domingo, 29 de marzo de 2009

¿DE QUÉ POZO ESTÁS SACANDO AGUA?

¿DE QUÉ POZO ESTÁS SACANDO AGUA?
“¡Espántense, cielos, ante esto! ¡Tiemblen y queden horrorizados! afirma el Señor. "Dos son los pecados que ha cometido mi pueblo: Me han abandonado a mí, fuente de agua viva, y han cavado sus propias cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.”
(Jeremías 2: 12, 13 NVI)
El agua que consumimos para beber y preparar nuestros alimentos, no está totalmente libre de contaminación, es más, si queremos beberla con mayor seguridad, debemos hervirla muy bien. Actualmente hay mucha contaminación en las aguas a nivel mundial. En algunos países más industrializados se purifica el agua por medio de ciertos procesos y se la vuelve totalmente potable, la gente puede beberla de la cañería sin temor alguno. Dios nos ofrece el agua pura que es Su Palabra para que nosotros saciemos nuestra sed espiritual; sin embargo, el ser humano en su deseo de encontrar a Dios empieza a inventar modos o formas de hallarlo que no satisfacen al espíritu, porque nuestro espíritu sólo se sacia con el Agua pura de Dios (Su Palabra). Al hacer esto están rechazando el agua potable de Dios y están cavando sus propios pozos que no pueden retener agua y cada vez se esfuerzan más y más por encontrar a Dios inventando un sin fin de formas o rituales que lo único que hacen es alejarlos de la Verdadera Fuente de Vida, Jesucristo.

“Vino, pues, a una ciudad de Samaria que se llamaba Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a José su hijo. Y estaba allí la fuente de Jacob. Pues Jesús, cansado del camino, así se sentó a la fuente. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dice: Dame de beber. (Porque sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.) Y la mujer samaritana le dice: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Respondió Jesús y le dijo: Si conocieses el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú pedirías de él, y él te daría agua viva. La mujer le dice: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual él bebió, y sus hijos, y sus ganados? Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed; sino [que] el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dice: Señor, dame esta agua, para que no tenga sed, ni venga acá a sacarla. Jesús le dice: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer, y le dijo: No tengo marido. Le dice Jesús: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido; y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. Le dice la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde es necesario adorar. Le dice Jesús: Mujer, créeme, que la hora viene, cuando ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque [la] salud viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad; porque también el Padre tales [adoradores] busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en Espíritu y en verdad es necesario que adoren. Le dice la mujer: Sé que el Mesías ha de venir, el cual se dice el Cristo; cuando él viniere nos declarará todas las cosas. Le dice Jesús: Yo Soy, que hablo contigo.” (Juan 4: 5-26 RV 2000)

Una mujer sedienta fue a buscar agua al pozo que sus antepasados habían cavado y del cual bebían ella y todos los de ese lugar. Nunca pensó que en su búsqueda por saciar su sed, ella y después, por su intermedio, los del lugar, encontrarían a la Fuente De Agua Viva. El pozo del cual bebían nunca los iba a saciar, porque espiritualmente estaban bebiendo de un pozo hecho de religiosidad. Jesús fue a romper esa estructura en la que ellos estaban sumergidos por años. Él le mostró a esta mujer sedienta de amor, el verdadero amor, que sólo lo encontraría en la Fuente de Agua Viva, en Jesucristo, a quien esta mujer tenía frente a ella y no lo sabía. Jesús entonces tuvo que confrontarla con una realidad poco agradable para la samaritana, pero era la única forma de hacerla ver a Quién tenía frente a ella. Cuando esta mujer reconoció al Mesías, no se quedó callada, fue a buscar a sus conocidos para darles las buenas nuevas y que ellos encuentren el Agua de Vida.

Muchas veces para saciar la sed de Dios -aunque no se den cuenta- las personas buscan refugios en telenovelas, lecturas impropias, películas violentas o pornográficas, ritos, magia, etc. y se van alimentado de esos “entretenimientos” del diablo, que no son otra cosa que pozos contaminados, que cada vez más y más van minado la salud espiritual y mental de la gente. “Las palabras del Señor son puras, son como la plata refinada, siete veces purificada en el crisol.” (Salmo 12: 6) Sin dejar de lado las distracciones sanas, es importante que vayamos siempre a la Fuente de Agua Pura, la Biblia. Nuestro cuerpo necesita agua para sobrevivir y agua pura para vivir bien y nos esforzamos por darle lo mejor. De la misma manera nuestra alma necesita beber del Agua de Vida, pura y sin contaminación. No sólo sacia nuestra sed de Dios, sino que va limpiando y purificando todo nuestro ser. “En el último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se puso de pie y exclamó: ¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva. Con esto se refería al Espíritu que habrían de recibir más tarde los que creyeran en él. Hasta ese momento el Espíritu no había sido dado, porque Jesús no había sido glorificado todavía.” (Juan 7: 37-39 NVI). “Con alegría sacarán ustedes aguas de la fuente de salvación.” (Isaías 12: 3). “Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra…” (Efesios 5: 26). “Ya todo está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed le daré a beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida.” (Apocalipsis 21: 6) Sacia tu sed en esa Fuente, en la Fuente de Vida que es Jesucristo, ya no busques pozos contaminados y declara: “¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras!, Sí, más que la miel a mi boca… Es muy pura tu palabra, y tu siervo la ama” (Salmo 119: 103, 140) Lee la Biblia, ella saciará tu sed de Dios.

jueves, 26 de marzo de 2009

NO ACAMPES EN EL DESIERTO ¡ATRAVIÉSALO!




NO ACAMPES EN EL DESIERTO ¡ATRAVIÉSALO!
El pueblo de Israel salió de Egipto bajo la poderosa mano del Señor Dios Todopoderoso. Atravesaron el mar Rojo en seco y cuando sus enemigos quisieron hacer lo mismo, fueron tragados por el mar. Ellos celebraron la victoria al otro lado del mar, porque nunca verían a sus enemigos. Al fin eran libres, ya no había peligro que sus enemigos volvieran a perseguirlos. Sólo les restaba llegar a la tierra prometida. ¡Esperen! No iba a ser tan rápido. Ellos debían estar preparados para enfrentar aquello que encontrarían a su paso. Para ello, debían demostrar que realmente creían en Aquel que los liberó de Egipto. Entonces Dios los llevó rumbo al desierto, allí atravesarían por algunas dificultades, ninguna de las cuales era un problema para Dios; sin embargo, pese a que ellos constantemente vieron y vivieron los milagros, no entendieron al Dios de los milagros, porque trataron de entenderlo a través del alma, de su limitado razonamiento, entonces cuando se tropezaban con un problema, lo primero que hacían era quejarse y volver atrás con los recuerdos de un pasado de esclavitud y anhelar nuevamente la opresión.

Si el pueblo de Israel hubiera aprendido a mirar a Dios antes que al problema, ellos hubieran llegado a su destino en poco tiempo; pero por no creer que así como Dios los sacó de Egipto con mano fuerte, también los podía sacar de cualquier otra circunstancia por muy adversa que fuera; todos los mayores que tenían capacidad de decisión, excepto dos, Josué y Caleb, murieron en el desierto, nunca llegaron a la tierra prometida. Pudieron verla de lejos, sin embargo no entraron en ella. En nuestra vida, como hijos de Dios, muchas veces sucede lo mismo, empezamos a caminar por el camino de la fe, rumbo a nuestro destino promisorio, pero no libre de obstáculos, y nos detenemos a mirar atrás, a recordar nuestros días cuando hacíamos de nuestra vida lo que nuestra naturaleza pecaminosa nos dictaba, sin darnos cuenta que cada vez que esto sucede, significa mayor tiempo de permanencia en el desierto. De este modo no podemos avanzar y empezamos a quejarnos y a decir por qué nos pasa esto o aquello, cuando la solución está en hacer callar al espíritu de queja y murmuración recordando las maravillas de Dios, declarando Su grandeza y sabiendo con certidumbre de fe que “no hay nada imposible para Dios”.

Dios hacía cada día maravillas ante los ojos de los israelitas, sin embargo ellos no fueron agradecidos, ni Le creyeron, sino que se rebelaron contra Dios y contra Sus siervos hablando palabras que después tuvieron que sufrirlas porque se les dio conforme a sus dichos.
En sus murmuraciones contra Moisés y Aarón, la comunidad decía: "¡Cómo quisiéramos haber muerto en Egipto! ¡Más nos valdría morir en este desierto! ¿Para qué nos ha traído el Señor a esta tierra? ¿Para morir atravesados por la espada, y que nuestras esposas y nuestros niños se conviertan en botín de guerra? ¿No sería mejor que volviéramos a Egipto?" (Números 14: 2,3). Entonces el Señor le dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo esta gente me seguirá menospreciando? ¿Hasta cuándo se negarán a creer en mí, a pesar de todas las maravillas que he hecho entre ellos? (14: 11) Por tu gran amor, te suplico que perdones la maldad de este pueblo, tal como lo has venido perdonando desde que salió de Egipto. El Señor le respondió: Me pides que los perdone, y los perdono. Pero juro por mí mismo, y por mi gloria que llena toda la tierra, que aunque vieron mi gloria y las maravillas que hice en Egipto y en el desierto, ninguno de los que me desobedecieron y me pusieron a prueba repetidas veces verá jamás la tierra que, bajo juramento, prometí dar a sus padres. ¡Ninguno de los que me despreciaron la verá jamás! En cambio, a mi siervo Caleb, que ha mostrado una actitud diferente y me ha sido fiel, le daré posesión de la tierra que exploró, y su descendencia la heredará. Pero regresen mañana al desierto por la ruta del Mar Rojo, puesto que los amalecitas y los cananeos viven en el valle. El Señor les dijo a Moisés y a Aarón: ¿Hasta cuándo ha de murmurar contra mí esta perversa comunidad? Ya he escuchado cómo se quejan contra mí los israelitas. Así que diles de parte mía: Juro por mí mismo, que haré que se les cumplan sus deseos. Los cadáveres de todos ustedes quedarán tirados en este desierto. Ninguno de los censados mayores de veinte años, que murmuraron contra mí, tomará posesión de la tierra que les prometí. Sólo entrarán en ella Caleb hijo de Jefone y Josué hijo de Nun. También entrarán en la tierra los niños que ustedes dijeron que serían botín de guerra. Y serán ellos los que gocen de la tierra que ustedes rechazaron. Pero los cadáveres de todos ustedes quedarán tirados en este desierto. (14: 19 – 32 NVI)

En la vida de la fe, muchos hijos de Dios mueren sin haber gozado de todo lo que Dios dispuso para ellos porque no Le creen a Él, son mal agradecidos y quejumbrosos y constantemente están mirando atrás, a los recuerdos del pasado, por eso no avanzan y siguen dando vueltas en el desierto de la vida, siendo improductivos e ineficaces, cuando bien podían estar gozando del fruto de sus labios declarando las maravillas de Dios Todopoderoso y recogiendo la cosecha del fruto de la fe. La tierra de leche y miel está a un paso de los que le creen a Dios, pero no está exenta de gigantes. La fe del hijo de Dios debe estar puesta en Dios solamente, así él avanzará confiado, sabiendo que en Cristo siempre tendrá victoria, porque Él ya ha vencido. Por lo tanto, prosigue hacia lo que Dios tiene para ti. No mires atrás, ni le temas a los gigantes, porque más poderoso es el que está en ti, que el que está en ellos. (1ª Juan 4: 4) No acampes en el desierto. ¡Avanza! “Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. Así que, ¡escuchen los perfectos! Todos debemos tener este modo de pensar. Y si en algo piensan de forma diferente, Dios les hará ver esto también.” (Filipenses 3: 13 -15 NVI)

miércoles, 25 de marzo de 2009

BENEFICIOS DE LA ADORACIÓN - Parte 2


BENEFICIOS DE LA ADORACIÓN – Parte 2

  • La atmósfera celestial, es una atmósfera de adoración y es eterna. El argumento más poderoso para la sempiterna adoración y alabanza está en la naturaleza del objeto de nuestra adoración. Es a Jesucristo a quien adoramos.

  • El adorador sólo busca la presencia de Dios, se eleva hasta los lugares celestiales o trae la presencia de Dios a la tierra.

  • El adorador se despoja de todo su “ego”, porque lo único que importa es Dios en la Persona de Jesucristo.

  • Sólo la adoración en espíritu y verdad alcanza la presencia de Dios. Porque Sólo se puede adorar a Dios en espíritu y el alma tiene que sujetarse al espíritu para que éste fluya y se una al Espíritu de Dios para poder adorar. Mientras el alma está inquieta pensando qué dirán, o tratando de decir sus propias palabras no fluye la adoración.

  • La autoridad y poder para reinar sólo la vamos a tener si llevamos en alto la adoración, porque esto nos permite entrar en la esfera celestial sobre todo principado, poder y autoridad.

  • El adorador es un intercesor por excelencia; está cubriendo vidas y librando de las ataduras del diablo; es un guerrero en potencia y el enemigo le teme.

  • La adoración hace acallar a tu alma, sosiega a tu espíritu; libra a tu cuerpo de males y refresca tu mente.

  • La adoración y la alabanza brotan de un corazón que admira y reverencia al Creador de todo. No podemos adorar a Dios, si no admiramos y nos asombramos de todas Sus portentosas obras.

  • La adoración trae la presencia de Dios y donde Él está nada queda igual, hay transformación.

  • Cuando tu espíritu adora, tu semblante empezará a reflejar la gloria de Dios y toda la atmósfera alrededor tuyo se transformará y quienes te rodean también serán envueltos con el beneficio de tu adoración.

  • La adoración hará que todos tus problemas se resuelvan, porque mientras le das a Dios el primer lugar, Él se encarga de hacer lo que tú en tus fuerzas nunca lo lograrías.

La adoración nos funde con Dios haciéndonos uno con Él, donde sólo importa el Mayor, Dios; porque en la adoración quitamos nuestra visión de nosotros mismos y la ponemos únicamente en Dios, exaltamos al único digno de ser exaltado y le damos la gloria, la honra, el honor y el poder, lo que le daremos por la eternidad. Al único y verdadero Dios, al Soberano Jesucristo, sea la gloria por siempre. Amén.
Adórenle porque Él es bueno y para siempre es Su misericordia, díganlo los redimidos del Señor, los que Él ha redimido con Su Sangre, adórenle los rescatados por el Señor, los que Él rescató con Su Sangre. Adórenle cielo y tierra, porque para siempre es Su misericordia. Adórenle en la hermosura de Su Santidad, adórenle con cánticos de júbilo y gratitud en los labios. Adórenle todos los lavados por Su Sangre. Todos los que aman a Dios, ¡Adórenle!

BENEFICIOS DE LA ADORACIÓN


BENEFICIOS DE LA ADORACIÓN – Parte 1


  • Cuando adoramos nos deleitamos en Dios y entonces Él nos concede los deseos de nuestro corazón. (Salmo 37: 4).

  • Cuando adoramos nos acoplamos a la adoración celestial. (Apocalipsis 4: 13).

  • Cuando adoramos unimos nuestra voluntad a la voluntad de Dios, haciendo que se cumpla en nosotros Su propósito.

  • La adoración hace trabajar a los ángeles a favor nuestro.

  • El corazón entendido se sumerge en la adoración porque sabe que es allí que verá el rostro de Su Amado.

  • La adoración trae la gloria de Dios a la tierra y hace que se cumpla la palabra que la tierra será llena de Su gloria.

  • La adoración es entrega, es renuncia, es muerte al “YO”.

  • La adoración derrota a nuestros enemigos, que no son humanos, sino son espíritus malignos.

  • Un estilo de vida de adoración es la clave para llegar a ser “conforme al corazón de Dios”.

  • Es a través de la adoración que capturamos el corazón de Dios.

  • El tiempo que disponemos para adoración redundará en nuestro beneficio con creces, porque Dios no da con medida, siempre lo hace sobreabundantemente.

  • La adoración brota de un corazón agradecido.

  • La adoración va dirigida a Dios, por quién es Él; pero el beneficio viene a nosotros, por quién es Dios.

  • La adoración desbarata el plan del enemigo en nuestra contra. Por medio de la adoración se nos revela secretos del enemigo en contra nuestra, porque Dios no nos va a ocultar nada cuando entramos en intimidad con Él.

  • Adoración y alabanza toman posesión de las promesas y juntamente con la intercesión traen la victoria.

  • ADORAR es buscar la presencia de Dios apasionadamente.

  • La adoración nos lleva a contemplar la gloria de Dios.

  • En medio de la adoración al Señor se recibe la revelación de quién es el Cristo.

  • Los adoradores e intercesores extienden el Reino de Dios y destruyen las tinieblas.

  • En la adoración nos fundimos en un acto de amor, donde no buscamos al Señor por las bendiciones, sino por quién es Él, por el solo deseo de estar con Él en verdadera intimidad.

  • Los adoradores atraen la Presencia de Dios.

  • El adorador no tiene temor, porque el “Perfecto Amor”, echa fuera el temor; no se puede adorar si hay temor.

  • La adoración hace estremecer los cimientos, abrir los cerrojos de hierro, soltar las cadenas y hacer caer rendido al verdugo.

  • Dios sólo escucha Su lenguaje. Éste se expresa a través de la adoración y la alabanza, hablando lo que dice Su Palabra.

martes, 24 de marzo de 2009

RAZONES POR LA QUE DEBO PERDONAR


RAZONES POR LA QUE DEBO PERDONAR

1. Porque Dios me perdonó lo imperdonable. Estaba destinada a una muerte eterna, puesto que la paga del pecado es muerte; pero gracias a Dios, Su dádiva es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. (Romanos 6:23)
2. Porque quiero imitar a Dios, así como Él me perdonó, yo debo perdonar a todos los que me ofenden. (Efesios 4: 32; Colosenses 3: 13)
3. Porque quiero tener un argumento que presentar a Dios cuando le pida que me perdone, diciéndole, como yo he perdonado, quiero que Tú también me perdones. (Mateo 6: 12)
4. Porque yo también quiero ser perdonada cuando ofenda a otros. (Lucas 6:37)
5. Porque quiero ponerme de acuerdo con mi adversario antes de presentar mi ofrenda al Señor, el Juez Justo. (Mateo 5: 23-25)
6. Porque quiero que me reconozcan por el buen fruto que saco de mi corazón al perdonar. (Lucas 6: 43-45)
7. Porque quiero ser medida con la misma medida de perdón con la que yo mido (Lucas 6:38)
8. Porque quiero ser hacedora de las Palabras del Señor y no tan solamente oidora, engañándome a mí misma (Santiago 1:22; 1ª Juan 3: 18).
9. Porque quiero alcanzar la misericordia de Dios. (Proverbios 28: 13)
10. Porque no quiero practicar las obras del diablo y pertenecerle, puesto que Cristo apareció para deshacer (triturar) las obras del diablo. (1ª Juan 3: 8).
11. Porque no quiero ser homicida aborreciendo a mi hermano. (1ª Juan 3: 15)
12. Porque quiero tener vida eterna permanente en mí. (1ª Juan 3: 15)
13. Porque quiero que cuando yo le pida algo a Dios, reciba de Él lo que le pedí, porque guardo sus mandamientos al amar y perdonar. (1ª Juan 3: 22-23)
14. Porque no quiero tener amargura en mi corazón y contaminar a otros. (Hebreos 12:15)
15. Porque el perdón es un regalo de Dios y yo como Su representante, quiero dar también el regalo del perdón a los que me ofenden. (Efesios 2: 5,8)
16. Porque quiero cosechar lo que siembro. (Gálatas 6: 7).
17. Porque soy un espíritu con el Señor, así que como él perdonó, yo también perdono. (1ª Corintios 6: 17).
18. Porque he sido comprada y perdonada por un precio muy alto, la sangre preciosa de Cristo; de modo que glorifico a Dios en mi cuerpo y en mi espíritu, perdonando a los que me ofenden. (1ª Corintios 6:20)
19. Porque el amor de Dios ha sido derramado en mi corazón y ese amor me impulsa a perdonar. (Romanos 5: 5)
20. Porque tengo la mente de Cristo y en la mente de Cristo, no hay cabida para las ofensas. (2ª Corintios 2:16)
21. Porque soy hechura Suya, creada para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que yo ande en ellas y el perdón es una buena obra. (Efesios 2: 10)
22. Porque he sido crucificada juntamente con Cristo y como ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí, ese Cristo viviendo en mí, me impele a perdonar (Gálatas 2: 20)
23. Porque mi Señor Jesús lo ordena y punto. Quiero ser obediente.

lunes, 23 de marzo de 2009

DILE A TU ALMA QUE ALABE A DIOS


DILE A TU ALMA QUE ALABE A DIOS
“Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre. Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias; él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión; él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas.”
(Salmo 103 1-5).
Nuestra alma necesita sosegarse y la única manera es alabando al Señor. El salmista David era un hombre de guerra, estaba siempre en batallas y muchas veces su alma lo traicionaba con inquietud y angustia, entonces él tenía que obligarla a alabar a Dios. En su discernimiento espiritual él se dio cuenta que no debía seguir lo que le dictaba su alma, sino más bien, ésta debía sujetarse a su espíritu para alabar a Dios y no sólo ella, también debía hacerlo su cuerpo; y cuando todos, (espíritu, alma y cuerpo) se unían para alabar al Señor, David vencía una de las peores batallas, la batalla contra su propia alma. Es en el alma que el enemigo siembra la duda, la desesperación, la angustia, el temor y todo aquello que es capaz de derrotar a la persona.

¿Estás perdiendo el deseo de alabar a Dios? Tan sólo recuerda de dónde te sacó el Señor, aunque pienses que tus pecados no son muy graves comparados con otras personas que hicieron cosas horribles, pero aun así, sólo Jesús fue capaz de liberarte de una muerte segura; entonces empieza a alabarlo, porque nadie más puede hacer lo que Cristo hizo por ti. Si puedes leer esto o escucharlo, es porque aún estás vivo, ¿no es otra razón suficiente para alabarle? Si Dios te quitara la provisión de oxígeno, que te mantiene vivo, ya no podrías alabarle, pero como no lo ha hecho hasta ahora, ni lo hará después de ahora, entonces tienes otra razón para empezar a alabarle. Empieza a recordarle a tu alma otras razones más por la que Dios merece tu alabanza.

¿Estás pasando por una prueba? Alaba al Señor porque Él te está puliendo, está queriendo estampar Su carácter en ti, Él quiere que seas como Cristo. “El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele.” (1ª Pedro 1: 7).
Tu alma necesita aprender que tiene que esperar en Dios porque ella no soluciona nada. Es importante aquietar el alma que se agita con facilidad y arma un revuelo dentro de nosotros. Para ello debes enseñarle a alabar. No puede tu alma dominarte y querer tomar control de tu ser, porque lo descontrolará totalmente. El alma pretende ver lo que no ve, saber lo que no sabe. Por eso necesita ser controlada por tu espíritu en todo momento. Los únicos ojos que tiene el alma, son los ojos del espíritu, pero si no está sujeta a él, entonces navegará a la deriva. La razón que gobierna el intelecto no es capaz de gobernar el espíritu, porque no hay luz en la razón, aunque pretenda descubrir muchos misterios. Sin la luz del espíritu sobre la razón del ser humano, todo es tinieblas. Para que el alma reciba la luz del espíritu debe mantenerse bajo el control de éste y sólo es posible cuando el espíritu humano está sujeto al Espíritu de Dios.

El salmo 118 (léelo), muestra cómo y porqué debemos alabar al Señor. La alabanza va unida al agradecimiento por lo que el Señor ha hecho y hará. Nos hallamos en ventaja respecto al rey David porque él no vivía en esta dispensación, la de la gracia porque todavía Cristo no había venido. Pero ahora que Cristo vino y venció y nos ha dado la victoria, tenemos mayor razón para alabarle sin parar. Esto debe entender el alma y para ello debe empezar a alabar, entonces su alabanza se unirá con la alabanza del espíritu y unánimes alabarán y adorarán al Señor, porque el alma reposará en el espíritu y éste en el Espíritu Santo de Dios. “Bendice alma mía a Jehová y bendiga todo mi ser su santo nombre”. Amén

viernes, 20 de marzo de 2009

DERROTANDO EJÉRCITOS

DERROTANDO EJÉRCITOS POR MEDIO DE LA ALABANZA
“Que broten de su garganta alabanzas a Dios, y haya en sus manos una espada de dos filos para que tomen venganza de las naciones y castiguen a los pueblos; para que sujeten a sus reyes con cadenas, a sus nobles con grilletes de hierro; para que se cumpla en ellos la sentencia escrita. ¡Ésta será la gloria de todos sus fieles! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!”
(Salmo 149:7-9)

Cuando entendamos el poder de la alabanza a Dios, nuestras gargantas no podrán permanecer calladas, porque el Espíritu Santo va a empezar a mover nuestras cuerdas bucales para proclamar las proezas de nuestro Dios sobre Sus enemigos, que también son nuestros, y como no pueden contra Dios quieren dañarnos a nosotros. La alabanza es exaltación que brota de nuestras gargantas, es Palabra del Espíritu a través de nosotros, es la Palabra Viva que es Jesucristo. Esta Palabra son las promesas y realidades de Dios hacia nosotros, que son como espada de dos filos para nuestros enemigos espirituales, porque ellos perdieron toda oportunidad de recibir algo del Señor por su rebelión, y ahora somos nosotros, los hijos de Dios, por medio de Jesucristo, quienes vamos a recibir y estamos recibiendo lo que ellos despreciaron por seguir al diablo.

La alabanza y la Palabra hacen cinco cosas mencionadas en los versículos 7 – 9 del salmo 149:
Primero, que Dios tome venganza de las naciones, éstas que quieren dañar a los hijos de Dios; no vamos a ser nosotros los que nos vamos a vengar. Nuestra tarea es alabar a Dios y declarar lo que Él tiene para nosotros escrito en Su Palabra. Recordemos que nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este siglo, huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6: 12) Son jerarquías demoníacas que toman naciones, pueblos, lugares, etc., y que están representados por alguna imagen o escultura que simboliza a ese llamado dios del lugar, del cual, el verdadero Dios tomará venganza y destruirá sus poderes cuando alabamos.
Segundo, para que Dios castigue a los pueblos, a aquellos que han rendido honor a sus dioses antes que al verdadero Dios. Hay pueblos que tienen un príncipe espiritual o “patrón” a quien le rinden culto. La alabanza hace que el poder de ese principado se debilite, se quiebre y la gente sea libertada de la atadura del demonio. Quienes persistan en seguir a esos demonios recibirán el castigo de Dios.
Tercero, para sujetar a sus reyes con cadena. ¿Qué quiere decir esto? Un rey es el que tiene autoridad y dominio sobre una nación. El rey es la potestad demoníaca de las tinieblas que tiene controlada a una nación y si queremos derrotarla, debemos alabar a Dios. Si vemos esto en nuestra nación, lo que debemos hacer es alabar a Dios todo el tiempo, declarando las promesas de Dios para nuestra nación y proclamando que Jesucristo es el Señor de nuestro país. Dios habita entre las alabanzas de Su pueblo (Salmo 22:3) y donde Él habita, no pueden estar los demonios. Oh, si llegamos a entender esto, vamos a hacer de nuestra nación un santuario de Dios en todo tiempo y las tinieblas retrocederán ante las voces de alabanza al único Dios verdadero; las cadenas de opresión serán rotas, los cimientos del paganismo serán removidos y las puertas se abrirán a la luz de Dios.
Cuarto, para sujetar a sus nobles con grilletes. Los nobles serían los demonios subalternos que instigan a las personas o toda clase de maldad, desde la rebelión hasta el crimen, desde el alcoholismo hasta la prostitución, etc. La alabanza los aprisiona y nos proporciona paz.
Quinto, para que se cumpla en ellos la sentencia escrita. La alabanza hace que se ejecute la sentencia decretada por el Señor sobre estos espíritus malignos, para que ellos ya no tomen el control sobre las personas, pueblos y naciones; para que no tomen cautivos a nuestros hijos.

“Después de consultar con el pueblo, Josafat designó a los que irían al frente del ejército para cantar al Señor y alabar el esplendor de su santidad con el cántico: "Den gracias al Señor; su gran amor perdura para siempre." Tan pronto como empezaron a entonar este cántico de alabanza, el Señor puso emboscadas contra los amonitas, los moabitas y los del monte de Seír que habían venido contra Judá, y los derrotó.” (2º Crónicas 20: 21,22) Ante la arremetida de los ejércitos enemigos contra Judá, el pueblo de Dios clamó al Señor y Él les dijo que se prepararan para ver la victoria que traería. Ellos creyeron esta palabra y salieron a la batalla alabando al Señor. Mientras ellos alababan con fuerte voz, Dios se encargaba de sus enemigos. Mientras nosotros nos mantengamos glorificando y alabando a Dios por lo que Él hará en nuestras vidas, en nuestra nación, Él se encargará de los enemigos espirituales que quieren destruirnos; pero primero debemos humillarnos delante de Él y reconocer que le hemos fallado, pedir perdón por nuestros pecados y buscarle de todo corazón. Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra. (2º Crónicas 7:14) Como pueblo de Dios eso es lo que debemos hacer, entonces fluirá la alabanza de nuestras gargantas, le exaltaremos con voz de júbilo y regocijo y Dios se deleitará en nosotros y nos salvará.

martes, 17 de marzo de 2009

VIVE PRACTICANDO LA JUSTICIA DE DIOS

VIVE PRACTICANDO LA JUSTICIA DE DIOS
“No te irrites a causa de los impíos ni envidies a los que cometen injusticias; porque pronto se marchitan, como la hierba; pronto se secan, como el verdor del pasto. Confía en el Señor y haz el bien; establécete en la tierra y mantente fiel. Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará.”
(Salmo 37: 1-5 NVI)

Muchas veces, aun siendo hijos de Dios, tendemos a mirar más en las injusticias que se cometen, que en la justicia de Dios; entonces pensamos que Dios no está actuando como debiera y nos angustiamos, nos irritamos y hasta juzgamos a las personas que evidentemente están cometiendo actos de injusticia, pero Dios nos dice que esa no es la forma como debemos actuar, porque esto es indicador de que estamos envidiando sus actos de injusticia, sus ganancias ilícitas, su prosperidad efímera. ¿Te has puesto a pensar que tras ese disfraz de justo, lo que te impele a mirar la injusticia es envidia? Ponte a pensar, qué es lo que te hace criticar al que prospera y tú no. O tal vez le has dicho alguna vez a Dios: - Señor yo te sirvo, te soy fiel en todo y parece que te equivocaste de dirección de domicilio, porque al impío lo estás prosperando y pasaste de largo mi casa ­_. Sin embargo, Dios te dice: _ Espera a ver el fin de ellos y tú no querrás estar en su lugar.

La injusticia estará en la tierra y se incrementará a medida que se acerca el día del Señor. Nosotros no vamos a poder cambiar la situación, pero sí, podemos marcar la diferencia. ¿Cómo? Sólo confiando en el Señor y actuando en justicia. En muchos países, del cual el nuestro no es una excepción, se acostumbra a sobornar para obtener algo que se nos debe dar porque estamos en nuestro justo derecho, sin embargo se nos alarga el plazo si no entregamos un dinero extra para la persona que tiene que otorgarnos lo que requerimos. Frente a esta situación, qué podemos hacer como hijos de Dios que queremos mantenernos en justicia. Sólo: confiar en el Señor, hacer lo correcto y mantenernos fiel. Podemos argüir que así no vamos a conseguir nada, pero Dios tiene la respuesta: “Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará. Hará que tu justicia resplandezca como el alba; tu justa causa, como el sol de mediodía." (Salmo 37: 5,6) Dios siempre te hará justicia si tú permaneces fiel. “Guarda silencio ante el Señor, y espera en él con paciencia; no te irrites ante el éxito de otros, de los que maquinan planes malvados. Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal.” (Salmo 37: 7,8). Aprende a tener paciencia, no le sigas el juego al diablo irritándote porque esto te lleva a hacer lo malo, porque en verdad no te estás irritando contra la injusticia, sino contra la persona que la está cometiendo y nosotros sabemos que esa o esas persona/s están siendo gobernadas por espíritus malvados y nuestra lucha debe ser contra aquellos espíritus, pero ¿cómo vamos a realizar nuestra batalla?

Nuestra batalla consiste en confiar en Dios quien nos va a hacer justicia. Deleitarnos en Él, es decir enamorarnos de nuestro Amado, a tal punto que no podamos estar sin Él. Esperar pacientemente y en silencio, este silencio es refrenando nuestra boca para no criticar, porque al hacerlo, ya nos hemos puesto del lado del diablo. Tú dirás cómo me puedo callar ante tan tremenda injusticia, tengo que levantar mi voz. Recuerda lo que te dice el Dios: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él… Más vale lo poco de un justo que lo mucho de innumerables malvados; porque el brazo de los impíos será quebrado, pero el Señor sostendrá a los justos. El Señor protege la vida de los íntegros, y su herencia perdura por siempre. En tiempos difíciles serán prosperados; en épocas de hambre tendrán abundancia. Los malvados, los enemigos del Señor, acabarán por ser destruidos; desaparecerán como las flores silvestres, se desvanecerán como el humo.” (Salmo 37: 7, 16-20). Estamos viviendo tiempos difíciles a nivel mundial, así que no podemos mirar a ningún hombre para pedir socorro; nuestro único socorro tiene que ser el Dios Todopoderoso, cuyo nombre es JEHOVÁ DE LOS EJÉRCITOS, El MÁS QUE SUFICIENTE Y Él nos guardará en el día angustioso para toda la tierra, nos sostendrá con la diestra de Su Justicia.
No te detengas a mirar la injusticia, porque quizá aprendas a ser injusto, practica la justicia cada día de tu vida empezando por las pequeñas cosas; la justicia de Dios es Su voluntad en tu vida y Su Justicia te dice: ama al que te aborrece, bendice al que te maldice, honra al que merece honra te guste o no te guste, vive en paz con todos, etc. En todo tiempo: “Adora a Dios. No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último… Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.” (Apocalipsis 22: 10-13 RV60) Vive como justo practicando la justicia de Dios, porque entonces Jehová de los Ejércitos te sostendrá; pero ay de aquellos que a lo malo dicen bueno y a lo impuro, llaman puro en nombre de la justicia para cometer toda clase de abominación según sus deseos. Pero tú que me oyes o me lees: Guarda tus pensamientos centrados en Cristo Jesús y no te desvíes ni a diestra, ni a siniestra. Vive en justicia.

domingo, 15 de marzo de 2009

EMPIEZA A BRILLAR



EMPIEZA A BRILLAR
Si tan sólo vinieres al mundo, para ocupar un espacio en este planeta, tu vida no se diferenciaría de la de un miserable gusano, que pese a su corta e insignificante estancia en este planeta, cumple su función y el propósito para lo cual ha sido creado.
Tu vida tiene un propósito; propósito que a diferencia de la del insecto, cumple una noble y específica función, función que inclusive los ángeles desearían cumplir. Tu función y misión en esta vida es la de “anunciar las virtudes de Aquel que te sacó de las tinieblas y te llevó a Su luz admirable.”(1ª Pedro 2: 9)
No puedes permanecer callada/o después de haber sido rescatada/o de una inminente muerte a causa del pecado. “Porque la paga del pecado es muerte…” (Romanos 6: 23ª); pero Dios en Su amor te extendió Su Gracia salvadora, entregando a su Hijo Jesucristo para liberarte y esa Gracia que alcanzaste, que fue superior a tu pecado te dio vida eterna. “… mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús.” (Romanos 6: 23b). Éste es el mensaje que los ángeles quisieran publicar, pero no se les está permitido, porque Jesucristo murió por los humanos y somos nosotros los que debemos anunciarlo a viva voz. Trabajes o no en tu misión, deberás responder ante tu Creador en el día del juicio y si has cumplido el propósito para lo cual Él te creó, lo escucharás decir: “Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de Tu Señor”. (Mateo 25: 21)
Tu vida debe ser faro, que brillando muestre el rumbo a otras vidas que detrás de ti vendrán. Si cumples el propósito para lo cual estás aquí y ocupas tu lugar como faro, pronto las tinieblas desaparecerán y tu brillo opacará el brillo mismo de las estrellas.

Dios es luz y en Él no hay ni una tiniebla y Él ha dicho que Sus hijos somos luz del mundo. Empieza a brillar como un faro en medio de la oscuridad.

viernes, 13 de marzo de 2009

¿PODEMOS PENSAR COMO CRISTO

¿PODEMOS PENSAR COMO CRISTO?
"Como dice la Biblia: "¿Quién sabe lo que piensa el Señor? ¿Quién puede darle consejos?" Pero nosotros tenemos el Espíritu de Dios, y por eso pensamos como Cristo." (1ª Corintios 2:16)

Dios creó al ser humano con una mente como la de Él para que tenga la capacidad de pensar como Dios piensa, y de esa manera poder comunicarse sin restricciones con Su Creador. Sin embargo, Satanás se interpuso y distorsionó la mente del ser humano para que pensara como el diablo piensa. Nuestra mente está diseñada para pensar los pensamientos de Cristo; pensar lo contrario pone a nuestra mente a trabajar en dirección opuesta a lo establecido, dañando no sólo nuestra psique, sino también nuestro cuerpo físico y nuestro espíritu. El ser humano nacido de nuevo debe entender que su mente pertenece a Cristo y está apta para almacenar los pensamientos que provienen del Espíritu Santo para hacer la voluntad de Dios. Ningún cristiano, hijo de Dios, en quien mora el Espíritu Santo, debería prestarle su mente al diablo, para que éste la llene de basura. Mas bien, debe agarrar sus pensamientos y llevarlos a la cruz de Cristo, allí donde se nos dio la victoria; allí donde el diablo fue derrotado juntamente con todos sus secuaces. Imagínate tu mente como un cofre donde Dios guarda sus más preciados tesoros, tesoros que Dios quiere que compartas, pues para eso fue creada; no fue creada para ser un contenedor de basura, para ser un instrumento del diablo. Por tanto, pensemos bien en lo que pensamos. No podemos dar rienda suelta a cualquier pensamiento que aparezca en nuestra mente. Entreguemos nuestra mente a Cristo y decidamos pensar los pensamientos de Él y el Espíritu Santo respaldará nuestra decisión (Filipenses 4: 8). Nuestra decisión, si es de acuerdo a la voluntad de Dios, abre la puerta del cielo para nosotros, pero si es de acuerdo a nuestro propio razonamiento caprichoso o al del diablo, cierra la puerta del cielo, porque no estamos pensando como Dios quiere que pensemos. "¡Cuán preciosos, oh Dios, me son tus pensamientos! ¡Cuán inmensa es la suma de ellos!... Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno." (Salmo 139: 17, 23,24 NVI) Si pensamos los pensamientos de Dios, nuestra mente será embellecida, porque no hay nada más hermoso que pensar como Dios piensa. Pidamos a Dios que siempre revise nuestros pensamientos; y si estos se han desviado de los pensamientos de Dios, que Él nos muestre, para que corrijamos nuestra forma de pensar, tomando una decisión correcta.

El hombre es lo que piensa en su corazón (Proverbios 23:7) Somos lo que pensamos. Si somos de Cristo, ciertamente los pensamientos de Cristo pensaremos y aunque el enemigo quiera sembrar su malvada semilla dentro de nosotros, no podrá hacerlo si nuestra mente está clavada a la cruz de Cristo. El hombre o la mujer espiritual que están sujetos al Espíritu Santo de Dios están capacitados para pensar espiritualmente, porque su mente no está dominada por las circunstancias, ni por los sentimientos, sino por el Espíritu de Dios. Guarda tus pensamientos, porque tus acciones manifestarán (exhibirán) lo que hay en tu mente.

"Esto, pues, digo y requiero en el Señor; que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos a la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales habiendo perdido toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para con avidez cometer toda clase de impureza. Pero vosotros no habéis aprendido así a Cristo; si es que le habéis oído, y habéis sido por Él enseñados de cómo la verdad está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre que está viciado conforme a los deseos engañosos; y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, que es creado según Dios, en justicia y en santidad verdadera. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis: No se ponga el sol sobre vuestro enojo; ni deis lugar al diablo." (Efesios 4: 17-27). (Lee Romanos 6: 6 y Colosenses 3: 9),

El hijo de Dios debe ajustar su mente a la mente de Cristo y desechar lo que no pertenece al Espíritu Santo. Por lo tanto, entendemos que este es un trabajo que debemos hacer nosotros tomando una decisión. Dios ya nos ha abierto la posibilidad de tener una mente que sea como la de Él, pero depende de nosotros si nos conformamos (adecuamos) a ella o nos mantenemos conforme (de acuerdo) con la mente carnal. Pensar los pensamientos de Cristo no depende de Dios, sino de cada uno de nosotros. Dios, por medio de Jesucristo, nos ha dado ya la facultad de pensar como Él. El sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario ya ha logrado todos los requisitos para que vivamos conforme a la voluntad de Dios, pero nosotros tenemos que adaptar nuestra voluntad a la de Él. Dios no va a imponernos nada por la fuerza. Cuando Cristo dijo que se haga la voluntad de Dios aquí en la tierra, de la misma forma que se hace en el cielo, estaba diciendo que pensemos como piensa Dios, para que las cosas se den de acuerdo al orden divino aquí en la tierra; porque en nuestra mente, por medio de los pensamientos, se incuba la determinación de servir a Dios o no hacerlo.

El diablo sabe que al tomar nuestra mente atrapa todo nuestro ser y no podemos desarrollarnos como verdaderos hijos de Dios. Además sabe que es en la mente que él puede hacer incubar el germen maligno que contaminará no sólo nuestro ser, sino de quienes nos rodean. El apóstol Pablo dijo: "no os conforméis a este mundo; mas transformaos por la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta." (Romanos 12: 2) Nuestra actitud debe ser de constante transformación renovando nuestra forma de pensar y adecuándola a la de Cristo y no a la del mundo. "Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando con cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados en la misma imagen, de gloria en gloria como por el Espíritu del Señor." (2ª Corintios 3: 17-18) La transformación viene de contemplar la gloria de Dios que ya está en nosotros por Su Espíritu. Muy dentro de nosotros no sólo está nuestra alma y espíritu, sino también el Espíritu Santo, el cual está dispuesto a ayudarnos en cualquier necesidad. Busquemos Su presencia y nuestros pensamientos serán transformados y la gloria de Dios será manifestada

martes, 10 de marzo de 2009

¿PUEDO FUMAR?



¿PUEDO FUMAR?
"Todo me está permitido", pero no todo es para mi bien. "Todo me está permitido", pero no dejaré que nada me domine." (1ª Corintios 6: 12 NVI) "Todo está permitido", pero no todo es provechoso. "Todo está permitido", pero no todo es constructivo.” (1ª Corintios 10 23 NVI)
Cuando las personas no son capaces de reconocer que están atrapadas en un hábito nada saludable y que no glorifica a Dios, lo primero que algunas de ellas hacen es preguntar: _ En qué parte de la Biblia dice que no se debe hacer esto, o aquello, si la Biblia dice, por supuesto que yo lo dejaré de hacer_ . Esto es una estratagema diabólica muy sutil, hasta pareciera que son muy religiosas y bueno, ellas piensan que son personas que no merecen reproche porque no están haciendo nada contrario a lo que la Biblia indica. Hay muchas cosas respecto a lo que debemos hacer o dejar de hacer que no están en la Biblia, porque es cuestión de sentido común. Si un vicio atrapa a la persona a tal punto que ella no puede dejar de hacerlo por más que se esfuerce, entonces existe un problema; esa persona está siendo esclava de algo que la domina. El apóstol Pablo dice que todo nos está permitido, pero que no todo es para nuestro bien y que no nos dejemos dominar por nada, porque hemos sido llamados a ser libres en Cristo.

En el huerto del Edén, además de los árboles normales, había dos árboles con cualidades especiales, uno era el de la Vida y el otro era el de la Ciencia del Bien y el Mal. Dios les permitió a Adán y Eva comer de todos los árboles del huerto, menos del árbol de la Ciencia del Bien y del Mal y les dijo el porqué no debían comer. “Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara, y le dio este mandato: "Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás." (Génesis 2: 16, 17).La orden de Dios fue clara. Ellos podían comer de todos los árboles menos de uno, ¿por qué? Porque ese (único) árbol estaba contaminado, tenía cosas buenas y también malas y el día que ellos comieran su fruto, se contaminarían y llevarían esta contaminación a sus futuras generaciones, así de poderoso era ese árbol y Dios quería librarlos de contaminación y no sólo a ellos, sino también a nosotros, lo cual hizo cuando se plantó en el Calvario otro árbol que se encargó de colgar al Hijo de Dios, Jesucristo, para que nosotros podamos revertir la muerte recibiendo la Vida del Hijo de Dios que fue consumida en el Calvario.

“Este mandamiento que hoy te ordeno obedecer no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. No está arriba en el cielo, para que preguntes: ¿Quién subirá al cielo por nosotros, para que nos lo traiga, y así podamos escucharlo y obedecerlo? Tampoco está más allá del océano, para que preguntes: ¿Quién cruzará por nosotros hasta el otro lado del océano, para que nos lo traiga, y así podamos escucharlo y obedecerlo? ¡No! La palabra está muy cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón, para que la obedezcas. "Hoy te doy a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. Hoy te ordeno que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos, y que cumplas sus mandamientos, preceptos y leyes. Así vivirás y te multiplicarás, y el Señor tu Dios te bendecirá en la tierra de la que vas a tomar posesión. "Pero si tu corazón se rebela y no obedeces, sino que te desvías para adorar y servir a otros dioses, te advierto hoy que serás destruido sin remedio. No vivirás mucho tiempo en el territorio que vas a poseer luego de cruzar el Jordán.” (Deuteronomio 30: 11 – 18 NVI)

Así como al principio, Dios pone delante de nosotros la vida y la muerte; sólo nos toca saber elegir (sin ir muy lejos a buscar sabiduría), es cosa de sentido común, por eso no debemos complicarnos, diciendo: _Qué voy a hacer, o cómo lo hago, es superior a mis fuerzas-. El poder de decisión lo tienes tú. Dios te dice: “Elige la vida”, no sólo para que vivas tú, sino también tu descendencia después de ti. La vida verdadera está en Jesucristo. Si aceptas de verdad a Jesucristo, estás aceptando la Vida y tu sentido común se va a clarificar, entonces sabrás discernir entre lo que es bueno y lo que es malo. Te recuerdo que no todo lo malo es feo. El árbol de la Ciencia del Bien y el Mal era por demás atractivo, pero llevaba a la muerte. No es necesario estar preguntando si debo hacer esto o aquello, tan sólo pidamos a Dios que nos dé entendimiento para saber qué cosas están minando nuestra vida por estar introduciendo muerte en nosotros y luego, dejarlas: “Por eso, ya no vivan ni sean como antes, cuando los malos deseos dirigían su manera de vivir.” (Efesios 4: 22 BLS). Si estamos en Cristo, porque le hemos recibido como Señor y Salvador de nuestras vidas, entonces empecemos a dejar aquellos deseos de satisfacer nuestro ego y busquemos más de Cristo para poder conocerle, no nos conformemos con un poquito de Él, anhelemos cada día más y más Su presencia. Busquemos su compañía. Comamos de Cristo, Él es el Árbol de la Vida que fue colgado en el árbol de la muerte (cruz), hasta ser exprimida su última gota de sangre, para que tú y yo podamos recobrar la vida perdida en el Edén, porque nuestros padres comieron del árbol de la muerte. Ahora el Árbol de la Vida está a tu alcance, tan sólo dile: Jesús, yo te recibo como Señor y Salvador de mi vida. Me arrepiento de mis pecados, perdóname. Recíbeme como tu hija/o y ayúdame a conocer y comprender Tu voluntad, porque a partir de ahora, quiero hacer sólo lo que a Ti te agrada. Amén.

sábado, 7 de marzo de 2009

¿ES POSIBLE AMAR A DIOS Y AL MUNDO?

¿ES POSIBLE AMAR A DIOS Y AL MUNDO?
“¡Oh gente adúltera! ¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Si alguien quiere ser amigo del mundo se vuelve enemigo de Dios." (Santiago 4: 4) La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. (Romanos 8: 7) En 1ª Juan 2: 15, 16 dice: "No amen al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre. Porque nada de lo que hay en el mundo --los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida-- proviene del Padre sino del mundo.” El mundo tiene un sistema, una forma de vida y pensamiento y está regido por un príncipe (Juan 14:30), éste es el diablo. Todo su sistema consiste en separar al ser humano de Dios y ha inventado muchas distracciones para entretener la mente de las personas; luego de ese modo someterla a su forma de pensar y ser. En esta red caen también los hijos de Dios y se enredan con todos los diseños malévolos del archienemigo de los seres humanos. Caen en esa red porque van dividiendo su alma entre el amor de Dios y lo que el mundo les ofrece, pensando que pueden disfrutar de las delicias del Reino de Dios y al mismo tiempo dar rienda suelta a sus pasiones pecaminosas. Sin embargo todo el que se precie de ser hijo de Dios, no puede seguir sus propias pasiones sin ganarse la enemistad de Dios. Dios ama al pecador, pero aborrece el pecado; y si la persona persiste en pecar, se vuelve enemiga de Dios, porque el Dios Santo no puede mantener una amistad con alguien que desprecia los preceptos de Dios viviendo como le venga en gana. Quien sea sabio no buscará tener como enemigo a Dios. El hijo de Dios que persiste en vivir en pecado está diciéndole a Su Padre que prefiere estar bajo el domino del diablo y ¿saben qué? Dios no lo va a forzar a estar bajo Su gobierno, porque Él respeta nuestras decisiones, sean éstas sabias o no. Dios nos ha dado una voluntad y nosotros decidimos sujetarla a Él o al diablo, no hay otra alternativa. Los que viven sujetos a sus bajas pasiones están gobernados por el de abajo; pero los que somos de Cristo miramos las cosas de arriba y buscamos ser cada día como el que nos compró con Su preciosa sangre.

El hijo de Dios debe amoldar su mente a la mente de Cristo; debe poner en sujeción sus pensamientos para no pensar como los que no conocen a Cristo. Debe llenar su mente de Cristo y alejar sus pensamientos de todo aquello que lo induce a pecar. “Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!"” (Rom. 8: 13-15). Los hijos conocemos a nuestro Padre y queremos imitarle haciendo lo que Él nos pide que hagamos. De verdad que no queremos parecernos en nada al enemigo de nuestro Padre, por eso no le hacemos caso en sus insinuaciones para que pequemos y así nos volvamos enemigos de Dios. Sabemos quién es nuestro Padre, si así no fuera, entonces estamos en un serio problema y el enemigo de Dios y nuestro también, nos va a tomar nuevamente como esclavos, seduciendo nuestras almas en aquello que no le hemos rendido a Cristo, en aquello que todavía el diablo tiene derecho sobre nosotros.

El amor a las cosas de este mundo nos priva del amor del Padre y quién en su sano juicio va a querer privarse del amor de Dios. Si alguien no tiene sano su juicio, entonces locamente decide buscar otro amor aparte del amor del Padre y se convierte en adúltero. Su alma se divide y comparte su amor con Dios y el mundo. Lo triste es que Dios no comparte su amor con nadie, o lo amamos a Dios o no lo amamos. Los deseos del cuerpo como adulterio, fornicación, mentiras, egoísmo, celos, chismes, etc, no provienen de Dios. La lujuria y la arrogancia las detesta Dios y quienes somos Sus hijos debemos huir de estas cosas sometiendo nuestros pensamientos a la obediencia a Cristo. No podemos pretender ser de Dios y estar haciendo aquello que Dios odia. O definimos nuestra vida o literalmente nos lleva el diablo. No podemos estar divididos entre dos pensamientos. "Elías se presentó ante el pueblo y dijo: ¿Hasta cuándo van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es el Señor, deben seguirlo; pero si es Baal, síganlo a él. El pueblo no dijo una sola palabra.” (1ª Reyes 18:21) Lo mismo que Elías le dijo al pueblo, se nos está diciendo a nosotros ahora, porque es tiempo de definición. No podemos seguir con una mente adúltera, jugando entre dos amores. Así como el adulterio físico daña la relación entre la pareja; de la misma forma el adulterio espiritual daña la relación con Dios y se forma una ruptura en el pacto, porque cuando recibimos a Cristo hemos entrado en un pacto con Él. El alma dividida se bifurca buscando satisfacer sus propios deseos y canalizando los mismos por cauces del pasado, olvidando que ahora, como hijos de Dios, tenemos un nuevo camino abierto por Jesucristo, camino que nos conduce al Trono de Gracia para alcanzar gracia y misericordia en el momento de necesidad. El alma adúltera quiere llenar un vacío que sólo puede ser llenado por Dios. Esa alma no está satisfecha con lo que Dios le dio y busca nuevos placeres, olvidando que estos la alejan del amor del Padre y la constituyen enemiga de Dios. Necesitamos definir nuestra situación o somos de Dios o no somos, pero no podemos seguir indecisos. Este es un tiempo de definición, de santificación, de purificación. “En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza.” (Eclesiastés 9: 8 SRV)

miércoles, 4 de marzo de 2009

EL REINO DE DIOS ES UN REINO DE LUZ


EL REINO DE DIOS ES UN REINO DE LUZ
“En él (Jesús) estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla.” (Juan 1: 4,5)
Al principio, en la creación, cuando la tierra se encontraba desordenada y vacía, Dios empezó a poner orden y lo primero que hizo para restablecer el orden fue manifestar la luz. “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.” (Génesis 1: 3, 4). Exactamente lo mismo sucede cuando nacemos de nuevo. Nuestro ser, que debido al pecado estaba en desorden, una vez que el Espíritu de Dios, por milagro de la nueva creación, entra en nuestro espíritu, la luz de Dios se manifiesta en nosotros y hace la separación de la luz y las tinieblas. “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.” (1ª Pedro 2: 9, 10). Esta luz la recibimos al aceptar el sacrificio de Cristo en la cruz, permitiendo que Su Sangre nos limpie y nos cubra como un manto que es la justicia de Dios en nosotros. “Porque al que no conoció pecado, por ti y por mí, Dios lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.” (2ª Corintios 5: 21)

Ahora nosotros somos la luz del mundo. "Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo.” (Mateo 5:14-16). Tenemos que mostrar nuestra luz a través de lo que hacemos, para que los que no conocen a Dios puedan conocerlo por medio de nosotros y le den gloria a Dios. Cuando la luz de Dios se haga manifiesta, las tinieblas van a tener que retroceder, porque la luz va a poner al descubierto toda obra del infierno. Cristo vino para deshacer la obras del diablo (1ª Juan 3:8) y Él vive en nosotros, Él es la luz verdadera, y esa luz deshará toda obra del diablo. Por tanto es de suma importancia que nuestra vida esté libre de tinieblas para poder manifestar la luz de Cristo. No podemos ser manifestadores de la luz del Dios Todopoderoso y de las tinieblas al mismo tiempo. Nuestra vida debe ser transparente, sin nada en lo cual el diablo pueda tener una razón para tomarnos. Pidamos a Dios que nos muestre qué partes de nuestro ser todavía están en tinieblas. Recuerda que las tinieblas no son de Dios, por lo tanto tenemos que desecharlas.

Somos hijos de luz. “Todos ustedes son hijos de la luz y del día. No somos de la noche ni de la oscuridad.” (1ª Tesalonicenses 5: 5, 9) por lo tanto, tenemos que manifestar lo que somos y tenemos. Somos luces, (Efesios 5: 8) y se nos exhorta a andar como tales, porque nuestra luz es para alumbrar a todos los que nos rodean. (Mateo 5: 14-16) Nuestra luz debe alumbrar en nuestro hogar, en el lugar donde trabajamos y por donde nos movemos, porque “luz está sembrada para el justo, y alegría para los rectos de corazón.” (Salmo 97: 11). La siembra de luz en nuestra vida debe extenderse, porque la alegría acompaña a los rectos. Luz y gozo se complementan, porque la tristeza del mundo opaca la luz, pues produce muerte. (2ª Corintios 7: 10).

Somos manifestadores de la luz de Dios y ¿cómo se manifiesta esa luz? Veremos solamente dos aspectos:
1. Por la comunión que tenemos entre los hermanos. “Este es el mensaje que hemos oído de él y que les anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad. Si afirmamos que tenemos comunión con él, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica la verdad. Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado.” (1ª Juan 1: 7). Si entre nosotros está la luz de Dios, vamos a vivir transparentemente entre hermanos, sin enemistades, ni recelos, sino en plena comunión. La comunión es de suma importancia para nosotros, pues somos un Cuerpo en Cristo y si no estamos en comunión, la luz de Dios que está nosotros, va menguando y muchas veces se apaga y no cumple con el propósito de Dios para la humanidad. Pablo al hablar a los corintios y decirles que huyan de la idolatría, les reflexiona de esta manera: “Como a sensatos os hablo; juzgad vosotros lo que digo. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, (Cristo) nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan.” (1ª Corintios 10: 15-17). Somos un cuerpo en Cristo, por lo tanto este Cuerpo es santo y debe estar en unidad.
2. Por el amor a los hermanos. “El que afirma que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar. Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en ella vive, y no sabe a dónde va porque la oscuridad no lo deja ver.” (1ª Juan 2: 10) El diccionario DRAE define el odio como: "Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea." No podemos desear el mal a nadie, por mucho que esa persona nos esté dañando. Cristo nos dijo que bendigamos cuando nos maldicen y ultrajan. Eso es manifestar la luz de Dios. Eso es buenas obras. La luz se hace manifiesta a través de nuestras buenas obras y nuestras buenas obras son producto de nuestros buenos pensamientos. Es en nuestros pensamientos que debemos dejar que la luz de Dios brille, para que las palabras que salgan de nuestra boca sean luz y no tinieblas. La luz no va a venir como un haz del cielo para hacer resplandecer nuestros pensamientos, sino más bien, somos nosotros que de acuerdo a Filipenses 4: 8 y 2ª Corintios 10: 5, debemos guardar nuestros pensamientos centrados en Cristo, llevando cautivo todo pensamiento a la cruz de Cristo, porque sólo en la luz de Dios veremos la luz. “Porque en ti está la fuente de la vida, y en tu luz podemos ver la luz.” (Salmo 36: 9). Fuera de Él, todo es tinieblas.

“La justicia y el derecho son el fundamento de tu trono, y tus heraldos, el amor y la verdad. Dichosos los que saben aclamarte, Señor, y caminan a la luz de tu presencia; los que todo el día se alegran en tu nombre y se regocijan en tu justicia.” (Salmo 89: 14-16). Amén.

domingo, 1 de marzo de 2009

CÓMO LIBRARNOS DE LA ESCLAVITUD

CÓMO LIBRAR A NUESTRA ALMA DE LA ESCLAVITUD
"Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis el reposo para vuestras almas." (Mateo 11: 29)
Cristo quiere que nos libremos de todo peso de amarguras y rencores, de sentimientos de culpa, complejos e inferioridades. Él quiere que nos vaciemos de aquello que esclaviza nuestra alma, mente y corazón, para que haya espacio para el perdón, que es la fórmula para eliminar aquellos fluidos que envenenan nuestro ser entero: espíritu, alma y cuerpo. El perdón apaga la sed de venganza, los sentimientos de culpa y amarguras. El perdón nos hace sensibles a las necesidades de las personas y nos llena de compasión y misericordia. Dios es perdonador. Jesucristo vino a perdonar. A Él le interesaba más la persona que el pecado. En cambio a los fariseos religiosos les interesaba el pecado sin importar la persona. Ellos hubieran querido que la mujer adúltera muriera apedreada para sentirse satisfechos, porque el pecado que ella cometió era demasiado grande a sus ojos; sin embargo el que nunca pecó, mostró misericordia, no sólo con la “pecadora”, sino también con aquellos que se preciaban de justos. Cuando Cristo nos dijo que aprendiéramos de Él a ser mansos y humildes de corazón, nos estaba diciendo que sólo en un corazón así cabe la capacidad de perdón y no de odio y venganza; y sólo así el corazón sería capaz de liberarse de ese atroz sentimiento de odio. El perdón nos liberta y si tanto queremos vengarnos y librarnos del que nos ha hecho daño, perdonémoslo, porque cuando odiamos a alguien le estamos dando la oportunidad de que nos tome como su prisionero, ya que el resentimiento y el odio desarrollan a los enemigos dentro de nosotros y nos volvemos caldo de cultivo para las bacterias del odio y como éstas se proliferan rápidamente, muy pronto todo nuestro ser es invadido.

"Padre --dijo Jesús--, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Mientras tanto, echaban suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús."
(Lucas 23: 34) No podemos entender con la mente carnal, cómo Jesús tuvo la capacidad de decirle al Padre que perdonara a quienes le estaban dando muerte; sin embargo ahora que somos hijos de Dios entendemos que estas palabras brotaron de un corazón que sí sabe amar sin medida, aun en medio de los estertores de la muerte. El amor hacia la humanidad lo hizo perdonar, porque el perdón brota de un corazón que ama. Cuando dejamos de vernos a nosotros mismos y vemos a las personas como Cristo las vio, empezamos a amarlas y a no mirar las ofensas como flechas que hieren nuestro YO, sino mirar esas ofensas como la oportunidad para dar amor y perdonar, devolviendo la libertad a quien quería tomarnos como prisioneros del alma. Cristo vino a dar libertad al cautivo, al oprimido; y cuando Él entra al corazón del ser humano empieza, si éste se lo permite, a cambiar toda una estructura religiosa farisaica y a quebrantar el orgullo para suplantarlo por la humildad.

Los fariseos eran expertos en juzgar, pero su juicio era superficial, pues no miraban a la persona como tal, se centraban en el pecado. Cuando le presentaron a la mujer pecadora, ellos no podían ver más allá de la mera actitud, no podían introducirse en lo profundo del ser mismo. Ellos estaban tan abstraídos en su religiosidad que la sola transgresión de la ley les permitía cometer un crimen. La religiosidad no les permitía abrir las puertas al amor de Dios en sus vidas. Cristo demostró a los supuestos justos que Él no vino a condenar, sino a perdonar, a dar amor a quién más lo necesitaba. Esos fariseos, aun en su dureza, necesitaban amor y Jesús, en Su misericordia, los libra de derramar sangre, tan sólo diciéndoles que si alguno de ellos no tenía pecado que sea el primero en arrojar la piedra. Ninguno se atrevió a hacerlo porque sabían su condición. Frente a la mujer adúltera, Cristo no cuestionó su vida, no la expuso, ni le dio un sermón de cómo vivir en santidad, ni le dijo que Él sí podía apedrearla porque no tenía pecado; sino le dijo que no la condenaba y que se vaya, pero que no peque más. El Santo de los Santos no juzgó, no condenó, tan sólo amó. Es que sólo en un corazón manso y humilde puede crecer el amor y brotar el perdón, pero en los corazones duros por el orgullo, sólo hay cabida para la crítica, el desprecio y el rencor.

Sólo quien ama es capaz de perdonar; es capaz de darse para que otro viva. El amor al prójimo es la clave para liberarnos de las ataduras del odio, resentimiento, celos, etc. Cristo vivió el amor, vivió amando y murió amando. Jesús no andaba dando besitos a todos, pero era capaz de amar a pesar de lo que le hicieran o dijeran de Él. “Como respuesta el hombre citó: --Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente', y: Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ --Bien contestado --le dijo Jesús--. Haz eso y vivirás.” (Lucas 10: 27, 28). La única forma de vivir a plenitud es amando así como Dios nos ama. El amor nos da la libertad porque nos libra de condenación y culpa y nos hace semejantes a nuestro Redentor quien dio Su vida por amor. Nuestra capacidad de amar es limitada y condicional, pero el secreto radica en cultivarlo y a medida que más y más lo cultivemos, más y más crecerá en nosotros la capacidad de amar, porque el amor es una de las necesidades vitales de nuestra existencia. El amor es lo que permanecerá por siempre y nos hará aptos para perdonar. Ese es el amor de Dios en nuestras vidas. ¡Cultívalo!