El Reino de Dios es el gobierno de un Rey, ese Rey es Jesucristo, Él es el soberano Señor sobre Su reino. Como Señor de Su reino, Él tiene cuidado que nada falte a sus súbditos por amor a Su Nombre. “El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes pastos me hace descansar. Junto a tranquilas aguas me conduce; me infunde nuevas fuerzas. Me guía por sendas de justicia por amor a su nombre.” (Salmo 23: 1-3). El nombre de Jesús revela Su naturaleza, quién es Él. Jesucristo es el que suple todas y cada una de nuestras necesidades. Esa confianza en Él es la que debemos reflejar los ciudadanos del Reino de Dios, reconociendo que nuestro Rey tiene cuidado de cada uno@ de nosotr@s en particular y está pendiente de todas nuestras necesidades para suplirlas. Este Reino es espiritual, nos da reposo para que Cristo pueda reposar en nosotros y hacer Su voluntad en nuestras vidas y Su voluntad en siempre buena, agradable y perfecta. (Romanos 12: 2)
El rey tiene dominio absoluto sobre sus ciudadanos. Lo que comen, lo que visten, dónde viven es del rey; la vida misma de cada ciudadano le pertenece al rey. Nos cuesta entender este concepto de reino, pues nosotros hemos nacido en un país supuestamente demócrata, donde el pueblo elige al gobernante y se somete a él, mientras éste cumpla con ellos. “Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.” (Juan 15: 16). En el Reino de Dios los ciudadanos son elegidos por el Rey. “Desde antes de crear el mundo, Dios nos eligió por medio de Cristo para que fuéramos sólo de él y viviéramos sin pecado. Dios nos amó tanto que decidió enviar a Jesucristo para adoptarnos como hijos suyos, pues así había pensado hacerlo desde un principio. Dios hizo todo eso para que lo alabemos por su grande y maravilloso amor. Gracias a su amor, nos dio la salvación por medio de su amado Hijo.” (Efesios 1: 4-6). No se trata aquí que Dios empieza a escoger al azar, sino que Él sabe desde siempre quiénes lo van a recibir y quiénes van a querer seguirlo, porque muchos son llamados, pero pocos escogidos. (Mateo 22: 14). Dios quiere que entremos en Su Reino, en Su reposo para que Él pueda hacer Su obra en nosotros.
Entrar en el Reino de Dios es entrar en Su reposo, descansar en Él, para que Cristo actúe, esto no significa estar ociosos. Cuando te mantengas firme y estable en el Reino de Dios y acalles tu alma, Dios reposará en ti, porque Él no puede reposar en un corazón abatido, lleno de contradicciones, angustias y temores. Dios está buscando un corazón reposado en Él, para poder hacer Su morada allí. “El que me ama, mi Palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.” (Juan 14: 23). Dios siempre quiso morar en Su pueblo. “Y pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os abominará; y andaré entre vosotros, y Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.” (Levítico 26: 11,12). El anhelo de Dios es morar en un corazón establecido en Él, capaz de creerle a Él. Dios está buscando hombres y mujeres que le amen, que se enamoren de Él, así como Él está enamorado de cada uno de nosotr@s Sus hij@s. Cuando ardamos de pasión por Él, entonces vamos a guardar Su Palabra y no tendremos ni un ápice de duda respecto a lo que dice Dios, vamos a actuar movidos por la fe en Dios y no por nuestro vano criterio. La fe de Dios en nosotros nos permite creerle, es esa fe que debemos activar cada día; esa fe es espiritual, no racional.
Dios quiere morar en cada hij@ suyo, para hacer oír Su voz, porque “… si entresacares lo precioso de lo vil, serás como m i boca…” (Jeremías 15: 19). Cuando entres a Su reposo, ya no oirás tu propia voz, porque tu boca será un instrumento de Dios para completar Su obra aquí en la tierra. Entrar a Su reposo es establecer Su Reino en tu vida. “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mateo 6: 33). Lo primero en tu vida debe ser buscar el Reino de Dios. Cuando tú entres en Cristo (en Su Reino), Él se encargará de tu vida, de lo que vas a comer o beber; también se encargará de tu cuerpo, de lo que vas a vestir y de tu salud. Entonces, ¿no trabajaremos? Vamos a trabajar a conciencia pero sin angustiarnos. En el Reino de Dios, cada hij@ suyo es valios@ y las provisiones ya están suplidas, por tanto, si “Jehová es nuestro Pastor, nada nos falta”. Si entendemos esto, nuestro trabajo va a ser más llevadero, daremos lo mejor de nosotros, haciendo nuestro trabajo como para Dios y no como para los hombres porque Dios merece lo mejor de cada un@.
Dios va a completar lo que empezó en ti. Él completará lo que empezó en ti para que la plenitud de Dios invada cada célula de tu ser, de modo que la gloria de Dios sea vista en ti. Cuando entres en el reposo de Dios, cesarán tus obras, tus esfuerzos y el Cristo que vive en ti comenzará a hacer Su obra, entonces Su Espíritu se moverá en tus aguas y lo que en ti era desorden, se volverá orden. Empezarás a alinear tu vida con el Espíritu de Dios. Tu espíritu unido al Espíritu de Dios ocupará su lugar en Cristo. Empezarás a traer el cielo a la tierra; la vida de Dios y Su carácter se manifestarán en ti y tú y toda tu casa se volverán a Dios. Él te quiere a ti y a tu familia contigo. No desfallezca tu corazón, Él siempre te ayudará y te sustentará con la diestra de Su justicia. En el reino de Dios se piensa como Dios, se actúa como Él, se ama como Él y se vive como Él. Así que si tus hijos aún no están en Cristo, si tu cónyuge, o un ser amado, no está con el Señor, empieza a verlos enamorados de Jesús. Dios quiere a toda tu familia contigo en Su Reino. ¡Créelo y actúa en fe!
“Padre nuestro que estás en el cielo: Que todos reconozcan que tú eres el verdadero Dios, que Tú eres el único Rey. Que todos los que viven en la tierra te obedezcan, como te obedecen los que están en el cielo.” Amén