martes, 17 de febrero de 2009

¿POR QUÉ VIENEN LAS PRUEBAS?

¿POR QUÉ VIENEN LAS PRUEBAS?
"Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído el SEÑOR tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, por probarte para saber lo que [había] en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos.” (
Deuteronomio 8:2)
El Dios Todopoderoso sabe lo que hay en nuestro corazón, pero a través de las pruebas, Él saca a luz lo que tenemos dentro y lo deja al descubierto para veamos cómo está nuestro corazón. Mientras todo va bien, estamos dispuestos a servirle y creemos que será siempre así, pero venida la prueba, las cosas pueden cambiar, por eso es de suma importancia escudriñar cómo andamos delante de Dios, qué realmente llevamos dentro de nosotros, si es que le servimos por conveniencia solamente, o lo hacemos de corazón. “Hagamos un examen de conciencia y volvamos al camino del Señor.” (Lamentaciones 3:40 NVI) Volvámonos de nuestra incredulidad a creerle a Él. ¿Acaso el Dios del cielo mentiría? Lo que Él dijo que haría respecto a nosotros, lo hará. “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica.” (Efesios 2:10) El camino por donde debemos andar ya está trazado, es un camino de buenas obras, por donde se transita por fe. Las obras no son nuestras, son de Dios; así que si nos dejamos guiar por el Espíritu de Dios, esas buenas obras o frutos van a ser evidentes; porque así como se hacen evidentes las obras de la carne, el fruto del Espíritu también debe manifestarse a través de nosotros. Este fruto se hace visible a medida que vamos renunciando a los deseos de la carne, que ahora resultan contrario a nuestra naturaleza, porque somos nuevas criaturas en Cristo; y lo nuevo no es compatible con lo viejo, es totalmente opuesto.

La prueba (sufrimiento) tiene como fin formar el carácter de Cristo en nosotros. No es que a Dios le complazca vernos sufrir, sino que es como un escultor que talla una piedra hasta darle la forma perfecta. Dios quiere que Su templo, el cual somos nosotros, sea digno de albergar la plenitud de la Deidad y para esto, debe estar plenamente cubierto por el mismo Espíritu de Dios, donde no se vea nada de nosotros. Lo que queda de nosotros son como aristas punzantes y Dios tiene que golpear y golpear hasta hacerlas desaparecer, para que podamos, como piedras vivas, encajar una al lado de la otra sin lastimarnos y así unidos formemos el Cuerpo de Cristo. “De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo.” (Efesios 4:13) El carácter de Cristo es lo que Dios quiere en Su Cuerpo (Iglesia), “para que todos sean uno. “Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí.” (Juan 17: 21-23). La unidad, no la uniformidad es lo que demuestra el carácter, pero para llegar a eso necesitamos aprender a vivir unidos a pesar de las diferencias. No podemos pedir que el ojo actúe como la boca. Cada cual cumpla su función para agradar al Señor y desista de mirar lo que otros hacen o dejan de hacer, porque cada uno va a dar razón de sí mismo y no de otro.

“Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer; y consumada su perfección, llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen.” (Hebreos 5: 8, 9) No es fácil obedecer, nuestra naturaleza tiende a rebelarse; se requiere tomar la firme decisión de obedecer y pedirle a Dios que nos ayude. Ese conflicto dentro de nosotros nos causa sufrimiento, porque por un momento queremos complacernos antes que complacer a aquel que nos llamó por soldado, y esa renuncia a nuestro placer nos causa sufrimiento, pero es necesario para que Cristo crezca en nosotros. En algún momento queremos hablar mal de otra persona, pero sabemos que eso no es obrar en justicia, entonces tomamos control de nuestros pensamientos y los llevamos a la cruz de Cristo, sujetos allí, para poder pensar los pensamientos de Cristo. La obediencia absoluta al Soberano Dios, es la ley del Reino de Dios. No tiene que hacerse nuestra voluntad, sino sólo la de Él, porque Su voluntad es lo mejor para nosotros. Aprender a obedecer va a formar carácter en nosotros, nos va a disciplinar y eso muchas veces no es placentero.

“El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele." (1ª Pedro 1:7) Las pruebas limpian nuestra conducta para que lleguemos a ser semejantes a Cristo. "Ahora que se han purificado obedeciendo a la verdad y tienen un amor sincero por sus hermanos, ámense de todo corazón los unos a los otros. Pues ustedes han nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece.” (1ª Pedro 1: 22,23) Recordemos que somos nuevos en Cristo porque Su naturaleza nos ha sido dada para que le conozcamos y nos perfeccionemos más y más. Así que amados, gocémonos en las pruebas porque el fin de éstas es hacernos semejantes a Cristo. Ya no nos quejemos, sino que mantengamos un carácter dócil con el Señor para que Él nos amolde cada vez más a Su imagen y semejanza. Alaba a Dios a pesar de las pruebas, ofrece sacrificio de alabanzas y tu alma será regenerada.

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