sábado, 25 de abril de 2009

QUIÉN SOY Y CUÁL ES MI PROPÓSITO


ENTENDIENDO QUIÉN SOY Y CUÁL ES MI PROPÓSITO

"El Espíritu del Señor es sobre mí, por cuanto me ha ungido para predicar el evangelio a los pobres; me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón; para pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner en libertad a los quebrantados; para pregonar el año agradable del Señor." (Lucas 4: 18,19 RV 2000)

Estas palabras fueron dichas por Jesús antes de empezar Su ministerio. Él sabía quién gobernaba Su vida y para qué fue enviado. El hijo/a de Dios debe saber que el Espíritu Santo es quien gobierna su vida, porque desde el momento que nos hemos rendido a Cristo Jesús recibiéndole como Señor y Salvador, ya no tenemos derecho de autogobernarnos, ya no podemos ser independientes en todos los actos de nuestra vida, porque ahora es el Espíritu de Dios quien nos gobierna y Él sabe cómo dirigirnos, porque Dios todo lo sabe. El problema radica en que nuestra alma quiere tener el control de todo nuestro ser e inclusive quiere controlar al mismo Espíritu Santo. Jesús dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí…” Jesús era Dios, pero también era hombre, sujeto a las tentaciones carnales de toda persona, pero venció al tentador y a la tentación porque sabía quién era Él y quién gobernaba Su vida.

En Su humanidad, Jesús tenía las mismas necesidades que tenemos los humanos, por lo tanto, Él tenía que reconocer que quien dirigía Su vida era el Espíritu del Señor, que estaba como una cobertura sobre Jesús. Él no podía hacer las cosas independientemente de Dios. Por eso Él dijo: "No puedo yo de mí mismo hacer nada; como oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, del Padre." (Juan 5: 30) Cada hijo de Dios debe reconocer que su voluntad debe estar sujeta a la de Dios. Lea Juan 4: 30-34, vemos que Jesús sujetó inclusive su estómago a la voluntad de Dios. Él sabía elegir las prioridades; y antes que la comida, estaban las almas, esa era su mayor prioridad y debe ser la nuestra. Si dedicáramos más tiempo en interceder que en comer, pienso que nuestra nación sería diferente; si dejáramos de pensar en satisfacer las necesidades del estómago y nos dedicáramos a satisfacer a Dios, haciendo Su voluntad, Dios se encargaría de darnos la mejor comida que nosotros nunca pudiéramos obtener con nuestro salario. El hijo/a de Dios no puede hacer las cosas como le plazca, porque ahora su prioridad debe ser satisfacer a Dios; y comparado con lo que Dios hizo por nosotros, eso no suena como sacrificio, porque cualquiera cosa que hagamos para complacer a nuestro Amado Señor, resultará poco. Atrévete a contemplar lo que hizo Jesús por ti en la cruz, para ver lo que significa el sacrificio hecho en el Calvario. Todo lo que Jesús tuvo que renunciar por venir a esta tierra y liberarte del pecado y de Satanás, para darte acceso al cielo, borrando todos y cada uno de tus pecados con Su sangre redentora, cosa que ni tú, ni nadie lo hubiera podido hacer.

El Espíritu del Señor está también sobre ti, créelo y decláralo, esto te librará de pecar, porque no puede pecar quien está sujeto al Espíritu Santo y está ungido por Dios para predicar el evangelio a los pobres, a los necesitados. El mundo está necesitado del verdadero Dios. Muchas almas mueren cada día y van al infierno por nuestra negligencia, por no obedecer el mandato de Jesús de hacer discípulos introduciendo en el Reino de Dios a las personas y no dándoles una religión opresora, porque en el Reino de Dios hay libertad para vivir como Dios quiere que vivamos y no como dicta nuestra razón. Dios siempre tiene lo mejor para nosotros. Sujetándonos a Él nos vamos a evitar de grandes problemas. La voluntad de Dios es la mejor opción para nosotros, confiemos en Él y dejemos que Él haga Su obra en nosotros, no seamos un obstáculo. Vivamos para extender Su Reino. Somos agentes de transformación y no de conformismo.
"Todos ustedes, en cambio, han recibido unción del Santo, de manera que conocen la verdad. No les escribo porque ignoren la verdad, sino porque la conocen y porque ninguna mentira procede de la verdad. ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo no tiene al Padre; el que reconoce al Hijo tiene también al Padre. Permanezca en ustedes lo que han oído desde el principio, y así ustedes permanecerán también en el Hijo y en el Padre. Ésta es la promesa que él nos dio: la vida eterna. Estas cosas les escribo acerca de los que procuran engañarlos. En cuanto a ustedes, la unción que de él recibieron permanece en ustedes, y no necesitan que nadie les enseñe. Esa unción es auténtica --no es falsa-- y les enseña todas las cosas. Permanezcan en él, tal y como él les enseñó. Y ahora, queridos hijos, permanezcamos en él para que, cuando se manifieste, podamos presentarnos ante él confiadamente, seguros de no ser avergonzados en su venida." (1ª Juan 2: 20-28) La permanencia en Cristo nos hace estar en la verdad y no permite dejarnos engañar por mentiras que quieren torcer la Palabra de Dios a favor de intereses mezquinos, que pueden incubarse en nuestra alma si no estamos permaneciendo en Él todo el tiempo. Hemos sido ungidos para predicar el evangelio, no sólo a través de nuestras palabras, sino mayormente de nuestro testimonio. Cristo vivió para mostrar a Dios y la unción que tenemos también debe mostrar a Dios. Esta unción viene de Dios y la recibimos si permanecemos en Él, en intimidad, anhelando al Amado en todo momento, unido al Él, así como Jesús estuvo con el Padre.

Cree y confiesa que el Espíritu de Dios está sobre ti y que eres ungido para predicar el evangelio a los pobres y que además eres enviado para sanar corazones heridos, para dar palabras de consuelo a las personas que sufren; para anunciar que hay libertad en Cristo, porque toda cadena de opresión ya ha sido rota en la cruz. Que toda venda se caiga de tus ojos para que veas lo que Cristo logró en la cruz. Amado/a, eres libre de las prisiones del odio, de la mentira, de todo vicio, porque el Cristo que vive en ti te ha hecho libre, ya no tienes que vivir en amargura recordando un pasado que no vas a poder cambiar. Puedes amar, porque Cristo es amor. El Espíritu del Señor está sobre ti, y en ti, y tú en Él. La atmósfera que te rodea es amor, es paz, es gozo y toda fragancia que produce el fruto del Espíritu de Dios, porque Él sana el corazón quebrantado, el alma herida. Transmite esa atmósfera. Hay sanidad en Su Reino. Hay vida en Cristo, y tú estás en Él para manifestar la vida de Dios; esa vida produce cambios, transforma, liberta. La misión tuya es la misma de Cristo, deshacer las obras del diablo, proclamando libertad, sanando, quitando la venda de los ojos para que vean a Dios. Si entiendes quién eres y cuál es tu propósito, tu vida y tu entorno nunca más van a ser iguales.

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