EL SEÑORÍO DE CRISTO EN TU VIDA
El reposo que Dios tiene para nosotros es Cristo. Hemos pasado una vida de desierto por muchos años por no haberle creído a Dios, pero ahora el Señor nos dice: Yo quiero que entres en mi reposo, porque Yo quiero reposar en tu reposo. Entrar en Cristo es poseer el reino de Dios con todo lo que tiene y también a Su Rey. El Rey del reino de Dios es Cristo Jesús, es el Soberano y único Rey. Cuando entendemos que Jesús es el Señor en nuestras vidas, todos los demás reyes que han estado gobernando nuestro ser, tienen que doblegarse ante el Señor de señores. Ya no puede quedar en pie, por ejemplo, el rey “opinión propia”, de modo que todo aquello que gobernaba nuestra mente tiene que ser remplazado por los pensamientos de Cristo hasta que “mi opinión” ya no tenga cabida, “porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos…” (Hechos 17: 28), “porque separados de él nada podemos hacer” (Juan 15: 5).
El reino de Dios es espiritual, pero se manifiesta en lo natural, porque la gente de reino transforma su entorno, no sólo inmediato, sino también mediato. Los cristianos de la Iglesia primitiva que entendieron el señorío de Cristo fueron reconocidos como “los que trastornaron el mundo entero” (Hechos 17: 6) Ellos invirtieron el orden del sistema de entonces. En el imperio romano el César era el señor y también el dios. Cuando los primeros cristianos entendieron y se sometieron al señorío de Cristo, ya no se conformaron al sistema imperante, sino que renovaron su entendimiento y sometidos al señorío de Cristo comprendieron la voluntad de Dios, que es buena, agradable y perfecta. (Romanos 12: 2). La gente del reino de Dios empieza a transformar vidas porque ha conformado su vida a la de Su Señor. Se ha sujetado para hacer la voluntad del Rey, porque ha entendido quién es el Señor y quién es él en Su Señor.
Estar en Cristo no es solamente participar de todo lo que Él posee, es en primer lugar manifestar a Cristo a través de nuestras vidas. “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu.” (Romanos 14: 17). El reino de Dios no consiste en lo cotidiano y temporal, sino en lo eterno, en manifestar la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu. Estas cualidades tienen que verse en la gente del reino de Dios, a tal punto que los que no son del reino, o que todavía no han entrado en él, anhelen lo que poseemos. Así como son manifiestas las obras de la carne, de la misma manera debe manifestarse en nosotros el fruto del Espíritu Santo. La manifestación del fruto refleja si somos o no del reino de Dios, porque “por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7: 16). El que está sometido al señorío de Cristo no actúa por cuenta propia, por impulso, o por sus muy buenas intenciones, sino que hace la voluntad de Dios. Depende totalmente de Su Rey.
Para entrar en el reposo de Dios, necesitamos conocer y reconocer quién es el Señor del reposo. Cuando reconocemos la autoridad de Jesús en nuestras vidas, lo que suponíamos que era nuestra autoridad y derecho tiene que desaparecer, pues ya no nos pertenecemos, somos de Aquel que nos compró a precio de sangre, a precio de Su propia Vida. Iglesia de Jesucristo, este es el tiempo para reconocer el señorío de Cristo en Su Cuerpo y en cada pequeña partícula de todo aquel que conforma la Iglesia. Guardemos nuestros pensamientos centrados en nuestro Señor. Miremos la cruz donde Él dio Su vida para otorgarnos el perdón de nuestros pecados. Gocémonos en Su resurrección que nos da la justificación (Romanos 4: 25). Miremos a nuestro Señor para hacer todo conforme Él quiere. Que nuestros ojos no se desvíen tras otros señores, porque nadie puede amar a dos señores. Que nada ni nadie ocupe el primer lugar en nuestras vidas, para que cuando Él venga, todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo sea hallado sin ni un motivo de reproche. Dios quiere restaurar completamente a Su Iglesia y esto sólo va a ser posible cuando nos sometamos totalmente a Él. Nadie puede llamar a Jesús, Señor y no hacer Su voluntad. Si Jesús es el Señor en nuestras vidas, Él debe tener todo el dominio de ella. Dios le ha dado a Jesucristo todo el señorío, tanto en la tierra como en los cielos “y sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. (Ef.1: 22,23) y “nosotros estamos completos en Él que es la cabeza de todo principado y potestad. (Col. 2: 10) Porque Dios también le exaltó hasta lo sumo y le dio un Nombre que es sobre todo nombre, para que todos en cualquier lugar se doblen ante Él y declaren que Jesucristo es el Señor. (Fil. 2: 9-11) ¡Decláralo!
El reposo que Dios tiene para nosotros es Cristo. Hemos pasado una vida de desierto por muchos años por no haberle creído a Dios, pero ahora el Señor nos dice: Yo quiero que entres en mi reposo, porque Yo quiero reposar en tu reposo. Entrar en Cristo es poseer el reino de Dios con todo lo que tiene y también a Su Rey. El Rey del reino de Dios es Cristo Jesús, es el Soberano y único Rey. Cuando entendemos que Jesús es el Señor en nuestras vidas, todos los demás reyes que han estado gobernando nuestro ser, tienen que doblegarse ante el Señor de señores. Ya no puede quedar en pie, por ejemplo, el rey “opinión propia”, de modo que todo aquello que gobernaba nuestra mente tiene que ser remplazado por los pensamientos de Cristo hasta que “mi opinión” ya no tenga cabida, “porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos…” (Hechos 17: 28), “porque separados de él nada podemos hacer” (Juan 15: 5).
El reino de Dios es espiritual, pero se manifiesta en lo natural, porque la gente de reino transforma su entorno, no sólo inmediato, sino también mediato. Los cristianos de la Iglesia primitiva que entendieron el señorío de Cristo fueron reconocidos como “los que trastornaron el mundo entero” (Hechos 17: 6) Ellos invirtieron el orden del sistema de entonces. En el imperio romano el César era el señor y también el dios. Cuando los primeros cristianos entendieron y se sometieron al señorío de Cristo, ya no se conformaron al sistema imperante, sino que renovaron su entendimiento y sometidos al señorío de Cristo comprendieron la voluntad de Dios, que es buena, agradable y perfecta. (Romanos 12: 2). La gente del reino de Dios empieza a transformar vidas porque ha conformado su vida a la de Su Señor. Se ha sujetado para hacer la voluntad del Rey, porque ha entendido quién es el Señor y quién es él en Su Señor.
Estar en Cristo no es solamente participar de todo lo que Él posee, es en primer lugar manifestar a Cristo a través de nuestras vidas. “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu.” (Romanos 14: 17). El reino de Dios no consiste en lo cotidiano y temporal, sino en lo eterno, en manifestar la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu. Estas cualidades tienen que verse en la gente del reino de Dios, a tal punto que los que no son del reino, o que todavía no han entrado en él, anhelen lo que poseemos. Así como son manifiestas las obras de la carne, de la misma manera debe manifestarse en nosotros el fruto del Espíritu Santo. La manifestación del fruto refleja si somos o no del reino de Dios, porque “por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7: 16). El que está sometido al señorío de Cristo no actúa por cuenta propia, por impulso, o por sus muy buenas intenciones, sino que hace la voluntad de Dios. Depende totalmente de Su Rey.
Para entrar en el reposo de Dios, necesitamos conocer y reconocer quién es el Señor del reposo. Cuando reconocemos la autoridad de Jesús en nuestras vidas, lo que suponíamos que era nuestra autoridad y derecho tiene que desaparecer, pues ya no nos pertenecemos, somos de Aquel que nos compró a precio de sangre, a precio de Su propia Vida. Iglesia de Jesucristo, este es el tiempo para reconocer el señorío de Cristo en Su Cuerpo y en cada pequeña partícula de todo aquel que conforma la Iglesia. Guardemos nuestros pensamientos centrados en nuestro Señor. Miremos la cruz donde Él dio Su vida para otorgarnos el perdón de nuestros pecados. Gocémonos en Su resurrección que nos da la justificación (Romanos 4: 25). Miremos a nuestro Señor para hacer todo conforme Él quiere. Que nuestros ojos no se desvíen tras otros señores, porque nadie puede amar a dos señores. Que nada ni nadie ocupe el primer lugar en nuestras vidas, para que cuando Él venga, todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo sea hallado sin ni un motivo de reproche. Dios quiere restaurar completamente a Su Iglesia y esto sólo va a ser posible cuando nos sometamos totalmente a Él. Nadie puede llamar a Jesús, Señor y no hacer Su voluntad. Si Jesús es el Señor en nuestras vidas, Él debe tener todo el dominio de ella. Dios le ha dado a Jesucristo todo el señorío, tanto en la tierra como en los cielos “y sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. (Ef.1: 22,23) y “nosotros estamos completos en Él que es la cabeza de todo principado y potestad. (Col. 2: 10) Porque Dios también le exaltó hasta lo sumo y le dio un Nombre que es sobre todo nombre, para que todos en cualquier lugar se doblen ante Él y declaren que Jesucristo es el Señor. (Fil. 2: 9-11) ¡Decláralo!
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