que el pecado no está en el agente externo, sino en el interior de cada persona. Si en el corazón de la persona no hay la propensión (debilidad) al adulterio, entonces no le va a afectar mirar a la persona del sexo opuesto. Cada uno de nosotros sabemos cuáles son nuestras debilidades y si no las conocemos, pidamos que la luz de Dios las manifieste. El diablo también conoce nuestras debilidades y sabe dónde atacar; por eso pongamos mayor atención, no en nuestra debilidad, sino en la fortaleza de Aquel que nos sacó de las tinieblas a Su luz admirable. Arranquemos todo lastre de nosotros, como hace el águila, que se despoja de sus plumas que le estorban para volar. Ella golpea su pico en la roca hasta que éste cae y crece otro nuevo; arranca sus garras que le estorban para desgarrar. Para que el águila siga viviendo tiene que arrancar todo lo que le estorba y pasar por un proceso de renovación cada cierto tiempo. Nosotros debemos hacer lo mismo, cada cierto tiempo, cunado sintamos que hay estorbo entre nosotros y Dios, arranquemos todo estorbo y renovémonos en la Roca firme que es Cristo. Somos águila y si queremos volar alto y entrar en las alturas de Dios, debemos empezar a arrancar todo estorbo.
Nos preguntamos: _ ¿Cómo nos vamos a despojar de aquello que nos acorrala? Estar acorralados es prácticamente estar sin salida. Así es en lo natural, pero nuestra vida en Jesús no es una vida natural, es sobrenatural. Cuando nos encontremos en una situación de acorralamiento, lo único que debemos hacer es dejar de mirar lo que nos rodea y contemplar a Cristo, clamando a Él por fortaleza. EL rey David tenía muchos enemigos naturales, aunque detrás de ellos estaban los verdaderos enemigos que eran espirituales; pero si lees los salmos puedes ver cómo David se fortalecía en el Señor. Él exponía su causa delante de Dios y luego declaraba quién era Su Dios. No se quedaba lamentando. No miraba a la fuerza enemiga, miraba al Todopoderoso, al brazo fuerte de Dios. Como ejemplo podemos leer el Salmo 3 y declarar como David quién es nuestro Dios. ¿Acaso le asustaban las hordas del enemigo? Todas ellas eran y son como nada delante del Todopoderso Dios; así que si Cristo está en nosotros, ¿qué puede asustarnos?
Dios y todos los santos están poniendo su mirada en nosotros y anhelan que nos mantengamos firmes en nuestra fe sin desmayar en el camino. “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Filipenses 3: 13,14). El premio Mayor es Cristo Jesús. Esto no quiere decir que Pablo no estaba en Cristo, sino que todavía le faltaba mucho para conocerlo tal como Jesús debe ser conocido, por eso el apóstol dice que estima todo como pérdida “en vista del incomparable valor de conocer a Cristo” (3:8). Nada de lo que el mundo nos ofrece tiene tanto valor como para quitar nuestra mirada de Jesús, nuestro Señor; por tanto, no miremos atrás, ni a las glorias pasadas, ni a los fracasos. Cristo tiene que ser nuestro enfoque, nuestra antorcha y faro que guíe nuestros pasos. En todo momento Cristo siempre debe ser el primero. Nada de lo que hagamos debe ser en nuestras fuerzas, sino en las de Él. Guardemos nuestro corazón para que no se desvíe de Jesús ni por un momento. Las 24 horas del día nuestros pensamientos deben estar centrados en Él; nuestro amor debe ser para Él, y a través de Él amar a los demás. Guardemos Su Palabra en nuestro corazón y meditemos en Ella todo el tiempo. Cuanto más de Cristo haya en nosotros, menos de nuestro “YO”, del mundo y del pecado estará en nosotros. Por tanto tomemos la decisión de guardarnos santos y sin mancha delante de Él y quitemos todo estorbo que nos impide llegar a tener intimidad con Jesús y así poder conocerlo cada día más. Pidamos al Espíritu Santo que nos revele a Cristo y digámosle a nuestro Amado: Jesucristo, yo quiero conocerte.
lunes, 1 de diciembre de 2008
AMAR Y OBEDECER
"Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos.” (Juan14:15). “Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros.” (Juan 15: 17). El amor y la obediencia van unidos, aunque se puede obedecer sin amar, pero esto no cuenta ante Dios. El amor a Dios tiene que llevarnos a la obediencia por amor, no por obligación o por miedo a la represalia. Vamos a obedecer a Dios sencillamente porque lo amamos. ¿Acaso no resulta agradable complacer a la persona amada? Cuánto más a Dios, Quien nos amó y entregó a Su Hijo Jesucristo por amor a nosotros. Para poder obedecer (complacer) necesitamos conocer a la persona y saber qué quiere que hagamos. Para conocer a una persona, necesitamos relacionarnos constantemente con ella y así vamos a entenderla y saber cuáles son sus agrados o desagrados, qué le gusta o qué le disgusta. Y si realmente amamos a esa persona lo que menos vamos a querer hacer es desagradarla, porque esto la entristecería, y no queremos ver a la persona amada triste, ¿verdad? Cuanto más conozcamos a nuestro Amado Jesucristo más le vamos a amar y nuestra obediencia va ir en aumento también. La obediencia no debe resultar una carga, porque lo que se hace por amor no es pesado, sino más bien un deleite.
"Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.” (Juan 13: 34,35). Dios nos dio un nuevo mandamiento que es la base para cumplir los demás y es que nos amemos unos a otros. El amor no admite rencor, ni desconfianza, etc., sencillamente ama. (1ª Corintios 13). El amar a los demás es un mandamiento, no un sentimiento; el cumplir este mandamiento produce un sentimiento que es agradable para nuestro ser, el sentimiento de amar. Este sentimiento por obediencia no hace acepción de personas. No quiero decir que vamos a andar dando besitos a todos, pero todos van a recibir nuestro amor, ese amor que procede de Dios y que no quiere que ninguno se pierda, por eso Él lo dio todo por amor, para salvar a todos los que acepten Su amor (Jn. 3:16). El amar a los demás no nos permite murmurar de ellos. El amor eleva, transforma, da vida y da su vida también. ¿Acaso no has pasado noches de desvelo orando por otras personas? Ahí estás dando parte de tu vida. “Ámense unos a otros”, porque “el que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar. Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en ella vive, y no sabe a dónde va porque la oscuridad no lo deja ver.” (1ª Juan 2: 10,11. Lee también 1ª Juan 3: 14-18). El que ama es transparente, nunca dirá o hará nada indebido a espaldas de la persona. Estamos teniendo revelación de esto, y pidamos que Dios nos dé más revelación al respecto. Cuánto necesitamos aprender a amar, estamos en el proceso. Oh Señor acelera este proceso, porque cuanto más amemos al prójimo, más también te estaremos amando a Ti.
"¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él. Le contestó Jesús: El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él. El que no me ama, no obedece mis palabras. Pero estas palabras que ustedes oyen no son mías sino del Padre, que me envió." (Jn. 14: 21-24) "Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.” (Jn. 15: 9,10).
El amor a Jesús nos hace obedientes a Él y esto hace que el Padre nos ame y Jesús también y ese vínculo de amor hará manifiesta la Presencia de Jesús en nuestras vidas. La obediencia nos lleva a la permanencia en el amor de Dios. Cuán importante es la obediencia; y cuánto más le conocemos, más le obedeceremos y más beberemos de Su Presencia. Jesús es la Vida y si queremos permanecer con vida, necesitamos más de Jesús cada día, no cada domingo; cuanto más le busquemos, más le encontraremos y más cerca de Él estaremos. La vida del Reino gira en torno al amor. Vivir amando nos hace descansar en el Señor. El amor nos lleva a la libertad en Cristo (Gál. 5: 13, 14 y Rom. 13: 12-14). Dios quiere que vivamos y andemos en el Espíritu para que seamos guiados por Él. No permitamos que la carne con sus pasiones nos gobierne, porque ya no somos carnales, sino espirituales, tenemos la naturaleza de Dios en nosotros y Dios es Amor; es el Espíritu de Dios unido al nuestro quien debe gobernar cada área de nuestro ser. Ama y reposa en Dios.
"No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí. "Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy. Que vean mi gloria, la gloria que me has dado porque me amaste desde antes de la creación del mundo. "Padre justo, aunque el mundo no te conoce, yo sí te conozco, y éstos reconocen que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos." (Jun. 17: 20-26). El amor entre hermanos trae la unidad que Jesús tenía con Su Padre y que anhela que la tengamos nosotros. La unidad de Su Cuerpo hará que el mundo crea en Jesús, ¿acaso no es ese nuestro anhelo? El diablo nos ha dividido por siglos, nos hizo un Cuerpo desmembrado, pero ahora es el tiempo de unirnos como Iglesia y siendo un ejército unido, nada ni nadie nos podrá hacer frente. ¿Cómo lo vamos a lograr? Amándonos unos a otros. ¿Cómo lo haremos? Lee Romanos 12: 9- 21 y 13: 10. Que el Señor nos dé entendimiento. Amémonos en el amor de Dios.