Porque ¿quién penetró en el pensamiento del Señor, para poder enseñarle? Pero nosotros tenemos el pensamiento de Cristo. (1ª Corintios 2: 16 BPD)
El propósito de Dios para nuestras vidas es el potencial dentro de nosotros que nos mueve a tener pensamientos acerca de ese propósito y la palabra que brota de nuestra boca es la potencia que activa lo que ya tenemos de Dios. Cuanta más Palabra de Dios introduzcamos en nosotros, más elementos tenemos para activar la voluntad de Dios y traer Su Reino a la tierra. El Reino de Dios es Su gobierno sobre nosotros, Su voluntad establecida en nosotros para ser transformadores y trastornadores del sistema operante. Cuando hablo del sistema operante, me refiero al sistema establecido por el diablo, que está basado en fraudes, hechicerías, mentiras, asesinatos y todo lo que él sabe hacer muy bien. Los ciudadanos del Reino de Dios estamos aquí en la tierra para manifestar el gobierno de Dios y de este modo hacer retroceder a las tinieblas, porque nuestra luz brillará donde quiera que estemos. Sólo vamos a traer Su Reino si nos movemos dentro de Sus propósitos para nosotros. Tú y yo hemos sido creados con un propósito y tenemos que saber cuál es ese propósito para que nos movamos de acuerdo a lo que Dios ya estableció para nosotros.
El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído, no es mía, sino del Padre que me envió. Estas cosas os he hablado estando aun con vosotros. Mas aquel Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho. (Juan 14: 24-26 RV 1865). Los pensamientos de Cristo son de aquel que guarda las Palabras de Cristo en su corazón, de tal manera que es el Espíritu de Dios quien se encarga de ordenar los pensamientos y hacernos recordar las Palabras de Dios que hemos almacenado dentro de nosotros, pero si no almacenamos nada, nada se nos podrá recordar. Las Palabras de Cristo son el efecto de Sus pensamientos y revelan quién es Él, por eso, teniendo Sus Palabras en nosotros y permitiendo que Su Espíritu nos enseñe, tenemos a Cristo revelado y vamos a poder manifestar Su Gloria. “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda.” (Job 32: 8)
Al recibir a Cristo en nuestros corazones se nos abre la posibilidad de tener una mente como la de Él y poder pensar Sus pensamientos. La posibilidad está abierta, pero depende de nosotros entrar por esa puerta (de posibilidad) o detenernos y no avanzar, si nos detenemos llegamos a un conformismo espiritual que no nos va a llevar a conformarnos a Cristo, sino a conformarnos a este mundo, donde lo más importante será nuestro trabajo, profesión, hijos y otras cosas, aunque no dejamos de ser “cristianos”. Conformarse a la mente de Cristo es decidir no pensar por cuenta propia, sino que llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, pensamos lo verdadero, honesto, amable, puro y todo aquello que es de excelencia moral que nos conducirá a guardar los mandamientos de Cristo. El conformarnos a Cristo nos hace partícipes del Reino de Dios y los ciudadanos de este Reino traemos la voluntad de Dios a la tierra porque nuestros pensamientos están unidos al de Cristo, entonces unimos cielo y tierra para que los propósitos de Dios establecidos desde antes de la fundación del mundo sean cumplidos. Los propósitos de Dios son los que Él ya diseñó para cada ser humano, los cuales tenemos que activar. El potencial que tenemos dentro de nosotros son los propósitos de Dios para nuestras vidas. Si no sabes tu propósito para lo cual Dios te creó, pregúntale a Él, porque tienes que moverte dentro de Su voluntad o propósito para ti.
Al unirnos a Cristo venimos a ser un espíritu con Él (1ª Corintios 6:17). Este nuevo espíritu unido al Espíritu de Cristo empieza a abrirse paso para que la luz de Dios penetre al alma, pero nosotros tenemos el control de nuestra alma donde está nuestra mente, voluntad y emociones; entonces depende de cada uno decidir ser alumbrado por el espíritu regenerado y que tiene la luz de Dios, o quedarse en penumbra, lo cual es terrible, porque a media luz nosotros vemos las cosas distorsionadas y nos confundimos. Quien se confunde es el alma, no el espíritu. Necesitamos abrir nuestra mente para que reciba toda la luz del Espíritu de Dios a través de nuestro espíritu, para esto debemos despojarnos de todo argumento de este sistema que nos lleva a desconocer a Dios como el único dador de todo conocimiento, porque sólo le vamos a conocer espiritualmente y no racionalmente. Sólo la mente espiritual, aquella que se deja guiar por el espíritu (a través del Espíritu Santo), va a conocer a Dios, porque Dios es Espíritu y lo espiritual se entiende espiritualmente. “Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado; lo cual también hablamos, no con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu, acomodando lo espiritual á lo espiritual. Mas el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura: y no las puede entender, porque se han de examinar espiritualmente. Empero el espiritual juzga todas las cosas; mas él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién le instruyó? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.” (1ª Corintios 2: 12-16 SRV 1909)
Dejemos que la mecha que se ha encendido en nuestro espíritu llegue al alma y explote para que ese potencial se transforme en potencia y lleguemos a pensar como Cristo, porque Su triunfo nos ha dado la victoria y a pesar de las dificultades, sabemos que está en nosotros el poder de traer el Reino de Dios a la tierra cumpliendo el propósito de Dios en nuestras vidas. Por tanto cambiemos nuestra forma de pensar y conformémonos al pensamiento de Cristo.
El propósito de Dios para nuestras vidas es el potencial dentro de nosotros que nos mueve a tener pensamientos acerca de ese propósito y la palabra que brota de nuestra boca es la potencia que activa lo que ya tenemos de Dios. Cuanta más Palabra de Dios introduzcamos en nosotros, más elementos tenemos para activar la voluntad de Dios y traer Su Reino a la tierra. El Reino de Dios es Su gobierno sobre nosotros, Su voluntad establecida en nosotros para ser transformadores y trastornadores del sistema operante. Cuando hablo del sistema operante, me refiero al sistema establecido por el diablo, que está basado en fraudes, hechicerías, mentiras, asesinatos y todo lo que él sabe hacer muy bien. Los ciudadanos del Reino de Dios estamos aquí en la tierra para manifestar el gobierno de Dios y de este modo hacer retroceder a las tinieblas, porque nuestra luz brillará donde quiera que estemos. Sólo vamos a traer Su Reino si nos movemos dentro de Sus propósitos para nosotros. Tú y yo hemos sido creados con un propósito y tenemos que saber cuál es ese propósito para que nos movamos de acuerdo a lo que Dios ya estableció para nosotros.
El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído, no es mía, sino del Padre que me envió. Estas cosas os he hablado estando aun con vosotros. Mas aquel Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho. (Juan 14: 24-26 RV 1865). Los pensamientos de Cristo son de aquel que guarda las Palabras de Cristo en su corazón, de tal manera que es el Espíritu de Dios quien se encarga de ordenar los pensamientos y hacernos recordar las Palabras de Dios que hemos almacenado dentro de nosotros, pero si no almacenamos nada, nada se nos podrá recordar. Las Palabras de Cristo son el efecto de Sus pensamientos y revelan quién es Él, por eso, teniendo Sus Palabras en nosotros y permitiendo que Su Espíritu nos enseñe, tenemos a Cristo revelado y vamos a poder manifestar Su Gloria. “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda.” (Job 32: 8)
Al recibir a Cristo en nuestros corazones se nos abre la posibilidad de tener una mente como la de Él y poder pensar Sus pensamientos. La posibilidad está abierta, pero depende de nosotros entrar por esa puerta (de posibilidad) o detenernos y no avanzar, si nos detenemos llegamos a un conformismo espiritual que no nos va a llevar a conformarnos a Cristo, sino a conformarnos a este mundo, donde lo más importante será nuestro trabajo, profesión, hijos y otras cosas, aunque no dejamos de ser “cristianos”. Conformarse a la mente de Cristo es decidir no pensar por cuenta propia, sino que llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, pensamos lo verdadero, honesto, amable, puro y todo aquello que es de excelencia moral que nos conducirá a guardar los mandamientos de Cristo. El conformarnos a Cristo nos hace partícipes del Reino de Dios y los ciudadanos de este Reino traemos la voluntad de Dios a la tierra porque nuestros pensamientos están unidos al de Cristo, entonces unimos cielo y tierra para que los propósitos de Dios establecidos desde antes de la fundación del mundo sean cumplidos. Los propósitos de Dios son los que Él ya diseñó para cada ser humano, los cuales tenemos que activar. El potencial que tenemos dentro de nosotros son los propósitos de Dios para nuestras vidas. Si no sabes tu propósito para lo cual Dios te creó, pregúntale a Él, porque tienes que moverte dentro de Su voluntad o propósito para ti.
Al unirnos a Cristo venimos a ser un espíritu con Él (1ª Corintios 6:17). Este nuevo espíritu unido al Espíritu de Cristo empieza a abrirse paso para que la luz de Dios penetre al alma, pero nosotros tenemos el control de nuestra alma donde está nuestra mente, voluntad y emociones; entonces depende de cada uno decidir ser alumbrado por el espíritu regenerado y que tiene la luz de Dios, o quedarse en penumbra, lo cual es terrible, porque a media luz nosotros vemos las cosas distorsionadas y nos confundimos. Quien se confunde es el alma, no el espíritu. Necesitamos abrir nuestra mente para que reciba toda la luz del Espíritu de Dios a través de nuestro espíritu, para esto debemos despojarnos de todo argumento de este sistema que nos lleva a desconocer a Dios como el único dador de todo conocimiento, porque sólo le vamos a conocer espiritualmente y no racionalmente. Sólo la mente espiritual, aquella que se deja guiar por el espíritu (a través del Espíritu Santo), va a conocer a Dios, porque Dios es Espíritu y lo espiritual se entiende espiritualmente. “Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado; lo cual también hablamos, no con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu, acomodando lo espiritual á lo espiritual. Mas el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura: y no las puede entender, porque se han de examinar espiritualmente. Empero el espiritual juzga todas las cosas; mas él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién le instruyó? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.” (1ª Corintios 2: 12-16 SRV 1909)
Dejemos que la mecha que se ha encendido en nuestro espíritu llegue al alma y explote para que ese potencial se transforme en potencia y lleguemos a pensar como Cristo, porque Su triunfo nos ha dado la victoria y a pesar de las dificultades, sabemos que está en nosotros el poder de traer el Reino de Dios a la tierra cumpliendo el propósito de Dios en nuestras vidas. Por tanto cambiemos nuestra forma de pensar y conformémonos al pensamiento de Cristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario